Méxi­co. Muje­res indí­ge­nas, las más invi­si­bi­li­za­das duran­te pandemia

por Sonia Gerth Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 299 de mayo de 2020

La lle­ga­da del COVID-19 ha exa­cer­ba­do la dis­cri­mi­na­ción y el racis­mo hacia las muje­res indí­ge­nas en el país, ponien­do en evi­den­cia que el Esta­do des­de antes no ha podi­do garan­ti­zar sus dere­chos. En eso coin­ci­die­ron las ponen­tes del webi­nar, “Muje­res y pue­blos indí­ge­nas: Racis­mo y Patriar­ca­do en tiem­pos del Covid-19“, orga­ni­za­do por Equis Jus­ti­cia para las Mujeres.

Yutei­ta Vale­ria Hoyos Ramos, de la Red de Abo­ga­das Indí­ge­nas, puso las falen­cias de hoy en el mar­co de la mar­gi­na­ción his­tó­ri­ca y sis­te­má­ti­ca, don­de las muje­res indí­ge­nas serían aún más mar­gi­na­das que la pobla­ción indí­ge­na en gene­ral. Y cuan­do viven vio­len­cia, el acce­so a la jus­ti­cia es muy exte­nuan­te: “Muchas muje­res no denun­cian por­que con­si­de­ran que no las van a aten­der, que el cos­to es muy alto. Ellas viven en zonas ale­ja­das de las cabe­ce­ras muni­ci­pa­les don­de no hay juz­ga­dos, y tie­nen que des­ti­nar tiem­po que podrían estar tra­ba­jan­do“, explicó.

Por lo tan­to, muchas muje­res rura­les pre­fie­ren man­te­ner el tra­ba­jo a tras­la­dar­se para acce­der a jus­ti­cia. “Si bien una mujer logra acu­dir, enton­ces enfren­ta otra serie de com­pli­ca­cio­nes, no hay tra­duc­to­res, hay que pagar una mul­ti­tud de tras­la­dos, que cada vez son ocho horas. Hay que pagar copias… Muchas per­so­nas dirían, ‘Ah, no son caras’, pero para las per­so­nas afec­ta­das sí“, rela­tó la defensora.

Esta vul­ne­ra­bi­li­dad, se recru­de­ció con la con­tin­gen­cia: “Los Tri­bu­na­les Supe­rio­res de Jus­ti­cia de los esta­dos limi­ta­ron su ser­vi­cio, que­da­ron en orfan­dad total los jui­cios de pen­sión ali­men­ti­cia. Los tras­la­dos son muy difí­ci­les, las y los ser­vi­do­res públi­cos deja­ron de tra­ba­jar“, mani­fes­tó la abo­ga­da. Una alter­na­ti­va sería resol­ver los con­flic­tos den­tro de la comu­ni­dad. Los sis­te­mas nor­ma­ti­vos inter­nos de las comu­ni­da­des fue­ron reco­no­ci­dos a nivel cons­ti­tu­cio­nal en 2001.

El mis­mo Ins­ti­tu­to Nacio­nal de los Pue­blos Indí­ge­nas (INPI), habría recor­da­do a las auto­ri­da­des indí­ge­nas, que tie­nen la facul­tad de resol­ver asun­tos de vio­len­cia. Pero aun­que Hoyos Ramos con­si­de­ró la medi­da pru­den­te, advir­tió que “no deja cla­ro los esta­ble­ci­mien­tos téc­ni­cos“, y que las auto­ri­da­des muchas veces no son capa­ci­ta­das en pers­pec­ti­va de género.

Muje­res des­pla­za­das en Chia­pas no pue­den alimentarse

La Coor­di­na­do­ra Nacio­nal de Muje­res Indí­ge­nas, Nor­ma Don Juan, recor­dó la situa­ción de las per­so­nas des­pla­za­das, muchas de ellas muje­res indí­ge­nas, que no tie­nen los recur­sos para obser­var las medi­das de higie­ne y dis­tan­cia. En el con­flic­to terri­to­rial entre Che­nalhó y Chal­chihui­tán, en Chia­pas, hay más de 4 mil per­so­nas des­pla­za­das. “Viven al aire libre, tie­nen que dor­mir sepa­ra­dos por fami­lias, no lo hacen por la sana dis­tan­cia, lo hacen por­que si se con­cen­tran es mas fácil que los para­mi­li­ta­res pue­dan ata­car­los y matar­los“, narró Don Juan. “No se están imple­men­tan­do medi­das espe­cia­les para eso.“

La defen­so­ra se mos­tró muy preo­cu­pa­da por una posi­ble ham­bru­na entre la pobla­ción des­pla­za­da. Las per­so­nas “no pue­den tra­ba­jar su tie­rra, y no tie­nen los medios para resol­ver la nece­si­dad de ali­men­tos“, por lo tan­to, es nece­sa­rio que el Esta­do deje de ser omi­so y atien­da la situa­ción de hambre.

La situa­ción no es muy dis­tin­ta en las zonas rura­les, advir­tió. Por ejem­plo, la comu­ni­dad oto­mí vivien­do en el cen­tro de la Ciu­dad de Méxi­co, fue des­alo­ja­da del terreno don­de vivía. “No tie­nen agua pota­ble, no pue­den apli­car sana dis­tan­cia por­que viven haci­na­dos. Están vivien­do en la calle, no se pue­den que­dar en la casa. Enton­ces es una situa­ción que se vive tan­to en zona rural como urbana.

En los espa­cios urba­nos de pobre­za, las vivien­das son de lámi­na, las per­so­nas viven del día a día. “Las fami­lias dicen, si no nos mata el COVID-19, nos mata el ham­bre.“ Y el des­abas­to de agua hace muy difí­cil la situa­ción, lo que afec­ta de mane­ra dife­ren­cia­da a las muje­res indí­ge­nas: “Ellas invier­ten el tiem­po para reco­ger el agua, espe­ran el agua, el ser­vi­cio, van a las ofi­ci­nas, hacen lla­ma­das. Com­pran agua para beber y coci­nar. Noso­tras ges­tio­na­mos el agua en la fami­lia“, expli­có Don Juan.

Con las medi­das de con­tin­gen­cia, tam­bién aumen­tó el tra­ba­jo del cui­da­do, por­que en su mayo­ría son las muje­res, las que se ocu­pan de la escue­la a dis­tan­cia para sus hijas e hijos. “El
bus­car el espa­cio para encon­trar señal, para reci­bir el men­sa­je del pro­fe­sor para que los niños pue­dan hacer sus tareas, impli­ca tiem­po y recur­sos. Por­que no hay acce­so a inter­net, o una mala señal. Se eli­mi­na tiem­po libre. Y tam­bién se dedu­ce el tiem­po para acti­vis­mo y resis­ten­cia social.“

La voce­ra de la Red de Casas de Muje­res Indí­ge­nas (Cami), Nelsy Mari­se­la Ku Chay, habló sobre la impor­tan­cia que tie­nen estas casas en sus comu­ni­da­des res­pec­ti­vas, para pre­ve­nir y aten­der la vio­len­cia de géne­ro. La sema­na pasa­da, la Segob dio a cono­cer que el pre­su­pues­to eti­que­ta­do para el INPI se redu­cía en un 75 por cien­to, a cau­sa de la aten­ción a la pan­de­mia. Los recur­sos para las 35 Cami fue­ron eliminados.

Aun­que la secre­ta­ria de Gober­na­ción, Olga Sán­chez Cor­de­ro, afir­mó que se bus­ca­ría una ayu­da exter­na para las Cami, tocan­do puer­tas de la Unión Euro­pea, ésta no ha sido con­fir­ma­da. “Nos sen­ti­mos des­va­lo­ra­das como orga­ni­za­ción, igno­ra­das“, afir­mó Ku Chay. ¿Por qué nece­sa­ria­men­te se deci­de qui­tar o eli­mi­nar este finan­cia­mien­to? Pare­cie­ra que fue­ra un pre­tex­to con el COVID-19, de decir las Cami pue­den esperar.“

La defen­so­ra opi­nó que el recor­te demues­tra una mira­da dis­cri­mi­na­to­ria hacia las muje­res indí­ge­nas: “Son muje­res que viven en comu­ni­da­des, son com­pro­me­ti­das, pue­den hacer la labor, es par­te de su cos­tum­bre la labor en las comu­ni­da­des. Se cree que noso­tras pode­mos hacer tra­ba­jo sin nin­gu­na remu­ne­ra­ción, sin reco­no­ci­mien­to.” Eso, a pesar de que la Red de Cami obser­vó un aumen­to de vio­len­cia de géne­ro duran­te las pri­me­ras sema­nas de contingencia.

El año pasa­do se aten­dió a más de 29 mil usua­rias en todas las Cami. Duran­te la cua­ren­te­na, las muje­res habrían pedi­do más los ser­vi­cios de aten­ción direc­ta. “Hemos vivi­do muy de cer­ca que exis­ten aumen­tos. Y las con­se­cuen­cias de la cua­ren­te­na son muy nega­ti­vas, se les pri­va a las muje­res de la salud ances­tral, la aten­ción a muje­res emba­ra­za­das también.”

Las otras ponen­tes, Hoyos Ramos, Don Juan, así como Fáti­ma Gam­boa Ek, de Equis Jus­ti­cia, sub­ra­ya­ron la impor­tan­cia de las Cami en las comu­ni­da­des. “Esta­mos muy con­tra­ria­das ante esta situa­ción”, dijo Don Juan. “La reduc­ción al INPI nos da el men­sa­je de cuál es la mira­da que se tie­ne hacia la pobla­ción indí­ge­na. Las polí­ti­cas públi­cas son cie­gas a las des­igual­da­des de géne­ro y étni­cas, no hay accio­nes dife­ren­cia­das que reco­noz­can esas desigualdades.”

FUENTE: CIMAC

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