Por Juan J. Paz-y-Miño Cepeda, Resumen Latinoamericano, 26 de mayo de 2020.
La batalla del Pichincha, que se desarrolló el 24 de mayo de 1822, concluyó con el proceso de independencia de la actual República del Ecuador, iniciado por la Revolución de Quito, el 10 de agosto de 1809. Fue, además, parte fundamental de la lucha independentista de las distintas regiones coloniales de la región que hoy identificamos como América Latina, que comenzó con la liberación de Haití, en 1804.
Los distintos países que surgieron tras ese largo proceso conmemoran su Día Nacional tomando como fecha aquella que identifica su propia independencia. Por eso, el centro de las conmemoraciones por el bicentenario se produjo entre 2009 y 2012, años en los cuales se realizaron numerosos actos nacionales en México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Argentina, Chile, Paraguay, aunque se unieron otros países tanto por solidaridad, como por tomar experiencia para las conmemoraciones que se sucederían en los siguientes años.
El historiador Héctor Pérez Brignole, en Historia Global de América Latina (2018) ubica tres momentos de “olas revolucionarias”: el primero, entre 1810 – 1814, que se inicia con las Juntas establecidas en diversas ciudades; el segundo, entre 1815 – 1822, iniciado con las independencias de varios países centroamericanos; y el tercero y definitivo, entre 1822 – 1825, que culmina con la batalla de Ayacucho y la fundación de la República de Bolivia, por el mariscal Antonio José de Sucre, quien había conducido, en Quito, la exitosa batalla del Pichincha.
El proceso independentista de América Latina ha merecido centenares de estudios y en cada país hay libros y artículos que tratan las historias nacionales. Viejas polémicas siguen presentes en la actualidad, unidas a nuevos enfoques y nuevas investigaciones. Una síntesis reciente y fundamental puede hallarse en el libro de Sergio Guerra Vilaboy, presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), que se titula: Jugar con fuego. Guerra Social y Utopía en la Independencia de América Latina (https://bit.ly/2ZvHF4g).
Se ha discutido sobre el carácter de aquellos procesos, atribuidos a criollos terratenientes o a burguesías emergentes; se ha debatido si la independencia tuvo o no un alcance popular; se discrepa sobre sus alcances, considerando que las repúblicas que nacieron consagraron el poder de minorías oligárquicas, que marginaron cualquier desarrollo democrático; se observa, alaba o cuestiona el liderazgo de las principales figuras involucradas en las luchas libertadoras; incluso hay quienes consideran a los procesos latinoamericanos como simple eco o reflejo de los acontecimientos europeos y, por tanto, niegan la personalidad propia de ellos en tierras latinoamericanas; y, en fin, no es ajeno a los debates el surgimiento de concepciones revisionistas y hasta anti-históricas, sustentadas en criterios simplemente localistas, regionalistas o elitistas. En Ecuador, por ejemplo, se publicó años atrás una “Historia de Guayaquil” que mereció serios reparos por parte de una amplia gama de historiadores nacionales (Ver: https://bit.ly/2Tym6fH), precisamente por su visión localista, que contradice las investigaciones latinoamericanistas más serias e importantes.
En este año y los siguientes, nuestra región conmemora los diversos procesos finales de las luchas independentistas. Pero las condiciones son diversas a las que caracterizaron las celebraciones bicentenarias que tuvieron lugar prácticamente una década atrás. Es difícil encontrar en América Latina el ímpetu integracionista de aquellos años, porque el predominio de gobiernos con visión conservadora y la hegemonía de modelos económicos neoliberales, han impedido el fortalecimiento de los lazos latinoamericanistas, de modo que las elites dominantes miran más hacia los EEUU y a las posibilidades de participar del acuerdo Asia-Pacífico; están abiertas a los convenios bilaterales de inversión que garantizan a los capitales extranjeros en perjuicio de los Estados; han acudido al FMI para caer en sus viejos recetarios de las décadas finales del siglo XX; se articulan políticas favorables a los grupos empresariales más poderosos y se descarta la edificación de economías basadas en el fortalecimiento de las capacidades estatales, el cobro de altos impuestos a las capas ricas, el respeto al medio ambiente y la promoción de los derechos laborales, así como la atención a los sectores populares.
La conmemoración de los 198 años de la Batalla del Pichincha coincide, además, con un momento inédito para Ecuador, pues la crisis por la pandemia del coronavirus ha obligado a la población a observar la cuarentena, el toque de queda y el Estado de excepción decretado en todo el país. Los actos oficiales se han reducido al informe que el Presidente de la República debió rendir ante la Asamblea Nacional, de acuerdo con la Constitución. En esta fecha patria, Lenín Moreno cumple tres años de gobierno y solo queda un año más para la entrega del poder al nuevo presidente que deberá elegirse en 2021.
Si el proceso de las independencias latinoamericanas movilizó una serie de conceptos y utopías revolucionarias, como los de libertad, soberanía, democracia, representación popular, integración, dignidad de los pueblos, constitucionalismo, republicanismo y felicidad, en toda la región la crisis del coronavirus ha puesto en evidencia los límites de la democracia formal, las nefastas consecuencias de los modelos empresariales-neoliberales, las precarias condiciones de vida para amplias poblaciones nacionales y las dificultades que afronta la población trabajadora al carecer de sistemas que protejan las fuentes de empleo en el largo plazo.
Como advierten entidades internacionales, el mundo ha tenido que cambiar a consecuencia de una situación imprevista. La Cepal destaca que América Latina ha pasado a ser una región severamente impactada y que su economía descenderá, con graves repercusiones sobre la pobreza y la inequidad. En ese ambiente, al conmemorar su gesta histórica independentista, los ecuatorianos y ecuatorianas se preguntan, con especial singularidad en el año 2020, si los ideales movilizados hace casi dos siglos se han fortalecido o han sido frustrados y doblegados por las elites del poder.
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Fuente: Rebelión