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Samuel Bli­xen /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​9 de abril de 2020

Key­nes en ver­sión del gobierno.

Cam­bia, todo cam­bia: las con­cep­cio­nes del inglés John M Key­nes que daban a la inter­ven­ción del Esta­do un papel pro­ta­gó­ni­co en la eco­no­mía soca­va­ron el lais­sez fai­re, lais­sez pas­ser de Gour­nay, Adam Smith y David Ricar­do –caba­lle­ros, el mun­do anda por sí solo– y sus­ti­tu­ye­ron el libe­ra­lis­mo clá­si­co impues­to a las colo­nias por las caño­ne­ras de los impe­rios euro­peos. A su tiem­po, la Escue­la de Chica­go pul­ve­ri­zó la con­cep­ción de polí­ti­ca fis­cal key­ne­sia­na (par­ti­cu­lar­men­te opor­tu­na en la Gran Depre­sión, tras la cri­sis de 1929) sacri­fi­ca­da en el altar mayor del libre mer­ca­do; y los chica­go boys se encar­ga­ron de impo­ner el neo­li­be­ra­lis­mo pri­va­ti­za­dor a pun­ta de bayo­ne­tas, espe­cial­men­te en Amé­ri­ca Lati­na. Glo­ba­li­za­do en cor­po­ra­cio­nes sin patria, enmas­ca­ra­do en las socie­da­des anó­ni­mas y ocul­to en la mara­ña finan­cie­ra mun­dial, el libre mer­ca­do pare­cía imba­ti­ble… has­ta que apa­re­ció el coronavirus.

Todo que­dó tras­to­ca­do, inclu­so las creen­cias ina­mo­vi­bles e incues­tio­na­bles here­da­das des­de la cuna: el últi­mo vás­ta­go (polí­ti­co, cla­ro) del sec­tor neo­li­be­ra­dor y pri­va­ti­za­dor mayo­ri­ta­rio del Par­ti­do Nacio­nal (PN) se vol­vió key­ne­siano, aun­que usted no lo crea. “No somos orto­do­xos. Recuer­do, acá, que la minis­tra (de Eco­no­mía) cita a uno de sus auto­res pre­fe­ri­dos, que es Key­nes; a muchos les lla­ma la aten­ción, pero yo lo apren­dí a valo­rar un poco escu­chan­do a Azu­ce­na. El mun­do ha demos­tra­do que ser orto­do­xos no es bue­na cosa. Sin per­der los prin­ci­pios y sin per­der la liber­tad como faro prin­ci­pal, vamos a usar todas las herra­mien­tas para pren­der la lla­ve del país de vuelta.”

Aun­que cier­tos con­ver­sos (como los judíos en la Espa­ña de los reyes cató­li­cos) lle­van a cues­tas el estig­ma de la duda, la con­fe­sión del pre­si­den­te, Luis Laca­lle, fue salu­da­da fer­vo­ro­sa­men­te: la emer­gen­cia del coro­na­vi­rus tras­cien­de pos­tu­ras y pre­con­cep­tos; su fle­xi­bi­li­dad ideo­ló­gi­ca se ubi­có en el podio jun­to a la soli­da­ri­dad como un bien intan­gi­ble del gobierno. Qué lejos que­dan las crí­ti­cas al asis­ten­cia­lis­mo; qué bien que vie­ne dar un paso atrás cuan­do el gobierno se apron­ta a echar mano del dine­ro –“todo lo que se nece­si­te, que ahí va a estar” – , según dijo la minis­tra, para la cru­za­da con­tra el virus.

Una mira­da más aten­ta dibu­ja cier­tas fron­te­ras al ines­pe­ra­do key­ne­sia­nis­mo guber­na­men­tal y reve­la que, como dijo el pre­si­den­te, apren­dió a valo­rar­lo, pero sólo un poco. La inter­ven­ción esta­tal pare­cía inevi­ta­ble ante el deso­la­dor pano­ra­ma que cie­rra las fron­te­ras y los mer­ca­dos, barre con los empleos y mul­ti­pli­ca la pobre­za y la indi­gen­cia. Aun­que la ayu­da esta­tal, vale la pena acla­rar­lo, nun­ca fue total­men­te dese­cha­da por los gobier­nos libe­ra­les –al menos cuan­do se pro­du­cían cri­sis empre­sa­ria­les, par­ti­cu­lar­men­te, finan­cie­ras – , en la actual coyun­tu­ra el pro­ta­go­nis­mo ofi­cial se abre en aba­ni­co con un sen­ti­do, en prin­ci­pio, igua­li­ta­rio. Se arti­cu­la un Fon­do Coro­na­vi­rus, que se pro­po­ne dis­tri­buir gra­tui­ta­men­te canas­tas de ali­men­tos, otor­gar sub­si­dios a los indi­gen­tes y exten­der prés­ta­mos blan­dos a los más nece­si­ta­dos. Se echa­rá mano de los dine­ros de las empre­sas esta­ta­les y, even­tual­men­te, se acu­di­rá a los prés­ta­mos inter­na­cio­na­les. Se impu­so, por ley, una curio­sa for­ma de con­tri­bu­ción soli­da­ria, que reba­ja de for­ma pro­vi­so­ria los sala­rios más abul­ta­dos del fun­cio­na­ria­do públi­co y las jubi­la­cio­nes más altas, y se fle­xi­bi­li­za­ron y amplia­ron los bene­fi­cios del segu­ro de des­em­pleo; tam­bién el segu­ro por enfer­me­dad, que en el caso del per­so­nal de la salud –pero sólo para ellos– cubre el cien por cien­to. Y, final­men­te, se redu­je­ron los enca­jes ban­ca­rios en mone­da nacio­nal y uni­da­des indexadas.

Todo eso se hizo o se pre­ten­de hacer. Es una mane­ra muy par­ti­cu­lar de apli­car a Key­nes, por­que en reali­dad el eco­no­mis­ta inglés pro­po­nía, como expre­sión fun­da­men­tal de la inter­ven­ción del Esta­do, un aumen­to del gas­to públi­co por la vía de inver­sio­nes esta­ta­les en gran­des obras para fomen­tar el empleo, aun­que ello impli­que –vaya peca­do– aumen­tar el défi­cit fiscal.

Pero igual de sig­ni­fi­ca­ti­va es la lis­ta de lo que no se qui­so hacer: no se sus­pen­dió la apli­ca­ción de los aumen­tos para las tari­fas públi­cas; no se acep­tó la pro­pues­ta de la cen­tral sin­di­cal de otor­gar una ren­ta míni­ma tran­si­to­ria (16.300 pesos o 310 dóla­res) a unos 200 mil hoga­res que viven una situa­ción crí­ti­ca; no se acep­tó la pro­pues­ta de exten­der la “soli­da­ri­dad obli­ga­to­ria” a los sala­rios más abul­ta­dos del sec­tor pri­va­do; no se acep­tó la pro­pues­ta de aumen­tar los impues­tos a la ren­ta y a la rique­za; no se acep­tó la pro­pues­ta de eli­mi­nar las exen­cio­nes impo­si­ti­vas, que, en su con­jun­to, tre­pan a más de 400 millo­nes de dóla­res anua­les. Ni siquie­ra se con­si­de­ró la pro­pues­ta lan­za­da por Gon­za­lo Ramí­rez, un colum­nis­ta del dia­rio El País, de impo­ner un emprés­ti­to for­zo­so al capi­tal expor­ta­dor y finan­cie­ro. Pro­vi­nien­do de El País, la idea apor­ta una vía de esca­pe: por más for­zo­so que sea, el emprés­ti­to será devuel­to, de modo que la con­tri­bu­ción no sería muy dolorosa.

La reti­cen­cia del gobierno a invo­lu­crar a la rique­za y al gran capi­tal en la “soli­da­ri­dad com­pul­si­va” reve­la las limi­ta­cio­nes del key­ne­sia­nis­mo ver­sión Laca­lle y el sen­ti­do de la jus­ti­cia social que pre­go­na la minis­tra Arbe­le­che. No deja de ser sin­to­má­ti­co que dicha reti­cen­cia tuvo su con­tra­par­te en la reduc­ción de los enca­jes ban­ca­rios, es decir, la posi­bi­li­dad de los ban­cos de recu­pe­rar par­te de los depó­si­tos obli­ga­to­rios en el Bcu (Ban­co Cen­tral del Uru­guay) como garan­tía. Se ha esti­ma­do que la medi­da impli­ca una inyec­ción de más de 200 millo­nes de dóla­res, que supues­ta­men­te los ban­cos pri­va­dos des­ti­na­rán a “esti­mu­lar el cré­di­to y la liqui­dez en el mer­ca­do finan­cie­ro para con­tri­buir a mini­mi­zar los impac­tos de la cri­sis sani­ta­ria”. Pero alguien podrá pre­gun­tar­se: con una reduc­ción tan drás­ti­ca de la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca y del con­su­mo en par­ti­cu­lar, ¿a quién le pres­ta­rán dine­ro los ban­cos, a no ser a aque­llos que ya tie­nen dine­ro? La medi­da, que fue “suge­ri­da” por la Aso­cia­ción de Ban­cos Pri­va­dos del Uru­guay, per­mi­tió, en momen­tos de cri­sis, que las ins­ti­tu­cio­nes pri­va­das res­ca­ta­ran par­te del capi­tal bloqueado.

Pero lo más intere­san­te es que la nega­ti­va a tocar al gran capi­tal reci­bió el explí­ci­to apo­yo de la direc­ción del Fren­te Amplio (FA). La dele­ga­ción que se entre­vis­tó con el pre­si­den­te Laca­lle el mar­tes 31 de mar­zo dejó cla­ro el apo­yo a todas las medi­das, rei­vin­di­có una espe­cie de “opo­si­ción galan­te”, lle­na de bue­nas mane­ras, y, explí­ci­ta­men­te, en boca del pre­si­den­te, Javier Miran­da, des­car­tó la idea de apli­car impues­tos al gran capi­tal y a la rique­za. La actua­ción de Miran­da en la entre­vis­ta con el gobierno reci­bió crí­ti­cas de otros diri­gen­tes del FA; algu­nos lo cri­ti­ca­ron por­que no coin­ci­den con las bue­nas mane­ras y otros, por­que no fue­ron inclui­dos en la delegación.

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