Por Jorge Rachid, Resumen Latinoamericano, 13 de junio de 2020
Cuando sobrevienen los conflictos
sociales o se desencadena una crisis pandémica, los resortes para enfrentarlas
tienen que ser ejecutados de inmediato, en general no hay tiempo de respuestas
que permitan superar dichas situaciones, sin una planificación estratégica del
país, que arme al mismo, de las herramientas necesarias para hacerlo.
Esa situación de respuesta inmediata obedece a
lo que se construyó de soberanía, en cada ámbito de actuación, no dependiendo
de terceros ajenos, para enfrentarlas.
Sin embargo ésta situación, que mide la
capacidad de decisión política en cada instancia institucional, es soslayada
por las políticas neoliberales, cuyas voces son las primeras en exigir
respuestas, a la hora de sus necesidades empresariales o personales, como
observamos en la crisis actual.
Está mal, según esos sectores, avanzar en preservar las fuentes de trabajo
de una de las empresas más poderosas del país, dicen quienes sin embargo,
afrontan la crisis con salarios pagados por el Estado. El mismo Estado al cual
le exigen cerrar el déficit fiscal, cuando las necesidades son generadas en el
seno del pueblo, por hambre y exclusión social, en general “residuo tóxico”, de
ajustes económicos sobre los trabajadores.
Más aún, levantan voces en contra, cuando
dichas medidas se plantean en el marco estratégico del país, como controlar el
mercado de granos, las cadenas alimenticias, evitar las fugas de capitales y el
contrabando de materia prima, que genera las divisas necesarias, para
fortalecer nuestra presencia industrial en el mundo.
Peor aún, desconocen la estafa que esos
empresarios efectuaron sobre el Banco Nación al calor de un gobierno corrompido
hasta sus entrañas y comprometido en el saqueo del patrimonio nacional. El
mismo Banco Nación que se encuentra en cada localidad de nuestro país, siendo
la única banca, cuando el nivel de población no permite ganancias desmedidas a
la banca privada, que se ausenta de esas zonas.
Los productores, chacareros, hombres y
mujeres del interior del país, viven al calor de la banca pública, la misma que
fue violada por empresarios, que no dudaron en poner en peligro el mismo
funcionamiento de esa entidad, por el nivel impagable que generaron con
complicidades de autoridades.
Sin embargo esos compatriotas, salieron a
defender los corruptos que pusieron en riesgo su Banco y sus alimentos,
criticando a quienes los defienden a ellos y al patrimonio nacional, que son
los bienes, evitando su extranjerización y el trabajo argentino.
Síndrome de Estocolmo se llama esta
situación de coloniaje cultural, más allá que la empresa haya hecho en su
historia por la zona, sin dudas, desde sus fundadores, innumerables acciones
destinadas al bien común, que las futuras generaciones de dueños actuales,
malversaron.
Pero así como ponen en riesgo el Banco
Nación, encuentran al sistema de Salud desmantelado, arrasado en pos de una
lógica de lucro, que genera clínicas y sanatorios privados, que se esconden en
su mayoría a la hora de enfrentar las crisis sanitarias. Un sistema que
abandonó el Plan Remediar, que dejó a los niños sin vacunas, que impidió la
terminación de obras casi listas de nuevos centros asistenciales, pero que a la
hora de la Pandemia, es reclamado como si fuese una herramienta aceitada, de un
país virtuoso, cuando fue escaldado por el neoliberalismo, que quienes
cacerolean, ante cada medida del gobierno nacional, suspiran ahora por un
respirador, si les toca el virus.
Entonces es la hipocresía social la que
se levanta en cada hecho político, alimentado por las usinas del odio, cuya
explicación no sólo es nacional –antinacional, son negocios sucios de las
cloacas de una democracia, intrusada por el mercantilismo del lucro voraz.
Tendremos país mañana entonces, si
recuperamos esa capacidad de maniobra y decisión política, que sólo otorga la
construcción permanente de Soberanía, en un país que tiene comida para 400
millones de personas y naturaliza que existan 5 millones de argentinos con
hambre.
Soberanía alimentaria no es una
entelequia ni una utopía, es un reclamo de la hora, como lo es la Soberanía
sanitaria, elementos claves en la construcción de un modelo social solidario y
justo, que privilegie los intereses del pueblo y de la Patria, antes que los
mercaderes del dolor que apuestan al Mercado como ordenador social.
El gobierno nacional y popular, avanzará
en los resortes necesarios para esa construcción, pero necesitará de la
Comunidad Organizada dispuesta a dar la batalla que generará la confrontación
con intereses concentrados desde hace décadas y una cultura dominante del
coloniaje.
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