Por Jorge Falcone, 1 abril 2020
“¿Es este el final? El final del capitalismo, sí. El final del mundo, no. Lo hemos visto dos veces en los últimos 2.000 años. Entre los siglos IV y VI, cuando el viejo orden murió y se produjo el feudalismo, y los siglos XVI y XVII con el fin del feudalismo y el nacimiento del capitalismo. Tendremos que inventar un nuevo modelo económico. Hoy no existe. Es por eso todo lo que se habla sobre un Nuevo Yalta /Nuevo Bretton Woods. El mundo financiero posliberal está a punto de nacer”.
Daniel Estulin,escritor, investigador y orador ruso.
“La pandemia actual del coronavirus representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma como producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza. Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista: la acumulación ilimitada, la competición, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wall Street: “greed is good” (la avaricia es buena). Todo esto se ha puesto en jaque ahora. Aquello ya no puede continuar”.
Leonardo Boff,teólogo, ex-sacerdote franciscano, filósofo, escritor, profesor y ecologista brasileño.
Como era de prever, una emergencia sanitaria originada en el Norte Global está haciendo estragos aquí en el Sur, producto de años de desindustrialización, re primarización de la economía, y depredación – entre otras áreas – de la salud pública. Así, el impacto de la pandemia en estas costas es tramitado desde las lógicas feroces del capitalismo periférico: El Ejército ofrece concentrar (me tomé tiempo para elegir ese verbo) en Campo de Mayo a lxs condenadxs de la tierra, y la policía “baila” como si fueran “colimbas” a los sospechosos de infringir la cuarentena… que muy probablemente sólo sean cuentapropistas en procura de no morirse de hambre.
La emergencia pone en evidencia los contrastes de una sociedad desigual. Mientras en los barrios pudientes se canta de balcón a balcón, en los barrios carenciados se producen interminables colas a la puerta de los supermercados. Los medios hegemónicos promueven el ideal de guardar distancia interpersonal aún bajo el mismo techo… cuando sobra gente que no tiene un techo. Simultáneamente, buena parte de la población sostiene sus vínculos a través de la red de redes, a merced del Big Data, en tanto otrxs muchxs cargan con la exigencia de seguir sosteniendo cadenas de producción en forma presencial. Y, en su versión más descarnada, algunos empresarios hasta se atreven a cesantear trabajadores desoyendo las advertencias del gobierno.
A esta altura de los hechos, cabría decir que el salvajismo del capital contribuyó con empeño a que el COVID – 19 encontrara a gran parte de la humanidad inmuno deprimida.
Pero la crisis es tan disruptiva que agotó las herramientas para que los popes de las finanzas apliquen el manual acostumbrado. En el Antropoceno, Natura mata Excel, como ocurrió otras veces.
Desde el pensamiento crítico, numerosxs analistas se interrogan si murió la economía y, en tal caso, si en este contexto tiene sentido la plusvalía. La respuesta del Norte Global es previsible: El dinero es más importante que las personas (ahí están Donald Trump recomendando a los trabajadores de su país que vuelvan a ocupar sus puestos, y Jair Bolsonaro cacareando que “Brasil no puede parar”, mientras el virus hace estragos entre sus connacionales) La lógica del capital acarrea consecuencias nefastas.
En estos días en algunos estados norteamericanos se produjeron largas filas de gente dispuesta a conseguir armas. Consultadxs por la prensa, el primer motivo que mencionaron fue la protección de su hogar cuando se acaben los alimentos. «Si caen las instituciones financieras y la gente pierde su trabajo hay que estar protegido. La situación no tiene precedentes y no seré yo el que no esté preparado«, declaró un ciudadano de Arlington, Virginia, mientras esperaba turno para comprar su rifle.
La Organización Internacional del Trabajo prevé un aumento en los índices de pobreza, desempleo y subempleo como impacto de la pandemia, y señala que 25 millones de personas podrían perder sus trabajos, superando las cifras de la crisis financiera del 2008 – 2009, que significó un incremento de 22% de desempleados. El impacto será devastador para los trabajadores que ya se encuentran o están cerca del umbral de pobreza.
La crisis sanitaria está demostrando que solo a través de la medicina pública pueden priorizarse y volcarse los máximos recursos a los que pueda acceder la sociedad. Ante un objetivo tan urgente como el de garantizar la salud, el fin y las prioridades no pueden ser el lucro privado sino la atención de los enfermos y la superación de la epidemia. No se trata de un negocio, se trata de la vida misma.
Según la periodista canadiense Naomi Klein, la “doctrina del shock” es la estrategia política que consiste en emplear las crisis a gran escala para hacer avanzar políticas que profundicen sistemáticamente las desigualdades, enriqueciendo a las élites y debilitando a los demás. En tiempos de crisis la gente tiende a concentrarse en las urgencias cotidianas para sobrevivir como sea y a esperarlo todo de quienes detentan el poder. Contextos semejantes facilitan que los sectores sociales más sumergidos piensen con una lógica subsidiaria.
A simple vista, todo indica que deberíamos ir abandonando la idea de volver a “la normalidad”, a “lo de antes”, porque lo de antes ya no existe. Hemos descubierto que ante una crisis de estas dimensiones lo que funciona es lo público, pese a que lo público fue y es denostado día a día por la maquinaria de (des)información. Hemos aprendido de golpe que un servicio no es un negocio sometido a “las reglas del mercado”, argumento que solo sirve para que se aplique la ley de la selva.
El 18 de Octubre pasado tuvo lugar en New York la conferencia “Event 201”, en la que se anunció a la élite mundial lo que se venía, e inclusive se presentó con un simulacro de pandemia el ahora famoso mapa de la Fundación Johns Hopkins que actualmente muestra la expansión del COVID ‑19 en todo el planeta.
Entre los participantes estuvieron Ryan Morhard, asesor en materia de salud y economía del Foro Económico Mundial; Chris Elias, presidente de la División de Desarrollo Global de la Fundación Bill y Melinda Gates; Tim Evans, ex director de salud del Banco Mundial; Avril Haines, ex subdirector de la CIA, Sofía Borges, en representación de Naciones Unidas; Stanley Bergman, presidente de la Junta y CEO de Henry Schein (un distribuidor mundial de suministros médicos y dentales, incluidas vacunas, productos farmacéuticos, servicios financieros y equipos); Paul Stoffels, Director Científico de Johnson & Johnson; Matthew Harrington, Director de Operaciones Global de Edelman (una de las firmas de consultoría de marketing y relaciones públicas más grandes del mundo); Martin Knuchel, Jefe de Gestión de Crisis, Emergencias y Continuidad de Negocios de Lufthansa; Eduardo Martínez, presidente de la Fundación UPS ; Hasti Taghi, Vicepresidente y Asesor Ejecutivo de la cadena norteamericana NBC o Lavan Thiru, Representante Jefe de la Autoridad Monetaria de Singapur.
Según The Guardian, treinta días después del ejercicio de simulación que generó dicho cónclave, el 17 de noviembre de 2019, habría aparecido el primer caso documentado del COVID-19, y el 11 de marzo de 2020 este fue declarado pandemia por la OMS, que tiene entre sus principales financistas a la Fundación Gates, patrocinadora de aquel evento.
El plan de la Plataforma de Acción COVID-19 del Foro Económico Mundial y la OMS incluye la recaudación de aproximadamente 12 mil millones de dólares para crear y distribuir una vacuna contra el coronavirus, incluyendo en el grupo de trabajo a corporaciones como Volkswagen, Bank of America y Deloitte.
Para “unir a la comunidad global”, el grupo de trabajo “empoderará a los líderes nacionales y reforzará las llamadas a la solidaridad, incluso mediante la movilización de referentes juveniles mundiales, embajadores de los medios de comunicación y de la sociedad civil”. Y el último enfoque es“movilizar la cooperación y el apoyo empresarial para la respuesta al COVID-19: aprovechar los grandes datos y la inteligencia artificial para mitigar el impacto y mejorar la toma de decisiones”. En síntesis, existió quien instruyó la idea de una pandemia mundial, quien la ejecutó y quien vio una oportunidad. Probablemente fueran las mismas personas.
Algunos todavía dudan de China, pero esta ya dio muestras de que el ataque comenzó ese mismo día a manos del ejército estadounidense en Wuhan, y el Gigante Asiático produjo su contragolpe desde lo financiero y geopolítico junto a Rusia, tumbando el precio del petróleo y utilizando el temblor financiero en su favor.
No es exagerado considerar que padecemos una Tercera Guerra Mundial de carácter no convencional, y que el COVID-19 es un arma biológica mortífera pero no apocalíptica, su fin es generar las condiciones para el control social mundial pero colateralmente también para el fin de la hegemonía de EEUU y Europa.
Aún no está dicha la última palabra al respecto, pero va quedando cada vez más claro que la desunión de lxs de abajo beneficia a los de arriba, y que la única alternativa capaz de sortear una pandemia que puso al mundo en penitencia es la solidaridad global. Afortunadamente, ejemplos abundan y todo el mundo sabe cuáles son. Es de esperar que el tiempo que dure la cuarentena también se capitalice como escenario didáctico, capaz de enseñarle a los pueblos cuán otro podría ser nuestro mundo gestionado desde una ética del cuidado.
Por último, no cabría pasar por alto que en la superestructura gubernamental de nuestro país se libra una disputa en torno a la cuestión del reparto de alimentos durante la emergencia sanitaria, en la que la idea de canalizarlo directamente a través de cada municipio confronta con la de hacerlo exclusivamente desde las fuerzas de seguridad y el Ejército. La coincidencia entre ambas posturas consiste en marginar de las decisiones a las numerosas organizaciones sociales que mantienen una perspectiva crítica respecto del Ejecutivo.
Ojalá en todas las partes prime la cordura, y un justo dimensionamiento de la emergencia, porque – aunque urja establecer un cordón sanitario en torno al virus – aún hay muchas más víctimas del hambre que de la enfermedad. Y cuando el hambre toca a la puerta de los hogares humildes, no hay distanciamiento social ni retén que detenga la bronca popular: Los desbordes que se vienen produciendo en Guayaquil (Ecuador) o en el sur empobrecido de Italia deben ser interpretados como un espejo que adelanta.-
Fuentes de consulta: