Por Wooldy Edson Louidor, Resumen Latinoamericano 21 de mayo de 2020
Todo parece indicar que nada ha cambiado en la “gestión” de la migración haitiana por parte de diferentes gobiernos del continente americano durante la pandemia del Covid-19. Dichos gobiernos continúan adoptando los mismos comportamientos frente a los migrantes haitianos, principalmente con aquellos que emigraron después del terremoto del 12 de enero de 2010. República Dominicana con su política de doble moral, Estados Unidos de América con su política del descaro, México con su política del comodín, Canadá con su política del olvido, Colombia y varios países centroamericanos como Panamá, Costa Rica y Guatemala con su política de la irresponsabilidad.
República Dominicana o la política de doble moral
En República Dominicana, desde inicios de marzo ̶ cuando llegó el virus a este país a través de unos turistas italianos ̶ hasta el 11 de mayo de 2020, se han registrado 10.347 casos confirmados de Covid-19, de los cuales 393 muertes[1].
En comparación con Haití, con el que comparte la isla, que tuvo su primer caso el 19 de marzo: desde entonces hasta hoy, en Haití ha habido sólo 182 casos confirmados, de los cuales 17 muertes[2]. Todo parece indicar que la trayectoria del virus fue de República Dominicana hacia Haití; de hecho, al menos una (1) de las personas muertas por culpa del virus en Haití provino de República Dominicana[3].
Otro problema es el siguiente: si bien el gobierno dominicano declaró la moratoria de las deportaciones a mitad de marzo; sin embargo, las autoridades de este país continúan repatriando sin “el debido proceso” a migrantes haitianos en los puntos fronterizos con Haití, principalmente en los puntos no oficiales, según lo que denunciaron varias organizaciones de defensa de los derechos humanos, las mismas autoridades migratorias haitianas[4] y otros actores (por ejemplo, el Observatorio de la Migración y la Trata Transfronteriza –OMTT- de Haití); es decir que no se estaría cumpliendo del todo la moratoria.
Junto con estas deportaciones se dan también retornos voluntarios más o menos masivos a Haití de migrantes haitianos, quienes, al no encontrar trabajo en República Dominicana ni tener acceso a las ayudas gubernamentales dominicanas, se ven obligados a volver a su país de origen. Estos movimientos, forzados y voluntarios de haitianos, vienen complicando enormemente la contención del virus, por parte del gobierno haitiano, en las fronteras del país con República Dominicana.[5]
Se puede entender en este caso que no siempre las instituciones o algunas autoridades respetan a la letra las decisiones de su presidente, mucho menos cuando se trata de temas de soberanía como la migración. Pero es el colmo, cuando el ministro de salud dominicano, Rafael Sánchez, declaró, el pasado 8 de mayo: “Haití es una amenaza importante para República Dominicana desde el punto de vista sanitario”; y agrega: “Apelamos a la comunidad internacional a prestar asistencia a Haití con fines de evitar una catástrofe en Haití”[6]. Allí, nadie entendió.
Lo que pasa es que se trata de un comportamiento típico de varios gobiernos dominicanos, a saber, la política de doble moral: por un lado, muestran una cara amable a la comunidad internacional con respecto a Haití (como si fuera el hermano mayor que sufre de y carga con el hermano menor) y, por el otro, muestran otra cara totalmente diferente –más bien hostil- en relación con los migrantes haitianos y los hijos e hijas de éstos en República Dominicana.
EEUU o la política del descaro
Como se sabe, a hoy, en EEUU ha habido más de 1 millón 300 mil casos positivos por Covid-19, de los cuales más de 80 mil muertes[7]. Aun en estas condiciones, EEUU repatrió a Haití a cerca de 200 haitianos, entre ellos, menores de edad: se comprobó que 3 de estos deportados que llegaron el pasado 7 de abril a Haití venían ya infectados del territorio estadunidense[8]. Aunque Haití ya había cerrado sus fronteras y suspendido los vuelos internacionales desde y hacia su territorio, se sobreentiende que EEUU le obligó a recibir a esos deportados, en proveniencia del país, donde la pandemia ha sido la más mortal hasta ahora, y hacia un país (“el más pobre del continente”) que de por sí tiene pocas infraestructuras para cuidar a sus 11 millones que viven en su territorio.
De hecho, fue hace poco tiempo, exactamente el pasado 18 de abril, cuando el gobierno haitiano recibió un préstamo de 111.6 millones de dólares por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), con los que compró a China algunos insumos médicos. Recientemente, el pasado 7 de mayo, llegó desde el país asiático el primer avión de carga con los primeros insumos[9]. Para tener una idea de la precariedad en Haití, hasta el 10 de mayo se había hecho el test de detección o confirmación del virus sólo a cerca de 1.300 personas en todo el territorio nacional.
El argumento de Trump para hacer estas deportaciones es que existe una emergencia sanitaria en EEUU; por lo que tiene que tomar decisiones drásticas, empezando con la expulsión de los migrantes, en particular, los indocumentados y los convictos que cumplen sentencias o penas en las cárceles (un foco importante de propagación del virus).
Definitivamente, este comportamiento del gobierno de Trump va más allá de la maldad, es puro descaro, que ha marcado la política de deportaciones de EEUU con respecto a los migrantes haitianos.
México o la política del comodín
Al gobierno de México, hasta ahora lo viene “utilizando” el gobierno de Trump para frenar tanto las migraciones que vienen desde la frontera sur del país azteca con Guatemala como las que ingresan al territorio estadunidense desde su frontera con México. Presionado por EEUU, desde junio de 2019 el gobierno de México viene endureciendo sus políticas migratorias en la frontera con Guatemala; los migrantes que logran llegar por ejemplo a Chiapas son detenidos en unos centros migratorios, cuyas condiciones de salubridad son deplorables. Uno de los centros más famosos es la Estación Siglo XX, donde viven o han vivido (hasta marzo) cerca de 800 migrantes, de los cuales una gran cantidad es de nacionalidad haitiana. Siguen allí los migrantes (no sabemos cuántos), aunque varios de ellos siguen su ruta hacia la frontera norte hacia EEUU, en condiciones menos favorables y evidentemente en menor cantidad que anteriormente a la expansión del virus.
La cifra que hay disponible es que sólo en el primer trimestre de 2020, hubo más de 17 mil solicitudes de asilo al Estado mexicano, y los haitianos ocupan el segundo lugar en cuanto a la nacionalidad de los solicitantes con 3.426[10]. Desde luego, lo que todas las organizaciones de derechos humanos, la iglesia católica y otras iglesias (entre otros actores) le vienen pidiendo al gobierno de México es, entre otras cosas, “la liberación inmediata de todas las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo, que se encuentran en Centros de detención migratoria”.[11]
La situación no va tampoco mejor en la frontera del norte de México, donde el gobierno de Trump logró que México aceptara que los solicitantes de asilo se quedaran en el país azteca, mientras se siga el proceso de su elegibilidad al estatus de refugiados en EEUU. Mientras tanto, EEUU ha endurecido el control migratorio en sus fronteras y deportado masivamente hacia México a migrantes mexicanos, guatemaltecos y hondureños; por ejemplo, más de 10 mil migrantes fueron repatriados, sólo del 21 de marzo al 9 de abril[12].
Se estima que, en esta franja fronteriza mexicana, en particular en Tijuana y Ciudad Juárez, habría actualmente cerca de 40 mil migrantes (entre ellos, miles de migrantes haitianos) en espera de poder regularizar su status, mientras que los albergues están desbordados y ya no dan abastos[13].
Pero, frente a esta situación preocupante para los migrantes, incluyendo a los mismos migrantes mexicanos, no ha pasado nada por parte del gobierno de México: así es cómo lo quiere Trump tanto en la frontera Norte como en la frontera Sur. Y México adopta la política del comodín.
Canadá o la política del olvido
A Canadá, en particular Quebec, región francófona fronteriza con el departamento estadunidense de Nueva York, llegaron en 2017 entre 7 y 8 mil haitianos provenientes de EEUU; estos haitianos prefirieron irse a Canadá (a través de la frontera Lacolle o por el Roxham Road) para solicitar asilo, por temor a la deportación y a las amenazas de Trump, quien no quiso renovar el programa especial de regularización temporal de haitianos (Temporary Protected Status – TPS) que adoptó EEUU tras el terremoto de 2010. Finalmente, Trump tuvo que renovarlo.
A estos 8 mil haitianos el gobierno canadiense no les dio el estatus de refugiados; tampoco los regularizó, como lo hizo anteriormente en 2014 con otros migrantes haitianos a través de un programa especial de regularización; pero tampoco los deportó. ¿Qué hizo? Simplemente les permitió quedarse en el país e incluso trabajar en esta condición migratoria temporal indefinida. Varios de ellos, en particular, las mujeres son quienes vienen cuidando a ancianos (al igual que Europa, Canadá es un país de envejecientes) en los hogares geriátricos y, de esta manera, exponiendo sus vidas; el gobierno canadiense los ha olvidado por completo desde 2017.[14]
Pero, la presión que hizo un gran plexo de organizaciones y sectores de la sociedad civil quebequense fue tan fuerte que el primer ministro Justin Trudeau tuvo que mandar un mensaje televisado al pueblo de Canadá, en el que reconoció la labor de estos profesionales de salud haitianos. Pero el reconocimiento que se esperaba más del gobierno canadiense, a saber, el reconocimiento legal, hasta ahora no ha llegado. Así que el olvido, la política del olvido, sigue.
Colombia, Panamá, Costa Rica y Guatemala o la política de la irresponsabilidad
Uno de los puntos ciegos para la investigación sobre las migraciones en América Latina, en particular las migraciones que van del Sur al Norte del continente, es la frontera entre Panamá y Colombia, que se llama el Darién. Estamos hablando de una “selva tropical inhóspita que tiene 575.000 hectáreas de naturaleza virgen conocidas como el tapón del Darién”[15]. Los peligros que hay en esta zona para los transeúntes son mortales, se trata de ríos con fuertes corrientes, serpientes, jaguares, mosquitos, bandas armadas y delincuentes.
Se estima que, desde abril de 2020, “la pandemia ha atrapado allí en el Darién a alrededor de 2.000 migrantes”, algunos ya enfermos, los cuales se encuentran alojados en tres estaciones migratorias;[16] gran parte de ellos son haitianos. También se informa, en la misma nota mencionada, que habría más de 530 migrantes (que siguieron esta ruta del Sur al Norte del continente), quienes se encuentran cerca de la frontera de Panamá con Costa Rica.
¿Cómo es que esos haitianos han llegado hasta Colombia, Panamá, Costa Rica, etc.?, uno podría preguntar. Es que desde 2016, con el derrocamiento de Dilma Rousseff en Brasil y la subsecuente crisis política y económica que ocurrió en el gigante sudamericano, y a partir de 2018 con la llegada al poder en Chile del presidente chileno conservador Sebastián Piñera, cientos de miles de haitianos prefirieron re-emigrar desde Sudamérica (Brasil y Chile son los principales países de destino de los migrantes haitianos en esta región) a EEUU, pasando por Ecuador, Colombia, Panamá y el resto de Centroamérica.[17]
Hasta ahora, ¿cuál de estos gobiernos, colombiano, panameño, costarricense, ha informado acerca de la presencia y de los movimientos de migrantes y extranjeros en sus fronteras y en general en su territorio, durante esta pandemia?
Que sepamos: ninguno. Es el olvido total por parte de estos gobiernos que, al parecer, se limitan solamente a dejar pasar a esos migrantes en sus territorios: se preocupan sólo cuando éstos no pueden pasar al país que sigue en la ruta hacia EEUU (desde Brasil y Chile) y, por lo tanto, se quedan varados en sus territorios. Es la política del olvido.
Conclusión
Mi conclusión es la siguiente: pareciera que el caso de los migrantes haitianos en el continente americano nos estaría revelando que no hay nada nuevo en cuanto a la “gestión” de las migraciones por los gobiernos durante la pandemia. Al menos para este caso específico de los migrantes haitianos.
Es como si en Estados Unidos, el objetivo consistiera siempre en deportar –a como dé lugar- a los indocumentados y a los que tienen problemas con la justicia estadunidense, aprovechando todas las ocasiones, incluso las peores como esta coyuntura de la pandemia: la política del descaro.
Es como si en República Dominicana, el objetivo estribara en esperar siempre el momento oportuno para mostrar a la comunidad internacional que está preocupada por Haití, mientras sigue aplicando una política hostil con los migrantes haitianos e incluso con los dominicanos de origen haitiano: la política de doble moral.
Es como si en Colombia y Centroamérica, el objetivo de esos gobiernos con estos flujos migratorios que van hacia EEUU consistiera en dejar que éstos pasen y circulen en sus territorios, al menos que EEU diga lo contrario o que el país vecino cierre sus fronteras y deje al otro con el problema: la política de la irresponsabilidad.
Es como si en Canadá, en particular en Quebec, el objetivo fuera aprovechar cada vez más la mano de obra del migrante haitiano, pero manteniendo a éste en condiciones migratorias precarias y sin regularizar su estatus migratorio: es la política del olvido.
-Wooldy Edson Louidor, profesor e investigador del Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia)
fuente: alai