Argen­ti­na. La inso­por­ta­ble borro­si­dad del ser

Por Alfre­do Grande

Una de las mar­cas de la vejez ‑ésa que nece­si­ta tute­la­je para cum­plir con nece­si­da­des esen­cia­les, dan­do por sen­ta­do que can­ti­dad de años es igual a dete­rio­ro- es que pen­sa­mos en déca­das y no en años. Más allá de la gue­rri­lla del cer­do que se pre­ten­dió imple­men­tar con el 147, para pedir auto­ri­za­ción para deam­bu­lar por la rei­na de la pla­ta, yo tuve ante­ce­den­tes penosos.

La Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Bue­nos Aires tuvo un cri­te­rio simi­lar cuan­do a mis 65 años me jubi­ló con­si­de­ran­do que no esta­ba en con­di­cio­nes psi­co inte­lec­tua­les de dar cáte­dra. Lue­go de 38 años inin­te­rrum­pi­dos de docen­cia uni­ver­si­ta­ria, por efec­to domi­nó per­dí la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Lomas de Zamo­ra y la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de La Pla­ta. Y lo que real­men­te me indig­na, en este caso lo mis­mo, es que no tuve fuer­zas para luchar con­tra el anda­mia­je buro­crá­ti­co. Fui más vie­jo de lo necesario.

Hace déca­das tuve una expe­rien­cia espi­ri­tual. Via­ja­ba en un colec­ti­vo cuan­do empe­zó a sonar mi fla­man­te telé­fono celu­lar. Ya había pasa­do la épo­ca del “ladri­llo” de Movi­com, y tenía un apa­ra­to más peque­ño y ver­sá­til. Cuan­do sen­tí la mira­da de los pasa­je­ros tuve pudor de con­tes­tar. Hablar por telé­fono celu­lar en un bon­di era un acto de nar­ci­sis­mo de cla­se. En esos tiem­pos era un pri­vi­le­gio para pocos. Diez años des­pués, cada colec­ti­vo, sub­te, tren pare­cían una sala de tera­pia inten­si­va con todes conec­ta­dos a sus res­pi­ra­do­res arti­fi­cia­les. O sea: la comu­ni­ca­ción es una nece­si­dad bási­ca. Des­de las seña­les de humo has­ta el wasap.

El tema es el pasa­je de la nece­si­dad a la deman­da arti­fi­cial. O sea: cuan­do hay una des­me­su­ra de la deman­da, no al ser­vi­cio de la nece­si­dad de comu­ni­car­se, sino del lucro como barril sin fon­do y sin tapa de la gran indus­tria. El pasa­je de la nece­si­dad a la deman­da arti­fi­cial nece­si­ta otra indus­tria pará­si­ta que es la publi­ci­dad. Y el packaging,o sea, el más her­mo­so envol­to­rio de tro­ya de todos los pro­duc­tos, que pone la esté­ti­ca al ser­vi­cio de la más abso­lu­ta des­leal­tad comercial.

La nece­si­dad de tras­la­dar­se, de via­jar, de cono­cer otros mun­dos posi­bles, fue cap­tu­ra­da por la gran indus­tria del turis­mo. Rag­nar Loth­brok, el vikin­go con­quis­ta­dor, no nece­si­tó de des​pe​gar​.com ni de un spon­sor para sus embar­ca­cio­nes. Había una nece­si­dad de tie­rras don­de la super­vi­ven­cia era el fun­dan­te de sus con­duc­tas. La gran indus­tria creó una raza de extra­ñas carac­te­rís­ti­cas cuya deno­mi­na­ción es turis­ta. La indus­tria sin chi­me­neas. Y que aun en los paí­ses socia­lis­tas, creó una nue­va divi­sión de cla­ses. Casas más, casas menos, igua­li­to a Nue­va York. Todo desa­rro­llo, todo pro­gre­so, todo avan­ce, des­de la elec­tri­ci­dad has­ta las tar­je­tas de cré­di­to, es cap­tu­ra­do por la gran indus­tria cuyo úni­co pro­pó­si­to es la des­me­su­ra del lucro.

Antes de que me jubi­la­ran, yo recuer­do que en la Facul­tad de Medi­ci­na había un depar­ta­men­to de teso­re­ría don­de yo cobra­ba mi ren­ta de jefe de tra­ba­jos prác­ti­cos. Aun­que parez­ca un arcaís­mo, me paga­ban en dine­ro con­tan­te aun­que no sonan­te. Lue­go otra gran indus­tria, la finan­cie­ra, ban­ca­ri­zó la vida. Y los caje­ros elec­tró­ni­cos fue­ron los inter­lo­cu­to­res para reci­bir el esti­pen­dio. Esa tira­nía de la gran indus­tria, abso­lu­ta­men­te depre­da­do­ra de todos los recur­sos, inclu­so los afec­ti­vos, es lo que colap­sa­do. Sim­ple­men­te por­que los con­su­mi­do­res escla­vos, que algu­nos lla­man mer­ca­do cau­ti­vo, han sido ais­la­dos en for­ma preventiva.

Hay mucho más de 70 bal­co­nes, pero sigue sin haber una flor. Si la post cua­ren­te­na impli­ca­ra el colap­so de la gran indus­tria para­si­ta­ria, qui­zá sería un bien que ven­ga por este mal. Si has­ta Cava­llo llo­ró, a lo mejor Bill Gates pue­de tener un ata­que de páni­co. En la jer­ga finan­cie­ra: default.

El colap­so de Wall Street en 1929, tam­bién cono­ci­do como «jue­ves negro», fue un even­to que hizo derrum­bar­se a la eco­no­mía esta­dou­ni­den­se y glo­bal, con­tri­bu­yen­do a la Gran Depre­sión de los años 30. Tomó 25 años para que el índi­ce Dow Jones recu­pe­ra­se su nivel de 1929. O sea: escu­cha­ré Las Hojas Muer­tas por Yves Mon­tand mien­tras mire las últi­mas imá­ge­nes del colap­so. Pero la Gran Indus­tria, la Bes­tia, se recu­pe­ra con una sobre explo­ta­ción de la mano de obra de las masas deses­pe­ra­das y ham­brien­tas. Nada nue­vo. Aque­llo que para la izquier­da es un pro­ble­ma, para la dere­cha es una solu­ción. Pero pue­de tener un efec­to bume­rán, como ya dema­sia­do tar­de el zar Roma­nov se enteró.

La tra­ge­dia es que tene­mos muchos zares y pocos o nin­gún Lenin. La gran indus­tria está ensa­yan­do con el ZOOM y otras pla­ta­for­mas, las nue­vas for­mas de fle­xi­bi­li­dad labo­ral. La “ube­ri­za­cion” de la cla­se tra­ba­ja­do­ra sólo ten­drá como patrón una apli­ca­ción. Defun­ción total de la gran fábri­ca y por lo tan­to de los ser­vi­cios aso­cia­dos. Para hacer este ensa­yo a esca­la pla­ne­ta­ria, fue nece­sa­rio un peli­gro glo­bal. Lo encon­tra­ron, lo con­si­guie­ron, lo fabri­ca­ron. Pero no impor­ta. Lo que sí impor­ta es que sabrán apro­ve­char­lo. Y aun­que pue­dan vol­ver las oscu­ras golon­dri­nas, serán golon­dri­nas que pade­ce­rán el espec­tro autista.

Este pasa­je de la nece­si­dad a la Gran Indus­tria no está sepa­ra­do por nin­gu­na línea roja. Es un deve­nir borro­so. Es esen­cial pero invi­si­ble a los ojos. Y al pen­sa­mien­to. Del médi­co de cabe­ce­ra a la esta­fa de la medi­ci­na pre­pa­ga, que ape­nas son segu­ros de salud. Cuyo lucro con­sis­te en afi­liar a gen­te sana y lue­go pato­lo­gi­zar la salud. Del maes­tro que ense­ña­ba su ofi­cio a su apren­diz, a los tuto­ria­les de you­tu­be. ¿Esto impli­ca que estoy en con­tra del pro­gre­so? Impli­ca que estoy negan­do que sea pro­gre­so des­truir un pla­ne­ta para sos­te­ner a la bes­tia de la Gran Indus­tria. Y en esa inso­por­ta­ble leve­dad de la borro­si­dad, no pode­mos dife­ren­ciar entre cui­dar y vigi­lar. Entre que­rer y apo­rrear. Entre prés­ta­mo y esta­fa. Entre terro­ris­mo de esta­do y esta­do terro­ris­ta. Es un apor­te a la borro­si­dad deno­mi­nar demo­cra­cia a la dic­ta­du­ra de la bur­gue­sía. Y es tam­bién borro­so deno­mi­nar pandemia/​epidemia a la dimen­sión viral de la cul­tu­ra represora.

La lógi­ca de gue­rra que inau­gu­ró el pre­si­den­te y con­fir­mó el secre­ta­rio de segu­ri­dad de la pro­vin­cia de Bue­nos Aires, como todo deli­rio, tie­ne su núcleo de ver­dad. A pesar de la dia­tri­ba de la publi­ci­dad de YPF, el enemi­go que no da la cara no es el virus. Es la gran indus­tria. Esta­mos en gue­rra, pero el enemi­go no es el Covid 19. Ape­nas es el arma. Pero el enemi­go es la Gran Indus­tria Con­ta­mi­nan­te y Depredadora.

Para salir de la borro­si­dad del ser, ten­dre­mos que tener la pre­ci­sión de un rayo laser. Cons­truir heri­das leta­les que ni siquie­ra san­gren. Estra­te­gias comu­ni­ta­rias, coope­ra­ti­vas, auto­ges­tio­na­rias, revo­lu­cio­na­rias. Para que nues­tros niñes ten­gan una segun­da, ter­ce­ra y cuar­ta opor­tu­ni­dad de vivir una vida que ten­ga vida, La vida que tie­ne muer­te es la que las actua­les gene­ra­cio­nes tie­nen que des­truir. Qui­zá no tuve fuer­zas para luchar con­tra la arbi­tra­rie­dad medie­val de la uni­ver­si­dad. Pero ten­go nue­vas fuer­zas cul­ti­va­das en esta cua­ren­te­na del cuer­po, pero que toda­vía no es cua­ren­te­na del alma.

Si Manu Gino­bi­li tie­ne temor a la rebe­lión de los pro­le­ta­rios, vamos a ense­ñar­le que sus temo­res no son infundados.

Inven­ta­re­mos nue­vas for­mas de estar uni­dos. Y tam­bién inven­ta­re­mos lo que nues­tros ori­gi­na­rios siem­pre supie­ron: la tie­rra no nos per­te­ne­ce. Cuan­do lle­ga­mos ya estaba.

Y entre aga­sa­jar­la y des­truir­la no hay borro­si­dad que valga.

Agen­cia Pelo­ta de Trapo 

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