Por Helen Yaffe | Resumen Latinoamericano, 9 de junio 2020
La
respuesta de la Cuba socialista a la pandemia global de SARS-CoV2 ha
sido excepcional tanto por su gestión interna como por su
contribución internacional. El hecho de que una nación pequeña,
sometida a siglos de colonialismo e imperialismo, y desde la
Revolución de 1959 a seis décadas de un bloqueo criminal de Estados
Unidos, pueda desempeñar este papel ejemplar se debe al sistema
socialista de Cuba. La planificación central destina los recursos
nacionales según una estrategia de desarrollo que prioriza el
bienestar humano y la participación de la comunidad, y no del
beneficio privado.
Las autoridades cubanas reaccionaron rápidamente a la información
proporcionada por China acerca del SARS-CoV2 a principios de este
año. En enero las autoridades cubanas establecieron una Comisión
Nacional Intersectorial para el COVID-19, actualizaron su Plan de
Acción Nacional para Epidemias, empezaron a vigilar puertos,
aeropuertos e instalaciones marinas, impartieron a los agentes de
fronteras e inmigración formación para responder al COVID-19 y
elaboraron un plan de “prevención y control”. Especialistas
cubanos viajaron a China para aprender acerca del comportamiento del
nuevo coronavirus y las comisiones del Consejo Científico del
gobierno empezaron a trabajar para luchar contra el coronavirus.
Durante el mes de febrero se reorganizaron las instalaciones médicas
y se formó al personal para controlar la propagación de virus
dentro de la isla. A principios de marzo se creó un grupo científico
y biotecnológico para desarrollar tratamientos, pruebas, vacunas y
otras innovaciones relacionadas con el COVID-19. A partir del 10 de
marzo se empezaron a hacer pruebas de COVID-19 a las personas que
entraban en el país. Todo ello se hizo antes de que se detectara el
virus en la isla.
El 11 de marzo se confirmó que tres turistas italianos eran los
primeros casos de COVID-19 en Cuba. Las autoridades sanitarias
cubanas se pusieron en acción organizando reuniones en los barrios,
haciendo chequeos de salud, pruebas, rastreo de contactos y
cuarentenas casa por casa, todo ello acompañado de programas de
educación y actualizaciones diarias de los datos. El 20 de marzo se
“confinó” a la población y se le exigió respetar las normas de
distanciamiento social y llevar mascarillas cuando tuviera que salir
de casa para acudir a trabajos esenciales. Se suspendieron los
impuestos a los negocios y las deudas domésticas, se aseguró el 50
% del sueldo a las personas hospitalizadas y los hogares con ingresos
bajos recibieron asistencia social y familiar ya que se les entregó
a domicilio comida, medicinas y otros artículos. En talleres de toda
la nación se empezaron a producir mascarillas animados por un
movimiento popular de producción doméstica y se organizaron grupos
comunitarios de ayuda mutua para ayudar a las personas vulnerables y
ancianas a comprar comida ya que se habían vuelto habituales las
largas colas. El 24 de marzo Cuba cerró sus fronteras a las personas
no residentes, una decisión dura dada la importancia que tienen para
el Estado los ingresos del turismo. Se exigía a cualquier persona
que entrara en el país pasar una cuarentena supervisada de 14 días
bajo un régimen de pruebas (1). En las provincias y municipios se
activaron los Consejos de Defensa.
En
abril
se suspendió tanto
el
pago de las facturas de los servicios públicos como
el transporte regional y local, aunque se garantizó el transporte al
personal medico y a otras personas que trabajaran en servicios
esenciales.
Se
desinfectó La Habana y otras ciudades. Se puso en cuarentena total o
parcial a 20 comunidades de seis provincias. Se
puso
en marcha
una aplicación diseñada
en Cuba,
“Virtual Screening”, con una aplicación de opt-in que permite a
las
personas
usuarias
remitir
una encuesta epidemiológica al
Ministerio
de Salud Pública (MINSAP)
para que haga un análisis
estadístico. Se
tomaron medidas para impedir que el virus entrara en las cárceles
donde se hicieron chequeos activos dos veces al día y a fecha de 23
de abril no se había registrado ningún caso en
ellas.
A fecha de 24 de mayo se había informado de 82 muertes y menos de
dos mil casos confirmados en Cuba (2), cuya población es de 11.2
millones de habitantes. Eso supone 173 casos confirmados por millón
de habitantes, en comparación con los 3.907 por millón en Gran
Bretaña. No ha muerto ninguna persona perteneciente al personal
sanitario, aunque a mediados de abril se habían infectado 92
personas.
La respuesta ejemplar de Cuba se basa en cinco características de
su desarrollo socialista. Primero, su sistema de salud pública
único, universal y gratuito, que prima la prevención sobre la cura,
con una red de médicos de familia responsables de la salud
comunitaria y que viven entre sus pacientes. Segundo, la industria
biofarmacéutica de Cuba que está orientada a las necesidades de
salud pública y produce casi el 70 % de los medicamentos que se
consumen en el país y exporta a 50 países (3). Tercero, la
experiencia de la isla en materia de defensa civil y reducción del
riesgo de desastres, generalmente en respuesta a desastres naturales
y relacionados con el clima. Su internacionalmente aplaudida
capacidad de movilizar los recursos nacionales para proteger la vida
humana se logra gracias a una red de organizaciones populares que
facilitan la comunicación y la acción comunitaria. Cuarto, la
experiencia de la isla en hacer controles de enfermedades
contagiosas. Durante décadas Cuba ha enviado a profesionales
sanitarios a países que padecen enfermedades infecciosas erradicadas
desde hace tiempo en la isla y ha invitado a decenas de miles de
personas de otros países a estudiar en Cuba. Cuenta con
procedimientos bien desarrollados para poner en cuarentena a personas
que entran en la isla. Quinto, el internacionalismo médico cubano
gracias al cual 400.000 personas profesionales de la salud han
proporcionado atención sanitaria gratuita a poblaciones que carecían
de ella en 164 países. Cuando empezó la pandemia había unos 28.000
profesionales sanitarios trabajando en 59 países. A finales de mayo
otros 2.300 especialistas sanitarios de las Brigadas Médicas Henry
Reeve de Cuba, especialistas en respuesta epidemiológica y a
desastres, habían acudido a 24 países para tratar a pacientes de
COVID-19.
Compromiso con una atención sanitaria pública de gran
calidad
En 1959 Cuba contaba con unos 6.000 médicos, pero la mitad de
ellos se marcharon muy pronto. Solo se quedaron 12 de los 250
profesores cubanos de la Facultad de Medicina de la Universidad de La
Habana. Solo había un hospital rural. El gobierno revolucionario se
enfrentó al reto de proporcionar una atención sanitaria pública de
gran calidad partiendo casi desde cero. Para ello se estableció en
1960 el Servicio Médico Rural (SMR) y a lo largo de la década
siguiente se destinó a zonas remotas a cientos de médicos recién
graduados (4).Los médicos del SMR desempeñaron la
función de educadores en materia de salud además de la de médicos
clínicos. Se establecieron programas nacionales para la prevención
y el control de enfermedades infecciosas. Desde 1962 un programa
nacional de inmunización suministró a todas las personas cubanas
ocho vacunas gratis. Se redujeron rápidamente las enfermedades
infecciosas hasta eliminarlas finalmente. Para 1970 la cantidad de
hospitales rurales había llegado a 53. Hasta 1976 no se recuperó la
proporción entre médicos y ciudadanos anterior a la Revolución.
Para entonces todo el país disponía de servicios de salud y los
indicadores habían mejorado significativamente. En 1974 se
estableció un nuevo modelo de policlínicas basadas en la comunidad
que proporcionó a las comunidades cubanas acceso local a
especialistas de atención primaria. Tanto la formación como la
política hicieron hincapié en el impacto que los factores
biológicos, sociales, culturales, económicos y medioambientales
tenían en los pacientes. Los programas nacionales se centraron en la
saluda maternoinfantil, en las enfermedades infecciosas, en las
enfermedades crónicas no transmitibles y en la salud de las personas
adultas más mayores.
En 1983 se introdujo en todo el país el Plan de Médicos y
Enfermeros de Familia, según el cual se establecieron en los barrios
consultas de médicos de familia en cuya parte superior vivían con
su familia el médico o enfermero, de modo que la atención médica
estaba garantizada las 24 horas del día. Los médicos de familia
coordinan la atención médica y dirigen las campañas de promoción
de la salud que insisten en la prevención y el análisis
epidemiológico. Se basan en la creación de historiales médicos y
en la capacidad clínica, mientras que reservan los procedimientos
costosos de alta tecnología a aquellos pacientes que los requieren,
conciertan las citas con los pacientes por las mañanas y hacen
visitas a domicilio por las tardes. Los equipos médicos hacen
diagnósticos de la salud del barrio y mezclan la medicina clínica
con la salud pública y la “valoración continua y evaluación de
riesgos” (VCER) individualizada de sus pacientes. Los médicos y
enfermeros de familia trabajan también en centros de trabajo y
escuelas grandes, guarderías infantiles, residencias de personas
mayores, etc.
Para 2005 la población cubana tenía un médico por cada 167
personas, la proporción más alta del mundo. Cuba tiene actualmente
449 policlínicas, cada una de las cuales atiende a entre 20.000 y
40.000 personas y funcionan como centro para entre 15 y 40 médicos
de familia. Hay más de 10.000 médicos de familia repartidos de
forma uniforme por toda la isla.
La atención primaria de salud, columna vertebral de la
respuesta de Cuba
Un artículo publicado en abril de 2020 por Medicc Review
describe el sistema de atención primaria de salud de Cuba como un
“arma poderosa” contra el COVID-19 (5). “Sin un acceso temprano
a pruebas rápidas, estaba claro que las pruebas masivas no eran la
primera opción estratégica. Sin embargo, la atención primaria de
salud sí lo era”. Las autoridades cubanas garantizaron que todas
las personas que formaban parte del sistema de atención sanitaria,
incluido el personal de apoyo, recibía formación acerca del
COVID-19 antes de que se detectara el virus. Los médicos de más
alto rango de cada provincia recibieron formación en el mundialmente
famoso hospital cubano de enfermedades tropicales, el Instituto Pedro
Kourí. Después, al volver a sus provincias, formaron a sus colegas
del siguiente escalafón, los directores de los hospitales y
policlínicas. “A continuación se pasó al tercer escalafón: la
formación de los propios médicos y enfermeros de familia, los
técnicos de laboratorio y radiología, el personal administrativo y
también el personal de mantenimiento, los conductores de ambulancias
y camilleros, cualquier persona que pudiera tener contacto con un
paciente”, explicó la directora de una policlínica, la dra. Mayra
Garcia, a la que se cita el artículo de Medicc Review.
Cada policlínica también formó a personas no pertenecientes al
sector sanitario en su zona geográfica, en los lugares de trabajo, a
los propietarios de pequeños negocios, a las personas que alquilan
casas, especialmente a extranjeros, o a los encargados de las
guarderías, y les indicaron cómo reconocer los síntomas y tomar
medidas de protección. Como refuerzo se envió a profesionales
médicos de alto rango de las policlínicas a los consultorios de los
médicos de familia. Se destinó personal médico a los hoteles
locales para proporcionar detección y atención médica las 24 horas
del día a los extranjeros que residían allí. Se reorganizaron los
servicios de emergencias sin cita previa para aislar a cualquier
persona que tuviera síntomas respiratorios y proporcionar una
valoración las 24 horas del día. Siempre que fue posible se
pospusieron las citas no relacionadas con el COVID-19 o se cambiaron
por visitas a domicilio en el caso de grupos prioritarios.
El artículo de Medicc Review destaca a importancia del
modelo de “valoración continua y evaluación de riesgos” para
luchar contra el COVID-19. Ya se ha clasificado a toda la población
cubana en cuatro grupos: aparentemente sanos, con factores de riesgo
de enfermedad, enfermos y en proceso de recuperación o de
rehabilitación. Los médicos conocen las características de salud y
las necesidades de las comunidades a las que atienden. “El modelo
de “valoración continua y evaluación de riesgos” también nos
alerta automáticamente acerca de las personas que son más propensas
a tener infecciones respiratorias y de las personas cuyas
enfermedades crónicas son los factores de riesgo más comúnmente
asociados a complicaciones en pacientes de COVID-19”, explicó el
doctor Alejandro Fadragas.
Los Comités de Defensa de la Revolución organizaron por toda
Cuba reuniones informativas sobre salud pública para que los médicos
y enfermeros asesoraran a los barrios acerca de la pandemia. En
cuanto se confirmaron los primeros casos se ampliaron las visitas
diarias de los médicos de familia a las casas y se convirtieron en
la “herramienta más importante” para la detección activa de
casos y adelantarse al virus (6). Unos 28.000 estudiantes de medicina
se unieron a ellos para realizar estas visitas casa por casa para
detectar los síntomas. Este procedimiento significa que se puede
estudiar a toda la población.
Se
envía a las personas que tienen síntomas a su policlínica local
para que se les haga una evaluación rápida. Aquellas personas que
se sospecha tiene COVID-19 son enviadas a uno de los nuevos centros
municipales de aislamiento situados por toda la isla, donde deben
permanece un máximo de 14 días durante los cales se les hacen
pruebas y reciben atención médica.
Si resulta
que el
caso es
otra enfermedad respiratoria, regresan a casa pero deben permanecer
en su
interior durante al menos 14 días con un
seguimiento
en atención primaria. Los
hospitales se reservan para las personas que realmente los necesitan.
Los profesionales de atención primaria también son responsables
de localizar rápidamente los contactos de todos los casos
sospechosos, a los que se hacen pruebas y se aíslan en casa. Además,
las casas y entradas comunes de aquellos pacientes que han sido
enviados a los centros de aislamiento son desinfectados por equipos
de “respuesta rápida” formados por directores y vicedirectores
de policlínicas, junto con los miembros de la familia. Las consultas
de los médicos de familia también se desinfectan a diario. Al mismo
tiempo el personal médico controla a diario a los trabajadores de
los hoteles en los que están alojadas personas extranjeras y las
policlínicas les proporciona equipos de protección individual y
desinfectantes. Las policlínicas y los médicos de familia también
son responsables del seguimiento durante 14 días de los pacientes de
COVID-19 a los que se ha dado de alta de los hospitales.
Medicamentos producidos en Cuba
El protocolo cubano para tratar a los pacientes de COVID-19
incluye 22 medicamentos, la mayoría de ellos producidos en el país.
La atención se centra en la prevención, con medidas destinadas a
mejorar la inmunidad innata. Desde el principio se identificó el
potencial que tenía el medicamento antiviral cubano Heberon, un
interferón Alfa 2b recombinante humano (IFNrec). Este producto
biotecnológico ha demostrado ser eficaz para enfermedades virales
como la hepatitis de tipo B y C, el herpes zóster, el VIH-SIDA y el
dengue. Se produce en Cuba desde 1986 y en China desde 2003 por medio
de una empresa conjunta cubano-china, ChangHeber, y en enero de 2020
la Comisión Nacional de Salud de China lo eligió entre 30
tratamientos para pacientes con COVID-19. Pronto encabezó su lista
de medicamentos antivirales tras demostrar buenos resultados.
Este medicamento es más eficaz si se utiliza de forma preventiva
y en las primeras etapas de la infección. En Wuhan, China, casi
3.000 personas pertenecientes al personal medico tomaron Heberon como
medida preventiva con el fin de potenciar su respuesta inmune y
ninguna de ellas contrajo el virus, mientras que el 50 % de otros
3.300 médicos que no tomaron este medicamento contrajeron el
COVID-19. La Organización Mundial de la Salud (OMS), el Centro
Médico Johns Hopkins y el World Journal of Paediatrics,
entre otros, recomiendan el IFNrec de Cuba en los protocolos médicos
de varios países. El producto ya estaba registrado en Argelia,
Argentina, Chile, Ecuador, Jamaica, Tailandia, Venezuela, Vietnam,
Yemen y Uruguay. A mediados de abril se habían recibido solicitudes
de unos 80 países para utilizarlo y lo estaban administrado las
Brigadas Médicas Cubanas Henry Reeve que tratan a pacientes de
COVID-19 en el extranjero. El 14 de abril se informó de que se había
tratado con Heberon al 93.4 % de los pacientes de COVID-19 en Cuba y
solo un 5.5 % habían estado graves. Para esa fecha se informó de
que la tasa de mortalidad era del 2.7 %, pero en el caso de
pacientes tratados con Heberon solo del 0.9 %.
Otras medicinas cubanas que ofrecen resultados prometedores son:
la Biomodulina T, un inmunomodulador que estimula el sistema
inmunológico de las personas vulnerables y que se ha utilizado en
Cuba durante 12 años, sobre todo para tratar infecciones
respiratorias recurrentes en personas ancianas; el anticuerpo
monoclonal Itolizumab (Anti-CD6), utilizado para tratar los
linfomas y la leucemia, y que se ha administrado a pacientes de
COVID-19 en estado grave o crítico para reducir la secreción de
citoquinas inflamatorias que provocan el flujo masivo de sustancias y
líquido en los pulmones; elCIGB-258, un nuevo péptido
inmunomodulador diseñado para reducir los procesos inflamatorios.
Para el 22 de mayo 52 pacientes de COVID-19 habían sido tratados con
CIGB-258 y la tasa de supervivencia de aquellos que se encontraban
en una etapa grave fue del 92 % frente a un promedio global del 20%,
mientras que la tasa de supervivencia entre los que se encontraban en
un estado crítico fue del 78 %. Y por último, el plasma
sanguíneo de pacientes recuperados.
Los científicos médicos cubanos están produciendo su propia
versión del Kaletra, una combinación antirretroviral de Lopinavir y
Ritonavir utilizada para tratar el VIH/SIDA. El hecho de producirlo
en Cuba eliminará las costosas importaciones de la gran industria
farmacéutica capitalista y el bloqueo de Estados Unidos. Al mismo
tiempo se ha distribuido gratuitamente a todos los habitantes de la
isla el medicamento homeopático Prevengho-Vir, que se cree que
fortalece el sistema inmunológico. Los científicos médicos están
evaluando dos vacunas para estimular el sistema inmunológico y se
estudia a cuatro candidatos para una vacuna preventiva específica
para COVID-19.
A principios de mayo los científicos cubanos habían adaptado
SUMA, un sistema de diagnóstico informatizado cubano para detectar
rápidamente anticuerpos del COVID-19, lo que permite realizar
pruebas masivas a bajo costo. “El objetivo es encontrar nuevos
casos y entonces intervenir, aislar, rastrear contactos y tomar todas
las medidas posibles para asegurar que Cuba continua como hasta
ahora”, afirmó el 11 de mayo el destacado epidemiólogo cubano,
Francisco Durán, durante su comparecencia televisada diaria. Esto
significa que la isla ya no depende de pruebas donadas o de las
costosas pruebas que compra en el extranjero. Va a aumentar mucho la
cantidad comparativamente alta de pruebas de Cuba.
BioCubaFarma está produciendo en masa mascarillas, equipos de
protección individual y productos médicos y sanitarios, además de
coordinar a las empresas estatales y a los trabajadores autónomos
para reparar equipamientos vitales, como los respiradores. Los
esfuerzos de Cuba por comprar nuevos respiradores se han visto
obstaculizados por el bloqueo de Estados Unidos que durante casi 60
años incluye entre sus prohibiciones alimentos y medicamentos.
Encabezar la lucha global
El 18 de marzo Cuba permitió al crucero MS Braemar, con 684
pasajeros en su mayoría británicos y 5 casos confirmados de
COVID-19, atracar en La Habana después de haber pasado una semana
abandonado a su suerte en el mar ya que Curazao, Barbados, Bahamas,
la República Dominicana y Estados Unidos le habían denegado la
entrada en sus países. Las autoridades cubanas facilitaron el
traslado seguro de los pasajeros a vuelos chárter para ser
repatriados. Tres días después una brigada médica cubana compuesta
por 53 personas llegó a Lombardía (Italia), que en ese momento era
el epicentro de la pandemia, para ayudar a las autoridades sanitarias
locales. Los médicos eran miembros de las Brigadas Médicas Henry
Reeve, que en 2017 recibió el Premio de Salud Pública de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en reconocimiento por la
asistencia médica de emergencia prestada de forma gratuita. Era la
primera misión médica cubana en Europa. A fecha del 21 de mayo más
de 2.300 profesionales de la salud cubanos se habían desplazado a 24
países para tratar a pacientes de COVID-19, incluida una segunda
brigada en el norte de Italia y otra al principado europeo de Andorra
(7).
La amenaza del buen ejemplo
El internacionalismo médico cubano empezó en 1960, pero la
exportación de profesionales de la salud no supuso una fuente de
ingresos estatales hasta mediados de la década de 2000 con el famoso
programa “petróleo por médicos” según el cual 30.000 personas
trabajadoras de la salud cubanas desempeñaron su labor en Venezuela.
El gobierno del presidente estadounidense Bush respondió tratando de
sabotear los ingresos de la exportación médica cubana con el
Programa de Libertad Condicional Médica de Cuba, que inducía a los
profesionales cubanos (que no habían pagado ningún coste matrícula,
se habían graduado sin tener que contraer deudas y habían firmado
voluntariamente contratos para trabajar en el extranjero ayudando a
poblaciones desatendidas) a abandonar las misiones médicas a cambio
de obtener la ciudadanía estadounidense. El presidente Obama mantuvo
el Programa, incluso mientras elogiaba a los médicos cubanos por
luchar contra el ébola en África Occidental. El Programa acabó en
los últimas días de su mandato en enero de 2017.
El gobierno Trump ha renovado sus
ataques contra las misiones médicas cubanas y ha instigado para que
se les expulse de Brasil, Ecuador y Bolivia, con lo que ha dejado a
millones de personas de estos países sin atención sanitaria. El
motivo es el mismo, bloquear los ingresos a una nación que ha
sobrevivido 60 años a las hostilidades estadounidenses. En el
contexto de la pandemia, mientras que los fallos intencionados del
gobierno de Estados Unidos han provocado decenas de miles de muertes
innecesarias, el liderazgo mundial de la Cuba socialista ha supuesto
la amenaza de un buen ejemplo. En sus ataques el Departamento de
Estado estadounidense ha calificado a los médicos cubanos de
“esclavos” y afirmado que el gobierno cubano busca ingresos e
influencia política. Ha presionado a los países que se beneficia de
la ayuda cubana para que la rechacen en un momento en que la
necesitan urgentemente. Estos ataques son especialmente viles ya que
es probable que Cuba no reciba ninguna retribución por esta ayuda,
más allá de los costos.
Mientras tanto, el criminal bloqueo estadounidense, que se ha
endurecido punitivamente bajo la presidencia de Trump, impide la
compra de los ventiladores que Cuba necesita urgentemente para sus
propios pacientes de COVID-19. Una donación china a Cuba de
equipamiento médico quedó bloqueada porque la aerolínea que
transportaba la mercancía no viajó a Cuba por temor a la multa de
Estados Unidos. En estos momentos es cada vez mayor la exigencia
internacional de que se ponga fin a todas las sanciones, en
particular contra Cuba, que ha demostrado su liderazgo mundial en la
lucha contra la pandemia del SRAS-CoV2. Debemos unir nuestras voces a
esta exigencia. También hay llamamientos de organizaciones e
individuos a favor de la candidatura para el Premio Nobel de la Paz
de las Brigadas Médicas Henry Reeve.
Lo que queda claro de esta historia de internacionalismo médico
basado en principios es que con reconocimiento o si él la Cuba
revolucionaria seguirá luchando a favor de la atención sanitaria
mundial ahí donde puedan llegar sus ciudadanos y ciudadanas, y su
ejemplo.
Para más detalles acerca de la respuesta de Cuba al
COVID-19 véase Medicc
Review, abril de 2020.
Notas:
(1) Véase el vídeo sobre los centros destinados a pasar la cuarentena: https://www.youtube.com/watch?v=elfGioEb_G8&feature=emb_title
(2) Según datos del Ministerio de Salud Pública de Cuba,
“a fecha del 5 de junio de 2020 había 2173 casos confirmados, 553
ingresados con sospecha 1855 recuperados y 83 personas fallecidas” (N.
de la t.).
(3) Véase Helen Yaffe, ‘Cuban
medical science in the service of humanity’,
www.counterpunch.org/2020/04/10/cuban-medical-science-in-the-service-of-humanity/
(4) Véase C. William Keck y Gail A. Reed, “The Curious Case of
Cuba”, American Journal of Public Health, 2012.
(5) Tania L. Aguilar-Guerra y Gail Reed, ‘Mobilizing
Primary Health Care: Cuba’s Powerful Weapon against COVID-19’,
Medicc Review, abril de 2020.
https://mediccreview.org/wp-content/uploads/2020/05/MR-April2020‑1.pdf
(6) Aguilar-Guerra y Reed, Mobilizing Primary Health Care.
Véase también el vídeo sobre las visitas médicas casa por casa:
https://www.youtube.com/watch?v=WRjZtA_3SUY&feature=emb_title
(7) Véase el vídeo sobre sobre las brigadas médicas cubanas
https://www.youtube.com/watch?time_continue=19&v=MUYS1EVutmg&feature=emb_title
Helen Yaffe es
profesora de Historia Económica y Social en la Universidad de
Glasgow, especializada en el desarrollo de Cuba y América Latina. Es
autora de Che
Guevara: The Economics of Revolution y coautora con
Gavin Brown de Youth Activism and Solidarity: the Non-Stop Picket
against Apartheid. En la primavera de 2020 se publicará su
próximo libro, We
Are Cuba! How a Revolutionary People have survived in a Post-Soviet
World.
Fuentes: Counterpunch /Rebelión
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos