Juan Guahán /Resumen Latinoamericano /4 de abril de 2020
La situación pandémica global sorprende a la Argentina en medio de una perspectiva más que crítica. El gobierno estaba intentando reestructurar una deuda que –además de impagable- es fraudulenta y por ende incobrable. Y por eso, en medio de la pandemia, llama la atención que el gobierno insista en su idea de “demostrar que quiere pagar” esa pretendida deuda.
En estos días ha pagado 250 millones de dólares por intereses y se anuncia que en abril se cancelarían 503 millones correspondientes a los vencimientos de intereses de tres bonos. Mientras ya hay tenedores de bonos que reclaman el pago del seguro por un default en marcha, el gobierno argentino insiste en querer pagar.
Todo ello en medio de una situación mundial inédita con una pandemia que no solo pone en cuestión lo preexistente sino que también demanda que los recursos existentes sean puestos al servicio de atender la salud de la población. La cuarentena no solo produce efectos sobre la situación psíquica, el ánimo y las relaciones entre las personas sino también sobre la economía y su futuro.
Algunos sectores, fundamentalmente estadounidenses, creen posible que de esta situación emerja una nueva oligarquía global que sea una expresión profundizada de la actual concentración económica, así lo planteó la revista económica American Affairs. Su eje serían las grandes empresas megatecnológicas: Amazon, Apple, Facebook, Google, Microsoft y Netflix.
Es sabido que economía y salud van de la mano pero también es cierto que esta pandemia está demostrando que el futuro obliga a cambios que la humanidad demanda. Uno de esos cambios tiene que ver con la responsabilidad del sector financiero por la imposición de prioridades que condujeron a la destrucción de nuestros sistemas de salud.
La falta de equipos, investigaciones y remedios tiene que ver con erróneas políticas que deben ser modificadas. El ejemplo de la pequeña y modesta Cuba, aislada por el bloqueo, la escasez de sus recursos y un irrisorio ingreso per cápita, da un ejemplo al mundo ofreciendo servicios médicos y remedios que ya están a disposición o siendo usados por varios países.
Muchos de esos países son poderosos, algunos inclusive participan del embargo al país al que ahora acuden en busca de ayuda. Su milagro consiste en fijar un orden de prioridades para sus políticas públicas distinto al que tienen la inmensa mayoría de los países.
La economía es un desafió a una rápida popularidad
El presidente argentino Alberto Fernández goza de una popularidad que es fruto de su actitud de haberse puesto al frente de la lucha contra esta peste. Ello le ha permitido, incluso, sortear temas críticos como su mala relación con varias provincias, la inexplicable insistencia en seguir pagando una deuda improcedente o garrafales problemas de gestión como el cometido contra jubilados/as expuestos a la ruptura de la cuarentena en insólitas aglomeraciones para cobrar míseros haberes.
De todos modos hay una situación que crece día a día: la parálisis de la economía y sus efectos sobre la vida cotidiana. Sabemos que la “vacuna” que se procura con desesperación para el mal de la peste no efectiva para el virus que ataca a la economía.
Ante el fracaso de las políticas centradas en el mercado. la población mira al Estado como su tabla de salvación. A él le piden el empleo que se pierde por las hendijas de la pandemia y las conveniencias empresariales; el incremento del gasto público a pesar de carecer de antiguos recursos o nuevos ingresos; la baja de las tasas de interés mientras la inflación nuevamente cobra altura.
Asimismo le piden regular el comercio exterior cuando los empresarios piden más libertades. Por si estas reivindicaciones fueran pocas también le solicitan todo tipo de ayudas –fuera de esta agenda- para pagar salarios y relanzar su vida económica. El único recurso en manos del Estado es darle y darle manija a la “maquinita”: muchos economistas se escandalizan ante ello y temen que pueda suceder lo peor.
Las provincias se quejan, los intendentes del Gran Buenos Aires ‑con ingresos mucho más cerca del cero que de 100‑, avisan que en menos de dos meses no tendrán recursos para pagar salarios y recoger la basura. La disminución de recursos va acompañada de los mayores gastos que demanda multiplicar la ayuda alimenticia y mejorar las condiciones sanitarias.
El gobierno central permanece muy atado a la lógica económica que conoce. Parece no dar cuenta de las características de esta situación y que las viejas políticas no son la solución, sino el problema o parte del mismo. Esto lo tendrá que comprender por la fuerza de los hechos. Por ahora intenta acordar una mesa de tres patas: Gobierno, Central General del Trabajo y, empresariado, para debatir cómo, por dónde y cuándo se sale de este parate económico.
Mientras tanto, hay una sensación generalizada que la cuarentena empezó por la salud pero va a terminar por la economía. Es muy probable que esto sea así a pesar que el virus siga circulando –por algunos meses más- entre nosotros. Es una sorda contradicción que afecta a todas y cada una de las acciones que se deciden. En esto se juega mucho más que la actual popularidad del Presidente.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico.