Perú. Cuan­do lavar­se las manos es un dere­cho pendiente

Por Maria del Car­men Saca­sa* /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 5 de abril de 2020

En tiem­pos de pan­de­mia, ¿Cómo se lavan las manos quie­nes no tie­nen agua?

El avan­ce del coro­na­vi­rus (COVID-19) ha arro­ja­do luz sobre caren­cias en los sis­te­mas de salud a nivel mun­dial y sobre lo cru­cial que pue­de ser tomar medi­das rápi­das para pro­te­ger a la pobla­ción. En esa línea, se ha hecho mucho énfa­sis en la pre­ven­ción del virus, en las medi­das sani­ta­rias que cada uno pue­de y debe tomar para fre­nar el con­ta­gio. Una de estas es el fre­cuen­te lava­do de manos. Pero ¿cómo pue­den hacer­lo las más de 3 millo­nes per­so­nas en Perú que no tie­nen acce­so a agua pota­ble de mane­ra direc­ta? ¿Cómo pue­den los 50 millo­nes de per­so­nas en Amé­ri­ca Latina?

Lavar­se las manos con agua y jabón varias veces al día es una de las prin­ci­pa­les estra­te­gias para evi­tar el con­ta­gio; por­que los virus están envuel­tos en una capa lipí­di­ca —un enva­se gra­so— que es des­trui­da por el jabón de la mis­ma for­ma en la que este qui­ta la gra­sa de los pla­tos sucios. Es por esto que el fre­cuen­te lava­do de manos ha ayu­da­do a fre­nar la expan­sión de muchos otros bro­tes epi­dé­mi­cos, des­de el cóle­ra has­ta el ébola.

En efec­to, en 1991, al ini­cio del bro­te del cóle­ra que afec­tó al Perú duran­te ese año a 322 562 per­so­nas y pro­vo­có 2909 muer­tes, solo el 51% de los perua­nos tenía acce­so a agua pota­ble y el 41% a sanea­mien­to. Hacia el año 2000, una vez con­tro­la­da esta epi­de­mia, cer­ca de 70% de los perua­nos tenía acce­so a agua pota­ble, un fac­tor deci­si­vo en fre­nar su expansión.

El acce­so con­ti­nuo y segu­ro al agua pota­ble es fun­da­men­tal para el des­en­vol­vi­mien­to de la vida, para ase­gu­rar una ade­cua­da higie­ne y fre­nar epi­de­mias. Recien­te­men­te el Cen­tro de Con­trol de Enfer­me­da­des de la Repú­bli­ca Popu­lar Chi­na, ha encon­tra­do evi­den­cia de trans­mi­sión oral-fecal del COVID-19. Esto real­za la nece­si­dad, de no sólo un ade­cua­do acce­so al agua pota­ble, sino un ade­cua­do acce­so al sanea­mien­to para evi­tar la pro­pa­ga­ción de la enfer­me­dad a tra­vés del con­tac­to direc­to e indi­rec­to con heces.

En la actua­li­dad, de acuer­do con el Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Esta­dís­ti­ca e Infor­má­ti­ca (INEI), el 90.7% de la pobla­ción urba­na el Perú tie­nen acce­so a agua por red públi­ca, ya sea a tra­vés de red den­tro del domi­ci­lio o pilón (fuen­te de agua comu­ni­ta­ria). Sin con­si­de­rar el pilón, este núme­ro se redu­ce a 85%. Y en zonas rura­les, se redu­ce aún más, a un 74.4%, exis­tien­do muni­ci­pios con un acce­so infe­rior al 50%. Esto es 3 millo­nes de perua­nos sin acce­so a agua potable.

Asi­mis­mo, tener acce­so a la red de agua no es lo mis­mo a un acce­so con­ti­nuo duran­te las 24 horas del día. Según un infor­me de la Comi­sión Eco­nó­mi­ca Para Amé­ri­ca Lati­na y el Cari­be (CEPAL) del 2018, de 16 ciu­da­des eva­lua­das en Perú, solo un 19% tie­ne un abas­te­ci­mien­to pro­me­dio supe­rior a 22 horas, y un 56 % tie­ne uno de más de 12 horas. De acuer­do al pro­gra­ma de moni­to­reo con­jun­to UNICEF-OMS, el 82% de la pobla­ción de Latam tie­ne acce­so a agua pota­ble segu­ra, mien­tras que sólo el 37% a un sanea­mien­to segu­ro. Estos núme­ros ponen en pers­pec­ti­va la vul­ne­ra­bi­li­dad de la región fren­te a trans­mi­sión no sólo del COVID, sino tam­bién de enfer­me­da­des trans­mi­ti­das por el agua.

Como vemos si una per­so­na que no tie­ne acce­so a agua pota­ble ya se encuen­tra en una con­di­ción de vul­ne­ra­bi­li­dad, esto se exa­cer­ba toda­vía más en el esce­na­rio de una pan­de­mia. Así, la fal­ta de agua no solo limi­ta sus posi­bi­li­da­des de desa­rro­llar­se ple­na­men­te, con acce­so ase­gu­ra­do a ser­vi­cios bási­cos, sino que la pone en mayor ries­go de con­traer y trans­mi­tir el virus. Y esto no úni­ca­men­te por no poder lavar­se las manos, sino por tener que salir a bus­car agua y enfer­mar­se al tomar agua no potable.

El agua es un asun­to fun­da­men­tal para limi­tar el avan­ce de la pan­de­mia. Por una par­te, el acce­so a agua pota­ble ase­gu­ra la posi­bi­li­dad de un lava­do de manos fre­cuen­te, lavar la ropa y super­fi­cies don­de el virus podría per­ma­ne­cer y, a su vez, per­mi­te a la pobla­ción que­dar­se en casa sin expo­ner­se al salir a bus­car­la. Redu­ce, tam­bién, el ries­go de con­ta­gio de otras enfer­me­da­des trans­mi­ti­das por el agua, como el den­gue, que podrían incre­men­tar la vul­ne­ra­bi­li­dad de las per­so­nas fren­te al virus. Por otra par­te, en el caso de con­ta­gio, el acce­so con­ti­nuo a agua pota­ble de cali­dad per­mi­te el fun­cio­na­mien­to ade­cua­do de los ser­vi­cios de salud, ya sea en un hos­pi­tal, clí­ni­ca o en cuarentena.

Para enfren­tar el desa­fío que supo­ne esta caren­cia, des­de el 19 de mar­zo el Ser­vi­cio de Agua Pota­ble y Alcan­ta­ri­lla­do de Lima (Seda­pal) está entre­gan­do agua pota­ble gra­tui­ta­men­te a quie­nes no tie­nen acce­so en sus hoga­res. Des­de el Pro­gra­ma de las Nacio­nes Uni­das para el Desa­rro­llo apo­ya­re­mos a Seda­pal a tra­vés de la ela­bo­ra­ción de mapas de den­si­dad pobla­cio­nal y suge­ren­cia de rutas para opti­mi­zar la entre­ga del agua de los 52 pun­tos de car­ga de camio­nes en el dis­tri­to lime­ño de San Juan de Luri­gan­cho, dón­de habi­tan más de 1 millón de personas.

Esta medi­da debe repli­car­se en todo el país y Amé­ri­ca Lati­na, sobre todo en las zonas más des­fa­vo­re­ci­das. Reco­men­da­mos a las Empre­sas Pres­ta­do­ras de Ser­vi­cio y muni­ci­pios en toda la región a repli­car esta medi­da, sin mediar cri­te­rio alguno más que la fal­ta de agua y a bus­car medios alter­na­ti­vos de hacer lle­gar agua a las comu­ni­da­des más remo­tas, ya sea a tra­vés de entre­ga direc­ta de agua o de kits de pota­bi­li­za­ción en emer­gen­cia (SODIS, desin­fec­ción quí­mi­ca, plan­tas tem­po­ra­les o inclu­so pro­mo­vien­do el her­vi­do). Sin agua pota­ble ni sanea­mien­to para todos, no podre­mos con­te­ner el avan­ce del virus, ni ase­gu­rar la recu­pe­ra­ción de los más vul­ne­ra­bles cuan­do la cri­sis haya pasa­do. Y cuan­do haya pasa­do, debe­mos tra­ba­jar en con­jun­to para redu­cir esta bre­cha y que nadie, nun­ca más no ten­ga acce­so a agua pota­ble segura.


* Maria del Car­men Saca­sa es rRe­pre­sen­tan­te Resi­den­te del PNUD en Perú.

Fuen­te: SERVINDI

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