por Willy Wimmer*, Resumen Latinoamericano, 09 de abril de 2020
Europa se debate desesperadamente frente la crisis del COVID-19, pero Estados Unidos y sus socios de la OTAN mantienen a toda costa el gigantesco ejercicio militar “Defender Europe 2020”. Willy Wimmer, ex secretario de Estado del ministerio de Defensa de Alemania, observa que una Europa occidental sumisa vuelve a poner su suelo al servicio de la geopolítica de Washington y resalta la grave complicidad de Berlín en esta nueva provocación contra la Federación Rusa.
Desde que se llevó a cabo en suelo
europeo la guerra de la OTAN contra la República Federal de
Yugoslavia –guerra que contradecía el derecho internacional – , la OTAN ha
seguido fomentando sistemáticamente la erosión del derecho internacional.
¿Tienen las relaciones internacionales
que estar sometidas a la ley de la selva? Lo que predomina
es el punto de vista de Estados Unidos y estamos viendo como
nuestros países europeos son convertidos sistemáticamente en posiciones
avanzadas de Washington, pisoteando para ello con el mayor desprecio
todo nuestro orden jurídico. Sí, hoy nos vemos nuevamente en la obligación
de repasar las lecciones que nos dejaron las dos guerras
mundiales.
Y nos vemos en la obligación de señalar
que, desde la guerra contra Yugoslavia, el «Occidente de los valores»
es una noción del pasado. Desde 1945, lo que había evitado
la guerra era la Carta de las Naciones Unidas, concretamente
a través del Consejo de Seguridad de la ONU. La guerra
no debería ser posible más que en caso de legítima defensa y
únicamente según las reglas de las Naciones Unidas. La OTAN
misma sólo era concebible como una organización puramente defensiva y
vinculada a la misma Carta de las Naciones Unidas.
Alemania contribuyó a romper con
lo único que protegía a la humanidad de nuevas destrucciones
ya que, desde la guerra de 1999 contra Yugoslavia,
ha venido socavando deliberadamente, mediante operaciones militares
que contradicen la Carta de la ONU, el compromiso de la nación
alemana en pro de reglas aplicables del derecho internacional.
No se trata de temas puramente
históricos. Cualquiera que preste atención a los acontecimientos podrá
notar el enorme incremento del tráfico aéreo militar, así como los movimientos
de tanques que cruzan Alemania rumbo al territorio ruso. Esta política
hacia Rusia está en marcha desde 1992, desde que
supuestamente terminó la guerra fría, contradice todos los acuerdos
internacionales firmados en el momento de la reunificación alemana y viola
los compromisos contraídos ante la Unión Soviética en noviembre
de 1990, con la firma de la Carta de París.
Un espíritu de buena vecindad debía
regir la vida en Europa. ¿Dónde están las prohibiciones del
gobierno federal alemán que debían impedir que el ejército de
Estados Unidos avanzara hacia Rusia?, país que –en el
preciso momento en que se desarrolla el ejercicio de
la OTAN– estará conmemorando el enorme tributo en vidas
que tuvo que pagar durante la Segunda Guerra Mundial
¿Dónde estaba y dónde está
el presidente de la República Federal de Alemania que, durante
su mandato, nos recordaba la importancia de la Carta de
las Naciones Unidas como medio de prevenir la guerra?, pero que hoy
obedece ciegamente a un gobierno federal complaciente, permitiendo
una vez más que las tropas alemanas vayan a la guerra
sin mandato de las Naciones Unidas.
La canciller alemana Angela Merkel rompe
un tabú al hacer que los soldados alemanes participen en el ejercicio de
la OTAN de mayor envergadura que se organiza contra Rusia desde
el fin de la guerra fría. Esa ruptura puede impedir que
se concrete el largo proceso de avance hacia una paz duradera,
proceso que se había hecho posible gracias a gestos admirables y
a una acción lúcida hacia la Federación Rusa y el pueblo ruso.
Tenemos que recordar que ese mismo pueblo
ruso conversa con el pueblo alemán haciendo gala de una amplitud
de mente que puede parecer inconcebible después de las destrucciones de
la Segunda Guerra Mundial y de la agresión del Reich alemán contra la
Unión Soviética. Sin embargo, donde quiera que usted vaya como
ciudadano alemán, en las calles y plazas de ese formidable país,
recibirá una calurosa bienvenida. En 1987, cuando yo visité la
célebre División Taman, cerca de Moscú, como primer representante de
un ministerio de Defensa occidental, pude comprobar personalmente
que en el museo de la División no había absolutamente nada que
pudiese ser considerado denigrante hacia los soldados la Wehrmacht, a pesar
de haber sido esta el enemigo mortal de la URSS durante la Segunda
Guerra Mundial. El coronel que encabezaba la dirección política de
la División me dijo simplemente, citando palabras de su propia
madre, que cada joven soldado alemán muerto en aquella guerra había sido
también motivo de duelo para una madre alemana.
En 1985, el presidente alemán Richard
von Weizsacker denunció en el Bundestag un comportamiento que podría
calificarse como «olvido de la Historia». Aquella expresión es aplicable
al comportamiento de los dirigentes alemanes de hoy, los cuales
votaron para que los soldados alemanes participaran en el ejercicio
de la OTAN «Defender Europe 2020». Esos dirigentes alemanes
abrieron un camino y permiten que los generales de la Bundeswehr hablen
de ese ejercicio como lo hacen. No cuestionan que soldados alemanes
se atrincheren «a las puertas de Leningrado-San Petersburgo»,
ciudad rusa que es hoy una joya de la cultura común
europea.
El 28 de enero de 2020, durante la
conmemoración de la liberación de Auschwitz, el presidente ruso
Vladimir Putin inauguró en Jerusalén un memorial dedicado al recuerdo
del bloqueo de Leningrado por parte del Reich alemán, durante
la Segunda Guerra Mundial. La canciller alemana estaba presente y
ella es responsable de que Rusia sea hoy blanco del injusto «espíritu
de Versalles», que amenaza con poner a Rusia en la posición que
la propia Alemania vivió durante la Primera Guerra Mundial y
en Versalles.
No es por tanto sorprendente que,
en mayo de 2019, el gobierno federal alemán no haya conmemorado
el centenario de «Versalles», ni que el presidente alemán tampoco
lo haya mencionado en una ceremonia de conmemoración realizada bajo
su responsabilidad. Versalles representa el «demonio de
la venganza», pero también simbolizaba la incapacidad deliberada de
luchar por la paz dado el hecho que los principales dirigentes
vinculados al Tratado de Versalles sabían que el documento que
estaban redactando en 1919 sembraba la semilla de la próxima
guerra. Wolfgang Effenberger subrayó incluso que el mariscal francés Foch,
a cuya tumba acudió el presidente estadounidense Donald Trump
en 2017 para rendirle homenaje, ya hablaba entonces de una próxima
guerra para dentro de 20 años. Y no se equivocó.
Esa forma de pensar se expresa nuevamente
en el gran ejercicio de la OTAN, deliberadamente planeado para el
aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, que terminó el 9 de
mayo de 1945. Obediente ante la OTAN, Occidente no sabe
construir la paz, sólo sabe hacer la guerra, ya sea
la guerra fría o una guerra sangrienta.
La conferencia realizada en abril
del año 2000 en Bratislava (Eslovaquia) definió claramente el objetivo
de Estados Unidos en Europa: desplegar una cortina de hierro
entre el Báltico y el Mar Negro, que Rusia se quede donde
está, que se divida o que estalle en pequeños Estados. El ejercicio
de la OTAN, presentado como «Defender Europe 2020», es un «ejercicio vergonzoso»,
útil sólo para los partidarios de la guerra.
* Ex diputado de la Willy WimmerCSU (de 1986 a 2009), fue secretario de Estado en el ministerio federal de Defensa de Alemania (de 1988 a 1992) y vicepresidente de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE (de 1994 al 2000).
Fuente: Zeit Fragen (Suiza) /Red Voltaire