Por Gustavo Espinoza M., Resumen Latinoamericano, 25 abril 2020
Cuando en la mañana del 25 de abril de 1974 una columna de tanques se detuvo en la Praca Do Rossio, un soldado del destacamento pidió a Celeste Caeiro, una mujer que se hallaba en las inmediaciones, un cigarrillo para atenuar la fatiga; la dama le alcanzó un clavel.
El soldado, entre entusiasmado y sorprendido, tomó en sus manos la flor, y la colocó en el cañón de su fusil, como una manera de asegurar a todos que no usaría su arma contra el pueblo.
El gesto, tuvo dos consecuencias inmediatas: Quienes estaban cerca de la muchacha ‑simples ciudadanos de Lisboa- saludaron con alegría el gesto, y se sumaron a los uniformados; y el movimiento, pasó a ser conocido en el mundo como la Revolución de los Claveles.
Y esa flor púrpura, quedó como el símbolo del Movimiento de la Fuerza Armada que derribó, hace 46 años, a la dictadura fascista instaurada en ese país desde 1925 por Antonio de Oliveira Salazar y continuada ‑sin cambios esenciales- por Marcelo Caetano. Ese régimen, proclamado como el “Estado Novo”, se definió a partir de un mensaje conservador afirmado en tres palabras: “Dios, Patria y Familia”.
Pocas horas antes del incidente simbólico en la calle lisboeta, se hubo iniciado en el país una acción militar liderada por un núcleo de oficiales que pasaría a la historia como “Los Capitanes de Abril”. Eran ellos mandos medios del ejército, que se alzaron para deponer a un régimen de horror, poner fin una insensata guerra colonial librada entre 1961 y 1974 y recuperar para su país la democracia largamente ansiada.
Otelo Saraiva de Carvalho. Capitán de Infantería y Fernando Salgueiro Maia, de la Escuela Práctica de Cavalara ubicada en Santarem; fueron dos de los hombres que lideraron esta acción que tomó como ejemplo otra experiencia ocurrida en la otra orilla del océano: la insurgencia de los militares peruanos que en 1968 se alzaran bajo la conducción de Juan Velasco Alvarado para deponer al régimen oligárquico instaurado en la tierra de los Incas.
Una muy hermosa melodía lusitana fue usada como “Santo y Seña” para el inicio de la acción milita en las primeras horas del 25 de abril. “Grándola Vila Morena”, de José Afonso “Zeca”, fue la bellísima canción convenida por los insurgentes, y dio inicio al operativo que triunfo en pocas horas.
El Gobierno de Caetano cayó en pocas horas. Los ministros huyeron espantados y el propio Jefe del Estado depuesto, debió escapar a Brasil. Todo ello generó un tumultuoso y sugerente proceso que duró algo más de dos años y en el que las masas populares jugaron un papel relevante. Una intensa lucha de clase tuvo su epicentro en Lisboa, la ciudad considerada el Jardín de Europa.
En ese marco surgieron los Partidos Políticos proscritos hasta entonces, se formalizaron los sindicatos que operaban en la clandestinidad, asomaron los intelectuales que aportaron ideas y cultura, y los campesinos que dieron sus cosechas para alimentar al pueblo en las más dura horas de la batalla social.
El Partido Comunista Portugués jugó un notable papel en esta etapa de la historia. Su líder, Alvaro Cunhal, que estuvo preso muchos años en la fortaleza de Peniche ‑el presidio más horrendo del país- desde donde logró fugar para emigrar, retornó a Lisboa el 30 de abril en medio del mayor calor popular
El país conoció marchas, y contra marchas; porque estaba latente la fuerza de la burguesía que quería cambios, pero no revolución; y porque sobre el conjunto de la sociedad operó la voluntad del gobierno de los Estados Unidos, que se valió de la presión económica y militar para atenuar la radicalidad del proceso.
Poderosas organizaciones internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario; entidades como la Unión Europea en ese entonces en germen; y gobierno de Europa Occidental ‑como Inglaterra, Alemania Francia y la España de Franco- opuestos a cualquier trastoque político que amenazara su propia estabilidad, y hasta la OTAN; operaron para impedir el avance del proceso militar revolucionario.
Ellos contaron con el apoyo de la Social Democracia y la complicidad de Mario Soares, el líder del Partido Socialista. El, y la cúpula dirigente de su Partido, se prestó al juego desde las banderas del anticomunismo más silvestre.
La unidad de todas estas fuerza, impidió, en efecto, el tránsito del proceso liberador portugués, hacia el socialismo; pero no pudo frustrar acciones que marcaron un hito en la historia europea: se descompuso el Imperio colonial y se generó un proceso que culminaría poco más tarde con la independencia de países como Angola, Mozambique y otros; los mismos que, a su vez, contaron con la ayuda de Cuba, para consolidar su emancipador y forjarse como sociedades nuevas en el continente africano.
Aunque la ofensiva del Gran Capital golpeó duramente a los trabajadores y al pueblo portugués, nunca fue posible arrebatarle en forma definitiva sus conquistas revolucionarias. Por eso, hoy Portugal es uno de los países socialmente más avanzados de Europa.
Al cumplirse los 46 años de los claveles de abril, el mundo saluda a los trabajadores y el pueblo de Portugal, evocando una acción que marcó un hito decisivo en el siglo XX y que selló el camino para el Portugal del futuro.