Resumen Latinoamericano, 11 de mayo de 2020
No alcanzó toda la ficción escrita en novelas y guiones de películas para anticipar las dimensiones de lo que hoy se presenta como una Pandemia planetaria decretada por la Organización Mundial de la Salud. Solo tal vez, el llamado diluvio universal que aparece en las escrituras religiosas, pero eso es cuestión de fe.
Hay entonces, quienes creen que el Corona Virus es el resultado
de una modificación genética de laboratorio para crear la campaña terrorista
más grande de la historia y quienes confían en que se trata de la mutación
natural de un “Bativirus”, esparcido fugazmente cual salto de hombre murciélago
peleando contra el Guasón. Estos últimos, aceptan el aislamiento social como la
respuesta lógica de los gobiernos para enlentecer los contagios y darle tiempo
al sistema de salud para enfrentar la contingencia. Los primeros, en cambio,
ven la mano de las corporaciones detrás de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), en un proyecto de escala mundial. Son señalados como propagadores de
teorías conspirativas.
El
término conspirar tiene su raíz en el latín “Conspirare” hace alusión a
respirar juntos, aunque hoy se lo mencione para relacionarlo con grupos de
personas que planifican secretamente, el cambio de un orden establecido. Aunque
los grupos se reúnan de manera oculta, necesitan dar señales de sus acciones,
como una forma de ostentar poder y atemorizar a sus adversarios políticos. Cada
forma de Gobierno, lleva dentro de sí, sociedades secretas con acceso a las
entrañas de la zona de mando. Simulan ser servidores orgánicos, pero cuando
ríen fuerte, se les ven los colmillos.
Regresemos
por un minuto a 1963. El primer presidente católico de Estados Unidos, avanza
lentamente por las calles de Dallas, en el asiento trasero del Lincoln
Continental descapotable. Apoya el codo y saluda con la mano derecha a los
miles de ciudadanos que esperaban, para ver pasar al sobreviviente de la
Segunda Guerra Mundial. Un segundo más tarde, dos balas atraviesan el cráneo de
J.F. Kennedy. Jacqueline Bouvier pide auxilio al tiempo que intenta mantener la
masa encefálica en su lugar.
Para
acercarnos a la verdad sobre el origen de éste atentado, uno de los grandes
misterios de la política de ese país, de poco sirve estudiar la trayectoria de
los disparos o los vínculos de Lee Harvey Oswald con Fidel Castro y la Unión
Soviética. Como en cualquier asesinato, lo primero es saber quién lo quería
muerto.
El
Council on Foreign Relations (CFR) es un grupo de lobistas que se reúne a
puertas cerradas desde 1921, para dirigir desde las sombras, la política
exterior de Estados Unidos. La década del 60 encontró a sus hombres en todos
los estamentos de Gobierno, incluyendo los servicios de inteligencia. La
derrota de Playa Girón en Cuba, demostró que subestimaban a sus adversarios.
Desde el inicio de su mandato, Kennedy intentó limitar su poder y el de las
corporaciones sobre el Estado, oponiéndose a una agenda abiertamente
globalista. En 1963, se escribió el informe Iron Mountain (mismo nombre de una
empresa que resguarda datos confidenciales, para luego incendiarlos de manera
“accidental”). Desde las profundidades de un bunker militar, un tanque de
pensamiento de 15 miembros, determinó que la guerra era necesaria para una
sociedad estable. De no ser viable, se debía recurrir a “sustitutos creíbles”.
Invasiones extraterrestres, la esclavitud tecnológica o la amenaza de una
contaminación grave del medio ambiente, fueron las propuestas sobre la mesa.
Desoyendo
todos los consejos de sus asesores, Kennedy limitó el precio del acero, firmó
una enmienda para retirar el ejercito de Vietnam y emitió 4 mil millones de
dólares a través de la tesorería de los Estados Unidos y no de la Reserva
Federal que es una entidad privada, ahorrando los intereses de los banqueros
privados, que podían emitir para luego prestarle ese dinero al Gobierno. El 35°
Presidente de ese país, no dimensionó el poder de la industria armamentista,
los laboratorios y Wall Street, confabulando un magnicidio. Otros líderes
políticos opositores a la guerra de Vietnam como Malcolm X y Martin Luther King
Jr. corrieron la misma suerte, cuando advertían que esa no era una guerra de
los afroamericanos.
Actualmente
los más de 3.000 miembros, del (CFR) tienen su centro de operaciones en la
elegante Harold Pratt House, en Nueva York. Un edificio que fuera donado en
1945 por la Standard Oil Rockefeller. Decenas de Secretarios de Estado y
Directores de la CIA, pertenecientes a esta secta política, esperaron pacientes
en la antesala del Poder. Presidentes, demócratas o republicanos, deben
recibirlos y escucharlos al oído. Henry Kissinger que hasta 1955 era un
profesor desconocido, es el claro ejemplo de cómo a partir de su ingreso en la
CFR, se convirtió en uno de hombres más influyentes de occidente. El Council on
Foreign Relations, puso todas sus piezas en el engranaje público y privado del
tablero territorial de Estados Unidos.
La Comisión Trilateral
David
Rockefeller, uno de los principales financistas de la CFR, dimensionó que esa
estructura secreta no era suficiente, para influenciar sobre Asia y Europa. El
avance mediático corporativo de las comunicaciones, abría nuevas oportunidades
de poner el radar en otras latitudes. El banquero de la dinastía creó en 1973,
junto a quién fue Director del Departamento de asuntos rusos, Zbigniew
Brzezinski, la Comisión Trilateral. Algunos de los primeros miembros
fueron el entonces Gobernador de Georgia Jimmy Carter, Healey Donovan Director
de la Revista Time, el Editor de The Economist Alistar Burnet, Giovani Agnelli
Presidente de la Fiat y decenas de influyentes y acaudaladas figuras de Europa
y Japón. El concepto de soberanía Nacional ya no era viable para ellos y
pensaban la manera de instalar un sistema tributario de alcance mundial.
Algunas de las principales donaciones para el inicio de la Comisión Trilateal
fueron aportadas por la Fundación Rockefeller, la Exxon, General Motors, Wells
Fargo, Lilly Endowment y Fundación Ford. William Sulivan ex Embajador de
EEUU en Irán, se quejaba de cómo Brzezinski, convertido en Consejero de
Seguridad Nacional de Carter, obstaculizaba el diálogo con la naciente
revolución islámica en 1979, que había derrocado la dictadura del Sha Reza
Pahlevi.
Ronald Reagan se oponía a la política internacionalista de Rockefeller. Su vicepresidente impuesto por la Comisión Trilateral, George Bush, comenzó a manejar los hilos de la política exterior. El 30 de Marzo de 1981, solo 69 días después de asumir la presidencia, Reagan salía de una conferencia en el Washington Hilton y recibió un disparo en el pecho que le perforó un pulmón. Frente a decenas de periodistas, el Servicio Secreto lo introdujo en la limusina y avisaron al personal médico del hospital de la Universidad George Washington que llegarían pronto, con el presidente herido de bala. Cuando el hombre más poderoso del mundo llegó a la sala de emergencias, no había camilla, ni camilleros ni nada. Con dificultades para respirar y un pedazo de bala a tres centímetros del corazón, intentó dar sus propios pasos, pero al mandatario de 70 años no le respondieron las piernas y cayó de rodillas. Una metáfora de la relación entre la Casa Blanca y el Estado Profundo de la Comisión Trilateral. John Hinckley Jr. es el nombre del pistolero, que fue declarado inocente por motivos de demencia. Hijo del presidente de la petrolera Vanderbilt Energy Corp, uno de los mayores patrocinadores financieros de la campaña para las primarias internas del vicepresidente George H. W. Bush en 1980 contra Ronald Reagan. Sobreviviendo al atentado, el actor de reparto convertido en Presidente evitó que Bush asumiera de manera anticipada.
Otro
representante del Estado de Georgia (como Carter), el congresista republicano
Larry Mc Donald, presentó en 1980, la resolución 773 donde pedía una
investigación a la Comisión Trilateral. El 31 de Agosto de 1983, la CIA a cargo
de Robert Bowie, quién perteneció tanto al CFR como a la comisión Trilateral,
le recomendó al ex Presidente Richard Nixon, que no tomara el vuelo 007 de
Korean Airlines, con destino a Seúl. Como una ironía del destino, el
Boeing partía desde el aeropuerto J.F Kennedy. Entre los 269 pasajeros Larry Mc
Donald estaba en primera clase. El avión debía volar sobre el espacio aéreo
japonés, pero por motivos no revelados, debió salir de su ruta y atravesar la
isla de Moneron, perteneciente a la URSS. El Boeing 747 fue interceptado y
derribado por un avión soviético, el SU-15. El Polit Buró del Partico
Comunista, alegó que había sido una acción deliberada de los Estados Unidos
para probar su poder defensivo o incluso desatar el fuego en plena guerra fría.
El pedido de investigación de Mc Donald sobre la Comisión Trilateral quedó
congelado y los cuerpos nunca fueron recuperados
Mundo Tripolar
Muchos
analistas coinciden que en la actualidad, el extinto mundo bipolar de dos
grandes bloques económicos, se ha convertido en un mundo Tripolar donde Estados
Unidos, Rusia y China, detentan un poder indiscutible. Gobiernos fuertes, países
extensos, población numerosa, historia imperial y ojivas nucleares.
La
postura ante una nueva mutación del Corona Virus, fue la de mostrar Presidentes
fuertes a cargo de la situación. En los tres casos, sus políticas chocan de
frente con el proyecto de un Gobierno Mundial, donde los Estados Nación solo
acatan las resoluciones de organizaciones internacionales, manejadas por lobos
disfrazados de ovejas, tal como puede verse en el emblema de la Sociedad
Fabiana, en la que estudió David Rockefeller. Una versión británica del
socialismo, donde queda de manifiesto, que más allá del sistema económico,
siempre es una elite la que maneja los hilos del poder. Instituciones
filantrópicas, capaces de decretar una Pandemia y el consiguiente desplome de
la economía mundial, para endeudar de una vez y para siempre a todos los
gobiernos que se sometan. Mientras, las vacunas esperan desde hace meses, ser
descubiertas en las estanterías refrigeradas de la industria farmacéutica.
El
Presidente de la República Popular China, Xi Jinping , se mostró como un
estadista, asumiendo la situación del virus detectado en Wuhan, para luego
escenificar un baile coreográfico de médicos y enfermeros que habían vencido a
la enfermedad, como Alicia en el País de las Maravillas.
Vladimir
Putin redobló la apuesta en la Federación Rusa. El ex agente de los servicios
de inteligencia, conoce el tamaño de sus enemigos. A fines de marzo, se puso un
traje amarillo con máscara a prueba de virus y visitó a los infectados, al
tiempo que suspendió el referéndum que le permitiría quedarse en el Kremlin
hasta 2036. Una especie de bandera blanca o tregua con los promotores del
Gobierno Mundial. Un pie de foto podría decir, si me pongo el disfraz, no me
tiren sus muertos.
El
menos experimentado de este bloque tripolar, es el Presidente de Estados
Unidos. Trump le quitó el financiamiento a la OMS, (que no necesita, ya tiene
la chequera abierta de Bill Gates) y parece no haber aprendido nada de los
enfrentamientos entre la Casa Blanca y la Comisión Trilateral. Como Kennedy en
Playa Girón, intentó un ataque marítimo y terrestre contra Venezuela en la
Guaira para tomar su aeropuerto internacional y hacer cabecera de playa, en
busca del petróleo. Pero sus mercenarios de Silver Corp. que buscaban la
recompensa para asesinar a Maduro, ofrecida por el propio presidente magnate,
fueron reducidos por pescadores artesanales de Chuao. Como Reagan, se está
arrodillando frente al poder del Gobierno Mundial. Pasó de desconocer el virus,
a estar rodeado por bombazos de infectados en su equipo de trabajo. Como en un
juego de batalla naval, el cuadrante del submarino va quedando evidenciado. Tal
como sucedió con su compañero de aventuras y peluquería Boris Jhonson, que
luego de minimizar los efectos del virus debió asumir el contagio en su
persona, y poner al Reino Unido en estricta cuarentena. Un “chas
chas en la colita”, al promotor del Brexit, que distancia a Londres, del
proyecto globalista de la Unión Europea.
Sin
amigos a quienes recurrir, lo que parecía hasta principios del 2020 una segura
re elección del “trumpismo supremacista”, montado sobre el Partido
Republicano para las presidenciales de noviembre, se empantana en su propia
economía. Los enemigos empiezan a quedarle grandes. Ni siquiera el
keynesianismo militar alcanza para calmar el hambre de las fieras. El precio de
la no guerra es alto. Como el Congresista Mc Donald en los 80, el cazador con
trofeos en su mansión, está quedando sólo frente a la voracidad de la jauría de
lobos esteparios, que aúllan, se acercan y gruñen.
Fuente: Sebastián Salgado – Dataurgente.com