México. Los despedidos por la crisis: “Yo no le tengo miedo al coronavirus, yo le tengo miedo al hambre”

Méxi­co. Los des­pe­di­dos por la cri­sis: “Yo no le ten­go mie­do al coro­na­vi­rus, yo le ten­go mie­do al hambre”

Por Kari­na Suárez|Georgina Zere­ga, 11 abril 2020

Pese a la peti­ción del Gobierno mexi­cano a la ini­cia­ti­va pri­va­da de sos­te­ner el empleo duran­te la emer­gen­cia sani­ta­ria, las com­pa­ñías han echa­do sin pre­vio avi­so a miles de trabajadores 

Decenas de personas aguardan en la fila para tramitar su seguro de desempleo, en el Estado mexicano de Yucatán, el pasado 7 de abril.
Dece­nas
de per­so­nas aguar­dan en la fila para tra­mi­tar su segu­ro de desempleo,
en el Esta­do mexi­cano de Yuca­tán, el pasa­do 7 de abril.Martín Zetina

38Kari­na Suá­rez|Geor­gi­na Zere­gaMéxi­co – 11 abr 2020 – 13:09 ART

Daniel Mar­tí­nez no espe­ra­ba ser des­pe­di­do. Lle­vó su libre­ta a la ofi­ci­na del direc­tor, a don­de fue lla­ma­do el 31 de mar­zo. Pen­só que le asig­na­rían más tra­ba­jo, qui­zá un nue­vo desa­rro­llo como los que super­vi­sa­ba los cua­tro años que labo­ró en la inmo­bi­lia­ria mexi­ca­na Be Grand. Todo cam­bió cuan­do vio el che­que de su fini­qui­to sobre el escri­to­rio. Su jefe le noti­fi­có que la empre­sa no podía cubrir su sala­rio debi­do a la cri­sis sani­ta­ria pro­vo­ca­da por el coro­na­vi­rus. “Su jus­ti­fi­ca­ción fue que las ven­tas esta­ban bajas, que no tenían bue­nos ingre­sos y con lo del virus menos ven­tas iban a tener”, relata.

La
empre­sa tra­tó este des­pi­do como una renun­cia, lo que la exi­mía de
cubrir una liqui­da­ción acor­de a un suel­do men­sual de unos 25.000 pesos
(1.050 dóla­res). El arqui­tec­to, de 33 años, pre­fi­rió acep­tar el
fini­qui­to a comen­zar una pelea inter­mi­na­ble ante los tribunales
labo­ra­les. Como él, unos 60 tra­ba­ja­do­res de Be Grand —geren­tes,
coor­di­na­do­res y per­so­nal admi­nis­tra­ti­vo— fue­ron des­pe­di­dos bajo el
eufe­mis­mo de una “renun­cia voluntaria”.

Unas horas antes del des­pi­do de Mar­tí­nez, el Gobierno de Méxi­co había decla­ra­do la emer­gen­cia sani­ta­ria y la sus­pen­sión de acti­vi­da­des no esen­cia­les has­ta el 30 de abril. Ante el ries­go de que las medi­das pro­vo­ca­ran una cata­ra­ta de des­pi­dos, el Eje­cu­ti­vo ape­ló a la “soli­da­ri­dad” de los empre­sa­rios. “Es un mes de per­mi­so con goce de suel­do, un mes, se pue­de ayu­dar de esa mane­ra. Estoy segu­ro de que la mayo­ría de los empre­sa­rios nos van a ayu­dar”, dijo el pre­si­den­te Andrés Manuel López Obra­dor a fina­les de marzo.

La reali­dad ha comen­za­do a mos­trar­le al Gobierno que una invi­ta­ción no es sufi­cien­te. No hay red de segu­ri­dad que per­mi­ta a las com­pa­ñías pro­te­ger los empleos. Los con­ta­gios van en aumen­to — el país suma 233 muer­tes y 3.844 casos posi­ti­vos— y tam­bién lo hacen las cifras de des­em­plea­dos. Des­de gran­des cor­po­ra­ti­vos que coti­zan en Bol­sa has­ta media­nas y peque­ñas empre­sas han deci­di­do redu­cir sus nómi­nas para enfren­tar el maza­zo eco­nó­mi­co pro­vo­ca­do por la Covid-19. La Admi­nis­tra­ción de López Obra­dor reco­no­ció esta sema­na que se han per­di­do más de 346.800 empleos en los últi­mos 15 días. La cifra supo­ne la des­truc­ción del tra­ba­jo crea­do en todo 2019. Las esta­dís­ti­cas que advier­ten sobre una tasa de des­em­pleo del 5% y una caí­da de cua­tro pun­tos por­cen­tua­les del PIB por la cri­sis comien­zan a tener nom­bres y apellidos.

La
peti­ción de López Obra­dor a los empre­sa­rios no tuvo efec­to ni siquiera
entre sus más alle­ga­dos. Es el caso de Daniel Chá­vez Morán, miem­bro del
Con­se­jo Ase­sor Empre­sa­rial del pre­si­den­te mexi­cano y due­ño de 16 hoteles
repar­ti­dos en los pun­tos más turís­ti­cos. Dos de las empre­sas de su
gru­po, Vidan­ta, apa­re­cie­ron esta sema­na en la lis­ta de despidos
pre­sen­ta­da por el Gobierno, con un recor­te de más de 5.000 pues­tos entre
sus hote­les en Quin­ta­na Roo y Nayarit.

“Al pre­si­den­te le
fal­ta ente­rar­se un poco más de lo que pasa den­tro de estas empre­sas, no
está vien­do lo que la gen­te está pade­cien­do”, dice Glo­ria Ramí­rez, una
de las tra­ba­ja­do­ras des­pe­di­das del gru­po de Chá­vez Morán. Ramí­rez migró
de Chia­pas por fal­ta de empleo. Pasó los últi­mos seis años trabajando
como cama­ris­ta del hotel Grand Lux­xe, en Nue­vo Vallar­ta (Naya­rit). El 27
de febre­ro lle­gó al hotel, don­de la espe­ra­ba una cola de cien­tos de
des­pe­di­dos que aguar­da­ban sus fini­qui­tos. “Nos obli­ga­ron a fir­mar un
papel, no nos die­ron ni una copia y si no fir­má­ba­mos, no nos paga­ban lo
que nos adeu­da­ban”, cuenta.

Ramí­rez no recuer­da haber
vis­to des­pi­dos tan masi­vos. “Echa­ron a casi todos, la mayor par­te son
tra­ba­ja­do­res de la cons­truc­ción, solo que­da­ron unos pocos ejecutivos”,
expli­ca. La pre­ca­rie­dad de los con­tra­tos, que sue­len ser men­sua­les o
tri­mes­tra­les, le impi­dió gene­rar anti­güe­dad, por lo que se vio privada
de una indem­ni­za­ción. A las horas de fir­mar el fini­qui­to, la empre­sa le
depo­si­tó lo que le debía por esa quin­ce­na, unos 2.000 pesos, 85 dólares,
que solo le alcan­zó para las cuen­tas y la comi­da de un mes. “Es
deses­pe­ran­te. Yo no le ten­go mie­do al coro­na­vi­rus, yo le ten­go mie­do al
hambre”.

El turis­mo ha sido una de las acti­vi­da­des más
gol­pea­da. El Esta­do de Quin­ta­na Roo, con su Rivie­ra Maya, es de los que
más des­pi­dos regis­tró: 63.800 per­so­nas per­die­ron su empleo. El albañil
Fran­cis­co Alcu­dia fue uno de ellos. Tra­ba­ja­ba en la cons­truc­ción de un
hotel en Tulum hace un mes, cuan­do la empre­sa para­li­zó la obra. “Cien­tos
de mis com­pa­ñe­ros se que­da­ron en la calle”, cuen­ta. La com­pa­ñía, cuyo
nom­bre no quie­re dar, se com­por­tó “muy mal” con los tra­ba­ja­do­res y en
algu­nos casos ni siquie­ra les pagó lo que les debía. Tras el cie­rre de
la obra, Alcu­dia vol­vió a Can­cún, la ciu­dad don­de nació, a unos 130
kiló­me­tros. “Aho­ra tra­ba­jo de mane­ra inde­pen­dien­te, de pintor,
alba­ñil… Aun­que está difí­cil”, admite.

Ciu­dad de Méxi­co, la enti­dad que más casos de coro­na­vi­rus regis­tra en el país, es otro pun­to afec­ta­do. La com­pa­ñía de manua­li­da­des Fan­ta­sías Miguel recor­tó al menos a 100 per­so­nas en la capi­tal en las últi­mas sema­nas de mar­zo. La orden de man­dar a casa a “des­can­sar” a sus tra­ba­ja­do­res por el coro­na­vi­rus fue el preám­bu­lo a los des­pi­dos. “Te ense­ñan una car­ta, a la que no te dejan tomar­le foto ni te dan una copia, pero te expli­ca que es por la situa­ción de la pan­de­mia. Nos hicie­ron fir­mar la renun­cia. No todos fir­ma­ron, solo un 20% de los afec­ta­dos”, cuen­ta una de las pro­fe­so­ras des­pe­di­das, quien pre­fie­re no dar a cono­cer su nom­bre por temor a sufrir repre­sa­lias. Su sala­rio era de 10.000 pesos (421 dóla­res) mensuales.

Ella acce­dió a fir­mar su renun­cia pensando
que era lo mejor para su fami­lia. “Mi mari­do no tie­ne un tra­ba­jo segu­ro y
no sé cómo ven­ga lo de la men­ta­da fase tres (de la pan­de­mia). Ten­go dos
niñas y nece­si­ta­ba el dine­ro de inme­dia­to por­que yo vivo en la
incer­ti­dum­bre, lo que más me preo­cu­pa es qué vamos a comer”, seña­la. Al
fir­mar, dejó ir la liqui­da­ción por casi seis años tra­ba­ja­dos. Su
deses­pe­ra­ción y rabia aún se aso­man a su voz al recor­dar el 25 de marzo,
cuan­do fue des­pe­di­da. “Me sien­to bas­tan­te decep­cio­na­da, sien­to que la
empre­sa me que­dó a deber mucho”, lamenta.

Aarón Qui­roz,
de 28 años, solo reci­bió una lla­ma­da de su empre­sa de publi­ci­dad el
pri­mer día de abril. Por telé­fono, los direc­ti­vos de la com­pa­ñía Once
Once Pide un Deseo le comen­ta­ron que no podrían pagar­le la última
quin­ce­na de mar­zo y ni hablar de un fini­qui­to. Qui­roz fue uno de los
150.000 des­pe­di­dos en los pri­me­ros días de este mes. El productor
audio­vi­sual lamen­ta que los tra­ba­ja­do­res que­den atra­pa­dos entre el pulso
que tie­nen el Gobierno y los empre­sa­rios ante la con­tin­gen­cia. “Se
escu­cha muy boni­to que el Gobierno pida que no des­pi­dan, pero la verdad
es que no lo van a hacer. Es más fácil des­pe­dir gen­te para ahorrar
dine­ro”, concluye.

Los afec­ta­dos com­par­ten el sentimiento
de impo­ten­cia fren­te a las nume­ro­sas irre­gu­la­ri­da­des en las que
per­die­ron su empleo. Saben que fue­ron obli­ga­dos a renun­ciar en plena
con­tin­gen­cia sani­ta­ria, pero pre­fie­ren no librar una bata­lla en los
juz­ga­dos que para ellos resul­ta­rá cos­to­sa, deman­dan­te y muy difí­cil de
ganar. De acuer­do con los más recien­tes infor­mes de jus­ti­cia labo­ral en
Méxi­co, las jun­tas de con­ci­lia­ción están reba­sa­das y un caso de este
tipo tar­da­ría, al menos, cua­tro años en resolverse.

Itu­rria /​Fuen­te

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