Por Lilia Solano. Resumen latinoamericano, 2 junio 2020
Siete consideraciones que hay que tener en cuenta a la hora de exigir la salida de una fuerza militar extranjera.
El Comando Sur del ejército de Estados Unidos, asegurando que busca
“asesorar” al gobierno colombiano en su lucha contra el narcotráfico,
anuncia la presencia en el territorio nacional de un contingente de la
brigada de Asistencia de Fuerza de Seguridad (SFAB).
Al menos siete consideraciones hay que tener en cuenta a la hora de exigir la salida de una fuerza militar extranjera:
1. El narcotráfico, ha generado innumerables grupos criminales con
un poder económico y militar sin precedentes, y que lograron
convertirlo en un poder político que les permitió elegir congresistas,
alcaldes, gobernadores, etc. Su enorme poder militar organizó alianzas
en casi todo el territorio nacional con gamonales y políticos para
ejercer la violencia a su antojo y asesinar periodistas, jueces,
políticos y muchos otros que se han atrevido a criticarlos. Por otro
lado, se han aliado con el poder institucional influyendo en una agenda
que, en todos los ámbitos del territorio nacional, responde a los
intereses del narcotráfico. El gobierno norteamericano no solo conoce en
detalle la alianza de los gobernantes y narcotraficantes, sino que
apoya en forma decidida y acompaña el poder de turno.
2. La guerra resultante ha tenido la capacidad de multiplicar la
corrupción en el ente judicial, las fuerzas armadas y, en particular, un
sector de la clase política colombiana que se rindió a sus pies. Este
fenómeno, a su vez, ha torcido el desarrollo económico del país que se
nutre de una falsa bonanza económica y teje una red en la que se
entrecruzan sus intereses con la criminalidad. Con las leyes de
“extinción de dominio,” los narcotraficantes dejaron de invertir sus
capitales y los depositaron en bancos norteamericanos donde las leyes
protegen el capital. Cuando los narcos se someten a la justicia
norteamericana entregar los capitales que ya tienen allá guardados.
3. El Estado colombiano ha decidido consagrar sus fuerzas de
seguridad ‑ejército, policía, servicios secretos, aduanas etc- a una
lucha que no tiene límite financiero y que es inútil. Bajo el disfraz de
la lucha contra el narcotráfico, las fuerzas colombianas de seguridad
se dedican principalmente a perseguir campesinos y campesinas
cultivadores de las “matas” de uso ilícito, es decir, los cultivadores
de coca, amapola y marihuana.
4. Este negocio de demanda sin límites, con un mercado cautivo por
estar prohibido, genera recursos económicos inagotables que han nutrido
en gran medida y fortalecido el conflicto en Colombia. En particular,
los grupos paramilitares en alianza con los militares acrecentaron su
capacidad para la violencia que se multiplicó aún más, gracias a la
“ayuda” económica que el gobierno norteamericano entrega para librar la
guerra antidrogas. Los ciudadanos estadounidenses terminan financiando
una guerra en Colombia que busca eliminar formas alternativas de
organización social.
5. Esta guerra incurre en un gasto ecológico impagable. Desde hace
décadas son arrasados, año tras años, selvas y ríos en la
implementación de estrategias de fumigación aérea que busca destruir los
cultivos ilícitos. A muchos de estos ríos se les ha reconocido un
estatus jurídico que busca proteger sus derechos, pero el cuidado del
ambiente no es de interés alguno para quienes imponen y conducen las
fumigaciones que es otra de las prioridades de la agenda antinarcóticos
gringa.
6. El campesinado fue nuevamente engañado, pues se les ofreció un
programa de sustitución de cultivos ilícitos a lo que miles de
campesinos respondieron afirmativamente. Sin embargo, la respuesta
gubernamental fue la de incrementar la erradicación forzada y perseguir
el campesinado. Como lo admiten los agentes gubernamentales, es más
barato fumigar que desarrollar el campo, pues la guerra antinarcóticos
es más rentable.
7. La DEA se ha convertido en otro cartel que negocia con
narcotraficantes, extradita a los que quiere, negocia con los más
grandes mafiosos, logra entrampar a los que puede, todo eso, con el
visto bueno de una clase dirigente que, en un pequeño porcentaje, es
propietaria de la riqueza y que ha logrado convertir el país en una
bomba de tiempo a punto de estallar; una casta con la fuerza para
representar elites económicas y elites políticas.
¿Obedece la presencia de las tropas estadounidenses en Colombia a un afán por exterminar el negocio de drogas ilícitas? el gobierno de Iván Duque nos debe una explicación seria, pues la matanza de líderes sociales se va a multiplicar con esta “asesoría” gringa.
* Fuente: Las 2 Orillas