Por Bel Trew/Samira el-Azar | Resumen Latinoamericano /13 de abril de 2020 –
Fuentes: The Independent
Si Fairuz, de 45 años, estira su brazo lo suficiente, puede tocar la tienda de su vecino. La distancia entre su maltrecho refugio y el adyacente es de solo 50 cm.
Esa es una cuarta parte de la distancia mínima a la que se supone deben estar unos de otros si las personas siguen las regulaciones de distanciamiento social del coronavirus.
Como la mayoría de las otras 30 familias en este campamento informal de refugiados sirios en Arsal, en el noreste de Líbano, Fairuz, madre de tres niños, vive con los cuatro miembros de su familia en una habitación y no disponen de suficiente agua para lavarse las manos siquiera someramente. Y tienen también racionada la comida.
Fairuz huyó de su casa en Qusayer, en el oeste de Siria, bajo el rugido del fuego de artillería, pensando que regresaría en unas pocas semanas cuando todo se hubiera calmado. Cuatro años y medio después, todavía vive en una tienda de campaña en Arsal, a pocos kilómetros de la frontera.
“Cada año es más difícil, pero nunca imaginamos que llegaríamos a tener que enfrentarnos a algo como esto”, dice en una llamada de video desde su casa.
“Mi mayor temor es que uno de mis hijos contraiga el virus, ya que no todos estamos registrados como refugiados y no tenemos acceso a la atención médica ni a dinero para pagar el tratamiento”.
Dijo que están intentando desinfectarlo todo pero que es muy complicado hacerlo en un campamento donde el acceso al agua es limitado.
“Sencillamente, no creo que los niños y yo podamos resistir esto”.
Las autoridades libanesas han impuesto un bloqueo estricto a los campos de refugiados para tratar de detener la devastadora propagación de la enfermedad.
En otro campamento, a pocos kilómetros de distancia, Jalid Malit, de 41 años, que huyó de Siria hace ocho años, usa su teléfono para llevar a The Independent por un recorrido virtual pixelado. (*)
“La distancia social es aquí imposible porque cada tienda está a menos de un metro de distancia”, dice deslizándose por entre los callejones de tiendas.
Señala una línea de tanques de agua y dice que los 40 litros por día que consiguen ahora no son suficientes para poder cumplir los requisitos de higiene para combatir la enfermedad.
Jalid señala que si bien las personas registradas en las Naciones Unidas reciben asistencia monetaria y paquetes de alimentos, no es suficiente para sobrevivir y ahora la gente no puede abandonar el campamento para ir a trabajar. “Los que no están registrados no tienen ningún tipo de apoyo y están desesperados”.
“La gente está racionando ya su comida, pero no dejaré que nadie muera de hambre, encontraremos comida para ellos”, agrega.
Los refugiados en el Líbano se encuentran entre las personas más vulnerables del mundo ante esta pandemia mortal. Muchos de ellos, como Fairuz y Jalid, viven en carpas rudimentarias o en barrios abarrotados en pésimas condiciones de vida.
Hasta ahora, el Ministerio de Sanidad libanés ha anunciado 500 casos de Covid-19 y 15 muertes en todo el país, aunque la cifra real puede ser mucho mayor. No se han registrado casos entre la población de refugiados.
Las autoridades se han apresurado a tratar de frenar la propagación de la enfermedad imponiendo algunas de las medidas más estrictas en la región, incluido un confinamiento nacional total y toque de queda nocturno. También han cerrado las fronteras terrestres y marítimas, así como los aeropuertos.
El potencial para el desastre está bien servido. El Líbano tiene el mayor número de refugiados per cápita del mundo: según la ONU, una de cada cuatro personas en el Líbano es un refugiado.
Entre ellos se estima que hay 1,5 millones de sirios, el 40% de los cuales no está registrados en la agencia de la ONU y, por lo tanto, no son aptos para recibir asistencia en efectivo, paquetes de alimentos o, hasta hace poco, atención médica.
Hay otros 470.000 refugiados palestinos registrados por la ONU en el Líbano, incluidos los 30.000 que han huido de Siria desde el comienzo de la guerra civil. Tienen asimismo que enfrentarse a la carencia de permisos de trabajo y restricciones de atención médica que los hacen también vulnerables.
Antes de que esta pandemia global llegara a las costas del Líbano, el país estaba ya intentando recuperarse de una crisis financiera sin precedentes y de los últimos momentos revolucionarios.
Antes del coronavirus, el Banco Mundial estimó que para fines de 2020 un 40% del país iba a estar por debajo del umbral de la pobreza.
Los economistas libaneses piensan ahora que esa estimación es optimista. Con el bloqueo cerrando empresas y empleos, la tasa de pobreza real será mucho más alta.
Ese porcentaje es ya mayor entre la población de refugiados. La agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, dijo que al menos las tres cuartas partes de la comunidad siria en el Líbano viven bajo el umbral de la pobreza.
“El mundo entero está en crisis por vez primera y hay pocos que puedan ayudarnos”, dijo Mohamed, un refugiado palestino.
En el campamento de Shatila, en el sur de Beirut, la refugiada palestina Iman Husein, de 29 años, que huyó del campamento de refugiados de Yarmuk en Siria, dijo que tiene miedo de que los nuevos bloqueos de coronavirus impidan que pueda alimentar a su nuevo bebé.
“Ni yo ni mi esposo tenemos documentación de la ONU para permitirnos trabajar o movernos por el país, ni siquiera para obtener ayuda alimentaria”, dice ella.
“Luchamos mucho antes de que todo esto sucediera, pero ahora estamos realmente asustados. Mi bebé solo tiene siete meses de edad, no sabemos cómo sobreviviremos a este período”.
Abdel-Mayid Ayub, de Siria, que ayuda a administrar dos campamentos informales en la zona norte de Akkar, dijo que quienes tenían ahorros estaban ahora alimentando a los que no disponían de nada.
“Al menos el 80% de las personas que están aquí estaban ya desempleadas antes de la pandemia”, dice por teléfono. “Hemos creado un grupo de cinco personas que salen a buscar suministros. La gente está utilizando todos sus ahorros para apoyarse mutuamente”.
El trabajo ha sido durante mucho tiempo un problema para los refugiados en el Líbano.
El año pasado, los refugiados palestinos, que por ley no pueden buscar empleo en 39 profesiones en el Líbano, estuvieron protestando contra la nueva legislación del Ministerio de Trabajo libanés que les exige permisos especiales de trabajo.
El Consejo Superior de Defensa de Líbano ese mismo año tomó medidas enérgicas contra los sirios que trabajaban sin autorización, según Human Rights Watch.
Ahora, Abdel-Mayid dice que una de las principales preocupaciones era el coste del tratamiento si se contrae el coronavirus. Hace tres años, su propio cuñado murió de cáncer porque la familia no podía pagar las facturas médicas.
“Nos preocupa que las personas no declaren su enfermedad por temor a los costes sanitarios”, dice.
Representantes del ACNUR y de la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés) dicen que cubrirán la mayoría, si no todos, los costes médicos de los refugiados con Covid-19 y han comenzado una campaña de sensibilización en los diferentes campamentos y áreas de asentamiento informales para explicarlo e informar de que hay una línea directa a la que los refugiados pueden llamar si experimentan síntomas.
Pero hay un signo de interrogación para las decenas de miles que no son refugiados registrados.
“Estamos trabajando en la construcción de unidades de autoaislamiento en los campamentos o asentamientos informales para refugiados”, dijo Lisa Abu Jaled, del ACNUR. Agregó que buscaban fondos para poder proporcionar más ayuda en efectivo.
La UNRWA, que se enfrenta a la peor crisis de financiación de su historia, también está buscando donaciones adicionales para aumentar la asistencia en efectivo y alimentos a los palestinos en el Líbano. Pero están bajo una presión extrema: el próximo mes se quedarán sin dinero.
Claudio Cordone, director de la UNRWA en el Líbano, dijo que estaban trabajando con la organización benéfica médica Médicos Sin Fronteras para convertir uno de los centros de la UNRWA en un centro dedicado al aislamiento de refugiados para tratar los casos leves y aliviar la carga del sistema de salud libanés, que afronta ya bastantes dificultades.
“Las autoridades libanesas nos han asegurado que todos los residentes en el Líbano serían tratados en los hospitales”, dijo Cordone.
“El problema se producirá cuando el sistema de salud esté desbordado y haya que elegir entre un paciente palestino y uno libanés”, agregó.
También preocupan otras prácticas discriminatorias contra los refugiados.
Human Rights Watch declaró el jueves que 21 municipios libaneses han introducido medidas más duras para la población de refugiados que para los ciudadanos libaneses, incluidos toques de queda más estrictos.
En otras partes del país, como el municipio norteño de Darbaashtar, a los sirios se les prohibió salir por completo de sus hogares, por lo que preocupa que no puedan acceder a la ayuda médica.
“El coronavirus no hace discriminaciones y para limitar la propagación y el impacto de Covid-19 en el Líbano hay que garantizar que todos puedan acceder a los centros de pruebas y tratamiento”, dijo Nadia Hardman, investigadora y defensora de los derechos de los refugiados de HRW.
Los trabajadores municipales libaneses a cargo del mantenimiento de los campamentos dicen que están trabajando las 24 horas y que cuentan con un personal mínimo para poder ayudar.
“El problema es que los libaneses se están enfrentando ya a graves problemas, por eso nos resulta difícil ayudar a los refugiados”, dijo Jaled Isultan, del municipio de Arsal.
“La realidad es deprimente, los refugiados van a sufrir más problemas aún este año”, dijo. Debido a las restricciones de coronavirus, sus empleados y los voluntarios no pueden trabajar en el campamento.
Se están realizando campañas de desinfección para tratar de mantener a las personas seguras, pero muchos refugiados temen no poder seguir las pautas de la Organización Mundial de la Salud en medio de la escasez de agua limpia.
“He sobrevivido a tres guerras, pero incluso en 2006 siempre podíamos salir y encontrar comida, obtener apoyo”, dice Mohamed Kasem, de 40 años, del campamento palestino de Nahr al-Bared, en el sur del Líbano, que estuvo bajo asedio y fue parcialmente destruido en 2007.
“Observamos con horror la situación que atraviesan Italia, Francia y España. Por primera vez, el mundo entero está en crisis. Por tanto, sabemos que hay pocos que puedan ayudarnos. Y esto lo complica todo aún más”.
(*) Véase video en fuente original.
(Se han cambiado los nombres de algunos de los refugiados para proteger su identidad.)
Bel Trew es corresponsal de The Independent en Oriente Medio, donde vive. Bel ha cubierto la región desde el comienzo de la Primavera Árabe en 2011 y ha informado sobre los levantamientos y conflictos posteriores en Egipto, Libia y Yemen. También ha cubierto las dos últimas guerras de agresión de Israel contra Gaza, y siguió también la aparición del Daesh en Túnez.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a las autoras, a la traductora y a Rebelión.orgcomo fuente de la misma.