Resumen Latinoamericano, 4 de abril 2020
- Quien fuera en los años 70 el máximo dirigente de la Organización Montoneros y ahora economista, Mario Eduardo Firmenich, nos hizo llegar este artículo que aborda la coyuntura y aporta propuestas para el debate.
1. “Estamos en guerra contra un enemigo invisible”
Desde que el presidente de Francia pronunció la frase, todo el mundo
está hablando ya de la pandemia repitiendo que “estamos en guerra
contra un enemigo invisible”.
Pareciera que esta guerra es contra un virus. Pero como mínimo hay que hacer dos observaciones a esta visión superficial.
Por un lado, si estamos en una guerra con una “pan”-demia (es decir,
epidemia global o mundial), significa que estamos en una guerra mundial.
Por otro lado, los virus no son invisibles, sólo hace falta un microscopio para verlos.
¿Dónde está o quién es entonces el enemigo invisible que genera esta
guerra mundial? ¿Qué clase de guerra es esta III guerra mundial?
2. Sobre el origen de la pandemia del coronavirus
Circulan dos interpretaciones sobre el origen de la pandemia que
aluden a dos realidades preexistentes. Ambas interpretaciones son
viables y además pueden ser complementarias.
2.1. La hipótesis de la III Guerra Mundial
Por un lado está la interpretación geopolítica de la III guerra mundial.
Esta interpretación se basa en el hecho de que desde hace años el
mundo vive en guerras locales en que se enfrentan intereses geopolíticos
de diversas potencias. El Papa Francisco la calificó hace ya algún
tiempo como “la tercera guerra mundial por partes”.
En cada parte de esta guerra vemos que lo que se desarrolla son
guerras civiles. La excusa para el inicio de tales guerras civiles puede
ser cualquier “grieta” heredada de la historia antigua o reciente:
reivindicaciones étnicas, lingüísticas, territoriales, religiosas,
antidictatoriales, anticorrupción, antiterrorista, etc. etc. etc. El
listado de guerras civiles arranca en la disolución de Yugoslavia y pasa
por Afganistán, Irak, Libia, Siria, Ucrania; incluye intentos aún
inconclusos como Venezuela, Hong Kong y Bolivia.
Esa guerra entre potencias no se ha limitado a escenarios abiertamente bélicos.
También incluye maniobras políticas de disolución de vínculos civiles
de larga data como el Brexit y la amenaza seudodemocrática de la
independencia de Cataluña.
No faltó tampoco el enfrentamiento económico directo entre potencias
incluyendo guerra de divisas con devaluaciones del dólar, del yuan y del
euro, guerra del petróleo contra Rusia e Irán, guerra comercial entre
China y Estados Unidos.
Pero esta III Guerra Mundial tiene otro aspecto de guerra civil: la
guerra de “los ganadores” de la globalización neoliberal contra “los
pueblos perdedores” de dicha globalización.
Los “ganadores del modelo” aprovecharon la revolución tecnológica
para apropiarse del valor agregado que pudo hacerse con trabajo de
máquinas sustituyendo el trabajo humano. El resultado de esta revolución
tecnológica, que podría haber sido una innovación para el bienestar
social, fue en cambio la exclusión de enormes masas de trabajadores.
Algunas estimaciones sostienen que para el establishment mundial sobran
entre 3.000 y 3.500 millones de personas en el mundo. Si consideran que
estos pueblos “sobran” es lógico sospechar que tienen múltiples planes
para eliminarlos.
Ahí está la represión a los migrantes de África y Medio Oriente hacia
Europa occidental, a los migrantes centroamericanos hacia Estados
Unidos o el sitio de Israel a los palestinos.
Ahí están las “reflexiones” amenazantes de geronticidio del Primer
Ministro Japonés hace algunos años y de Cristine Lagarde más
recientemente sobre que los ancianos no deben vivir tanto porque
amenazan el equilibrio fiscal del sistema previsional.
Ahí están desde hace décadas las sospechas de que otros virus como el
HIV, el ébola o las llamadas gripe aviar y gripe porcina fueron ataques
de exterminio masivo.
Todas estas realidades son previas al coronavirus. ¿Qué
interpretación puede hacerse de la evolución de esta pandemia a la luz
de aquellas realidades preexistentes?
La infección del coronavirus empieza en China, salta a Irán matando a
altos cargos del gobierno y salta luego al norte de Italia. Cualquiera
que dibuje esa dinámica en un mapamundi verá que se trata de la
histórica “ruta de la seda” que la expansión china de la actualidad
pretende volver a poner en funcionamiento. Es razonable sospechar que
los Estados Unidos podrían estar detrás de ese ataque en su guerra
comercial con China.
Simétricamente, es lógico sospechar que alguna de las potencias
afectadas por el coronavirus podría haber devuelto el golpe
diseminándolo en Estados Unidos.
La “población de riesgo” para la infección del coronavirus son los
mayores de 65 años. El 80% de los muertos por coronavirus tiene en
promedio casi 80 años y más del 90% de los muertos son mayores de 60
años. Curiosamente el coronavirus mata prioritariamente a los jubilados y
pensionados. Es razonable sospechar que el establishment socioeconómico
de la globalización neoliberal podría estar detrás de una eliminación
de la población causante del déficit financiero de los fondos de
pensiones y jubilaciones, tanto públicos como privados.
El establishment global de los multibillonarios que se reúnen en
foros mundiales exclusivos, como el Foro de Davos y el Club Bilderberg y
seguramente otros que no conocemos, no se identifican necesariamente
con una única nación y además tienen capacidad de acción “invisible” por
encima y al margen de los gobiernos de los estados.
2.2. La hipótesis de un virus mutante natural fruto de la globalización neoliberal
Por otro lado está la interpretación político-ecológica de esta pandemia.
La globalización neoliberal diseñó un mundo en el que en los países
centrales de este capitalismo salvaje se enriquecen exponencialmente con
la valorización de las acciones de sus empresas gracias a la
globalización financiera alimentada y protegida por los principales
bancos centrales del mundo.
Mientras tanto, sus empresas se deslocalizaron a países de la
periferia para generar la maximización de beneficios de corto plazo
produciendo en gran escala en condiciones laborales, fiscales y
ecológicas de máxima depredación.
Todo ello explotando sin límites energías fósiles contaminantes, los
desechos industriales tóxicos, la destrucción de ecosistemas enteros y
la contaminación del agua potable.
En este proceso las agroindustrias alimentarias procesadoras de
carnes tienen un papel crucial, combinadas con la precariedad
socioeconómica de grandes concentraciones de mano de obra barata, cuya
alimentación se hunde en la mayor insalubridad.
La cría industrial de múltiples especies animales en estas
condiciones insalubres genera la coexistencia social en hacinamiento de
animales y humanos, en condiciones tales que se hace factible el salto
de los virus animales hacia los humanos con una mutación del virus.
Los principales lugares del mundo que han sufrido este tipo de
incorporación a la globalización neoliberal son los países de Asia, muy
especialmente China e India.
Todas estas realidades son previas a la actual pandemia del
coronavirus. ¿Qué interpretación puede hacerse de la evolución de este
fenómeno a la luz de aquellas realidades preexistentes?
La situación socioeconómica de los trabajadores de la provincia china
de Wuhan, incluyendo una alimentación más o menos generalizada con
carnes de animales salvajes, verifica las condiciones que harían posible
la mutación de un virus animal que podría infectar a los humanos.
La interrelación política, social y comercial entre China e Irán hace
muy factible la transmisión del virus por vía aérea y el rápido
contagio de la infección de un país a otro.
Por la misma razón y por los mismos medios el virus pudo expandirse por vía aérea rápidamente al resto del mundo.
Es lógico sospechar que los intereses económicos interrelacionados,
chinos y occidentales, de la globalización neoliberal pueden ser los
culpables de estas pandemias por sus métodos antiecológicos y
antisociales de producción, distribución y consumo.
Si esto es así, es lógico esperar que nuevas y más criminales
pandemias azoten a la humanidad como consecuencia de la maximización de
beneficios de corto plazo de la globalización neoliberal.
2.3. Las dos hipótesis expuestas pueden ser complementarias
Las hipótesis de la III Guerra Mundial y de la generación de virus
mutantes por la depredación político-ecológica neoliberal pueden ser
complementarias.
El debate de si el coronavirus es una fabricación de laboratorio como
arma de guerra o de si es un emergente biológico natural de la
globalización neoliberal puede ser ocioso desde el punto de vista de sus
consecuencias.
El virus pudo haber sido generado con ingeniería genética en un
laboratorio militar y haber sido usado como arma arrojadiza. En este
caso sería ingenuo creer que, si nos defendemos bien de este virus, no
nos infectará ningún otro virus. Ninguna guerra se reduce a un único
cañonazo; las guerras biológicas tampoco
El virus pudo haber mutado naturalmente y luego ser usado como arma
de guerra contra un enemigo. En este caso vale la misma reflexión del
caso anterior. Deberíamos prever una defensa contra nuevas armas
biológicas naturales lanzadas en la III Guerra Mundial.
El virus pudo haber mutado naturalmente, pudo diseminarse por la
lógica de transporte y comunicaciones de la globalización, y luego ser
aprovechado políticamente como parte de una estrategia preconcebida. La
reflexión sigue siendo la misma. Nuevos virus mutantes del sistema
agroindustrial de la globalización neoliberal seguirán generando
pandemias que serían útiles a estrategias genocidas de algunos poderosos
del mundo.
Reducir el debate a una confrontación entre explicaciones de tipo
conspirativo y explicaciones de tipo marxista-ecológico es inútil
respecto de la realidad que afrontamos.
La realidad es que los países periféricos ya estábamos expuestos,
antes del coronavirus, a una dinámica político-militar-económica global
impuesta por grandes potencias que nos infligía agresiones devastadoras,
según los casos, de naturaleza financiera, o de confrontaciones
civiles, o de carácter militar convencional.
Ahora sabemos que también estamos expuestos a agresiones devastadoras
de carácter epidemiológico (viral o bacteriano) que provienen de una
globalización neoliberal en crisis sistémica que provoca tanto desastres
ecológicos como guerras entre potencias.
3. Necesitamos una estrategia de defensa nacional integral
Necesitamos una estrategia de defensa nacional integral frente a la
totalidad de las agresiones provenientes de la globalización neoliberal
en quiebra.
3.1. La posición más conveniente para la Argentina y el mejor aporte
que podemos hacer a la humanidad frente a la III Guerra Mundial es la
neutralidad.
En la medida de nuestras posibilidades, deberíamos contribuir a que
toda América Latina sea solidariamente neutral, proponiendo un Nuevo
Orden Internacional Integralmente Sostenible con un Nuevo Sistema
Monetario Internacional.
3.2. La neutralidad en una guerra mundial que promueve guerras
civiles nacionales consiste en que en nuestro país no haya guerra civil.
Esto exige un programa de Unidad Nacional para el desarrollo sostenible
de largo plazo que debe negociarse con todos los sectores sociales,
económicos y políticos. Tras la experiencia mundial de la pandemia,
resulta obvio que el liberalismo antiestatista es un infantilismo
ideológico. El poder del estado en una estrategia nacional es
insustituible. La preocupación de todos debe ser que la conducción del
estado sea democrática y que esté al servicio de un proyecto nacional
compartido.
3.3. La defensa nacional ante una estrategia del establishment
mundial que busca el genocidio de los más débiles es una política de
estado para el fortalecimiento socioeconómico y sanitario de la niñez,
la ancianidad y las personas con minusvalías.
3.4. La defensa nacional ante las eventuales consecuencias de una
guerra mundial biológica exige la multiplicación de la inversión pública
en ciencia y tecnología bioquímica, médica y farmacéutica. La
aplicación práctica de esta defensa presupone la vacunación masiva
frente a enfermedades habituales y frente a enfermedades potenciales.
Curiosamente la OMS califica hoy a la Argentina como país con riesgo de
fiebre amarilla; sería conveniente curarse en salud con la vacunación
masiva contra la fiebre amarilla.
3.5. Una estrategia de defensa nacional presupone un plan de
logística nacional apropiada a las necesidades. La logística nacional
se asienta siempre en la estructura de producción de bienes y servicios
del sistema socioeconómico nacional.
Esto supone un plan estratégico nacional que abarque: salud pública,
soberanía alimentaria, soberanía energética, soberanía monetaria,
sustitución de importaciones críticas y políticas industriales
nacionales (con producción privada y estatal cuando fuere necesario).
3.6. Una estrategia de defensa nacional requiere la movilización de
los recursos humanos disponibles. Argentina debería crear unas Fuerzas
Nacionales de Defensa Civil y Militar, capacitadas para actuar ante
catástrofes como inundaciones, incendios forestales, terremotos,
tsunamis y pandemias, a la vez que deberían estar capacitadas
militarmente para defender la plena soberanía del territorio nacional.
Esto debería incluir un servicio cívico-militar obligatorio para hombres
y mujeres.
3.7. La defensa nacional ante un ataque biológico imprevisto no puede
basarse duraderamente en paralizar el sistema socioeconómico nacional.
La logística es sinónimo de producción de todo tipo de bienes y servicios para el abastecimiento de toda la población.
La acción de las fuerzas de defensa nacional es sinónimo de trabajo
urgente para defender a la población de riesgo y para mitigar los focos
del peligro, de cualquier tipo que sean. Tomando la metáfora de una
nación que sufre un ataque de bombardeo aéreo, es válido que en la
emergencia inesperada toda la población se esconda en los refugios. Pero
sería suicida que luego toda la población se quedará escondida en los
refugios durante mucho tiempo.
Una drástica cuarentena como defensa inmediata ante la emergencia
biológica es correcta en el corto plazo. Pero debemos desarrollar una
logística que nos permita salir de las emergencias lo antes posible. La
experiencia de esta pandemia nos enseña que, entre otras cosas, nos
falta una logística de defensa biológica que permita que el grueso de la
población retome sus trabajos habituales con la protección de
abundantes recursos farmacéuticos, de higiene y con vestimentas
descartables apropiadas para no contagiarse.