Por Arístides Ortiz Duarte /Resumen Latinoamericano, 5 de mayo de 2020
240.000 personas murieron en el planeta hasta el día de hoy, domingo 3 de mayo, a causa de la infección que provoca en el cuerpo humano el coronavirus. El virus es como un activador de la “bomba biológica” que muchos llevamos dentro: las enfermedades de base o crónicas, principalmente las cardiovasculares y pulmonares, productos de los estilos de alimentación y de vida modernas.
Goldmundo Azul (48 años, Ñemby), miembro del Proyecto Comunitario La Nutricia, practicante y conocedor de la alimentación natural, sigue muy de cerca la crisis pandémica que vivimos en estos últimos dos meses. Azul, quien ha acompañado en Paraguay a incontables personas en la sanación de enfermedades crónicas mediante cuidados alternativos a la medicina occidental, afirma que “lo que mata a las personas son las enfermedades crónicas, mucho más que el coronavirus”.
Los cientos de miles de muertes por infección de coronavirus a causa de la explosión de contagios en países como España, EE.UU., Italia, Ecuador, Brasil y México, parecen corroborar la observación de Golmundo Azul: el virus se ceba en la obesidad, la diabetes, la hipertensión y las enfermedades coronarias y respiratorias de los infectados para llevarlos a las unidades de terapia intensiva de los hospitales y luego a la muerte por paro cardio-respiratorio.
Azul recuerda que”…las enfermedades crónicas, entre ellas las cardiovasculares y pulmonares, son la mayor causa de muerte en el mundo; ocultos detrás podemos ver a la moderna alimentación como principal responsable de estas enfermedades que son contemporáneas, ya que décadas atrás no existían tan altos niveles de diabetes, cardiopatías, cánceres, alzhéimer, parkinson, esclerosis múltiples…”. Agrega que “…las causas principales ‑de estas enfermedades- son la mala alimentación, la sobrealimentación y el sedentarismo, y la degradación de los alimentos que tiene que ver con el nefasto sistema de producción industrial” de los mismos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1980 había 108 millones de diabéticos en el mundo; para 2014 la cifra trepó a 422 millones. En el 2019, la organización de las Naciones Unidas contabilizó alrededor de 4, 2 millones de muertes en el planeta provocadas en forma directa por la diabetes, número que es 2 veces más que las muertes que causó en el 2012 (1,5 millones).
Los datos elaborados por el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social dan cuenta que el 58% de la población paraguaya padece de sobrepeso, obesidad y obesidad mórbida; casi el 47% padece hipertensión, mientras que el 12,5% es diabética. A estos se suman los fumadores y los alcohólicos ‑cuyos porcentajes no tienen fuentes oficiales- que se presume hay en gran cantidad. Ambas drogas duras (el cigarrillo y el alcohol) debilitan considerablemente el sistema inmunológico del cuerpo, que no puede detener la infección mortal del virus.
Goldmundo Azul usa como metáfora del cuerpo enfermo el funcionamiento de una máquina sucia: “…una mala alimentación devendrá en ensuciamiento corporal (toxemia), y así como a una máquina se le introduce combustible de baja calidad y no se lo mantiene con cuidados, el cuerpo no responderá óptimamente a las exigencias de la vida, para luego descomponerse hasta morir”. Explica que cuando comemos mal, ocurre una acumulación de residuos alimenticios, bacterianos y metabólicos que gradualmente va ensuciando el cuerpo, hasta que éste infarta o no puede respirar más o sus células se autodestruyen. “No hay ninguna duda de que la mala alimentación es el factor decisivo en las muertes por coronavirus”, afirma.
Varias investigaciones médicas concluyeron que las bases de la alimentación de la mayoría absoluta de la población paraguaya son: las frituras, los carbohidratos (harina y azúcar), la grasa animal (asado y embutidos vacuno y porcino) y los alimentos ultraprocesados (pizza, papas, gaseosas, jugos y refrescos, salsas, helados, chocolates y cereales industrializados). Paraguay es un país donde en cada esquina hay una lomitería y una pizzería, cuyos productos aportan altísimas e innecesarias calorías al cuerpo.
El coronavirus se ha cebado ‑hasta ahora- especialmente en la malograda salud de las poblaciones de EE.UU., Brasil, Ecuador y México, las que padecen altos niveles de obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades coronarias y tabaquismo. En México, el 75% de los muertos por coronavirus eran obesos, mientras que en EE.UU. la población afroamericana –la más castigada por la obesidad y sus consecuentes enfermedades- es la que más muertes registra. “Estas enfermedades son el resultado de altos niveles de intoxicación corporal…”, explica Azul, quien tiene periódicas experiencias de ayuno de sanación y de orientación a personas que lo practican.
Nuestro entrevistado añade que la utilización en la producción de alimentos de altos niveles de insecticidas (hortalizas y granos), antibióticos, hormonas sintéticas y balanceados industriales (ganados vacuno, porcino y avícola), y de sustancias químicas en forma de conservantes, saborizantes, antioxidantes y colorantes (salsas, jugos, gaseosas y enlatados en general), hace que los alimentos, al ingerirlos, nos lleven, inevitablemente, a las enfermedades en las que hoy se ceba el coronavirus. Según Azul, este proceso de industrialización e intoxicación también incluye “…la refinación industrial de la sal y el azúcar blancos y los aceites y grasas trans saturadas (mantecas, facturas, lácteos, quesos, embutidos)”.
En la actualidad, según la Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se producen 160 millones de toneladas de azúcar en el mundo, y mueve 70.000 millones de dólares al año. Según la FAO, una persona consume un promedio de 24 kilos de azúcar por año.
El coronavirus mata en Europa principalmente a la población de adultos mayores. Estadísticas publicadas por el Ministerio de Sanidad de España concluyeron que el 80% de los muertos en este país tienen más de 70 años, mientras que en Italia son el 88%. Pero las epidemias de enfermedades cardiovasculares y pulmonares reinan en las poblaciones jóvenes de EE.UU. y Latinoamérica, razón por la cual muchos de sus jóvenes menores de 30 años y adultos menores de 60 años ya están muriendo por el impacto del coronavirus.
El miembro del Proyecto Comunitario La Nutricia señala que lo único que hace el coronavirus es desnudar la mala y la sobre alimentación de las poblaciones de Paraguay y los países latinoamericanos, y revelar la fe ingenua que tienen las personas en la medicación que se les receta en los hospitales. “…La medicación no sana. Sólo calma los síntomas. No va a la raíz del problema. Un organismo para sanar necesita recuperar su equilibrio natural, y esto se da por medio de la alimentación sana, de la desintoxicación, del reposo y el descanso de todo aquello que le hizo daño…”, concluye Azul.
La FAO y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), mediante una investigación conjunta, concluyeron que en el 2017 habia 360 millones de personas obesas en los países de Latinoamérica, el 58% de la totalidad de los habitantes (730 millones) de la región. La obesidad es el ambiente biológico que favorece el padecimiento de casi todas las enfermedades no contagiosas.
Azul propone aprovechar la oportunidad de la crisis que el virus genera en nuestras vidas para cambiar, aceptando y aprendiendo de la enfermedad. «…una persona que pasó por una crisis y pasó por todo el proceso de una enfermedad, sintiendo cada parte de él, ya conocerá su cuerpo. Cuando las personas conocen su cuerpo y sus procesos, ya están aptos para escuchar y tarde o temprano van a saber distinguir lo que le hace bien o le hace mal», sugiere.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda comer en forma saludable durante la cuarentena por el coronavirus: comer en forma balanceada verduras, frutas, legumbres, carne magra y agua, y evitar la ingestión de bebidas alcohólicas y azucaradas, grasas saturadas y alimentos ultraprocesados, además de realizar ejercicios en la casa.