Por Juan Guahán, Resumen Latinoamericano, 25 mayo 2020
La Organización
Mundial de la Salud (OMS), ha fortalecido el temor que todos le tenemos a esta
peste. Cada día más, esta enfermedad –que empezó por los ricos- está devastando
a los pobres. El gobierno: deuda, default y jubilados; polémica por el impuesto
a la riqueza y la propuesta de transformar en acciones la ayuda estatal a
empresas.
Es más que obvio que la humanidad está profundamente
conmocionada por esta peste que nos agobia.
Sobre sus orígenes y causas hay múltiples y cruzados
debates. Es probable que muchas de tales cuestiones nunca se esclarezcan y
queden ocultas, entre los pliegues de la confusión y las estrategias de diferentes
sectores del poder mundial.
Son menos discutibles sus efectos inmediatos, tanto en la
salud de las personas, en las políticas sanitarias, como en la vida económica.
En este sentido hay un aspecto que prácticamente es compartido a lo largo y
ancho de toda la geografía mundial. Es el miedo que se ha incubado en el seno
de nuestras sociedades. Es probable que ése sea el aspecto más importante y
difundido de todo este desastre. Una humanidad orgullosa de sus avances, que se
encaminaba hacia la idea de un poderío imparable y de un crecimiento infinito, quedó
–repentinamente- a merced de un virus desconocido y/o de las campañas montadas
en torno al mismo.
No sabemos si ese virus o bacteria ‑como algunos vaticinan
que es en realidad- fue creado desde algún laboratorio o si proviene de la
convivencia de humanos y animales. Lo cierto es que está y causa un pánico
generalizado.
En estos días a ese miedo se le dio el carácter de universal
y eterno. La responsable de tal vaticinio ha sido la Organización Mundial de la
Salud (OMS) que ha advertido que “el corona virus podría no desaparecer nunca,
transformándose en un mal endémico”. En consecuencia, no tiene remedio, todo queda reducido a la espera de la
salvadora vacuna. La OMS, una organización de las Naciones Unidas integrada por
196 países, es el máximo organismos de salud a nivel mundial.
Durante el desarrollo de esta peste, que la propia OMS ha
calificado como pandemia, dicho organismo ha sido criticado desde los ángulos
más diversos. Las políticas del mismo suelen estar en línea con los países más poderosos y los intereses más concentrados. En este organismo también
suelen encontrar su lugar otros grandes intereses mundiales. No cabe duda que los
laboratorios farmacéuticos forman parte de ese núcleo privilegiado y que las vacunas son la expectativa de tener entre
manos “la gallina de los huevos de oro”. Basta recordar que esa vacuna serviría para inocular a unas 7 mil
millones de personas, clientes para dichas empresas.
Por eso podemos decir que sembrar
el miedo universal y eterno puede que tenga un precio. Pero además ese mismo miedo
sirve como instrumento para la domesticación y control de nuestras sociedades.
COVID 19 PREFIERE A
POBRES Y PERSONAS QUE VIVEN MAL
El COVID 19 se hizo visible cuando ‑a fines del año pasado-
aparecieron los casos en Wuhan (China) pero llegó a las diferentes latitudes
viajando en avión. Si bien algunas teorías conspirativas hablan que fue
“sembrado” en varios lugares, no hay dudas
que su rápida expansión tiene que ver con la velocidad de
desplazamientos y traslados que caracterizan al mundo actual. Sin olvidar la
contagiosidad de este mal.
Algunos países asiáticos primero, después los europeos y los
americanos (del norte, centro y del sur) acumularon rápidamente la inmensa
mayoría de los casos. En el continente africano y Oceanía el arraigo del virus es
mucho menor y su circulación es nula entre los escasos pobladores del
continente Antártico.
A las primeras apariciones de este virus (o lo que sea)
‑fuera de China- se las asoció a personas que habían estado en ese país o
ciudadanos del mismo que viajaron por el mundo. Eran los tiempos en los que la
mayoría de los contagiados eran personas de un buen pasar económico. Poco a
poco la situación fue cambiando y los circuitos locales comenzaron a tener un
peso creciente. Con ellos fue cambiando el sector social y el medio ambiente
donde esta peste se desarrollaba con mayor facilidad.
Algunos datos de nuestro país avalan esas tendencias
generales.
Al día de la fecha, los casos de contagios importados siguen
disminuyendo y no llegan al 10% del total.
Desde el punto de vista social, nuestros lugares críticos
son las “villas” de la Capital Federal y los indígenas Quom residentes en
varias barriadas de Resistencia (Chaco).
En las “villas” de la
Capital Federal los contagiados están próximos a las 2 mil personas y
los muertos superan los 25 casos.
En los barrios Quom (en el Gran Toba), de Resistencia,
residen unas 4 mil personas. Los afectados superan el centenar y los muertos
son una docena. Pareciera que, después de 5 siglos, el genocidio indígena aún
continúa.
En ambos casos los datos exceden largamente el promedio
nacional y prueban la “predilección” que tiene esta enfermedad por los pobres y
excluidos. En esos lugares falta de todo y desde siempre.
Esos datos de nuestro país coinciden con lo que ocurre con
los pueblos indígenas de otras regiones.
Desde México, organismos estatales y de defensa de los
derechos indígenas, han concluido que el 78% de las muertes producidas
nacionalmente por el Covid 19 se concentran en las zonas con mayores déficits ambientales.
A su vez, organismos de las Naciones Unidas reconocen un “temor de
que muchos indígenas mueran, no sólo por el virus en sí, sino también por los
conflictos y la violencia vinculados a la escasez de recursos, y en particular
de agua potable y alimentos”.
En los EEUU, el presidente de la Nación Navajo remarcó que “una vez más
hemos sido olvidados por nuestro gobierno». En esa Nación
indígena que ocupa parte de Arizona, Utah y Nuevo México habitan unas 170 mil
personas, los contagiados y fallecidos son –después de Nueva York- el
territorio más afectado de ese país.
Hay una generalizada coincidencia que esta pandemia profundiza
las desigualdades sociales ya existentes, en perjuicio de los más pobres y
quienes residen en áreas desquiciadas por intereses económicos tolerados o
promovidos por los actuales estados nacionales.
GOBIERNO Y VAIVENES DE LA SEMANA
Los observadores internacionales miran expectantes como 5
barcos iraníes continúan surcando los mares para aproximarse a las aguas
territoriales de Venezuela. Llevan repuestos, insumos y determinados
hidrocarburos, destinados a poner de pie una buena parte de la semiparalizada economía
y producción petrolera de Venezuela. EEUU manifiesta que no deben llegar a
destino. Rusia piensa lo contrario, Venezuela demanda respeto a sus derechos y
avisa que le dará protección militar a esos buques cuando ingresen al área marítima
de soberanía venezolana.
Aquí ‑mientras tanto- respecto de la deuda, estamos en
tiempo de default; la cuarentena se sigue prorrogando; los haberes jubilatorios
continúan retrocediendo y se desató la polémica por el impuesto a la riqueza y
la contrapartida de los recursos estatales destinados a pagar salarios.
Y… llegó el 22 de mayo y se postergó el ingreso al
territorio de un default formal. Según el Presidente no es para preocuparse
porque hace meses ‑desde los tiempos de Mauricio Macri- ya estamos en tal situación.
Lo cierto es que se sigue negociando y ahora la fecha para formalizar un
acuerdo por nuestra deuda de 66,3 mil millones de dólares fue prorrogada al
martes 2 de junio. Así lo comunicó el gobierno a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por
sus siglas en inglés) y lo publicó en el Boletín Oficial.
Los acreedores no quieren que se declare el formal default y
el gobierno quiere pagar. Todos ellos acuerdan en el “éxito” de dar visos de
legalidad a deudas impagables y fraudulentas y seguir hipotecando nuestro
futuro.
El gobierno anunció por Decreto un aumento del 6,12% en el
haber jubilatorio, a partir del mes de junio. De ese modo se dejan de lado las
normas sobre movilidad aprobadas por el Congreso, en medio de gigantescas
movilizaciones, en diciembre del 2017.
Siguiendo el criterio de dicha “movilidad” el incremento, que hubiera
correspondido, sería del 10,8%. El argumento del gobierno para no aplicarlo es
la necesidad de desindexar los montos de las jubilaciones más altas. Pero
también las mínimas han terminado perdiendo.
De este modo el incremento otorgado por Decreto alcanza,
para el semestre e incorporando el aumento de marzo, una suba del 19,9%. Según
el gobierno eso significará un aumento real del haber jubilatorio del 5,5%.
Ello sería así porque estiman que la inflación subirá, en este semestre, un
14,4%. Estas cifras de la inflación no parecen corresponderse con lo que cada
jubilado puede comprobar diariamente. De todos modos el menor ingreso tal vez
pueda ser compensado por la vigencia de una canasta de remedios gratuitos.
Desde organismos de defensa de los jubilados anuncian la
ampliación de los juicios iniciados, con motivo de los incrementos de marzo,
por la anulación por Decreto del régimen de la “Ley de movilidad”,
oportunamente aprobada.
El corona virus ha despertado la imaginación de algunos
dirigentes y algunas ideas han levantado mucha polvareda en los círculos de
poder.
El debate planteado en torno a la cuestión del impuesto a la
riqueza es uno de esos temas, aunque –según dicen sus promotores- solo
alcanzaría a unas 12 mil personas de altísimos ingresos.
En una dirección parecida aparece el asunto de los salarios
que está pagando el Estado y algunas propuestas que plantean transformar esos recursos
en acciones de las grandes empresas que éstas deberían ceder. Sus promotores evalúan
que esos aportes no deberían terminar en las arcas empresariales, fortaleciendo
una concentración tan nefasta como la actual.
No obstante ello, son muchas y potentes las voces que se
están escuchando en contra de estas ideas.
Parece que nos cuesta entender lo que el Presidente, junto a
muchos intelectuales y observadores vienen diciendo en el sentido que el futuro
no va a ser la reproducción del pasado que conocimos.
Pues bien y hablando de estas cuestiones hay dos temas de
ese pasado que no es bueno que continúen o vuelvan.
Uno la gigantesca concentración económica que deriva en una
desigualdad que atenta contra la dignidad de las personas y el futuro de todos.
Dos, que la participación colectiva ‑particularmente en las
grandes empresas- no debe quedar limitada al aporte del trabajo, sino que
también se puede expresar en modos compartidos de gestión.
Si no pensamos en este tipo de cuestiones no estamos
entendiendo el mensaje que la naturaleza y el mundo nos están enviando.