Por Marco Teruggi, Resumen Latinoamericano, 11 mayo 2020
La Operación Gedeón provocó numerosas interpretaciones y dejó
preguntas sin responder. Al igual que sucedió el 30 de abril del 2019,
cuando Juan Guaidó y Leopoldo López simularon la toma de una base
militar en Caracas para activar un golpe, la confusión fue parte central de la escenografía.
Sin embargo, algo quedó claro en este caso: Juan José
Rendón, quien se presenta como “responsable del comité de estrategia de
Guaidó”, reconoce haber firmado un contrato en octubre del 2019 con la
contratista militar estadounidense Silvercorp por un monto de 212
millones de dólares.
Ese contrato, publicado por el Washington Post , planteaba tres fases. En primer lugar, la preparación de quienes debían llevar adelante las acciones. Luego, la
realización del “objetivo primario” que era “capturar/detener/remover a
Nicolás Maduro, eliminar el régimen actual e instalar al presidente
venezolano reconocido, Juan Guaidó”. Finalmente, la participación de
Silvercorp en un período de 450 días ‑prolongable- de “restablecimiento
de la estabilidad en el país”.
La “estabilización del país” significaba que la contratista militar sería parte del ataque y persecución de militares,
“elementos no militares del mando y control del régimen anterior”,
represiones, detenciones, el cumplimiento de toques de queda, controles
de frontera, con autorización para “usar la fuerza, hasta e incluyendo
la fuerza mortal, para eliminar la amenaza”.
Todo está escrito en un anexo de 41 páginas con precisiones sobre,
por ejemplo, cuándo y cómo utilizar minas antipersonales M18A1 claymore,
las cadenas de mando, las formas de pago, donde, en caso de
“insolvencia en efectivo”, Silvercorp cobraría “en barriles de
petróleo”.
Rendón reconoce haber armado y firmado ese contrato como parte del “gobierno de Guaidó”,
y sostiene que era y es parte de sus tareas como “estratega” para
lograr el “cese de la usurpación”, es decir el derrocamiento. Afirma que
no hizo efectivo el contrato, pero el escenario planificado es una de
las posibilidades sobre las que siguen trabajando ‑para lo cual
consultaron con otras contratistas más.
Así, entre tantas hipótesis, mentiras e interpretaciones sobre la Operación Gedeón, queda claro un punto: existe
un intento de capturar/asesinar a Maduro, los principales dirigentes
del gobierno y perseguir al chavismo en sus diferentes niveles en un escenario que abre puertas a un enfrentamiento armado interno. Ese intento no se detendrá.
No es nuevo, pero, ahora tomó ‑nuevamente- forma pública, innegable, y
llegó al punto en que un grupo de cerca de sesenta personas, ex
integrantes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, civiles y ex
miembros de las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos que
estuvieron en Irak y Afganistán, arribaron armas en mano a las costas
del país.
No se trata de un hecho desconectado. La Operación se enmarca
dentro del precio puesto por el Departamento de Justicia estadounidense a
la cabeza de Maduro y Diosdado Cabello ‑otro objetivo militar
marcado en el contrato- el bloqueo económico abiertamente reconocido, el
anuncio de la pronta caída de Maduro realizada por la administración de
Donald Trump, y una trama sostenida de este tipo de acciones
encubiertas, relacionadas unas con las otras.
¿Cómo se gobierna en ese contexto? ¿Qué ingenierías de defensa son
necesarias para evitar la ejecución de planes de esa naturaleza? ¿Cómo
afecta al gobierno, la forma de gobernar y al conjunto de la política?
Es un escenario bélico, una excepcionalidad permanente que ha
envuelto la dinámica política en lo últimos años. Se trata de una
dialéctica de trincheras, un asalto continuado y un gobierno en
permanente desmontaje de operaciones, sorteo de bloqueo, y aplicación de
claves de la excepcionalidad a gran parte de la política.
Rendón con Guaidó.
La Operación Gedeón buscó quebrar este escenario, es decir lograr el derrocamiento con mercenarios a través de una acción que abriría las puertas a un posterior enfrentamiento armado. La
figura de Gedeón, además de la religiosidad, remite a una táctica de
guerra: un ataque nocturno en inferioridad numérica para sembrar
confusión en las filas del enemigo.
La Operación fue derrotada, parcialmente. Quienes desembarcaron eran
parte de un conjunto mayor: según los detenidos estadounidenses, Luke
Denman y Airan Seth, el plan era tomar aeropuertos, para que, una vez
capturado Maduro ‑en caso de secuestro y no de asesinato- aterrizara un
avión para extraerlo. ¿De dónde vendrían los aviones? ¿Colombia, Estados
Unidos?
Los hombres que llegaron eran parte de un plan mayor que no terminó. ¿Cómo seguirá? Es necesario leer con precisión las reacciones en Estados Unidos y dentro de la administración de Donald Trump que, como era predecible, negó toda participación
y contestó con arrogancia y amenaza: “Si quisiera ir a Venezuela no lo
haría en secreto, lo haría y no podrían hacer nada, no mandaría un grupo
pequeño (…) sería un ejército, se llamaría una invasión”.
En cuanto a la dinámica nacional la ecuación es clara: la oposición
enfrenta otro efecto derrota con sus consecuentes enfrentamientos,
pérdidas de credibilidad y fuerza, y el gobierno envía un mensaje de
fortaleza tanto a los sectores golpistas opositores como a potenciales
traidores internos, y sostiene su unidad y mando.