Catarina Barbosa /Resumen Latinoamericano /17 de abril de 2020
En abril de 1996, 21 trabajadores rurales fueron asesinados; para quien sobrevivió, el dolor se transformó en lucha
Era un miércoles, alrededor de las 16h, 17 de abril de 1996. Cerca de 1.500 personas estaban acampadas en la “curva do S”, en Eldorado do Carajás, sudeste de Pará, región Norte de Brasil, en forma de protesta. El objetivo era marchar hasta la capital del estado, Belém, y conseguir la expropiación de la hacienda Macaxeira, ocupada por 3.500 familias sin tierra.
La caminata que había comenzado el 10 de abril fue detenida con sangre en un ataque de la Policía Militar que fue mundialmente conocido como la Masacre de Eldorado do Carajás. Un total de 155 policías militares estuvieron involucrados en la operación que dejó 21 campesinos muertos, 19 en el lugar del ataque, y otros dos que fallecieron en el hospital.
Para muchas de las familias cuyas vidas fueron marcadas por la muerte, la lucha no terminó en aquella masacre. Polliane Soares es de la dirección estadual del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Pará. Aquel 17 abril de 1996 tenía 11 años, y marchaba junto a su familia rumbo a Belém por la carretera PA-150 para reivindicar el derecho a la tierra.
“Recuerdo que el día de la masacre, yo estaba en la ciudad con mi madre [que era profesora en Eldorado]. En un determinado momento de la noche, creo que alrededor de las 20h hubo un apagón general. Cuando se dio el apagón, comenzó a circular la información sobre el asesinato, que habían matado a los sin tierra allá en la curva [do S], y mi madre – como su hermano estaba allá – se puso desesperada“.
Al anochecer, el crimen ya había sido cometido. Sin luz y en una ciudad en medio del bosque, totalmente incomunicada, madre e hija no consiguieron dormir. Al día siguiente, muy temprano, se dirigieron a la curva do S.
“Cuando llegamos, recuerdo mucha, mucha sangre en la pista. Un escenario muy fuerte de destrucción. Las marcas estaban por todas partes, muchas cosas dejadas atrás“, dice ella.
De los 19 trabajadores que murieron en el lugar, ocho fueron asesinados con armas blancas. Los otros 11 fueron alcanzados con 37 tiros, casi 4 tiros por persona/J.R. Ripper
Ametralladora contra piedras
Tres meses antes de la masacre, el 5 de marzo de 1996, las familias habían ocupado la hacienda Macaxeira – en Curionópolis, municipio vecino a Eldorado – y buscaban una negociación con el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA) para iniciar el proceso de expropiación de la tierra improductiva. Sin respuestas y habiendo recibido promesas que nunca fueron cumplidas, los campesinos decidieron protestar en la capital.
La marcha salió de Curionópolis y pretendía pasar por Eldorado do Carajás y Marabá, antes de llegar a Belém. Quien vivió aquel día o vio a las imágenes grabadas por la TV, vio la violencia que recibieron las familias sin tierra en Eldorado. El registro muestra personas ensangrentadas corriendo en medio del piso de tierra batida, tiros, sangre, desesperación. La agresión duró prácticamente dos horas.
Los trabajadores fueron cercados. De un lado policías del cuartel de Parauapebas, del otro, policías del batallón de Marabá. De los 19 muertos, ocho fueron asesinados con sus propios instrumentos de trabajo: hoces y machetes, los otros 11 fueron alcanzados con 37 tiros, un promedio de cuatro tiros por persona. Otras 79 personas quedaron heridas. Dos de ellas fallecieron en el hospital.
La policía mató a campesinos con tiros en la nuca, en la frente – en clara señal de ejecución. A uno le rompieron la cabeza.
Fragmento de la capa del Jornal do Brasil del día 18 de abril de 1996 /Reproducción/Jornal do Brasil
Un acto de cobardía
Para el profesor y dirigente estadual del MST Pará, Batista Nascimento Silva, que vive en el asentamiento Lourival Santana, no hay otra definición para lo que se hizo que no sea cobardía. Cuando los trabajadores fueron cercados por la PM, Batista estaba en la carretera.
«Cuando los policías llegaron y bajaron en el sentido Marabá comenzaron a lanzar bombas y disparar, los policías del otro lado, de Eldorado, iniciaron el mismo acto suprimiendo a los sin tierra, pues ellos fueron aproximándose. Los sin tierra, al percibir que un ciudadano baleado cayó al piso, corrieron hacia arriba lanzando piedras, palos, como una forma de protección para intentar alejar a los policías, pero ellos intensificaron más aún el tiroteo», relata.
Para protegerse, Batista atravesó la carretera PA-150 para buscar refugio. «No tuve como ir mucho más allá, mucho bosque. Volví, atravesé agachado, muchas personas caídas y logré llegar hasta una casa del otro lado y allá permanecí por pocos instantes donde ya había compañeros baleados. Había un área cerrada de la casa y empujé la puerta porque quería refugiarme ahí dentro y ahí tenían varias personas echadas en el piso, niños, mujeres, señores y jóvenes.”
Luego de algunas horas escondido en el bosque, por la noche, Batista encontró a su madre y tres de sus hermanos, a su hermana menor sólo la encontraron al día siguiente. El padre había ido a la ciudad ese día y no lo dejaron volver. «Después de lo sucedido nos quedamos dos días en el lugar, porque no teníamos a donde ir y sólo salimos el día en que los cuerpos fueron liberados para seguir para el velorio.”
Impunidad
De los 155 policías que actuaron en el caso, solamente Mario Pantoja y José Maria de Oliveira, comandantes de la operación, fueron condenados y cumplen la pena, uno en prisión domiciliar. Los otros 153 PM fueron absueltos, aunque varios de los policías que actuaron en el caso estuvieran sin identificación y con armas retiradas del cuartel sin registro, lo que no está permitido.
Después de la masacre, 17 de abril se convirtió el Día Mundial de la Lucha por la Tierra. La hacienda Macaxeira, cuyo propietario es uno de los mandantes del crimen, fue expropiada y se convirtió en el Asentamiento 17 de Abril.
El lugar que fue escenario de la masacre hoy es considerado sagrado por el movimiento. El «monumento de los castaños quemados» está formado por árboles muertos, uno por cada vida segada. Al centro hay un altar con el nombre de las personas asesinadas, como forma de homenaje.
En memoria de las víctimas de la masacre, el monumento de los castaños quemados queda en el km 95 de la PA-150, en la llamada curva do S /Divulgación
Edición: Vivian Fernandes e Rodrigo Chagas
Traducción: Pilar Troya
Brasil de Fato*