Resumen Latinoamericano*, 09 de Abril de 2020.
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Desde su confinamiento en casa apenas meses después de salir de prisión, el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva dijo el miércoles que el mandatario Jair Bolsonaro necesita cambiar su desdén hacia el coronavirus o se arriesga a que lo obliguen a dejar el cargo antes de concluir su periodo en diciembre de 2022.
En entrevista con The Associated Press, Lula dijo que el rechazo de Bolsonaro a las exhortaciones para que la gente practique el distanciamiento social obstruyen las acciones de los gobernadores y alcaldes para contener el virus.
Arguyó también que Brasil podría verse en la necesidad de imprimir dinero para proteger a los trabajadores de bajos ingresos y hacer que las personas permanezcan en sus casas, propuesta que seguramente provocará temores en un país con un historial de hiperinflación y devaluaciones.
Lula, que gobernó de 2003 a 2010 cuando la economía de Brasil estaba fuerte, reconoció que es improbable que Bolsonaro acceda a los crecientes llamados de la oposición para que renuncie, y señaló que no hay votos suficientes en el Congreso para abrirle un juicio político.
“Sin embargo, la sociedad de Brasil podría no tener la paciencia para esperar hasta 2022”, declaró Lula en la videollamada. “La misma sociedad que lo eligió tiene el derecho a destituir a este presidente cuando advierta que no está cumpliendo lo que prometió. Un presidente que ha cometido errores y está creando un desastre. En este momento, Bolsonaro es un desastre”.
Algunas personas en diversas regiones que votaron multitudinariamente por Bolsonaro en las elecciones de 2018 están desilusionadas con él, golpeando cacerolas afuera de sus domicilios en protestas que se han repetido una y otra vez en las últimas dos semanas. El hecho de que Bolsonaro esté minimizando la pandemia lo pone en desacuerdo con casi todos los 27 gobernadores del país.
Hasta ahora han fallecido unas 800 personas de COVID-19 en Brasil, que acumula casi 16.000 casos confirmados, la cifra más alta en América Latina. El país tiene previsto alcanzar su máximo de infecciones a finales de abril o principios de mayo.
La semana pasada, Lula elogió al gobernador del estado de Sao Paulo, João Doria, exaliado de Bolsonaro, por imponer restricciones para contener la propagación del virus. Bolsonaro, que frecuentemente llama “expresidiario” a Lula, dijo en una entrevista para la radio sentirse avergonzado cuando los políticos conservadores que le han dado la espalda son elogiados por Lula.
“Yo únicamente estoy reconociendo a quienes han hecho un trabajo más efectivo”, declaró el exmandatario, quien señaló que Doria continuará siendo su adversario político.
Lula, de 74 años y sobreviviente al cáncer, permanece en casa con su novia y dos perros en la ciudad de São Bernardo do Campo, en las afueras de Sao Paulo, desde que regresó de un viaje a Europa. Dijo que no tiene síntoma alguno del virus, ni le han efectuado pruebas, y se ha reunido con pocos políticos. La mayoría de sus conversaciones ahora son por internet.
El expresidente afirmó que los 580 días que estuvo en prisión le han servido para enfrentar mejor la recomendación médica de permanecer en casa. Está en libertad mientras apela a sus condenas por corrupción y lavado de dinero, que dice tuvieron móviles políticos.
“Me entrené espiritualmente para vivir bien. No es fácil vivir en 15 metros cuadrados viendo a la familia una vez a la semana”, señaló. “Ahora estoy en casa con mi novia Janja que vive conmigo. Es mucho mejor. Tengo espacio, personas con las que conversar todo el tiempo”.
Bolsonaro ha rechazado las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de su propio ministerio de salud sobre el distanciamiento social y otras medidas para contener al virus. El mandatario dice a menudo que el COVID-19 es “una pequeña gripe”.
Lula cree que Brasil podría verse en la necesidad de imprimir dinero para evitar el cierre de empresas y el caos social. La economía brasileña atraviesa dificultades desde 2015, con unos 12 millones de desempleados y el triple de personas en el sector informal y en empleos de corta duración.
“Quienes necesitan liquidez en este momento son los pobres. Lo necesitan para comprar jabón, sanitizante para las manos. Ellos son quienes necesitan liquidez, no el sistema financiero brasileño”, apuntó. “Para derrotar al coronavirus necesitamos más Estado, más acción de las autoridades, para imprimir más dinero y garantizar que llegue a las manos del pueblo”.
La receta de Lula es contraria a la ideología del gobierno de Bolsonaro, encabezada por el ministro de Economía, Paulo Guedes, que estudio en la Universidad de Chicago. Después de su nombramiento, Guedes prometió reducir el tamaño y la influencia del Estado a través de grandes privatizaciones y controlando los préstamos del banco estatal.
Desde la pandemia hay un cierto reconocimiento a la necesidad de proveer asistencia financiera. Entre otras cosas, el banco estatal Caixa Economica Federal redujo las tasas de interés a los sobregiros bancarios y a los pagos con tarjeta de crédito, y el gobierno permitió a la gente sacar el equivalente a un mes de salario mínimo de las cuentas de retiro. También aprobó pagos mensuales equivalentes a 117 dólares para ayudar a los trabajadores de bajos ingresos a que se mantengan a flote, los cuales se prevé comenzarán el jueves.
Sin embargo, esto no es suficiente, afirmó Lula. Agregó que apoyar la posible impresión de dinero no es una postura radical, sino una medida necesaria en una circunstancia desesperada.
“En tiempos de guerra se hacen cosas que no son normales porque lo importante es sobrevivir”, apuntó. “El coronavirus es un enemigo invisible del que conocemos su fisonomía, pero aún desconocemos cómo derrotarlo”.
Los políticos izquierdistas brasileños de distintos partidos, incluyendo el Partido de los Trabajadores al que pertenece Lula, publicaron la semana pasada una carta en la que exigen la renuncia de Bolsonaro por su gestión durante la pandemia. El exmandatario no firmó la misiva, pero aseguró que sus puntos de vista son claros.
“No hay salida con Bolsonaro si no cambia su proceder”, agregó. “Sería mucho más sencillo disculparse, admitir que se equivocó, decir al pueblo brasileño que lo lamenta”.
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*La Tribuna