Por Ion Salgado, Resumen Latinoamericano, 7 abril 2020
Este martes se celebra el Día Mundial de la Salud, un derecho fundamental que no se garantiza en las prisiones españolas y francesas, donde hay una veintena de presos y presas vascas gravemente enfermas. Antes y durante esta epidemia del coronavirus, ¿también después?
Manifestación en defensa de los derechos de los presos enfermos. (Aritz LOIOLA/FOKU)
Oskar Calabozo ha salido de Córdoba tras agotar condena en
pleno coronavirus. Pero antes ya tuvo que esperar más de un año para una
colonoscopia, por dar un detalle.
Mati Iturralde, médico, remarca en este Día Mundial de la Salud
que «nuestra capacidad de intervención resulta desesperadamente
escasa».
Desde Sare, Joseba Azkarraga apunta que la irrupción del
Covid-19 ha dejado en stand-by iniciativas que pueden tener importante
recorrido en este problema.
El mes pasado, tras la aplicación del confinamiento por
parte de las autoridades de Madrid y París, la ONU instó a los estados a
liberar a presos para evitar que el coronavirus se extienda en las
cárceles. El Gobierno de Sánchez se ha limitado a flexibilizar la
situación de los presos en tercer grado, medida que ha derivado después
en la puesta en libertad condicional de Gorka Fraile,
mientras que el Ejecutivo de Macron ha empleado la excusa del
«terrorismo» para no incluir a los represaliados vascos en un plan que
contempla la excarcelación de 5.000 prisioneros «a los que queda menos
de un mes para completar su condena» o que padecen problemas graves de
salud, como es el caso de Josu Urrutikoetxea o Ibon Fernández Iradi, por
citar solo dos ejemplos.PUBLICIDAD
Este martes 7 de abril, Día Mundial de la Salud, hay una veintena de
presos gravemente enfermos en prisiones españolas y francesas.
«Prácticamente la totalidad de ellos, a su situación de grave
enfermedad, se une el alejamiento de sus familias y en muchos de ellos,
muchos años de privación de libertad», señala el portavoz de Sare,
Joseba Azkarraga, que advierte de que el Estado español, «tanto su
justicia, como su Gobierno, vienen incumpliendo la legislación
penitenciaria, desde hace décadas».
No en vano, el artículo 80 del Código Penal establece que «los jueces
y tribunales podrán otorgar la suspensión de cualquier pena impuesta
sin sujeción a requisito alguno en el caso de que el penado esté
aquejado de una enfermedad muy grave con padecimientos incurables».
Además, el artículo 104 del Reglamento Penitenciario establece que «los
penados enfermos muy graves con padecimientos incurables, según informe
médico, con independencia de las variables intervinientes en el proceso
de clasificación, podrán ser clasificados en tercer grado por razones
humanitarias y de dignidad personal»
«Y el articulo 196 del Reglamento Penitenciario también permite que
puedan ser puestos en libertad, pero desgraciadamente la aplicación de
este articulo esta vedado para este tipo de presos y presas», indica
Azkarraga, que advierte de que Sare ha acudido a organismos
internacionales como ONU «y recientemente, los días 10 y 11 de marzo,
nos reunimos en Madrid con diferentes grupos parlamentarios a los que
trasladamos esta situación. Hemos de decir, que tuvimos una buena
receptividad y ojalá esta buena aceptación se convierta en una actitud
positiva para cambiar las cosas».
«Nosotros seguiremos insistiendo, porque tenemos muy claro, que solo
se pierden las luchas que se abandonan y que los Gobiernos y los Estados
no se mueven por iniciativa propia, hay que moverlos. y en eso
estamos», añade, y afirma que «este ‘bicho’ –en alusión al coronavirus – ,
nos ha impedido la puesta en marcha de otra iniciativa que tenemos ya
diseñada. Una iniciativa, posiblemente, de mucha mayor magnitud que
cualquiera de las desarrolladas hasta el momento. Nuestra voluntad es la
de no dar ni un solo paso atrás, y si lo damos que sea para coger
impulso y no parar hasta conseguir los objetivos que nos propusimos
cuando nacimos, hace ya más de cinco años».
El tiempo juega en contra
Sare lleva años trabajando, pero, por desgracia, los prisioneros
vascos no pueden esperar mucho. Al fin y al cabo, como recuerda Mati
Iturralde, médico e integrante de Jaiki Hadi, «los presos y presas
gravemente enfermos van aumentando con el paso del tiempo como parte de
un colectivo envejecido y con larguísimas condenas a sus espaldas».
«Están sufriendo su situación de enfermedad en las condiciones de
aislamiento impuestas por la alerta sanitaria, sin visitas de sus amigos
y familiares y con la escasa garantía que las prisiones pueden ofrecer
ante cualquier enfermedad infecciosa», añade antes de insistir en que
«no podemos seguir viviendo en una comunidad donde seres humanos sufren
en su día a día la imposibilidad de cuidar de su salud y la condena
añadida de tener que hacer frente a la enfermedad sin apoyo ni
asistencia digna».
A este respecto, conviene destacar que los médicos de confianza no
tienen permitido el acceso a las prisiones. «Seguimos a nuestros
pacientes desde la distancia, mediante cartas algunas llamadas
telefónicas y contactando con los y las familiares. Nuestra capacidad de
intervención resulta desesperadamente escasa y sobre todo para las
personas presas que necesitan terapias por parte de profesionales de la
salud mental las condiciones son lamentables», apunta.
Oskar Calabozo conoce bien las carencias sanitarias de la prisión. Regresó a Euskal Herria el pasado mes de marzo,
tras permanecer 18 años preso. Explica que en la cárcel de Córdoba,
donde los presos vascos se encuentran es régimen de aislamiento, tenían
que pedir la asistencia médica los sábados, sin saber a ciencia cierta
qué día tendría lugar la visita del facultativo. Una visita rápida y sin
privacidad.
Y la situación se complica cuando se requieren pruebas complementarias fuera de prisión. Él ha estado esperando más de un año una colonoscopia. Por suerte, en su caso la prueba respondía una revisión, pero estas demoras suponen un riesgo para aquellos que padecen graves dolencias y que deberían estar en casa, tal como marca la ley.
Gorka Fraile, libre tras 22 años; es el primer preso del Colectivo de detenidos que completa el recorrido hasta la calle
La Audiencia Nacional ha hecho firme el auto en el que decreta la libertad condicional de Gorka Fraile. El preso durangarra, incluido en la lista de represaliados vascos gravemente enfermos, se encontraba en tercer grado. Es el primero de EPPK que logra completar el recorrido legal hasta la calle. Justo hoy cumplía 22 años entre rejas.
Gorka Fraile. (NAIZ)
El preso de Durango Gorka Fraile ha quedado en libertad condicional
tras hacerse firme el auto dictado el pasado 27 de marzo por la
Audiencia Nacional. En el mismo se establece que ha cumplido tres
cuartas partes de la condena y «existe un pronóstico individualizado y
favorable de reinserción social, según el informe de la junta de
tratamiento».
El pasado mes de diciembre, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias dependiente del Gobierno español anunció la concesión del tercer grado a Fraile,
que ya estaba en segundo y había dispuesto de varios permisos
penitenciarios ordinarios. En consecuencia, desde enero estaba en el CIS
de Iruñea, donde acudía únicamente a pernoctar.
En virtud de las medidas adoptadas posteriormente por la declaración de estado de alarma, no tenía que ir a dormir a la cárcel,
puesto que las entradas y salidas conllevaban un claro riesgo de
infección. Se trata de una medida dictada por Instituciones
Penitenciarias teóricamente para todos los presos en tercer grado,
aunque se está materializando caso a caso.
Ahora se ha producido el último paso, que convierte a Fraile en el
primer preso de EPPK que ha conseguido completar todo el recorrido hasta
la calle dentro de la batalla legal abierta por el Colectivo hace ya
tres años, no sin múltiples dificultades en las diversas instancias. La
Audiencia Nacional ha aceptado la libertad condicional.
Así, en las sucesivas fases de esa pelea legal Fraile logró primero
pasar a segundo grado, posteriormente obtener permisos de salida, más
tarde acceder al tercer grado siendo reubicado en Iruñea y, finalmente,
acceder a la libertad.
Enfermo grave desde 2015
Cabe recordar, no obstante, que el represaliado durangarra ha pasado
22 años preso pese a padecer una grave enfermedad los últimos cinco
años. El 25 de marzo de 2015 le diagnosticaron un carcinoma epidermoideo
en el dorso de la lengua, tal como figura en el informe publicado en
2019 por Jaiki Hadi.
Además, en una situación similar a la de Fraile, con las tres cuartas partes cumplidas o por cumplir este año 2020, se encuentran otros 73 presos políticos vascos, si bien solo 28 de ellos están clasificados en segundo grado y únicamente a ocho se les han concedido permisos ordinarios de salida.