Por Alfredo Grande, Resumen Latinoamericano, 13 de junio de 2020
A mediados del siglo IX los experimentos sobre electricidad se desarrollaron. Ese fue el origen. Uno de los destinos fue el uso de la picana eléctrica. No creo que nadie pueda echarle la culpa al investigador Maxwell. Al momento de sugerir el modelo de núcleo protón-neutrón, en 1932, Heisenberg sugirió también la existencia de un campo de fuerza que unía los protones, por medio de la existencia efímera de una partícula. No creo que nadie pueda culpar al físico nuclear del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. Bautizado como Proyecto Manhattan. O sea: no me interesa de donde viene el virus causante de la pandemia.
Su origen quizá nunca sea conocido y esa circunstancia facilita todo tipo de especulación conspirativa. Desde la sopa de murciélago hasta la ingeniería genética que lo habría diseñado. Lo que sí me interesa, incluso me desvela, es la manipulación política y cultural que el virus propicia. En este sentido, a pesar de haber escrito que “nadie es profeta en su maceta”, muy tempranamente señalé el riesgo de la captura reaccionaria de la cuarentena.
Aclaro, esperando que no oscurezca.
Dejemos toda especulación sobre el origen y pensemos en el destino. Una brújula interesante es el trabajo con los analizadores. Pueden ser espontáneos, construidos o históricos. En un texto, Carlos del Frade señala: “Al cierre de la primera exposición del ministro, el comisario Pablo Bagli señala una verdad inapelable y multidimensional: ´Para formar un comisario se necesita invertir veinte años, que son cinco ciclos de gobernadores´. La política pasa, la policía queda”.
Si la policía queda, entonces el horizonte del “nunca más” se aleja y la delgada línea roja entre democracia y dictadura se afina. La policía tiene fuerte presencia territorial barrial y comunitaria. Pero como toda organización jerárquica, aunque decaiga en valor, nunca disminuye en subordinación. Y ese comisario en el cual se invirtieron 20 años responde a una Jefatura que a su vez responde, en el mejor de los casos, a un poder político constitucional.
Para el pensamiento de izquierda siempre la función empieza antes de que uno llegue. El Navarrazo, conocido también como Contracordobazo, fue un golpe de estado policial realizado en Argentina, que derrocó al gobernador constitucional de la provincia de Córdoba, Ricardo Obregón Cano y su vicegobernador Atilio López el miércoles 27 de febrero de 1974. Obviamente, el poder político hegemónico de ninguna manera fue neutral. Apoyó a Navarro, el sedicioso.
La dictadura militar también fue y, en su origen lo fue absolutamente, policial. Advertí, cual maestro ciruela, sobre la consigna: “no es hora de librepensadores”. El ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires no admite ambigüedades. Tampoco incertidumbres. Mucho menos, pensamiento crítico. Y ni siquiera pensar de qué color es el cristal con que se mira.
La cuarentena es un viaje de ida. El cuidado es un águila de dos cabezas: una para curar y otra para vigilar. Faltaría la cabeza para castigar, pero tampoco es cuestión de regalar ideas. Si esto es una guerra contra un enemigo invisible estamos perdidos. Porque todas las guerras han sido mecanismos para experimentar y perfeccionar diferentes armas de destrucción masiva.
La siniestra pareja “guerra/progreso tecnológico” sigue teniendo lamentable actualidad. Desde la concepción de una guerra santa hasta la actualidad, mucha sangre ha desbordado ríos. Se multiplica la producción de alimentos pero más se multiplica el hambre. Malthus disfruta sus predicciones. Se ha logrado otra siniestra pareja: “salud pública/control policial”. No lo digo yo: lo dice él. “Es comprensible que quieran seguridad. Lo que la gente necesita, sentirse cuidada. Estamos preparando una policía que está entrenada para actuar en situaciones de estrés policial. De actuar de manera intempestiva ante el narcotráfico. Vamos trabajar desde una mirada policial y una mirada integral. La gente confía en lo que le digo porque nunca los defraudé”. Por lo menos, no propone que lo sigan. Todavía. Claudia Rafael realiza una resonancia magnética y literaria. Su texto «Berni, arma larga del estado» no implica relevo de prueba. Plantea exactamente lo contrario. Tenemos demasiadas pruebas pero aun así, nos resistimos a dictar sentencia. No habrá nada parecido a una nueva normalidad.
Lo
único que habrá es una nueva anormalidad. O peor: nuevas anormalidades.
A menos que alguien sostenga que niños y niñas con plomo en sangre, comiendo en
basurales, padeciendo el calor y el frío, jugando mientras madre y padre
cartonean, pueda denominarse normalidad. Ya no se trata de que sean los únicos
privilegiados. Ahí están los Vicentin, Techint, Santander para desmentirlos.
Se trata de que no sean la excepción a
una regla que, aunque hipócrita, tiene como identidad autopercibida la defensa
de los derechos humanos. Habrá, más temprano que tarde, otro tribunal de los
pueblos donde todas sus sentencias queden firme sin apelación posible.
El uso represor de la pandemia será otro crimen de lesa humanidad. Y deseo, y ojalá pueda estar para verlo, olerlo, tocarlo y disfrutarlo, que la nueva normalidad que nos quieren imponer sea arrasada desde sus cimientos. Desde la Reforma Universitaria de 1918 sabemos que “los dolores que quedan son las libertades que faltan”.
Fuente: Pelotadetrapo.org.ar