Musuk Nolte /Resumen Latinoamericano, 9 de abril de 2020
La estrategia desplegada por el Estado para atender la pandemia de Covid-19 tiene un punto clave por atender en los asentamientos humanos de Villa María del Triunfo. Este reportaje gráfico sobre el limitado acceso al agua de sus habitantes describe el que quizá sea uno de los escenarios más complicados de la emergencia: combatir un virus altamente contagioso con escasez del principal recurso sanitario.
Desde las zonas altas de Villa María del Triunfo, el territorio de Lima ofrece una cartografía de la precariedad. Hay sectores de casas que se esparcen en desorden sobre los cerros, entre precipicios y trochas, con hileras de peldaños que son la mejor vía de comunicación en kilómetros a la redonda. Este es uno de los distritos capitalinos con mayor cantidad de asentamientos humanos ‑más de trescientos cincuenta‑, una frase que significa muchas personas con poco acceso al agua, lo que significa mucha gente con poca seguridad sanitaria, lo que a su vez significa una zona de riesgo latente en medio de la pandemia que ha paralizado el planeta.
Los afectados por esta situación ya eran afectados de otras carencias y problemas. La familia Asipali, por ejemplo, vino a Lima desde la lejana Nauta, en Loreto. Ahora son seis hermanos que habitan una casa de un solo ambiente en el asentamiento «Praderas de Amancaes», también en VMT. El hermano mayor, de 36 años, es ciego; el hermano menor, de 11, tiene parálisis cerebral. En un sector donde el costo de un bien escaso como el agua genera disputas, el sustento principal es lo que les puede dar su abuela.
Según el cálculo común, cada subida de un camión cisterna alcanza para abastecer tres líneas, esos senderos que comunican grupos de casas. Los camiones no llegan a las partes más altas, desde donde el horizonte se ve como un cascada de calaminas. No llegan donde la nonagenaria Adela Nina vive sola, casi aislada de no ser por la ayuda de sus vecinos. Tampoco suelen llegar donde los hermanos Asipali. Tampoco donde la familia Pita, que tiene siete hijos y hasta el inicio de la cuarentena debía hacer durar el agua por varios días antes de que otra cisterna pasara con una nueva carga.
El propio alcalde de Villa María del Triunfo declaró hace poco que hay al menos setenta asentamientos que necesitan agua. Si el combate a la pandemia es una guerra, como dice el lenguaje oficial, aquí Lima tiene la guardia muy baja.
Fuente: Ojo Público