Argen­ti­na. Nor­man Bris­ki: “El anar­quis­mo no es una uto­pía, es sim­ple­men­te una bue­na vida para alcanzar”

Por Pablo Pagés. Ruda /​Resumen Lati­no­ame­ri­cano, 22 junio 2020

El actor, direc­tor tea­tral y dra­ma­tur­go brin­da pin­ce­la­das de su carre­ra y su mun­do actual. En 2019 tuvo en car­tel obras como La Medi­ci­na. Tomo I; No te vayas, con amor o sin él; La con­duc­ta de los pája­rosPotes­tad. Foto: Tea­tro Caliban


Se
hace difí­cil expli­car quién es Nor­man Bris­ki. El que quie­re andar
vien­do su cro­no­lo­gía de labu­ros pue­de con­sul­tar en la web. De par­te de
quien escri­be, es com­pli­ca­do des­cri­bir a una per­so­na que ha man­te­ni­do a
lo lar­go y ancho de su vida un com­pro­mi­so social fue­ra de los aparatos
de Esta­do y par­ti­da­rios. Bris­ki es alguien a quien le impor­ta poco la
nove­dad, por­que siem­pre está inda­gan­do. Un refe­ren­te del teatro
argen­tino. Un anar­quis­ta román­ti­co, tal vez, solo, una inmen­sa persona.
De segu­ro esta­mos de acuer­do en lo polí­ti­co, tam­bién, qui­zá, en lo
exis­ten­cial. Ese algo más que no pode­mos decir tan fácil. Eso es Norman.
Un ácra­ta, un inso­len­te, un niño que jue­ga con esas generosas
tri­via­li­da­des que muchos de noso­tros no esta­mos pre­pa­ra­dos para
incorporar.

Sí, Nor­man es un tipo que labu­ra todo su tiem­po des­de la trinchera.

Esta
entre­vis­ta tie­ne cier­to carác­ter de rigi­dez, por no poder com­par­tir un
mis­mo lugar a la hora de char­lar sobre dife­ren­tes temas. Pero, en fin,
se nos hizo esen­cial Nor­man Bris­ki, a la hora de bus­car algo de calor
ante seme­jan­te frío.


¿Pen­sás que hubo algu­na influen­cia de tu fami­lia en el deve­nir de tu carrera?

Yo
no la lla­ma­ría influen­cia, sino cari­ño de padres que comu­ni­can a sus
hijos siem­pre con esa pre­mi­sa liber­tad. Eso es lo que yo tuve como
pri­vi­le­gio, liber­tad, y cier­to liber­ti­na­je. No es que no hubo límites,
sino que noso­tros, mi her­mano Mario y yo, inge­nie­ro, ya hom­bre­ci­tos, y
mi her­ma­na Per­la, no influía­mos sobre la lle­ga­da liber­ta­ria de mis
padres. Ellos fue­ron exi­lia­dos euro­peos judíos, y mi padre comunista.
Por lo tan­to, lo que yo reci­bí casi has­ta los 20 años fue eso. Yo me
ale­jé mucho des­de enton­ces, fue­ron posi­bi­li­da­des deportivas,
inte­lec­tua­les, de rom­per, de jugar; creo que eso com­bi­na­do con el social
his­tó­ri­co “Perón y la Liber­ta­do­ra”, son prin­ting que des­pués han lle­ga­do a mí existencia.

¿Cómo fue el paso de San­ta Fe a la Capi­tal? ¿Qué sig­ni­fi­ca­do tuvo para vos?

El
paso de San­ta Fe a Capi­tal es pri­me­ro de San­ta Fe a Cór­do­ba, y éste ha
influen­cia­do mucho sobre mi cre­ci­mien­to. Escue­la indus­trial, reci­bi­do de
téc­ni­co elec­tro­me­cá­ni­co. Y el cre­ci­mien­to de esa ciu­dad en tér­mi­nos de
fábri­ca, en tér­mi­nos de cla­se tra­ba­ja­do­ra obre­ra, ha sido tam­bién la
par­te artís­ti­ca que se ini­cia en Cór­do­ba con María Escu­de­ro, muy
impor­tan­te per­so­na que ha teni­do influen­cia no sola­men­te en Argentina
con su gru­po de tea­tro popu­lar, sino des­pués en Ecua­dor. Ya falleció.
María Escu­de­ro, María Inés Andrés son las per­so­nas en actua­ción que han
inter­ve­ni­do en mi for­ma­ción en Cór­do­ba. Recién a los 20 años, después
del ser­vi­cio mili­tar, que es una fábri­ca de anéc­do­tas traumáticas
inclu­si­ve, lle­gué a Bue­nos Aires. María Fuxs es la ter­ce­ra per­so­na que
me ayu­da en la par­te de mi for­ma­ción como mimo. Así lle­go a Buenos
Aires, con un cor­to que había hecho enton­ces, que tuvo pre­mios en el
Fon­do Nacio­nal: Los peque­ños seres.

“El
tea­tro no rom­pe nada, des­gra­cia­da­men­te. Pue­de acom­pa­ñar, pue­de apañar,
pero rom­per, no. Res­pon­de a esta esté­ti­ca que mane­ja la contradicción.
Nues­tra labor, que bien intere­san­te es en el mun­do crí­ti­co, no es en el
mun­do revolucionario“.


Yo nací en octu­bre, amo esta pala­bra y este mes. ¿Qué sig­ni­fi­ca­do tuvo para vos?

Octu­bre.
Sí, es un mes lleno de acon­te­ci­mien­tos: el Che Gue­va­ra, la Revolución
Rusa, el 31, el 17 de octu­bre y otros. Me pare­ce que es un mes de la
agi­ta­ción en mi vida, siem­pre ha sido un mes sig­ni­fi­ca­ti­vo. Yo cum­plo en
enero, el 2 de enero, pero es una fecha no muy fac­ti­ble para que
suce­dan otros hechos en algu­na sara­sa del año nuevo.

A
esta altu­ra del par­ti­do y en vis­tas de lo que tan peno­sa­men­te acontece,
¿te con­si­de­rás anar­co, ácra­ta, socia­lis­ta, demó­cra­ta o peronista?

Sí,
yo me con­si­de­ro hoy anar­co, más cer­ca del anar­quis­mo. Tam­bién me
con­si­de­ro ácra­ta. Tam­bién me con­si­de­ro socia­lis­ta y den­tro de esas
cate­go­rías, que es una mane­ra de ubi­car­se nomás, podría ser que dentro
de esas for­mu­la­cio­nes, ten­ga cier­ta con­si­de­ra­ción por la democracia.
Tam­bién he sido pero­nis­ta. Hoy ya con el com­por­ta­mien­to de aquel líder
hay una enor­me indis­po­si­ción con res­pec­to a lo que suce­dió en su vuel­ta a
la Argen­ti­na y su alian­za con todo lo que sabe­mos. Yo sien­to que tuve,
sim­ple­men­te, más bien bron­ca, un sen­ti­mien­to nega­ti­vo por esa parte
oscu­ra de la his­to­ria del movi­mien­to pero­nis­ta que hoy sigue
coexis­tien­do conmigo.

Ni Godot ni Dios exis­te. ¿Qué espe­ra­mos para tomar la Bastilla?

Eso
me pre­gun­to todos los días…¿La Bas­ti­lla? Aho­ra toma­mos más bien la
pas­ti­lla… Siem­pre he teni­do una gené­ti­ca de los que tra­ba­jan al poder,
de que “por favor, bas­ta con las heren­cias”. Inclu­si­ve soy dise­ña­dor de
pai­sa­jes para una socie­dad más jugue­to­na, más feliz, y no veo que sea
muy acom­pa­ña­do. Yo no acom­pa­ño a esos que pare­cen cola­bo­ra­do­res de que
Hitler gane por elec­cio­nes generales.

¿Hay algo de este pre­sen­te que te sue­ne a 1984 de Orwell?

Sí,
Orwell es un iró­ni­co pro­fe­ta que se arre­pien­te de su iro­nía, es un
inglés sos­te­ni­do, es un inglés inte­li­gen­te­men­te bur­lón. Al mis­mo tiempo
que 1984 es una obra pro­fé­ti­ca para no ir pre­so como hizo
Mozart, Sha­kes­pea­re, como hicie­ron tan­tos otros y que tam­po­co cambió
dema­sia­do, como Los Sim­pson. Todos los días te dicen cómo son, se
denun­cian todos los días, pero no pare­ce que Trump se vaya a ir por eso.

¿Cómo vivi­mos entre tan­tas dependencias?

No
soy de espe­rar algo que me da mucho pla­cer, me da entu­sias­mo y me da
algu­na ale­gría. Aun­que esté muy des­pren­di­do de un social histórico
irri­tan­te, estú­pi­do, que no ali­men­ta para nada los jue­gos. Subsistir
per­te­ne­ce al cam­po de sobre­vi­vir, no de vivir, está lleno de “vidi­tas” y
tra­to de rajar de eso, pero pare­ce que no es fácil. Yo me doy cuenta
por­que la sigo, yo digo siem­pre: “Si que­rés que haya una luz al final
del túnel com­pra­te una lin­ter­na”. La mayor depen­den­cia es uno mis­mo, la
tele­vi­sión. Bien, cla­ro, se pue­de ver que sola­men­te sir­ve cuan­do hay
docu­men­ta­les o cuan­do hay un revi­sio­nis­mo cul­tu­ral como The films and arts,
que pasan cosas bien hechas de los ingle­ses, aún cuan­do ya la mentira
inclu­ye en Sha­kes­pea­re su idea cola­bo­ra­cio­nis­ta, por­que Sha­kes­pea­re fue
un cola­bo­ra­cio­nis­ta para poder sos­te­ner su tea­tro, pero fue el creador
de la cul­tu­ra ingle­sa contemporánea.

Foto: Tea­tro Calibán

¿Esta­mos ante un genocidio?

El
geno­ci­dio de mane­ras suti­les, has­ta del buen tra­to, has­ta de estas
demo­cra­cias insu­fi­cien­tes, insul­sas, que pro­du­cen un glo­rio­so Chi­le, que
no le tie­ne ni mie­do a la pan­de­mia. Mirá cómo será su fuer­za. Así que
hay un geno­ci­dio en cómo­das cuo­tas, como una tar­je­ta, esos son pequeños
geno­ci­dios; es la pece­ra, te van calen­tan­do el agua de a poquito.

¿Cuán­do apa­re­ce la derecha?

La
dere­cha apa­re­ce, es lo que más apa­re­ce, por­que la no-dere­cha es
dere­cha. No me da la impre­sión de que haya una dis­tin­ción, que no haya
sido algún per­can­ce o dis­con­ti­nui­dad en la his­to­ria como fue un pedacito
de Yri­go­yen, de Perón con el 17 de Octu­bre; y des­pués vie­ne el
achan­cha­mien­to o la depen­den­cia o el no atre­vi­mien­to, todos estos
fac­to­res que hacen que lo que más sobre es el con­ser­va­du­ris­mo. La
dere­cha ni siquie­ra está aga­za­pa­da en Argen­ti­na, por­que la otra derecha
tra­ba­ja para que no se eno­je o que voten, con todo lo que ya sabe­mos que
sig­ni­fi­ca la urna.

¿Por qué los sec­to­res de izquier­da pare­cen no poder lle­gar al sillón de Rivadavia?

Ya
sen­tar­se en el sillón de Riva­da­via sig­ni­fi­ca que te van a adap­tar o
mejor dicho te van a some­ter a las pau­tas de los fac­to­res de poder del
capi­ta­lis­mo depen­dien­te, por­que ni siquie­ra es la cues­tión. Así que no
creo que nadie se pue­de sen­tar en el sillón de Riva­da­via para no ser
Riva­da­via. Úni­ca­men­te la espe­ran­za fas­cis­ta de la obra públi­ca que
podrían lle­gar a domi­nar los inge­nie­ros. Una cosa es la izquier­da y otra
son los tros­kos. Por suer­te los tros­kos nun­ca han lle­ga­do a gober­nar ni
a tomar el poder, por­que Dios me libre y me guar­de. Si hay alguien que
quie­ra estu­diar quién era Trotsky, que lo haga. Por­que una cosa es ser
un inte­lec­tual que ana­li­za y otra cosa es la calle y la confrontación
con el enemi­go. El trots­kis­mo no pare­ce posi­ble, bueno, podrían decir lo
mis­mo con el anar­quis­mo, pero a mí me pare­ce que el anar­quis­mo no es
una uto­pía, es sim­ple­men­te una bue­na vida para alcanzar.

¿Te pare­ce que los “K”, de algu­na mane­ra, actua­li­za­ron y resig­ni­fi­ca­ron al peronismo?

No
creo, son ese prag­ma­tis­mo, que has­ta se podría decir es inocente.
Muchas veces y otras veces, sim­ple­men­te, enfer­mos de la polí­ti­ca. Yo no
sé por qué toda­vía hablan bien de la polí­ti­ca como cien­cia, por­que desde
su crea­ción ‑creo que ha sido Maquia­ve­lo el crea­dor de estas argucias,
picar­días, que tam­bién pare­cen tener aspec­tos trots­kis­tas- no lle­gan a
nin­gún lado. En la polí­ti­ca, que tie­ne como con­se­cuen­cia la clase
polí­ti­ca, son enfer­mos socia­les. Muchos de ellos con preciosas
inten­cio­nes. No sé qué pan­de­mia cere­bral hace que la cor­ba­ta o la
ritua­li­dad deter­mi­nen la posi­bi­li­dad de pen­sar en mayo­rías. El control
libe­ral que hoy ejer­ce el poder con la ciu­da­da­nía es vie­jo y nace en
Esta­dos Uni­dos, como cuan­do per­se­guían el nego­cio del alcohol. Me parece
que acá tene­mos la inven­ción de la pica­na eléc­tri­ca ¿no? Hay un
monu­men­to a Ramón Fal­cón que es el hijo de un poe­ta nacionalista
anticlerical.

¿El per­mi­so del tea­tro escon­de un hecho lúdico?

El
tea­tro no rom­pe nada, des­gra­cia­da­men­te. Pue­de acom­pa­ñar, pue­de apañar,
pero rom­per, no. Res­pon­de a esta esté­ti­ca que mane­ja la contradicción.
Si yo ten­go que hacer de Hitler en tea­tro ten­dría que pen­sar en por qué
ese odio a esa madre o a ese tío o a esa orfan­dad. Nues­tra labor, que
bien intere­san­te es en el mun­do crí­ti­co, no es en el mundo
revo­lu­cio­na­rio. Es una idea de Wal­ter Ben­ja­min. Para mí sería el ejemplo
más lúci­do de la tarea crí­ti­ca, que ten­ga­mos sobre el accio­nar, como lo
tuvo Orwell en su momen­to, diría. Yo de todas mane­ras defen­de­ría a la
Revo­lu­ción Rusa ¿no? Ahí, en el qui­lom­bo del gallinero.

“Ya
sen­tar­se en el sillón de Riva­da­via sig­ni­fi­ca que te van a adap­tar o te
van a some­ter a las pau­tas de los fac­to­res de poder del capitalismo
depen­dien­te. Así que no creo que nadie se pue­de sen­tar en el sillón de
Riva­da­via para no ser Rivadavia”.


De
algu­na mane­ra vol­ve­mos a ser niños. Me acuer­do de esa fra­se de Luca
Pro­dan: “Un tor­na­do arra­só mi ciu­dad y a tu jar­dín pri­mi­ti­vo, pero no,
mejor no hablar de cier­tas cosas”.

Luca Pro­dan es un
sui­ci­da que, en ese esta­do tan inten­so, siem­pre va a tener novedades,
vivir en la grie­ta; siem­pre va a decir cosas que no son escu­cha­das y no
nos gus­ta oír. Como diría Orwell: “Yo no creo que nos qui­ten los
espa­cios, sino que no los defen­de­mos”. Yo creo que los están defendiendo
de todas mane­ras. Rei­vin­di­can­do, lle­nan­do pape­les buro­crá­ti­ca­men­te. No
lo sé.

¿Qué sig­ni­fi­ca el des­nu­do para vos? Hay muchos pre­jui­cios aún sobre ese tema.

El
des­nu­do es lo que todos esta­mos espe­ran­do, aún cuan­do en invierno nos
haga fal­ta que el otro nos abri­gue. Es tan raro que toda­vía ande­mos tan
ves­ti­dos, ¿no? Tan raro… Pero bueno, el cuer­po con los grie­gos se ha
vuel­to un enemi­go, en el sen­ti­do de que Apo­lo lo mató a Dio­ni­sio, y me
pare­ce que el per­fec­cio­na­mien­to del múscu­lo aquel ter­mi­nó con los
des­nu­dos y los arro­pa­dos, sola­men­te mues­tran el múscu­lo que le puede
bri­llar… Y toda­vía los pre­jui­cios siguen por­que fal­ta para el des­po­jo, y
el des­po­jo sig­ni­fi­ca que somos igua­les, como tan bien dijo Orwell, me
pare­ce, “pero algu­nos son más igua­les que otros”.

Fuis­te actor en La Pes­te de Puen­zo. ¿Cómo fue esa expe­rien­cia tan visionaria?

Sí, yo fui actor de La Pes­te
de Puen­zo. Una expe­rien­cia late­ral, por­que yo no par­ti­ci­pé del guión.
Muy bue­nos acto­res pero la pelí­cu­la salió len­ta y “la pes­te” es un tema
con el que nadie quie­re con­fron­tar­se. Enton­ces se entien­de que produjo,
tam­bién, recha­zo en su tiem­po. Como vos bien sabés, lo visio­na­rio no
quie­re decir que se visio­ne. O sea, lo que pue­dan ver algu­nos espíritus
inquie­tos, con cier­ta sen­si­bi­li­dad, que sepan mejor lo que está pasando,
no quie­re decir que es “res­ca­ta­da”. Por lo que pare­ce, te das cuenta,
que la visión de La pes­te yo no la con­si­de­ro visión, porque
pes­te hubo siem­pre y el res­ca­te de la pes­te es como una discontinuidad
impre­vi­si­ble que no per­mi­ti­ría la con­tin­gen­cia en sí mis­ma. Por­que la
con­fron­ta­ción de algo es con ter­ce­ros: yo, vos, y la pes­te. Entonces
apa­re­ce el ter­ce­ro en dis­cor­dia, enton­ces se une Larre­ta con la
cami­se­ta, Alber­to con la suya y el otro de la Pro­vin­cia que quie­re dar
tes­ti­mo­nio, que la con­tin­gen­cia sigue pos­po­nién­do­se has­ta nue­vo aviso.

¿Qué pen­sás que pasa cuan­do se cie­rra el telón y pasa­mos vaya a saber a don­de? ¿Es terri­ble no tener una cer­te­za para vos?

No
pien­so en esas cosas por­que es como pen­sar en la muer­te. No hay que
patear­la y hacer estos jue­gos para negar­la. No sé si vamos a ir a parar a
algún lado, así como las cosas las lle­na­re­mos de basu­ra el martes.

Cada
maña­na que me levan­ta­ba para ir al labu­ro me venía a la cabe­za el
comien­zo de “La fia­ca”. Quie­ro decir­te que te admi­ro. Me hacés reir
mucho en esa pri­me­ra esce­na espe­ran­do que sue­ne el des­per­ta­dor. Vos
encar­nas­te ese papel por­que sabías muy bien lo que sig­ni­fi­ca el tiempo
en este sis­te­ma, podrías haber hecho una tra­ge­dia pero el libre­to no
apun­ta­ba a eso. Creo que en ese momen­to solo vos pudis­te hacerlo.

La fia­ca es
una rebel­día sin con­se­cuen­cias, diga­mos. Es una carac­te­rís­ti­ca de lo
insu­rrec­cio­nal o del movi­mien­tis­mo: mucho qui­lom­bo y pocas nue­ces. La fia­ca se ins­cri­be en eso, y se doble­ga vol­vien­do a tra­ba­jar el lunes.

¿Cómo te recor­dás por esas épocas?

Es
lo que te comen­ta­ba. Me ofre­cie­ron varias veces, des­pués de entonces,
hacer­la de nue­vo, pero de nin­gu­na mane­ra. Por­que creo que hoy el tema de
no ir a tra­ba­jar el lunes no está ins­crip­to en algo exis­ten­cial que
estoy hacien­do de mi vida, sino que hoy es “por favor den­me tra­ba­jo y
hago la cola, la cola de la cola”. ¿Intere­san­te, no? Pare­ce que estamos
como el culo.

Itu­rria /​Fuen­te

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