Por Jorge Falcone*, Resumen Latinoamericano, 10 junio 2020
“El colapso es un proceso, o un momento, que tiene varias consecuencias delicadas: cambios sustanciales, e irreversibles, en muchas relaciones, profundas alteraciones en lo que se refiere a la satisfacción de las necesidades básicas, reducciones significativas en el tamaño de la población, una general pérdida de complejidad en todos los ámbitos – acompañada de una creciente fragmentación y de un retroceso de los flujos centralizadores -, la desaparición de las instituciones previamente existentes y, en fin, la quiebra de las ideologías legitimadoras, y de muchos de los mecanismos de comunicación del orden antecesor. Salta a la vista, creo, que el escenario propio de una crisis es mucho más liviano, tanto más cuanto que cabe suponer que los cambios acarreados por ésta no son en modo alguno irreversibles”.
Carlos Taibo, catedrático libertario español, autor del ensayo “Colapso: Capitalismo terminal, Transición ecosocial, Ecofascismo” (ed. Catarata, 2019)
El tire y afloje por el mundo que viene
Una vez más, el capitalismo resiliente procurará descomprimir la asonada de protestas en el Gran País del Norte reemplazando a todxs lxs efectivos policiales de Minneápolis, en tanto no se ha logrado allí conjurar aún la expansión de la pandemia en curso.
Algunos analistas esgrimen razones culturales para explicarlo, aduciendo que el confucionismo chino posee una tradición más comunitaria en comparación con la de occidente, cuyo individualismo le jugaría en contra durante la emergencia actual.
Resulta evidente que la lógica hemisférica acerca de que “tiempo es dinero” nos coloca a considerable distancia de convertir el aislamiento preventivo en retiro reflexivo destinado a imaginar un futuro post pandemia más humano que la vieja “normalidad”.
No obstante, el COVID – 19 – funesta consecuencia de un sistema insostenible – continúa brindando la oportunidad de analizar qué se hizo mal para llegar a poner en peligro la vida en el planeta. Pero, aunque a estas horas EEUU aparezca como un bisonte asediado por una manada de coyotes, es demasiado temprano para formular vaticinios venturosos.
Sin ir más lejos, Larry Fink, uno de los fundadores del poderoso fondo de inversión Black Rock – que percibe un sueldo de 40 millones de dólares anuales – anticipa el futuro que se empeña en moldear al margen de negocios de coyuntura: “Nosotros ayudamos a consolidar un nuevo capitalismo de largo plazo, que no se fija en beneficios trimestrales, para transformar la economía de mercado sin transformar su esencia y para eso necesitamos asociarnos a Estados más dinámicos y flexibles”.
Como podrá apreciarse, los dueños del mundo no descansan en mover fichas del damero global para asegurarse que el “nuevo orden” se parezca lo más posible a ese horroroso mundo previo al coronavirus. Y los datos que se acumulan al respecto resultan bastante inquietantes: Según la consultora Sigma, de Argentina, 18 países ya piden auxilio al FMI para sortear económicamente la emergencia sanitaria.
Sin embargo, indudablemente la crisis abre oportunidades. Para bien y para mal. El porvenir está en disputa.
Lo cierto es que el fracaso de los experimentos precedentes deja un vacío que bien podrían rellenar nacionalismos chauvinistas como el de Jair Bolsonaro, aún careciendo de proyecto económico o institucional, dado que dicha filosofía se vale de los temores, las ansiedades, y los resentimientos acumulados en el seno de algunas sociedades. Su gran oportunidad consistió en detectar un vacío importante que persiste. Pero para sostenerse en el tiempo hace falta esgrimir ideas. Lo insoslayable es que no hay perspectivas originales a la vista.
Pese a ello, va tomando forma un momento de afirmación nacional, y eso ya supone un cambio en el sentido de esa globalización que ha venido imponiéndonos apertura económica, y sujeción a una agenda homogeneizadora de toda diversidad. El presente demanda pues de una importante imaginación creadora para que la moneda – que todavía gira en el aire – caiga en favor de los pueblos.
Por lo pronto, parecería ser que los cambios fundamentales no se produjeran por incidencia de algún discurso sino por las marcas que el dolor imprime sobre el cuerpo social.
Al menos así lo entienden quienes suscriben el
Manifiesto Hacia un gran Pacto Ecosocial y Económico que circula entre lxs
argentinxs: “La pandemia ha expuesto
nuestra vulnerabilidad social y nuestra condición humana, a la par de desnudar
y agudizar las desigualdades sociales y económicas haciéndolas más
insoportables que nunca. Esto nos impulsa a mirar el estado, los mercados, la
familia, la comunidad y la naturaleza desde otra perspectiva, mientras
recuperamos aquellas alternativas que hace solo unos meses parecían inviables,
para encontrar una salida diferente a esta crisis, a partir de una
reconfiguración integral que sea social, sanitaria, económica y ecológica y que
tribute a la vida y a los pueblos”.
Un capitalismo en el que ganen todxs… lxs que no se llamen Ramona
Según el Economista de la CTA de los Trabajadores Eduardo Basualdo, el actual gobierno nacional “no es la continuidad del último kirchnerismo, es un Frente Nacional que implica una parte mayoritaria de la clase trabajadora y los sectores populares, pero también a los grupos económicos”.
Consecuente con dicha caracterización, un presidente que ha venido ejerciendo su mandato como si no tuviera otro proyecto que la cuarentena, acaba de formular una expresión de deseo que no resiste el menor análisis científico de cara a las consecuencias que viene produciendo el sistema que nos rige: “Queremos un capitalismo donde ganen todos”.
Pero dado que no es precisamente el pensamiento crítico el que domina al sentido común imperante, así como uno de los principales activos políticos de la gestión kirchnerista fue el éxito de la negociación con los acreedores, Alberto Fernández ha incrementado significativamente su nivel de aprobación social a partir del manejo de la emergencia sanitaria, y en caso de arribar a una resolución digna de ser presentada como favorable en referencia al endeudamiento que ahoga a lxs argentinxs, podría hacerse con un capital equivalente al del ex presidente patagónico que invoca como su mentor.
Y esto último – que seguramente suene quintacolumnista a los oídos del oficialismo más obsecuente -, viene a cuento de las muchas expresiones celebratorias que en las últimas horas circularon en las redes a propósito del proyecto de «rescate» estatal de Vicentina (ej.: «mal día para ser gorila»), cuando aún se desconoce si tal decisión tendrá las características que desearían sus empleadas… o supondrá otro negociado del tipo de REPSOL-YPF. En cualquier caso, de momento lo que no admite sombra de duda es la baja de aranceles para importar insumos destinados a la fabricación de glifosato anunciada por el Ministerio de Relaciones Exteriores, lo que no hace más que ratificar la vigencia de esa nefasta matriz productiva generada desde la expansión del «desierto verde» sojero, inaugurada “casualmente” durante la gobernación bonaerense del Canciller Solá.
En tanto, sin prisa y sin pausa, el Instituto Patria continúa promoviendo por su cuenta suculentos acuerdos con el gigante asiático – 5G, hidrovía, puerto en la Patagonia – que, de concretarse, indudablemente tensarán el equilibrio geopolítico regional al desafiar los intereses de una potencia occidental herida… pero indispuesta a resignar su “patio trasero”.
Lo cierto es que los dueños del país, fieles a su rapacidad histórica, no han siquiera insinuado disposición alguna de compartir una porción de la torta con el alarmante contingente de pobres e indigentes que crece a diario, contribuyendo a que abunden indicadores acerca de que en la post pandemia la miseria y el hambre aumentarán exponencialmente la violencia y la represión.
Por su parte, un amplio sector del “subsuelo de la Patria” gasta los últimos cartuchos de una expectativa electoral que apostó por el co gobierno de las organizaciones sociales, mientras otro – por ahora minoritario pero nada despreciable -, sistemáticamente ninguneado por las políticas asistencialistas, debate su destino entre vivir del aire o sublevarse. Y hará escuchar sus exigencias durante las próximas horas.-
*OLP-Resistir y Luchar