Resumen Latinoamericano, 18 de mayo de 2020
La revolución de 1959 significó el logro de la soberanía
nacional cubana, la puesta en práctica de un proyecto de justicia y equidad
social, el comienzo de las transformaciones más profundas y radicales en la
historia de la nación y su cultura.
Un acontecimiento de tal magnitud no podía sino modificar por
entero las políticas en relación con el género y las sexualidades. Ha sido un
proceso de metamorfosis cultural complejo, propiciador de confrontaciones y
diálogos entre generaciones, patrones culturales, clases y estratos sociales,
en el que las mujeres hemos sido beneficiarias protagonistas y promotoras.
La erosión del patriarcado como paradigma de poder
En este escenario de amplia participación popular se gestaron
las primeras acciones para implementar los cambios políticos, económicos y
sociales que modificaron el papel de los hombres y las mujeres en la sociedad y
en la familia, en sus relaciones de pareja, en las sexualidades, en las
relaciones intergeneracionales.
Entre 1959 y 1961, el joven Estado Revolucionario aprobó leyes
muy significativas que respondían a viejos anhelos frustrados por la
politiquería de los partidos tradicionales, su corrupción y el servilismo a la
poderosa nación del norte. Entre ellas, resalta la Ley Fundamental de la
República de Cuba, aprobada el 7 de febrero de 1959, en la que se estableció la
igualdad de salarios entre hombres y mujeres.
El 23 de agosto de 1960 se constituyó oficialmente la Federación
de Mujeres Cubanas (FMC) como movimiento organizado y masivo de las mujeres en
la sociedad civil; desde entonces se articuló un proyecto propio, de
empoderamiento como sujetos de derecho, con profundo impacto en toda la sociedad,
la política y la cultura.
Simultáneamente se desarrollaron diferentes iniciativas de
amplia participación ciudadana, como las movilizaciones populares en defensa de
las agresiones terroristas organizadas por el gobierno de Estados Unidos de
América; las mujeres llegaron a sus casas vestidas de milicianas y se hicieron
cotidianas sus imágenes en este nuevo rol social.
La amplia incorporación de las mujeres al trabajo y a todo lo que acontecía públicamente tuvo gran impacto en la sexualidad (Núñez, 2001). La nueva condición social de las mujeres contribuyó a cambiar el patrón reproductivo real de seis hijos/as por mujer, a menos de un hijo o hija por mujer (Alfonso, 2006), aunque la última Encuesta Nacional de Fecundidad informa que el ideal reproductivo de la mujer es de 2,13 y el de los hombres 2,31 (onei, 2009).
Como resultado del trabajo conjunto entre la FMC y el nuevo
Sistema Nacional de Salud Pública, en 1964 se estableció el Programa Nacional
de Planificación Familiar y en 1965 se institucionalizó la terminación
voluntaria del embarazo, como un servicio gratuito, realizado por profesionales
y en instituciones de la salud pública.
Esto se hizo con el objetivo de disminuir la mortalidad materna,
así como el de promover y garantizar el derecho de las mujeres a tomar
decisiones propias sobre su cuerpo.
Estas decisiones, junto a otros programas nacionales,
contribuyeron a disminuir la mortalidad materna, que en 1959 era de 120 por
cada 100 000 niños nacidos vivos, y ya en 1966 se había reducido a 60. El monitoreo
riguroso de este indicador para disminuir sus causas previsibles constituye una
tarea permanente y uno de las más importantes del Programa Materno Infantil del
Minsap, que cerró el año 2019 con una tasa de 36 muertes por 100 000 niños
nacidos vivos .
Siguiendo sus peculiares mecanismos de participación, en 1972 la
FMC estableció un grupo de trabajo multidisciplinario e intersectorial para
gestar y desarrollar un Programa Nacional de Educación Sexual.
Con esta iniciativa se pretendía responder a uno de los
planteamientos expresados por las mujeres en sus plenarias anuales: prepararse
en educación sexual para orientar mejor a sus hijas e hijos, y evitarles así
las vicisitudes que ellas habían sufrido. Con esta premisa nace el Grupo
Nacional de Trabajo de Educación Sexual.
La importancia de la educación sexual fue reconocida en el
Segundo Congreso de la FMC, en 1974, y en el Primer Congreso del Partido
Comunista de Cuba, en 1975. Desde entonces, la educación de la sexualidad quedó
expresada en la política del Estado, que reconoció en la familia y la escuela,
a las instituciones de mayor responsabilidad.
Las políticas de los años 60 se expresaron en nuevas leyes
durante la década de los 70, entre las que se destaca el Código de Familia
aprobado en 1975, como resultado de un amplio proceso de consulta popular.
Considerado el más avanzado para su época en todo el continente, reconocía el
derecho de hombres y mujeres a una sexualidad plena y a compartir las mismas
responsabilidades domésticas y educativas.
Como consecuencia de la política desarrollada durante los años
70, Cuba fue el primer país en firmar, y el segundo en ratificar, los
compromisos de gobierno ante la Convención sobre la Eliminación de todas las
formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw, 1979).
El respeto a la libre orientación sexual e identidades de género
La cultura cubana tiene una fuerte herencia hispano-africana patriarcal, con una larga tradición homofóbica, un modelo de dominación impuesto por el sistema colonial español y su religión oficial, junto a una producción científica universal que estigmatizaba la homosexualidad.
Cuando triunfa la Revolución, en todo el mundo las ciencias
médicas, sicológicas, sociales y jurídicas se pronunciaban en contra de la
homosexualidad, y la consideraban un ejemplo de enfermedad, locura, decadencia
moral y desviación de las normas sociales.
Desafortunadamente, la permanencia de la homofobia
institucionalizada en las primeras décadas de la Revolución, no ha sido
analizada en toda su complejidad. Esta situación es aprovechada por quienes
solo han visto en ello una oportunidad para lucrar dentro del bien financiado
mercado de los ataques contra Cuba. Ante esto resulta imprescindible el
análisis crítico, desde nuestras instituciones, a prácticas incoherentes con el
espíritu humanista del proceso revolucionario.
David Carter (2004), en su libro Stonewall, las protestas que
encendieron la revolución gay, escribió que, en 1961, las leyes que penalizaban
la homosexualidad en Estados Unidos eran más duras que las aplicadas en Cuba,
Rusia o Alemania del Este, países usualmente criticados por el gobierno
estadounidense por sus «métodos despóticos» (Carter D., p.16).
Comprender la situación actual de las personas lesbianas, gays,
bisexuales, trans e intersexuales (lgbti+) en Cuba, y la necesidad de colocar
su atención como objeto de política, exige ubicarse en la evolución histórica
del tema en la agenda social de la Revolución Cubana.
El Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual (Gntes, 1972),
lidereado por la fmc, devino en Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex)
en 1988, y desde entonces se subordina al Ministerio de Salud Pública.
El Cenesex tiene la misión de contribuir al desarrollo de la
Educación Integral de la Sexualidad, la Salud Sexual y el reconocimiento y
garantía de los derechos sexuales de toda la población. Para ello, desarrolla
estrategias educacionales y comunicacionales que incluyen diferentes campañas
nacionales de bien público.
Un impacto significativo en la movilización de la conciencia social
de la población cubana ha sido la iniciativa de celebrar el Día Internacional
contra la Homofobia y la Transfobia desde el 17 de mayo de 2007.
Acogimos así la propuesta del profesor franco-caribeño,
Louis-Georges Tin, de situar en las efemérides nacionales la celebración del
día en que la Organización Mundial de la Salud aprobó la despatologización de
la homosexualidad, una de las razones que han contribuido a su estigma y
discriminación, sin fundamentos científicos. Esto ocurrió el 17 de mayo de
1990.
Desde 2008 dedicamos todo el mes de mayo a desarrollar acciones
educativas y comunicacionales que promueven el respeto a la libre orientación
sexual e identidades de género, como ejercicio de justicia y equidad social,
con el nombre propio de Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia.
Estas jornadas son coordinadas por el Cenesex, a través del
Minsap, junto a otras instituciones del Estado, el gobierno y el indispensable
apoyo del PCC a sus distintos niveles. Se han dedicado campañas al espacio
familiar, escolar, laboral y, más recientemente, al reconocimiento de todos los
derechos para todas las personas, sin discriminación por sus orientaciones
sexuales e identidades de género.
Las Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia han
impactado, sin lugar a duda, en la visión de país aprobada en el 7mo. Congreso
del Partido Comunista de Cuba (2016) y en la Asamblea Nacional del Poder Popular
(2017) después de un riguroso proceso de consulta popular.
La Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de
Desarrollo Socialista y el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta
2030 hacen mención expresa a la necesidad de enfrentar toda forma de
discriminación, incluyendo la motivada por orientación sexual e identidad de
género.
En total sintonía con ello, desde 2019, nuestro texto
constitucional reconoce los derechos sexuales y reproductivos, prohíbe la
discriminación hacia las personas con sexualidades no heteronormativas, protege
la diversidad familiar y regula de manera clara el matrimonio como una
institución jurídica a la que pueden acceder todas las personas sin
discriminación de ningún tipo.
Claro que falta un largo camino por recorrer. Por eso educamos
para el amor y la convivencia respetuosa, no para la perpetuación de relaciones
de dominación ni de violencia. Educamos en los principios humanistas y
democráticos que se inspiran en el paradigma emancipador del socialismo, en la
libertad como compleja responsabilidad individual y colectiva. Seguiremos
trabajando hasta alcanzar toda la justicia.
Fuente. Cubadebate.cu