Michel Husson /Resumen Latinoamericano /29 de abril de 2020
Sobre la vacuidad de la ciencia económica oficial
Siempre sentí una aversión profunda hacia los economistas desde que escuché a uno de ellos decir que temía que la hambruna en Irlanda no matara más de un millón de personas, lo que apenas sería suficiente para ser realmente útil1
Todos los gobiernos están llevando a cabo una investigación a tientas sobre el arbitraje óptimo entre actividad económica y riesgos para la salud. Uno de los efectos colaterales de esta situación es que permite ver cruelmente la vacuidad de la ciencia económica oficial. El tema del arbitraje nos permite mostrar sus límites, y señalar ‑por omisión- los problemas a los que nos enfrentamos y nos enfrentaremos. Se empezará por una parodia.
La relación entre PIB y muertes: una (semi)-parodia
El análisis de un economista ortodoxo podría ser el siguiente. Primer punto: hay una relación inversa entre el número de muertes y la pérdida de PIB. Para alcanzar el número mínimo de muertes (Nmin), habría que frenar drásticamente la economía congelando todas las actividades no esenciales. Pero la pérdida de PIB sería entonces máxima (Qmax). Si, por el contrario, se da prioridad a la actividad económica, el número de muertes sería máximo (Nmax), pero la pérdida de PIB se vería reducida al mínimo (Qmin).
El segmento azul del gráfico representa las combinaciones posibles entre los dos objetivos, consistentes en reducir alternativamente el número de muertes y la pérdida de PIB. Se supone ‑por ahora- que esta constricción presupuestaria es lineal, y sobre todo dada, en función de las características de la epidemia y de la capacidad de respuesta del sistema sanitario.
¿Cómo elegir entonces la mejor combinación? La teoría proporciona la respuesta: existe, por lo menos implícitamente, una función de preferencia que expresa las elecciones del agente representativo respecto a los dos determinantes de su función de utilidad U: los ingresos (Q) y la salud, medida por el número de muertes (D).
Esta función puede escribirse: U = f (Q, D). La utilidad aumenta con los ingresos y disminuye con el número de muertes. Así tenemos: dU/dQ > 0 y dU/dD < 0.
La curva verde es una curva de indiferencia: es el lugar geométrico de las parejas (Q, D) que proporciona el mismo nivel de utilidad, o más bien de ofelimidad, por utilizar el término acuñado por Vilfredo Pareto. Pareto propuso utilizar este término «para expresar la relación de conveniencia que hace que una cosa satisfaga una necesidad o un deseo, legítimo o no2». El autor de un manual de curso mediocre, pero representativo, utilizaba el término «isofélimo», probablemente para aportar su grano de arena pedante a la ciencia3.
El gráfico muestra una sola curva de isofélimo, la que es tangente a la constricción presupuestaria. Situada más arriba, correspondería a un nivel más alto de utilidad, pero incompatible con la constricción. Más abajo, obviamente sería sub-óptima. En resumen, la combinación óptima (Qopt, Nopt) se obtiene en el punto O donde la curva de indiferencia es tangente a la derecha en la que figura la constricción.
El arbitraje a la Trump
«No podemos dejar que el remedio sea peor que la enfermedad», escribió Trump en un tweet del 23 de marzo último. Completó la declaración de ese principio con una orientación estratégica bien clara: «al final de este período de 15 días, tomaremos una decisión sobre el camino a seguir4». Siguiendo la línea de su jefe, Lawrence (Larry) Kudlow, su principal asesor económico, insistió en sus declaraciones a Fox News. Para él, el daño económico causado por el distanciamiento social es «demasiado grande (just to great). No podemos detener la economía y tendremos que hacer arbitrajes (trade-offs) entre proteger a los ciudadanos estadounidenses del virus y hacer que el mercado de valores vuelva a su nivel anterior5».
De paso, hay que señalar que, para Kudlow, la actividad económica se mide en función de los precios del mercado de valores. También vale la pena centrarse en el personaje, cuyo retrato permite medir el grado de decadencia intelectual alcanzado en los Estados Unidos. El principal asesor económico de Trump ha sido descrito como un «seudo economista siempre equivocado» (Always-Wrong Pseudo-Economist)6. En 1994, Kudlow fue despedido del Banco Bear Stearns por su adicción a la cocaína y por su alcoholismo, una buena ilustración de la distinción de Pareto entre ofelimidad y utilidad. Se convirtió en editorialista de economía en la televisión CNBC7. Su carrera fue una larga acumulación de errores, denunciando por ejemplo ¡en diciembre de 2009!: «el rechazo obstinado del equipo de Obama a confiar en el libre mercado. En algunas de las regiones más afectadas del país, los mercados ya están resolviendo el problema de la vivienda». El 25 de febrero último todavía declaró que la epidemia estaba «contenida» y que, a pesar de la «tragedia humana» que representa, no debería conducir a una «tragedia económica».
El arbitraje en curvas
El modelo presentado arriba puede parecer un poco caricaturesco. Sin embargo, representa el sustrato del pensamiento económico dominante, como lo confirma Emanuel Ornelas, profesor de economía de la Sao Paulo School of Economics: «En el punto culminante de una epidemia grave, escribe, un confinamiento casi completo es mejor que nada en los países que no están preparados». Sin embargo, el confinamiento no debe ser de larga duración, ya que su duración viene determinada por sus beneficios (para la salud) y sus costos (económicos) marginales8». Y produce el siguiente gráfico, que es sólo otra forma de representar la relación entre el PIB y el número de muertes. Las dos curvas se cruzan en un punto que es el que determina la duración óptima de las medidas de confinamiento.
Tres economistas, probablemente más serios que Kudlow, han publicado recientemente un artículo modestamente titulado «Macroeconomía de las epidemias9». Se inspiran en un viejo modelo, ya que data de 192710. Este modelo se llama SIR: S por Susceptible (de estar contaminado) I por Infected (contaminados) y R por Recovered (curados). A veces se añade una E por expuestos. El mensaje principal del artículo es que hay «inevitablemente una relación entre la gravedad de la recesión a corto plazo causada por la epidemia y las consecuencias para la salud». La gestión de este arbitraje es el principal desafío para los encargados de elaborar las decisiones políticas.
Si se quiere evitar que «el equilibrio competitivo no sea socialmente óptimo», es necesario equilibrar los esfuerzos y aceptar una reducción más importante del consumo para reducir el número de muertes, como se ilustra en el gráfico de abajo. Una vez más, esta es sólo una versión derivada de nuestro esquema inicial en la que hay un arbitraje entre la caída del PIB (en este caso de consumo) y el número de muertes.
Seis economistas italianos se pusieron a trabajar juntos para encontrar los medios de organizar la lucha contra la epidemia, con la misma preocupación de no «destruir la economía mundial11». Como se supone que los jóvenes son menos vulnerables a los efectos del virus, la principal propuesta de su trabajo consiste entonces en «ponerlos a trabajar rápidamente», equipándolos con una aplicación que les permita «seguir inmediatamente el contagio que puedan propagar o recibir».
Para Richard Balwin, un economista fascinado por la globalización12 – que es para él una especie de segunda naturaleza de la humanidad – el tema más preocupante es el de la inflación. Según él, la crisis va a provocar una relativa escasez de bienes esenciales y por lo tanto, un aumento de sus precios13. Su demostración se basa en uno de esos crobards (croquis) a la lectura de los cuales son arrojados los estudiantes de Ciencias Económicas desde su primer año de estudios. Lo reproducimos a continuación dado su evidente interés pedagógico.
Pero lo que más preocupa a Baldwin es que los ciudadanos podrían considerar «desleal» (unfair) ese aumento del precio de los bienes esenciales y «tal vez incluso inaceptable». Según Baldwin, la historia ha demostrado repetidamente que esta configuración puede generar «fuerzas políticas que conduzcan a un control de los precios y a un racionamiento (para repartir los bienes escasos)». Detrás de las curvas del gráfico, se puede ver el pavor de las fuerzas dominantes: ¿qué pasaría si esta crisis desencadenara un movimiento a favor de la planificación de la economía?
El arbitraje entre corto y medio plazo
La idea misma del arbitraje fue cuestionada en una declaración conjunta de la directora FMI y del director General de la OMS: «A primera vista, hay solamente una solución: o se salvan vidas o se preservan los medios de subsistencia. Pero este es un falso dilema: controlar el virus es, de hecho, una condición previa para preservar los recursos14».
También Francisco Saraceno critica la «absurda» idea del arbitraje: «Salvar vidas es bueno para la economía15». Toma el ejemplo de la estrategia inicialmente prevista por Boris Johnson. Si se hubiera aplicado e infectado a decenas de millones de británicos, «la oferta de mano de obra habría disminuido durante varios meses y habría sido seguida por una fuerte perturbación de la producción».
La idea básica es que el arbitraje es de una naturaleza muy diferente. Se puede reducir el choque productivo aceptando más muertes, pero esta opción provocaría un daño duradero en la economía. En otras palabras, las opciones a corto plazo condicionan el camino a medio y largo plazo. Queriendo evitar una caída inmediata demasiado intensa, se tendría una salida de la crisis en forma de U o L más que en V.
Las diferentes formas de salir de la crisis, en forma de V, de U o de L, están bien representadas en el gráfico siguiente16 que se basa en la experiencia de la última crisis. La salida en forma de L se evidencia en el caso de Grecia, y cabe preguntarse si esta trayectoria no prefigura la que llegará, al menos en cierto número de países.
Saraceno explica los detalles de su demostración de la siguiente manera: aunque se permitiera la propagación de la epidemia para mantener la actividad económica, ciertos sectores (viajes, turismo, servicios) registrarían en cualquier caso caídas significativas de la actividad. «La confianza de los consumidores y las expectativas de las empresas seguirían deprimidas durante meses, el consumo y la inversión quedarían estancados y la intervención de los poderes públicos sería necesaria tanto como lo es en el contexto del confinamiento. Por último, el pesado tributo pagado a la crisis pandémica repercutiría en el capital humano y, por consiguiente, en la productividad y el crecimiento a largo plazo».
Sin embargo, ni siquiera es seguro que esos efectos no aparezcan, de todas maneras, incluso si se aceptara una recesión fuerte pero más concentrada en el tiempo. Los autores de un documento reciente que presenta una «teoría de los choques de oferta keynesianos17», mantienen que las crisis relacionadas con la epidemia de COVID-19 (paros de trabajo, despidos, quiebras) pueden provocar una caída de la demanda aún mayor que las mismas crisis. Este enfoque, aplaudido por Paul Krugman, es realmente fascinante por la sofisticación de su modelización. Tiene la ventaja de mostrar hasta qué punto es absurda la oposición entre choque de la oferta y choque de la demanda: la cuestión clave es la de la reproducción del capital. No se trata de determinar un equilibrio entre oferta y demanda, sino de examinar las condiciones de esta reproducción, que sólo puede analizarse en términos de dinámica.
El arbitraje entre la vida y las finanzas públicas
Hay una extensa literatura sobre las opciones en materia de salud pública. Aparece el concepto de valor de la vida18 en una lógica de cálculo costos-beneficios. Se trata pues de un arbitraje, claramente reivindicado, como explican dos teóricos en la materia: «como no estamos dispuestos a sacrificar todo para aumentar nuestra esperanza de vida, eso significa que nuestra vida tiene un valor, y que ese valor es finito. Dado que la vida consciente es el arte de la decisión y dado que la decisión es el arte de comparar los valores, los seres humanos no tienen otra opción que dar un valor relativo a todo. Simplemente no hay alternativa. El sabio que se niega a hacerlo es respetable, pero deja al que toma las decisiones ante el abismo de sus opciones19».
Uno de los firmantes de esta propuesta, Christian Gollier, es el director de la Toulouse School of Economics (sic) presidida por Jean Tirole, Premio Nobel de economía en 2014. En una entrevista reciente20, Gollier demuestra su perspicacia cuando dice que «la ventaja de esta crisis es que no es estructural como en 1929 o más recientemente en 2008 (…) Estamos en un choque totalmente exógeno, con una posibilidad muy fuerte de rebote y no es para nada un choque que requiera una reestructuración de la economía (…) Tan pronto como podamos salir de ella, seremos capaces de consumir de nuevo y relanzar la economía». Después de todo, el arbitraje no es tan complicado: «es necesario que los productores vuelvan a los trabajadores a la empresa y reanuden la producción». Aunque Gollier moderó sus observaciones en el resto de la entrevista, su fórmula, que implica que los trabajadores no serían productores y que bastaría con reintegrarlos a la empresa, dice todo sobre el carácter cuasi feudal e inhumano de esta ciencia económica.
Varios especialistas en salud pública acaban de publicar una breve contribución21 al debate abierto por la epidemia. Proceden según un cálculo más que rápido que lleva a este resultado esencial: la reducción máxima del consumo para evitar muertes relacionadas con el coronavirus es del 26%. La forma en que se logra este enigmático resultado merece ser examinada con más detalle.
El modelo utiliza las siguientes variables: d es la tasa de mortalidad de la población en riesgo, que representa una fracción 1/n de la población total, con una vida media restante de L años. El valor de un año, v, se mide en años de consumo per cápita: si, por ejemplo, un año de vida vale 150.000 dólares y el consumo per cápita es de 50.000 dólares, entonces v = 322.
Para evitar el riesgo que representa la epidemia, la sociedad estaría entonces dispuesta a renunciar a una fracción del consumo de un año dado por esta fórmula: a = d.v.L/n. Los autores dan un ejemplo numérico, con v = 3, L = 10 y n = 6. Por consiguiente, es probable que la epidemia afecte a una sexta parte de la población cuya esperanza de vida aún restante es de 10 años. Dado que un año que queda por vivir vale 3 años de consumo per cápita, la fórmula anterior se escribe simplemente a = 5d. En otras palabras, resumen los autores, «la sociedad está dispuesta a renunciar al 5% del consumo por cada punto porcentual de mortalidad debida al Covid-19 durante un año; si esa tasa de mortalidad (d) es del 4%, eso correspondería al 20% del consumo». CFQD (lo que se quiere demostrar).
Detrás de esta aritmética simplista hay un modelo más sofisticado que utiliza una función de utilidad social (utilitarian social welfare) que depende de la reducción del consumo según una tasa de mortalidad determinada y debería, según los autores, ayudarnos a pensar en «el arbitraje entre el consumo de los supervivientes y las muertes debidas al Covid-19». En primer lugar, los autores examinan el caso de un agente representativo, antes de introducir una distinción entre los viejos (expuestos) y los jóvenes (en principio no expuestos). En el segundo caso, la aceptación de una disminución del consumo es menor: el 26% en lugar del 35%. ¿Pero quién decide sobre esa aceptación? ¿Y cómo regular las medidas de salud pública para no superar el umbral fatídico del 26%?
El arbitraje entre beneficios y desempleo
¿Y si hubiera también una relación entre beneficios y desempleo? Esto es lo que sugiere Patrick Artus, basándose en una comparación entre los Estados Unidos y la eurozona: «el modelo europeo de ajuste del empleo en una recesión (lento, amortiguado en la medida de lo posible) es mejor que el modelo americano (ajuste brutal del empleo) porque evita agravar la crisis por la reducción de la demanda de los hogares y la pérdida de capital humano. Pero el defecto del modelo europeo es que el ajuste lento y amortiguado del empleo conduce a una disminución de la rentabilidad de las empresas y de su capacidad de inversión»23. Y Artus continúa diciendo: para reducir el desempleo lo más rápidamente posible después de la crisis, será necesario «evitar algunos errores» y, en particular, «aplicar la moderación salarial para recuperar los márgenes de beneficio de las empresas24». Tal vez tenga razón: las verdaderas alternativas están todavía ante nosotros. Por ejemplo: nuestras vidas o sus beneficios.
Arbitraje entre seudociencia y crítica social
Este periplo muestra que el coronavirus es también un revelador de las terribles insuficiencias de la teoría económica dominante. El enfoque más bien microeconómico (el que pretende servir de base para el análisis macroeconómico) se enfrenta a varios obstáculos. El primero es que una lógica de equilibrio es absolutamente inoperante, en general pero aún más en el contexto actual. Todos los parámetros cambian día a día y, ante la incertidumbre generada por la evolución de la epidemia, el análisis económico tradicional (el que se enseña hoy en día) no puede aportar nada a la comprensión de estos fenómenos.
En nuestro esquema paródico inicial, se supone que se conoce la constricción entre la pérdida de PIB y el número de muertes (el segmento azul). Sin embargo, está claro que no es así: existe una incertidumbre fundamental sobre su forma, y es esto lo que ayuda a comprender las dudas sobre el método correcto para combatir la epidemia: ¿cuánto tiempo hay que quedarse confinados, que modalidades de salida, etc.? Además, esta curva ficticia está condicionada por las opciones tomadas anteriormente (stocks de mascarillas, número de camas y de personal sanitario, etc.) y, por lo tanto, hoy por hoy hay que manejar una situación previamente determinada por un cálculo económico cortoplacista.
La hipótesis que estipula que existe una función colectiva de utilidad social o un agente representativo que ejerce opciones documentadas no resiste la prueba de los hechos, porque el capitalismo no funciona de esa manera. Volviendo a nuestro esquema paródico, la pregunta fundamental es (y la pregunta se plantea ya): ¿quién determina la forma y la posición de la curva verde?
El uso obsceno de un cálculo económico basado en una evaluación estadística del valor de la vida nos sumerge en las aguas heladas del cálculo egoísta. Aquí también funciona el indicador: el capitalismo es una sociedad en la que las decisiones que debieran ser colectivas, producto de la deliberación democrática, son en realidad decisiones privadas basadas en un mezquino cálculo de mercado.
Traducción: viento sur
Viento Sur*
- I have always had a certain horror of political economists since I heard one of them say that he feared the famine in Ireland would not kill more than a million people, and that would scarcely be enough to do much good, Benjamin Jowett [en relación con Nassau Senior] citado por Cecil Woodham-Smith, The Great Hunger. Ireland 1845 – 1849, 1962, p. 375 – 6.
- Cours d’économie politique, Tome 1, 1896, p. 3. Pareto prefería el término ofelimidad al de utilidad, porque el placer se puede encontrar en los consumos inútiles, incluso dañinos. No faltan los ejemplos…
- Trong Giao Dao Dang, Le libéralisme économique, 1990.
- @realDonaldTrump, «We cannot let the cure be worse than the problema», tweet, 23 de marzo, 2020.
- Lawrence Kudlow, «Economic cost of prolonged coronavirus shutdown is just too great», Axios, 23 de marzo, 2020.
- Fuente: Wikipedia.
- Un poco como Nicolas Bouzou [y otros] en Francia.
- Emanuel Ornelas, «Managing economic lockdowns in an epidemic», voxeu, 28 28 de marzo de 2020.
- Martin S. Eichenbaum, Sergio Rebelo, Mathias Trabandt, «The Macroeconomics of Epidemics», NBER, 20 de marzo, 2020.
- William O. Kermack & Anderson G. McKendrick, «Contribution to the Mathematical Theory of Epidemics», Proceedings of the Royal Society of London, series A, vol. 115, no. 772, 1927.
- Andrea Ichino, Giacomo Calzolari, Andrea Mattozzi, Aldo Rustichini, Giulio Zanella, Massimo Anelli, «Transition steps to stop COVID-19 without killing the world economy», 25 de marzo, 2020.
- Richard Baldwin, The Great Convergence. Information Technology and the New Globalization, 2016.
- Richard Baldwin, «The supply side matters: Guns versus butter, COVID-style», voxeu, 22 de marzo 2020.
- Kristalina Georgieva & Tedros Adhanom Ghebreyesus, «Some say there is a trade-off: save lives or save jobs – this is a false dilemma», IMF, 3 de abril, 2020.
- Francesco Saraceno, «There is no Trade-off. Saving Lives is Good for the Economy», 29 de marzo, 2020.
- Source: Philipp Carlsson-Szlezak , Martin Reeves and Paul Swartz, «Understanding the Economic Shock of Coronavirus», Harvard Business Review, 27 de marzo, 2020.
- Veronica Guerrieri, Guido Lorenzoni, Ludwig Straub, IvánWerning, «Macroeconomic Implications of COVID-19: Can Negative Supply Shocks Cause Demand Shortages ?», 2 de abril, 2020.
- Para una crítica de ese enfoque, ver: Jean-Marie Harribey, «La vie au ralenti, journal d’un confiné [21]», blog Alternatives économiques, 6 de abril 2020.
- Christian Gollier et James Hammitt, «Nous ne sommes pas prêts à tout sacrifier pour augmenter notre espérance de vie», Le Monde, 3 de abril 2020.
- Christian Gollier, «L’avantage de cette crise, c’est qu’elle n’est pas structurelle», France Info, 6 de abril 2020.
- Robert E. Hall, Charles I. Jones, and Peter J. Klenow «Trading Off Consumption and COVID-19 Deaths», Stanford University and NBER, 3 de abril, 2020.
- Para escoger ese valor, los autores hacen referencia a un meta-análisis que da una idea del carácter delirante de esas elaboraciones: W. Kip Viscusi and Joseph E Aldy, «The value of a statistical life: a critical review of market estimates throughout the world», Journal of risk and uncertainty, vol.27, n°1, 2003.
- Patrick Artus, «Fonctionnement du marché du travail dans une crise aux Etats-Unis et dans la zone euro», 2 de abril 2020.
- Patrick Artus, «Qu’est-ce qui peut accélérer la baisse du chômage après une récession ?», 6 de abril 2020.