Resumen Latinoamerican /Revista Mugica/29 abril 2020
Basta con mirar los rostros de los
presidentes que representan al capitalismo salvaje en tiempos de la
decadencia o escuchar sus “discursos”, para entender a algunos analistas
que mencionaban cómo los imperios comienzan a suicidarse lentamente y
se parecen a un monstruo que aún mantiene sus garras extendidas por
diversos lugares del mundo, las que también se van contrayendo,
debilitándose paulatinamente hasta el estertor final.
Pero allí no termina todo, porque se necesitan años para cambiar la piel de la serpiente del colonialismo, que nos recubre y nos encubre.
Seríamos ingenuos o excesivamente optimistas,
si creyéramos que cuando hayamos superado este momento único en la
historia ‑al menos de los últimos dos siglos– el día después de la
pandemia el imperialismo caducará o desaparecerá automáticamente.
Lo que es evidente es la imposibilidad de
continuar persistiendo en imponer un neoliberalismo a ultranza, cuyas
consecuencias puso en evidencia la pandemia del Sars Covid 19 que asola
al mundo, como un temible espejo astillado donde nadie quiere mirarse.
Si los países del llamado Tercer Mundo
muestran las huellas dejadas por el depredador neoliberalismo,
instrumento básico en este período capitalista, las naciones europeas,
salvo raras excepciones, lo aplicaron a fondo y la pandemia puso en
evidencia las gravísimas consecuencias del hechizo neoliberal, que
además de la destrucción de lo que consideraban avances sociales o
estado de bienestar, ahondó la dependencia de Estados Unidos hasta
extremos coloniales y ayudó a profundizar las grietas en la Unión
Europea, lo que será difícil reconstruir a corto plazo.
Precisamente con el resto que le queda al
imperio ‑que por cierto es bastante, pero ya no tanto como para dominar
al mundo entero, especialmente por la presencia en el escenario mundial
de la milenaria China y Rusia- puede hacer un daño infinito a la
humanidad, si por nuestro lado no estamos preparados, organizados,
unidos y conscientes de que no podemos perder esa bisagra histórica que
sucederá inevitablemente.
De hecho, presidentes como Donald Trump, en
Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, la potencia de América Latina,
Boris Johnson en Gran Bretaña, o el mismísimo Primer Ministro de Israel
Benjamín Netanyahu, y otros que se les parecen han logrado el milagro
del mayor desenmascaramiento espontáneo en la historia del capitalismo.
En el caso de Estados Unidos, y América
Latina vivimos el retorno de la Doctrina Monroe (1823) en el siglo XXI,
(que resucitaron otros presidentes antes de Trump) así como el Destino
Manifiesto (1845), cuya síntesis fue tan bien expresada por el eterno
consejero de los mandatarios de Estados Unidos Paul Wolfowitz, cuando en
marzo de 1992 publicó junto con el Consejo Nacional de Seguridad
estadunidense bajo el título “Washington debe dominar al mundo”.
Entre otros puntos advierte que la
“política exterior americana (EE.UU) debe ponerse como objetivo
convencer a sus eventuales rivales de que no necesitan jugar un papel
mayor. Nuestro estatuto de única súper potencia debe perpetuarse
mediante un comportamiento constructivo y una fuerza militar suficiente
para disuadir a no importa qué nación o grupo de naciones que desafíen
la supremacía de Estados Unidos. Estos deben tomar en cuenta los
intereses de las naciones industriales avanzadas para desanimarlas por
si quieren desafiar el liderazgo norteamericano o intentaran cuestionar
el orden económico y político establecido
“Debe mantenerse una potencia militar
dominante para disuadir a eventuales rivales no vaya a ser que aspiraran
a un mayor papel regional o global.
“En definitiva que el orden internacional
está garantizado por los Estados Unidos y estos deben colocarse en
situación de poder actuar independientemente cuando una acción
colectiva no pueda encargarse de ellos.
“Debemos actuar para impedir el surgimiento
de un sistema de seguridad exclusivamente europeo que pudiera
desestabilizar a la OTAN”. En este caso se refieren también a los
desafíos que existen en el Extremo Oriente ante los peligros de
desestabilización que sobrevendrían con un crecimiento del papel “de
nuestros aliados” en esa regiones. (“El juego de la mentira: las grandes
potencias, Yogoslavia la OTAN y las próximas guerras” Michel Colon
1999, Ediciones Hiru. España)
Este documento base, como centenares que lo
sucedieron, sirvieron para los diseños de la llamada Guerra
antiterrorista (sin precisar bien este término) infinita y sin fronteras
destinada supuestamente a combatir el terrorismo, declarada por George
W. Bush en 2001 después del atentado (nunca aclarado) contra las Torres
Gemelas en septiembre de ese año.
Pero también es básico para entender la
decisión estadounidense de lanzar la siniestra aventura de recolonizar
América Latina en el siglo XXI, mediante un trazado geopolítico de
guerra contrainsurgente donde jugará un papel especial la invasión de
las Fundaciones dependientes de las Fundaciones madres de Estados Unidos
y especialmente las que están bajo control de la CIA, y sus
Organizaciones No Gubernamentales (ONG) en todo el continente,
encargadas del trabajo permanente de limar las bases de los gobiernos
que “insurgieron” a lo largo de los primeros años del siglo XXI.
Los gobiernos de Estados Unidos, de ambos
signos (republicanos y demócratas) fueron sorprendidos por este
surgimiento de gobiernos, por primera vez elegidos por voto popular,
después de Chile con el primer gobierno socialista también elegido por
votos en 1970, derrocado por un sangriento golpe dirigido y financiado
por Washington en 1973.
Fue a partir de ese momento que EE.UU inició
la siembra de dictaduras militares cuando ya tenían Paraguay y Brasil
bajo su control desde 1954 y 19064 (respectivamente) en el Cono Sur,
Vale recordar que con esto intentaron nuevas
estrategias después de la derrota en Vietnam en 1975 y a lo largo de lo
que va del siglo XXI después de sus primeros intentos de someter a
nuestra región con golpes “suaves” aunque siempre violentos, pero de
otras características, que fracasaron en varios países como en Venezuela
(2002), Bolivia (2008), Ecuador (2010) y logrando su objetivo en Haití
(2004), Honduras, (2009) Paraguay (2012), Brasil (2016.)., Bolivia
(2019)
En otras naciones lograron, a partir de una
guerra mediática de características continental, de la infiltración de
las estructuras judiciales y del parlamento, la instalación de algunos
gobiernos propios vía electoral como sucedió en Argentina en 2015 que
junto con Venezuela y Brasil constituían el triángulo básico de la
integración regional que pretendía lograr la emancipación definitiva de
nuestros países.
En ese cometido de recolonización continental
Trump se obsesionó con Cuba, bajo la despiadada acción de sus asesores,
un criminal de lesa humanidad, como Elliott Abrams, o el representante
republicano Marcos Rubio que encabeza el grupo de sus colegas cubano
americanos, protectores de los terroristas que actuaron y actúan contra
el gobierno y el pueblo cubano produciendo muertes y daños considerables
en la isla caribeña a la que hoy llaman “de la dignidad” por su
capacidad de resistir un bloqueo por más de 60 años y profundizado ahora
por el “equipo de la muerte” del presidente de EE.UU.
Pero también contra Nicaragua en
Centroamérica y por supuesto Venezuela, que ha soportado desde aquel
lejano 2002, un esquema de intentos de golpes permanentes, sin lograr
su objetivo, a pesar del apoyo de la OEA para derrocar el gobierno de
Nicolás Maduro que sucedió al gran líder de ese país, Hugo Chávez Frías a
partir del 2013 y que se mantuvo por elecciones en todos los casos
legales, constitucionales y transparentes. El bloqueo, el saqueo de los
fondos venezolanos en estados Unidos y en otros países del mundo (sus
asociados) el desabastecimiento, la baja de petróleo el impedir la
llegada de alimentos y medicamentos que constituye también un crimen de
lesa humanidad contar el pueblo venezolano.
Este rápido recorrido es para ubicarnos en el
momento que estaba viviendo América Latina cuando llegó la pandemia,
algo así como el diluvio universal, momento en que el gobierno de Trump,
desesperado ante los cambios sucedidos en países como Argentina a fines
del 2015 y México fines de 2018 y las resistencias de lo que poco se
habla en el resto, especialmente en Colombia, su verdadera base de
acción donde tiene instaladas nueve bases militares o Perú otro de los
países sembrados de bases, como Panamá, Honduras, avanzando también su
proyecto de militarización regional hasta Chile y Argentina.
Hay resistencia en Centroamérica y el Caribe y
ahora en Bolivia después del golpe de EE.UU contra ese país que estaba a
la cabeza del desarrollo y crecimiento social y económico propio, lo
que es insostenible para Washington.
Trump no tuvo reparo alguno en duplicar su
presencia militar en América Latina y enviar la Flota al Pacífico Sur y
el Atlántico (Caribe) amenazando con invadir a Venezuela a principios de
abril, cuando ya el corona virus avanzaba sin barreras por la criminal
actitud del presidente norteamericano responsable de que en este final
de abril haya casi 800 mil infectados y 55 mil muertos.
Lo más grave es que en uno de los portaviones el Theodore Roosevelt enviado demencialmente para intervenir en Venezuela,
con más de cuatro mil tripulantes, estacionado en la isla Guam,
Pacífico Sur los marines comenzaron a infectarse con el coronavirus.
Esto lo denunció el comandante capitán Brett Crosier, desesperado porque
no le permitían descender a los infectados, por lo cual terminó
enviando una carta que fue publicada por periódicos en EE.UU. Advertía
que se requería una acción decisiva que era dejar bajar a tierra a la
mayoría del personal para evitar un contagio mayor,
«No estamos en
guerra. Los marinos no tienen que morir. Si no actuamos ahora, no
estamos cuidando adecuadamente nuestro activo más confiable: nuestros
marinos». escribió Crosier.
No sólo le costó la
separación de su cargo, sino que la soberbia actitud de Tump y sus
asesores, casi subleva a la marina, cuyo Ministro renunció finalmente.
Ahora casi todos los tripulantes del Roosevelt están infectados, por lo
que el gobierno decidió prohibir al Pentágono cualquier informe sobre
soldados infectados y trascendió que esto está sucediendo en otras naves
de la flota enviada para amenazar con invadir Venezuela,
Por otra parte
resulta evidente que el virus avanzó en cada uno de los países donde los
gobiernos como el de Brasil han acompañado las decisiones de Trump y
están llevando a miles de personas a la muerte. Este 26 de abril se
presentó una denuncia ante la ONU contra Bolsonaro por genocidio al no
tomar medidas frente al coronavirus que hasta esta fecha dejó cinco mil
muertos y más de 60 mil infectados.
Mientras el
secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha pedido que se
suspenda todo conflicto bélico, y después de continuar amenazando a
Venezuela, ahora Trump lo ha hecho con Irán advirtiendo que si alguna
nave iraní se acerca a los barcos estadounidenses, enviadas
provocadoramente a esas regiones, EE.UU hará “lo que debe hacer”.
A grande rasgos
estamos asistiendo al salto al vacío, al suicidio lento del imperio, sin
señales de tomar otro rumbo ni Estados Unidos ni Israel, Gran Bretaña,
donde se preanuncian importantes cambios políticos ni en Francia, cuando
el gobierno afronta una severa resistencia popular.
La diferencia en el
manejo de la pandemia que ha puesto al mundo patas arriba como lo
advertía el ya fallecido escritor uruguayo Eduardo Galeano en el libro
“Patas arriba: la Escuela del mundo al revés”.
En este mundo al
revés, donde se cruzan análisis y opiniones importantes aún nadie puede
predecir cómo será el reordenamiento mundial aunque se sabe que la
crisis económica no tendrá parangones en la historia, Pero tampoco la
crisis social, en condiciones nunca antes previstas. Todos los proyectos
del imperio se derrumban. China se ha colocado en un punto muy alto en
el tablero, la pequeña isla de Cuba, que está sometida a una campaña
brutal, sigue demostrando su altísimo nivel en cuestiones de salud, de
medicamentos, pero esencialmente de solidaridad a tal punto de que los
más importantes países del mundo requieren su ayuda.
Aunque se largan
campañas mediáticas y de todo tipo, estas se estrellan con una realidad
que los medios en manos del poder hegemónico no pueden encubrir y aunque
sus estrategias han zoombificado a una buena parte de nuestras
sociedades, ya nada es lo mismo. Nadie escucha cuando la muerte muerde
los talones y los desesperados buscan el amparo de los más estables,
los más dignos, los que le dan la respuesta que buscan.
Las propias
tecnologías de las que tanto se ufana el imperialismo, quedan
enmohecidas porque no le san servido para prever los sucesos que están
fuera del alcance, mientras los pueblos del mundo están mostrando sus
siempre creativas estrategias de insumisos, al ir reencontrando en,
pequeñas acciones de resistencia al ser humano que habían olvidado en su
alienación capitalista, donde el hombre no cuenta y no se permite
aceptarse como tal.
La falta de respuesta de un
sistema que resultaba siempre triunfador en sus políticas de
dominación, de saqueo, de muerte, de despojo de la humanidad, los ha
dejado desnudos. Lo que todos sabemos es que nada será lo mismo, pero
también que sobre el dolor de este momento trágico, donde se han
producido verdaderas “masacres “especialmente de ancianos. Una
admiradora de Trump levantó un cartel donde proponía “sacrificar al
débil, salvar la economía” y no fue el único con un contenido similar.
Esto nos muestra el verdadero rostro de un enemigo de grandes pies
hundidos hoy por hoy en el lodo. Está en nosotros la posibilidad de
encender las llamas en momentos en que las armas más poderosas no sirven
para nada ante un invisible virus que sólo se puede ver con la última
serie de microscopios y que como los dijimos antes nos ha dejado
desnudos y a la intemperie.
Está en nosotros
acostumbrados a una eterna resistencia nunca tan necesaria como en estos
momentos, deshacer los hechizos brutales del capitalismo, apagar el
imperio o al menos comenzar a hacerlo recurriendo a toda la capacidad de
imaginación que también hemos visto resurgir en estos tiempos, como ha
resurgido nuestras memoria histórica, la creatividad, nuestra memoria
cultural y hemos comenzado a identificarnos, a tocarnos sin tocarnos, a
llorar juntos a nuestros muertos, pero también a reinventar la vida que
es en todos los casos un camino de liberación.