Resumen Latinoamericano, 24 junio 2020
Zur /Ilustración: Florencia Vespignani.
Hace 14 años en la estación Pueyrredón la policía argentina mató a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, su ejemplo de lucha los convirtió en referencia y emblema del movimiento piquetero. Para recordarlos los amigos de la garganta poderosa solicitaron a la hermana de Maxi y al hermano de Darío, junto a Osvaldo Bayer y Nora Cortiñas que recordaran a sus hermanos y compañeros. Lo que sigue son los testimonios que cada uno y una realizó, desde el dolor, la admiración y el cariño.
¿Quién fue Maxi? Vanina Kosteki.
Mi hermano era un artista, ése sí que era un
artista, dibujante y escritor, un luchador con portación de poesía.
Tirando trazos, disparando versos, cursó en dos escuelas con orientación
artística, donde pasó infinitas horas pintando, guitarreando y cantando
folclore. Todos los días, a cada rato, entre sus tareas habituales,
Maxi iba librando sus propios combates culturales. Y escribía, escribía
mucho, porque sentía que la victoria venía por ahí: “La mejor pelea se
gana con palabras”. Tranquilo, con la paz de los honestos, trataba de
evitar los conflictos innecesarios y jamás me dejaba sola, nunca, porque
éramos muy unidos. De hecho, nos mandaban juntos a todos lados y
compartíamos grupo tanto en el club como en la iglesia, entre tantas
otras cosas, como aquella última vez, en aquel cumple de mamá. Mi hijo
de 14 años tenía apenas 8 meses y volaba en los brazos de mi hermano,
que solía levantarlo para agitarlo con esa energía de los tíos que
zamarrean a sus sobrinos, mientras las madres nos ponemos nerviosas. Me
parece estar viéndolo ahora, ayer, mañana. Cómo no, lo estoy viendo ahí,
ese último día, tan joven, tan vital, tan feliz, ahí, jugando con sus
siete sobrinos, disfrutándolos a pleno. Bien podría decir que aquella
imagen contiene mi último recuerdo, pero se trata de un recuerdo vivo,
activo, vigente, porque nuestro gran sueño era compartido: queríamos ser
grandes artistas y recorrer todo el mundo a la par, publicando cuentos
para chicos, escritos a dos manos e ilustrados con sus dibujos… ¿Qué
siento? Que lo extraño, que lo siento, que lo siento mucho. Y sí, me
resulta imposible dejar de pensar cuántas cosas podríamos haber
compartido, si no me lo hubieran arrebatado, pero de algún modo las
seguimos compartiendo y, de algún otro modo, no es cierto que hayan
podido arrebatárnoslo. Pues si ustedes me preguntan quién fue Maxi, yo
les diría muchas cosas, pero hay una que les diría primero: Maxi fue un
gran compañero.
¿Quién fue Darío? Leo Santillán.
A 14 años de su partida, no tengo palabras para
describir a mi hermano, de verdad, no las tengo. Y si las tuviera, no
alcanzarían, porque día a día, año a año, aparecen nuevos recuerdos en
mi mente. Tenía un carácter muy fuerte Darío, una impronta marcada que
le permitió ser gigante con tan solo 21 años, 21 años mentirosos, que se
perdían en la inmensidad del respeto que generaba entre sus compañeros.
Marcado por distintas circunstancias de la vida, hubo una que lo
transformó y definió para siempre: las necesidades que padecían los
vecinos del barrio. Solidario, profundamente solidario, entendía también
que debía poner límites, y sabía cómo hacerlo. Juntos, pasamos
muchísimas adversidades a lo largo de nuestra vida, pero él siempre las
enfrentaba, asumiendo las consecuencias. Y miren si no habrá sido así
que aquella noche, el día antes de su asesinato, cuando estábamos todos
reunidos en el local de Lanús, preparando la marcha del día siguiente,
nos miró con toda su serenidad y nos dijo: “Mañana van a matar
compañeros”. Todavía nos sigue mirando. Y sí, es muy fuerte recordarlo
así, pero es necesario para poder comprender su lucha, para no
abandonarla. Nunca más. Porque eso lo tenía claro mi hermano, tan claro
que alguna vez me sentó para decirme: “Mirá, Leo, yo no voy a ver la
revolución; pero los hijos de mis hijos sí. Y los chiquitos de nuestros
compañeros piqueteros, van a dirigir esa lucha”. En 2002, el pueblo
recién estaba despertando de la crisis, pero él tenía fe, tenía mucha
fe, en los seres humanos. Entonces, si ustedes me preguntan quién fue
Darío, yo les respondería que Darío no fue una persona: Darío fue miles
de personas, esos miles de chicos a los que dedicó su vida con todo el
corazón, esos miles de chicos que hoy levantarán su bandera, en el
Puente Pueyrredón.
«Maxi y Darío somos todos» Osvaldo Bayer.
Una bestialidad. Aquel día todos fuimos víctimas de
una bestialidad, otra exposición más de la brutalidad policial,
fusilando personas como si no formaran parte de una democracia. Y por
eso hoy, vengo a sumar mi grito al grito de todos ustedes, como lo hago
todos los 26 de junio, hace ya 14 años. ¿Por qué? Porque mataron
cobardemente a dos jóvenes, a dos luchadores, a dos compañeros nuestros.
Y porque sólo así, sólo siguiendo las huellas de quienes marcaron el
camino del pueblo, podremos alcanzar una mejor calidad de vida, una
democracia capaz de erradicar la miseria, porque precisamente de eso se
trata la democracia. Desde siempre, como a tantos, me tocó resistir a la
represión contra los movimientos populares que buscan la igualdad, pero
los gobiernos no han aprendido nada. Siguen apretando, humillando y
pisoteando a la gente, alimentando la desigualdad, mientras concentran
la riqueza, a las sombras de las necesidades básicas insatisfechas. Y de
las balas. Pero entonces, ¿quiénes fueron Maxi y Darío? Dos militantes
de abajo, dos amigos de las causas populares, dos enemigos del hambre,
dos seres humanos capaces de imponer su dignidad, contra la impunidad de
otros. Dos pupilas que arden, en los ojos de todos nosotros.
¿Quiénes fueron Maxi y Darío? Norita Cortiñas.
Hoy, en esta fecha tan significativa para todos los
luchadores de la vida, se hace difícil no pensarlos, no recordarlos, no
extrañarlos. Se hace imposible. Militantes populares, ambos, fueron
mucho más que “dos víctimas de la crisis”. Fueron nuestros hijos, fueron
nuestras hijas, fueron 30 mil compañeros detenidos desaparecidos,
fueron gargantas poderosas. Algunos, distraídos, podrán pensar que ya no
están acá, pero nosotros sabemos que sí, que nos acompañan ahora y
siempre, porque ellos han sido tan importantes como lo siguen siendo,
para que todos podamos alcanzar por fin una vida verdaderamente digna.
Son ellos, los jóvenes que luchan día a día, quienes dan el presente
cuando el Estado está ausente. Y somos nosotros, quienes debemos
valorarlos, recordarlos y honrarlos, a toda hora. Porque no sólo le
dieron un ejemplo a las nuevas generaciones: le dieron su vida a la
militancia, defendiendo la Patria para incubar justicia social, esa
misma justicia social que exigía mi hijo Gustavo junto a tantos
compañeros. Y entonces no, no me pidan que les responda quiénes fueron
Maxi y Darío, porque Maxi y Darío no fueron: Maxi y Darío son… Maxi y
Darío somos todos nosotros.
Los testimonios fueron publicados originalmente en la garganta poderosa