Por Vanessa Nicolav. Resumen Latinoamericano, 13 de junio de 2020
Más de 10 mil km² de selva talada podrían servir de combustible para incendios que comienzan en agosto en la región
Entre agosto de 2018 y julio de 2019, la deforestación de la
Amazonía creció 34% en comparación al mismo período del año anterior. En
total, fueron más de 10 mil kilómetros cuadrados de selva perdida, de
acuerdo con datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales
(INPE por su sigla en portugués).
Además de la pérdida del más importante bioma del planeta, la deforestación de la región puede tener efectos preocupantes para Brasil, que lucha contra el número creciente de víctimas por el coronavirus. Eso porque, conforme alertan especialistas, los incendios podrían coincidir con el pico de la pandemia.
“Creo que vamos a entrar ahora en un período muy crítico, que es el
período de incendios, y va a coincidir con el posible pico de esa
pandemia. Y sabemos que varios estudios demuestran que la calidad del
aire es una variable que interfiere en las estadísticas de internaciones
por casos respiratorios. Y esa enfermedad se agrava exactamente por esa
vía, el sistema respiratorio de las personas. Entonces usted tiene ahí
una tragedia anunciada”.
Quien lo afirma es Antonio Oviedo, técnico ambiental del Instituto
Socioambiental (ISA), que trabaja hace más de 15 años en la Amazonía con
manejo de recursos naturales. Para él, el aumento de selva talada
significa, en la práctica, más combustible para los incendios y más humo
tóxico en la atmósfera.
“Entonces, usted tiene una caldera listo para incendiarse en un
período de pandemia. Hay mucha biomasa por quemar. Por eso, es muy
importante que las instituciones permanezcan atentas. Instituciones de
salud necesitan trabajar de forma articulada con organismos de
fiscalización. Esas actividades Ilegales, principalmente en la Amazonía,
ellas también tienen que ser vistas como cuestión de salud pública en
este momento.” alerta Oviedo.
Las políticas del gobierno de Bolsonaro, mientras tanto no han señalado gran preocupación ni con la salud pública, ni la preservación del medio ambiente.
Con
políticas de devastación de instituciones públicas como la Fundación
Nacional del Indio (FUNAI) y el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y
los Recursos Naturales Renovables (IBAMA), quienes han defendido en la
práctica la vida de la selva, han sido las poblaciones indígenas,
aquellos que históricamente más preservan y más sufren con la
deforestación.
Habitantes de la región al sur del Amazonas, los Apurinã viven hace
más de 300 años en las orillas del río Purus. La región es llamada
última frontera, por ser tierras con acceso solo aéreo y fluvial.
Makupanari Apurinã, de 33 años, cuenta que incluso allí ya es posible
notar el avance de la destrucción.
“La semana pasada un grupo de indígenas fueron a la parte sur del
territorio Peneri/Tacaquiri y trajeron la información de que la
deforestación es grande allá. Ellos contabilizaron más o menos 6
motosierras trabajando.” afirma Makupanari que también es ingeniero
ambiental.
Makupanari considera que la deforestación ha sido y será aún mayor,
ya que las rondas de vigilancia de los indígenas y de las instituciones
no están sucediendo debido a la pandemia del nuevo coronavirus.
“Los incendios del año pasado se pueden triplicar este año porque ya
están las ofertas y ya están las nuevas áreas que ellos van allá a ver,
entonces podemos tener humo esparcido ahí encima en la atmósfera ahí”,
concluye.
Edición: Leandro Melito
Traducción: Pilar Troya
*Fuente: Brasil de Fato