Por Jhonny Peralta Espinoza, Resumen Latinoamericano, 11 mayo 2020
Cuando Rosa Luxemburgo escribió que “la dictadura consiste en el modo
en que la democracia se utiliza y no en su abolición”, quería
decir que la democracia no es un marco vacío
a disposición de los diversos agentes políticos, sino que la democracia tiene
un “sesgo de clase”, por ejemplo Murillo, con su ideología reaccionaria,
plantea meter aviones de guerra al Trópico[1],
militarizar zonas donde se incrementa el coronavirus[2]; lo que
queremos decir es que los contenidos y las formas de la democracia lo deciden
los sujetos que la enarbolan. He aquí una diferencia sustancial entre el
gobierno de Añez, Mesa, Camacho y Tuto y el gobierno del proceso de cambio, los
contenidos no lo deciden un grupo de personas asesorados por la CIA, sino los
deseos y aspiraciones de las mayorías nacionales; y las formas de legitimar la
democracia no lo definen ni Trump ni Bolsonaro, que reconocieron al día
siguiente al gobierno golpista[3], sino
los levantamientos de la plebe. Esta es la paradoja de la democracia, que por
un lado es la dictadura de la única minoría peligrosa que son los ricos, y por
otro lado, es la dictadura popular que se refleja en la participación protagónica de las masas.
Hay un acuerdo general de
que el capitalismo se acerca a grandes problemas, en particular este gobierno
nos va a llevar a una crisis política económica y social de incalculables e
impredecibles consecuencias, frente a esta situación el campo popular no tiene
una respuesta coherente para decir qué hacemos, repetir los discursos de la cultura
de la complementariedad, etc. y la agenda 20 – 25 que solo busca la mayor
eficiencia en la economía, significan reivindicar un capitalismo eficiente con rostro
simbólico indígena, tareas necesarias, pero insuficientes, porque implica
seguir en el camino de ser moralistas: lo políticamente correcto.
Entonces el problema a
resolver es cómo logramos que la explosión popular democrática se imponga a esa
minoría que es la derecha; el asunto tiene que ver con las formas del ejercicio
del poder; si bien los movimientos sociales tuvieron un rol importante en el
proceso de cambio, el poder se ahogó en un “principio de clausura”: escuchamos
a los demás, pero nosotros, las cúpulas, tomamos la decisión. Sin embargo,
nadie puede negar que la resistencia al golpe cívico militar policial fue
producto de la auto organización popular, no hubo ninguna instancia orgánica
que coordinara acciones políticas, y los muertos fueron los que fueron, gente
humilde, luchadora y con convicción.
Ahora, para ganar la
batalla electoral y construir, poco a poco, poder popular pasa por comprender
que no estamos luchando por una “síntesis
dialéctica” para lograr un reconciliación forzada con el enemigo de clase;
contamos con un contingente de compañeros forjados en
el enfrentamiento en noviembre y con autoridad moral; hay mucha gente que se ha
indignado ante la derecha reaccionaria y que aspira a tener un significado y un
sentido en sus vidas, mediante la oportunidad de luchar por algún tipo de orden
social donde ellos tengan trabajo, cultura, educación, oportunidades; siguen
presentes con su memoria larga las mujeres y los hombres de las comunidades; sin
olvidarnos de las masas que viven en las periferias, en los suburbios, que
conforman la economía informal y carentes de servicios de salud, son estos
hombres y mujeres donde es posible que surja la revolución y que ya no se ajustan
a la vieja determinación marxista del sujeto revolucionario proletario, que no
son proletarios a la vieja idea marxista (que eran los más pobres, los más
numerosos y creaban riqueza en beneficio de otros, etc.), esto nos demuestra
que esas características ya no están reunidas en un solo sujeto.
Hicimos este recuento para comprender que hay un nuevo eje de la lucha de
clases y que existe la posibilidad de que esas amplias masas se transformen en
revolucionarias; la experiencia nos enseña que los comunistas siempre fueron totalmente
“no-dogmáticos”, dispuestos a parasitar cualquier problema, o sea a tener los
pies en la tierra, recuérdese la consignas movilizadores de las revoluciones
rusa y china: “tierra y la paz” y “liberación nacional y la unidad contra la
corrupción”.
Lenin fue sarcástico con
aquellos que buscaban alguna garantía para hacer la revolución, gente sin
audacia que decía: es demasiado pronto, no hay que arriesgarse o que la mayoría
de la gente no está madura; a esto denomino lo “políticamente correcto”, a esa
visión por etapas, progresivo, de la revolución, y a la que Lenin se oponía por
completo, enfoque que fue reinstaurado por Stalin con la visión de los estadios
“inferiores” y “superiores” del comunismo.
Hoy nos enfrentamos a una derecha que desea
imponer un Nuevo Orden de largo alcance y lo que nos debe preocupar, no es
tanto lo reaccionarios que son los Añez, Mesa, Camacho y Tuto, sino por qué una
parte de la clase media le abrió el espacio a la derecha fascista, y esto significa
un fracaso de la ideología; por qué se ha creado una “clase simbólica”
conformada por artistas, académicos, periodistas, etc. que es el coro de esta
política retrógrada, racista y violenta.
Por eso planteo la necesidad de un acto
revolucionario dentro de un proceso democrático electoral, en el cual desde un
pensamiento crítico a esa forma del ejercicio del poder democrático
representativo pasado, ahora debemos responder a la tareas de elevar el descontento social
y político a niveles superiores, si podemos construir nuevas formas de
conciencia social en las periferias, si los comunidades con autonomías
indígenas aportan a la refundación del país, creo que ahí radican los gérmenes
del futuro.
La victoria electoral la estamos
labrando lentamente en base a dos factores importantes, las amplias mayorías
perciben que el tiempo de la pobreza será una realidad con cualquier gobierno
de Añez, Mesa, Camacho o Tuto, y por tanto la justicia social se derrumbará. Pero estos dos factores no necesariamente
están conectados, para darnos cuenta que nuestro día a día se vuelve injusto,
tiene que haber una cierta libertad ideológica; y esta libertad
es amenazada constantemente por la represión, la persecución, la sanción, la
judicialización por parte del gobierno golpista; si esa libertad disminuye, el
pueblo lentamente no será consciente de la situación de injusticia y desigualdad
en que se encuentra.
Si la
libertad ideológica se va debilitando, esta realidad infame la asumiremos como
una situación normal y el poder de los déspotas como algo naturalizado; así se
ahondará la despolitización, donde cada individuo se dedique a su trabajo y este es
el camino de la rendición. Por eso estamos obligados a construir el acto emancipatorio como
resultado no de un solo agente o movimiento social, sino de una explosiva
combinación democrática de diferentes conglomerados sociales. Este es el desafío
ético político de reconocernos a nosotros mismos en esta figura, sin
camarillas, ni mesianismos, que frente al horror y terror de este Estado
reaccionario, la recuperación de la democracia se constituye en la respuesta
más revolucionaria ante los sectores extremistas de la derecha que buscan una salida violenta a
esta crisis política, como lo hicieron en octubre; no podemos permitir que se
cierren los espacios democráticos, porque de ser así vendrá el arrasamiento de
todos los derechos conquistados.
Lamentablemente las reglas del juego han
cambiado sustancialmente, la derecha tiene un programa, fuerzas sociales,
instituciones, medios de comunicación y el apoyo, para nada inofensivo, del
imperialismo yanqui. El campo popular debe luchar contra las fuerzas
conservadoras y reformistas internas, que expresan una cultura política retrógrada,
así como también con esa izquierda más tradicional, que conciben la política
como tutelaje, y que tienen nula confianza en las iniciativas del poder
popular, como por ejemplo la iniciativa de los compañeros del trópico que compartieron sus productos
con nuestros hermanos más necesitados, como la auto convocatoria de la noche
del cacerolazo y el petardazo, hay que volver a las calles y a las plazas para
defender nuestros derechos fundamentales, porque nuestra autoridad moral va más
allá de esa derecha que nos grita: salvajes, terroristas, maleantes,
narcotraficantes, tiranos, corruptos, etc. Solo con estas formas de acción
política, nuestras luchas democráticas, poco a poco, se vincularan al problema
del poder.
Hay que superar esas visiones deterministas
de las “necesidades objetivas” y las “fases” obligatorias para rebelarnos e
intentar la revolución; siempre queda un
espacio para un acto emancipatorio, pero si seguimos teniendo miedo a tomar el
poder es que no valoramos en su justa dimensión nuestra causa y más pesa el
miedo al desastre catastrófico. Pero es mejor el desastre provocado por la
fidelidad a nuestras convicciones y principios, que tener el desierto con un
gobierno antinacional. No hay dónde perderse, la única pregunta auténtica que
deben responderse el binomio, los candidatos al legislativo y cada militante
del MAS es si toleramos esta “naturalización” de este autoritarismo, de esta
prepotencia, de este totalitarismo al que nos quieren llevar los Añez, Mesa,
Camacho y Tuto; y cómo salimos de este desastre para nunca más volver.
Lo que quise
demostrar, es que en última instancia la victoria electoral contundente
debe ser el reflejo de la acción política de militantes que estén a la altura
del reto que les plantea la historia, con un programa renovado, con formas y
contenidos de campañas electorales que marquen diferencia, acompañados de miles
de mujeres y hombres forjados en la lucha y con nuevos liderazgos, solo así se puede
abrir un horizonte estratégico que de una vez por todas resuelva el destino
histórico de nuestra Nación.
*Ex militante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka
[1] https://www.paginasiete.bo/seguridad/2020/4/24/murillo-metamos-aviones-de-guerra-al-chapare-253652.html
[2] https://www.infobae.com/america/agencias/2020/04/10/gobierno-boliviano-militariza-santa-cruz-su-region-con-mas-coronavirus/
[3] https://www.infobae.com/america/america-latina/2019/11/13/estados-unidos-reconocio-a-jeanine-anez-como-presidenta-interina-de-bolivia/