Argen­ti­na. Coro­nar la vida

Por Alfre­do Gran­de* /​Resu­men Latinoamericano/​3 de mayo 2020 . — –

En algu­na oca­sión, en una reu­nión cien­tí­fi­ca de psi­co­ana­lis­tas, dije que la elec­ción de una teo­ría no es teó­ri­ca sino polí­ti­ca. Me sor­pren­dió que no me enten­die­ran. Tam­po­co me enten­dió una tía cuan­do le pre­gun­té a los 7 años por qué los duraz­nos al natu­ral venían en lata. “De la natu­ra­le­za a la mesa” era la publi­ci­dad enga­ño­sa de la épo­ca. La res­pues­ta de mi tía fue: “calla­te y comé”. Duran­te los 64 años pos­te­rio­res reci­bí res­pues­tas peo­res. Pero fue el comien­zo de una con­vic­ción muy fir­me, bor­dean­do la cer­te­za. Si algo sir­ve, sir­ve para todo. El pro­ble­ma es que hay cosas que no sir­ven para nada, y lo usan para todo. Algu­nos lla­man a esto demo­cra­cia representativa.

Al caso: la elec­ción de una eti­mo­lo­gía no es eti­mo­ló­gi­ca sino polí­ti­ca. A la pala­bra alumno siem­pre se le dio el sen­ti­do de “sin luz”. Y la ilu­mi­na­ción era del maes­tro. “Magis­ter dixit”. Lo dijo el maes­tro. Nada para dis­cu­tir. Solo aca­tar. Este mama­rra­cho se ha obser­va­do inclu­so en la cien­cia, y es el entie­rro del pen­sa­mien­to crí­ti­co. Del “libre pen­sa­mien­to” que tan­to irri­ta a Berni.

Sin embar­go, en mi pro­lon­ga­da acti­vi­dad docen­te uni­ver­si­ta­ria, abor­ta­da por la uni­ver­si­dad nacio­nal de Bue­nos Aires por­que cum­plí 65 años, des­cri­bí otro sen­ti­do de la pala­bra “alumno”. En la eti­mo­lo­gía grie­ga es: “el que está dis­pues­to a apren­der”. Dime qué eti­mo­lo­gía eli­ges, y te diré qué eres. O sea: cuál es tu impli­ca­ción polí­ti­ca, éti­ca, filo­só­fi­ca. Coro­nar la vida: ador­nar de una mane­ra osten­to­sa o visi­ble, que otor­ga dig­ni­dad. Esa es la eti­mo­lo­gía que eli­jo. Y como toda elec­ción, es desean­te y es polí­ti­ca. Otor­gar dig­ni­dad es muy cer­cano a hon­rar la vida, como ense­ña­ra la poe­ta Ela­dia Blázquez.

El modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, que pre­fie­re el valor de cam­bio al valor de uso y cons­tru­ye el feti­che de la mer­can­cía, deni­gra la vida. Le arran­ca toda dig­ni­dad. Una zapa­ti­lla vale no por su uso sino por su mar­ca. Una ami­ga de un ami­go de una ami­ga pagó $21.000 (sic) por un par de zapa­ti­llas “de mar­ca”. Lo más deni­gran­te es que la gen­te humil­de se con­ta­gia fácil­men­te del virus del con­su­mis­mo. Como ya lo seña­lé, pero me gus­ta reite­rar, con­su­mis­mo es “con­su­mir con­su­mo”. Y no sola­men­te es una enfer­me­dad de cla­se media para arri­ba. Tam­bién es una enfer­me­dad de cla­se media para abajo.

Por eso es nece­sa­rio acor­dar que cuan­do habla­mos de bata­lla cul­tu­ral es con­tra el capi­ta­lis­mo. El impe­ria­lis­mo es su fase supe­rior, como ense­ña­ra la teo­ría mar­xis­ta. Pero curio­sa­men­te, o qui­zá no tan­to, hay dis­cur­sos furio­sa­men­te anti impe­ria­lis­tas pero que no son furio­sa­men­te anti capi­ta­lis­tas. Inclu­so pue­den ser furio­sa­men­te anti socia­lis­tas. Recuer­do la épo­ca que se habla­ba de los dos impe­ria­lis­mos, otra teo­ría de los dos demonios.

El enemi­go sin cara no es el virus. El enemi­go sin cara es el capi­ta­lis­mo. Es cier­to que tie­ne muchas care­tas visi­bles. Un Roc­ca, un Coto. Pero la ver­da­de­ra cara de la bes­tia sigue ocul­ta. Maqui­lla­da por la publi­ci­dad. La mer­can­ti­li­za­ción de los ali­men­tos, la salud, la edu­ca­ción, la vivien­da, el cré­di­to. El Ban­co Cen­tral sabe quié­nes son los que han fuga­do cifras millo­na­rias de dóla­res al exte­rior. Más que fuga, turis­mo fácil. Más que impues­to a la rique­za por úni­ca vez, habría que sacar el impues­to a la pobre­za para todas las veces. O sea: el IVA para ali­men­tos y todo lo que per­mi­ta que las nece­si­da­des bási­cas sean satis­fe­chas. Que la CGT acep­te dis­mi­nuir los sala­rios, no es bue­na for­ma de cele­brar un pri­me­ro de mayo com­ba­ti­vo. Cada vez es más evi­den­te la dimen­sión viral de la cul­tu­ra repre­so­ra.

El reduc­cio­nis­mo viro­ló­gi­co devie­ne encu­bri­dor. Un virus muta­do en for­ma deli­be­ra­da, o una mal­di­ta casua­li­dad para dar­le tex­to a Lagar­de, ex pre­si­den­ta del FMI, ha sido la tor­men­ta per­fec­ta para que el capi­ta­lis­mo se hun­da pero no le suel­te la mano al pla­ne­ta. Como arca de Noé de últi­ma gene­ra­ción, tam­bién el arca capi­ta­lis­ta sal­va­rá a dos de cada espe­cie: gran indus­tria y finan­cie­ras internacionales.

Habrá una nue­va nor­ma­li­dad. Más nue­va que nor­ma­li­dad. Recuer­do la adver­ten­cia de León Rozitch­ner: “el nor­mal está enfer­mo de reali­dad”. Lo peor que nos pue­de pasar es que habrá algo pare­ci­do a lo nor­mal. El ham­bre en niñas y niños, ¿es nor­mal? La fal­ta de agua, y no sola­men­te pota­ble, ¿es nor­mal? Las masa­cres por goteo por arra­sa­mien­to de tie­rras, aires y aguas… ¿es nor­mal? La res­pues­ta es que para el capi­ta­lis­mo no sólo es nor­mal, sino nece­sa­rio. El mal­di­to Cava­llo dijo: “cos­to social del ajuste”.

Hoy preo­cu­pa más el cos­to sexual de la cua­ren­te­na. Lo digo como psi­quia­tra, psi­co­ana­lis­ta y coope­ra­ti­vis­ta. El ais­la­mien­to social obli­ga­to­rio enfer­ma. La reali­dad vir­tual es un esta­do alu­ci­na­to­rio (visual y audi­ti­vo) más allá de cuán­tos usua­rios de zoom o jitsi lo com­par­tan en for­ma simul­tá­nea. Esa enfer­me­dad es la iatro­ge­nia. O sea: que el ais­la­mien­to es nece­sa­rio, pero es una nece­si­dad que trae dema­sia­dos efec­tos secun­da­rios nada desea­bles. Los chi­cos pobres cada vez tie­nen más ham­bre y los chi­cos ricos qui­zá ten­gan más tris­te­za. Pero sin duda era para pen­sar­lo antes, no para decir­lo des­pués, y des­pués desmentirlo.

Como al Esta­do lo finan­cia­mos los tra­ba­ja­do­res con impues­tos al con­su­mo, por­que los impues­tos a la rique­za no bri­llan por su ausen­cia, la men­ta­da ren­ta uni­ver­sal será algo así como un auto prés­ta­mo. Algu­na vez se vol­ve­rá a dis­cu­tir qué deci­mos cuan­do deci­mos esta­do sin adi­ta­men­tos. No hay con­tra­dic­ción entre esta­do y mer­ca­do. Por algo se socia­li­zan las pér­di­das. Y la sagra­da Cons­ti­tu­ción Nacio­nal con­sa­gra la pri­va­ti­za­ción de las ganancias.

No le demos la razón a la tía que esta­ba con­ven­ci­da que lo natu­ral venía en lata. Nues­tra deci­sión polí­ti­ca, éti­ca y afec­ti­va será luchar en reali­da­des comu­ni­ta­rias, coope­ra­ti­vas, colec­ti­vas, con pro­fun­dos cimien­tos desean­tes. Para crear la nue­va anor­ma­li­dad: coro­nar la vida.

*  (APe).-

Itu­rria /​Fuen­te

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