Cultura. No hay ningún escritor como Arundhati Roy

Cul­tu­ra. No hay nin­gún escri­tor como Arundha­ti Roy

Por Joel Whit­ney, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de junio de 2020.

Tra­du­ci­do del inglés para Rebe­lión por Bea­triz Mora­les Bastos

Foto: Arundha­ti Roy en 2010. jean­bap­tis­te­pa­ris /​flickr

Arundha­ti Roy sue­le irri­tar a los medios de comu­ni­ca­ción y a las éli­tes polí­ti­cas de India como nadie más en el sub­con­ti­nen­te, qui­zá por­que nin­gún otro escri­tor, en India o en otro lugar del mun­do, escri­be hoy en día como Roy con una pro­sa pene­tran­te y bella en defen­sa de las per­so­nas con­de­na­das de la tierra.

El tiem­po en la polí­ti­ca india se pue­de mar­car según el tiem­po que ha pasa­do des­de que Arundha­ti Roy enfa­dó al gobierno. Su meticu­losa disec­ción des­de hace dos déca­das del nada sos­te­ni­ble desa­rro­llo de India, de su nacio­na­lis­mo isla­mo­fó­bi­co hin­dú y su vio­len­cia de cas­tas, y tam­bién de la bús­que­da por par­te de Esta­dos Uni­dos del impe­rio glo­bal ha demos­tra­do ser correc­ta y som­bría­men­te profética.

Cuan­do el pasa­do mes de diciem­bre se apro­bó la ley india que res­trin­ge la ciu­da­da­nía de las per­so­nas musul­ma­nas los lec­to­res de los ensa­yos de Roy tenían un mar­co que abar­ca dos déca­das atrás en el que situar este acon­te­ci­mien­to. A media­dos del invierno se gol­pea­ba y lin­cha­ba a las per­so­nas musul­ma­nas en las calles de la capi­tal. Era impac­tan­te, aun­que no era la pri­me­ra vez que ocu­rría, y los lec­to­res de sus ensa­yos recor­da­ron sus adver­ten­cias acer­ca de los ase­si­na­tos masi­vos en Guja­rat en 2002, una cri­sis ante­rior que ella cali­fi­ca explí­ci­ta­men­te de geno­ci­dio contemporáneo.

Roy es cono­ci­da por dos nove­las musi­ca­les y her­mo­sa­men­te com­ple­jas. El minis­te­rio de la feli­ci­dad supre­ma estu­vo selec­cio­na­da para el Boo­ker Pri­ze en 2017 y su pri­me­ra nove­la, El dios de las peque­ñas cosas, había gana­do ese pre­mio vein­te años antes. El verano pasa­do se reco­pi­la­ron sus ensa­yos en un volu­men de más de ocho­cien­tas pági­nas publi­ca­do por Hay­mar­ket Books con el títu­lo de My Sedi­tious Heart [Mi cora­zón sedi­cio­so]. Los tres libros de Roy, que ya está cer­ca los 59 años, supo­nen un impor­tan­te logro literario.

El títu­lo de esta reco­pi­la­ción de ensa­yos alu­de a la capa­ci­dad de Roy de irri­tar a los fis­ca­les del Esta­do y a sus alia­dos en los medios de comu­ni­ca­ción. Des­de que se publi­có su pri­me­ra nove­la los pri­me­ros son pro­pen­sos a enca­jar­le impu­tacio­nes y los segun­dos a ins­ta­lar­se fue­ra de su casa y aren­gar­la por lo que ellos con­si­de­ran su trai­ción “anti­na­cio­nal”. Mien­tras tra­ba­ja­ba en su segun­da nove­la sin­tió la nece­si­dad de huir del sub­con­ti­nen­te. El minis­te­rio de la feli­ci­dad supre­ma es magis­tral e intrin­ca­do. El humor musi­cal que apa­re­ce en sus nove­las tam­bién enga­la­na sus ensa­yos, así que su des­dén por las polí­ti­cas des­hu­ma­ni­za­do­ras y pater­na­lis­tas de India y Esta­dos Uni­dos se ve ampli­fi­ca­do por un pro­fun­do amor al len­gua­je, una iro­nía cóm­pli­ce y una rotun­da demos­tra­ción de soli­da­ri­dad con la cla­se tra­ba­ja­do­ra, de afec­to por los ani­ma­les sal­va­jes y de amor por el mun­do natural.

Sus preo­cu­pa­cio­nes guían a los lec­to­res a tra­vés de la vio­len­cia de los pro­yec­tos de gran­des pre­sas, del hecho de que India se haya uni­do ale­gre­men­te a las poten­cias nuclea­res del mun­do y de sus polí­ti­cas atro­ces en Cache­mi­ra. Un koan cons­tan­te es la preo­cu­pa­ción acer­ca de lo mal que se pue­den poner las cosas antes de que los libe­ra­les del país cues­tio­nen lo sufi­cien­te el rela­to de la moder­na India como una super­po­ten­cia. “Dada la his­to­ria de la India moder­na, creo que tenía­mos que pasar por esta fase”, decla­ró en una entre­vis­ta el pasa­do oto­ño acer­ca del man­da­to del pri­mer minis­tro de extre­ma dere­cha de India Naren­dra Modi. “Solo espe­ro que no pague­mos un pre­cio dema­sia­do alto mien­tras sali­mos de ella”.

El comien­zo de la imaginación

Arundha­ti Roy empe­zó a escri­bir ensa­yo hace dos déca­das, tras irrum­pir en la esce­na inter­na­cio­nal gra­cias a la fic­ción. En aquel momen­to India esta­ba logran­do impor­tan­cia inter­na­cio­nal. “Para mí, per­so­nal­men­te, fue un momen­to de extra­ño des­aso­sie­go. Mien­tras asis­tía al gran dra­ma, mi pro­pia for­tu­na pare­cía haber sido toca­da por la magia”, escribe.

Con el éxi­to de su pri­me­ra nove­la, El dios de las peque­ñas cosas, “yo era una de las pri­me­ras per­so­nas ele­gi­das para per­so­ni­fi­car a la India segu­ra de sí mis­ma, nue­va y favo­ra­ble al mer­ca­do que final­men­te ocu­pa­ba un lugar en la mesa de honor. En cier­to modo era hala­ga­dor, pero tam­bién muy inquie­tan­te. Se ven­dían millo­nes de ejem­pla­res de mi libro mien­tras yo veía cómo se empu­ja­ba a la gen­te a la mise­ria. Mi cuen­ta ban­ca­ria esta­ba pujan­te. Seme­jan­te can­ti­dad de dine­ro me atur­de. ¿Qué sig­ni­fi­ca­ba ser escri­to­ra en tiem­pos como aquellos”.

Uti­li­zó su nue­va “pla­ta­for­ma” para cri­ti­car a la nue­va India, por ejem­plo, el hecho de que el país desa­rro­lle armas nuclea­res. Veía una ame­na­za en la creen­cia gene­ra­li­za­da de con­si­de­rar las armas nuclea­res un avan­ce, una moder­ni­za­ción. Para ella esta ame­na­za de ani­qui­lar todo en res­pues­ta a dispu­tas terri­to­ria­les tem­po­ra­les (gene­ral­men­te con Pakis­tán, sobre Cache­mi­ra) equi­va­lía a “El fin de la ima­gi­na­ción”, como se titu­la­ba su pri­mer ensa­yo, en cier­to modo por­que no hay “nada nue­vo u ori­gi­nal que decir acer­ca de las armas nuclea­res. Nada es más humi­llan­te para un escri­tor de fic­ción que reite­rar una cues­tión que a lo lar­go de los años ya han abor­da­do otras per­so­nas en otras par­tes del mun­do”. El movi­mien­to con­tra la ener­gía y las armas nuclea­res había naci­do simul­tá­nea­men­te con la lle­ga­da de estos dos hitos; como Roy, con­te­nía ele­men­tos de los movi­mien­tos mun­dia­les por la paz y de los paí­ses no alineados.

Los argu­men­tos con­tra esos avan­ces funes­tos eran bien cono­ci­dos, apa­re­cen en libros como Hiroshi­ma de John Her­sey, de 1946, que mues­tra los efec­tos devas­ta­do­res de la deci­sión del pre­si­den­te Harry S. Tru­man de lan­zar bom­bas ató­mi­cas sobre per­so­nas civi­les de Japón, y la can­ti­dad de víc­ti­mas que pro­vo­ca­ron las bom­bas entre enfer­me­ros, médi­cos, ofi­ci­nis­tas y pro­fe­so­res. Otros libros sobre este tema son Voces des­de Cher­nobylde 1997, de la auto­ra belo­rru­sa y futu­ra Pre­mio Nobel Svetla­na Ale­xie­vich, y la obra del cien­tí­fi­co Carl Sagan sobre el “invierno nuclear”, que es impor­tan­te para Roy.

Ins­pi­rán­do­se en los mode­los del invierno nuclear de la déca­da de 1980, Roy pre­sen­ta una ima­gen deta­lla­da de lo que había caí­do exac­ta­men­te en manos de India. Si se uti­li­zan las armas nucleares,

“[…] nues­tras ciu­da­des y bos­ques, nues­tros cam­pos y pue­blos arde­rán duran­te días. El aire se vol­ve­rá fue­go. El vien­to pro­pa­ga­rá las lla­mas. Cuan­do haya ardi­do todo lo que pue­de arder y se apa­guen los fue­gos, se levan­ta­rá el humo y apa­ga­rá el sol. La tie­rra se verá envuel­ta en som­bras. No habrá día, solo una noche inter­mi­na­ble. Las tem­pe­ra­tu­ras cae­rán muy por deba­jo de cero y empe­za­rá el invierno nuclear”.

A veces le pare­cía que el triun­fa­lis­mo nuclear de India tenía un com­po­nen­te sexual. Un polí­ti­co del par­ti­do dere­cha, Shiv Sena, afir­mó des­pués de las prue­bas nuclea­res que los indios “ya no son eunu­cos”. “Al leer los perió­di­cos”, escri­be Roy, “a veces cos­ta­ba saber si la gen­te [que pre­go­na­ba a bom­bo y pla­ti­llo las prue­bas] se refe­ría a la viagra”.

Pero Roy argu­men­ta que cuan­do se tra­ta de fan­ta­sías triun­fa­les “el pro­ble­ma es que tener una bom­ba nuclear hace que ideas como esas parez­can fac­ti­bles. Crea ideas como esas”:

“Si pro­tes­tar en con­tra de poseer una bom­ba nuclear implan­ta­da en mi cere­bro es anti­hin­dú y anti­na­cio­nal, enton­ces me escin­do. Por la pre­sen­te me decla­ro una repú­bli­ca inde­pen­dien­te y móvil. Soy ciu­da­da­na de la tie­rra. No poseo terri­to­rio. No ten­go ban­de­ra. Soy una mujer, pero no ten­go nada con­tra los eunu­cos. Mi polí­ti­ca es sen­ci­lla. Estoy dis­pues­ta a fir­mar cual­quier tra­ta­do de no pro­li­fe­ra­ción nuclear o de prohi­bi­ción de prue­bas nuclea­res. Las per­so­nas inmi­gran­tes son bien­ve­ni­das. Pue­des ayu­dar­me a dise­ñar nues­tra bandera.

Mi mun­do ha muer­to. Y escri­bo para llo­rar su defunción”.

Anti­tec­nó­cra­ta

Roy es igual de impla­ca­ble e ima­gi­na­ti­va cuan­do pasa a hablar de las pre­sas hidro­eléc­tri­cas de India. “El ins­tin­to me lle­vó a dejar de lado a Joy­ce y Nabo­kov”, empie­za, “a pos­po­ner la lec­tu­ra del enor­me libro de Don DeLi­llo y sus­ti­tuir­lo por infor­mes sobre dre­na­je e irri­ga­ción, con dia­rios, libros y docu­men­ta­les sobre las pre­sas, por qué se cons­tru­yen y qué hacen”. Si se exa­mi­na con­cien­zu­da­men­te lo que las pre­sas hacen, es decep­cio­nan­te en lo refe­ren­te a los bene­fi­cios y catas­tró­fi­co en lo refe­ren­te a su coste.

Las pre­sas lle­gan a ser cues­tio­nes de vida o muer­te (y, sobre todo, esto últi­mo) para las per­so­nas acti­vis­tas (la mayo­ría de cas­ta baja, mar­gi­na­das o indí­ge­nas) que se opo­nen a ellas en sus luga­res de ori­gen. Lo que preo­cu­pa espe­cí­fi­ca­men­te a Roy no es sólo que se les pri­ve del dere­cho de repre­sen­ta­ción, lo que ya es bas­tan­te malo, sino que des­pués de hacer cuen­tas des­cu­bre que las pre­sas en las que India depo­si­ta tan­tas espe­ran­zas sim­ple­men­te no funcionarán.

En el pri­mer mun­do las pre­sas se “están des­man­te­lan­do y hacien­do sal­tar en peda­zos”, seña­la Roy. Sin embar­go, cuan­do en 1999 se publi­có su pri­mer ensa­yo sobre ellas India tenía “3.600 pre­sas cali­fi­ca­das de gran­des pre­sas, de las cua­les 3.300 se cons­tru­ye­ron tras la inde­pen­den­cia. Se están cons­tru­yen­do otras mil. Una quin­ta par­te de nues­tra pobla­ción (200 millo­nes de per­so­nas) no tie­ne agua pota­ble y dos ter­cios (600 millo­nes) care­ce de ins­ta­la­cio­nes sani­ta­rias bási­cas”. Las pre­sas, escri­be, son

“[…] una for­ma des­ca­ra­da de qui­tar el agua, la tie­rra y el rie­go a las per­so­nas pobres para dár­se­la a las ricas [. . .] Des­de el pun­to de vis­ta eco­ló­gi­co tam­bién han caí­do en des­gra­cia. Des­tro­zan la tie­rra. Pro­vo­can inun­da­cio­nes, ane­gan las tie­rras, las sali­ni­zan, pro­pa­gan enfer­me­da­des. Cada vez hay más prue­bas de que las gran­des pre­sas están rela­cio­na­das con los terre­mo­tos. [. . .] Por todo ello la indus­tria de cons­truc­ción de pre­sas en el pri­mer mun­do tie­ne pro­ble­mas y se que­da sin tra­ba­jo, de modo que en nom­bre de la ayu­da al desa­rro­llo se expor­ta al ter­cer mun­do jun­to con sus otros dese­chos, como las armas vie­jas, los por­ta­avio­nes obso­le­tos y los pes­ti­ci­das prohibidos”.

Escri­be acer­ca de lo iró­ni­ca que es la tar­día adic­ción de India a las pre­sas: “Por una par­te, el gobierno indio, cada gobierno indio, cla­ma con un tono de supe­rio­ri­dad moral con­tra el pri­mer mun­do y, por otra, en reali­dad paga para reci­bir su basu­ra envuel­ta en papel de rega­lo”. Pero más allá de esta dupli­ci­dad, un pro­ble­ma aún mayor es que “el gobierno [indio] no ha encar­ga­do una eva­lua­ción pos­te­rior al pro­yec­to de una sola de sus 3.600 pre­sas para valo­rar si se logró o no lo que se había pro­pues­to”. En el oes­te de India, cer­ca de Nava­gam, Guja­rat, los pro­yec­tos de la pre­sa de Sar­dar Saro­var “aca­ba­rán con­su­mien­do más elec­tri­ci­dad que la que producen”.

Roy se pro­po­ne ave­ri­guar a cuán­tas per­so­nas se ha expul­sa­do, o serán expul­sa­das, de sus casas para poder hacer estas pre­sas. Tras encon­trar una cifra con­ser­va­do­ra publi­ca­da por el Ins­ti­tu­to Indio de la Admi­nis­tra­ción Públi­ca, Roy cal­cu­la que las pre­sas indias han des­pla­za­do a 33 millo­nes de per­so­nas. Sin embar­go, un secre­ta­rio de la Comi­sión de Pla­ni­fi­ca­ción opi­na­ban que era más bien 50 millo­nes la can­ti­dad de per­so­nas des­pla­za­das por todos los pro­yec­tos de desa­rro­llo, pre­sas y otros pro­yec­tos. Dado que muchas de estas per­so­nas des­pla­za­das son adi­va­sis, es decir, las per­so­nas ori­gi­na­rias de India, “las per­so­nas más pobres de India están sub­ven­cio­nan­do el esti­lo de vida de las más ricas”.

El situa­ción se acla­ra aún más: de hecho, las inver­sio­nes de India en estos pro­yec­tos de desa­rro­llo van uni­das a la corrup­ción en el mun­do rico: “La ‘ayu­da al desa­rro­llo’ se cana­li­za de vuel­ta a los paí­ses de los que pro­ce­de”, escri­be, “dis­fra­za­da como los cos­tes de equi­pa­mien­to o como las tari­fas o sala­rios de los ase­so­res del per­so­nal de las pro­pias agen­cias”. Por ejem­plo, la pre­sa Per­gau en Mala­sia, que se alen­tó por medio de un prés­ta­mo de 234 millo­nes de libras, sacó a la luz las segun­das inten­cio­nes de sus bene­fac­to­res cuan­do “se supo que se había ofre­ci­do ese prés­ta­mo para ‘ani­mar’ a Mala­sia a fir­mar un con­tra­to por valor de 1.300 millo­nes de libras para com­prar armas británicas”.

Otra pre­sa en el río Nar­ma­da, la de Bar­gi, “cos­tó diez veces más de lo pre­su­pues­ta­do e inun­dó tes veces más tie­rra de lo que habían dicho los inge­nie­ros”. Al mis­mo tiem­po, rie­ga la mis­ma can­ti­dad de tie­rra que la que sumer­gió y solo el 5 % de los que los pla­ni­fi­ca­do­res dije­ron que iba a regar”. Como ha ocu­rri­do en el caso de pro­yec­tos de desa­rro­llo en Esta­dos Uni­dos y Cana­dá (como el pro­yec­to de oleo­duc­to en Stan­ding Rock), los mani­fes­tan­tes en India entra­ron en zonas res­trin­gi­das para ellos. “La Sec­ción 144, que prohí­be la con­cen­tra­ción de gru­pos de más de cin­co per­so­nas, res­trin­gía el acce­so” al empla­za­mien­to de la pre­sa y a las zonas adya­cen­tes, que ya esta­ban bajo la Ley de Secre­tos Ofi­cia­les de India, una reli­quia de los británicos.

En la obra de Roy se retra­ta de for­ma con­mo­ve­do­ra a las per­so­nas des­pla­za­das de India, por ejem­plo, en una esce­na de una fami­lia expul­sa­da de una zona inun­da­da cuya indem­ni­za­ción por los bie­nes con­fis­ca­dos nun­ca se mate­ria­li­zó. “En Vadaj, un cen­tro de reasen­ta­mien­to que visi­té cer­ca de Baro­da, el hom­bre que habla­ba con­mi­go mecía en los bra­zos a su bebé enfer­mo, en torno a cuyos pár­pa­dos dor­mi­dos revo­lo­tea­ban gran­des can­ti­da­des de mos­cas”, escri­be. Roy deja cons­tan­cia al mis­mo tiem­po de la pobre­za del hom­bre y su natu­ra­le­za con­di­cio­nal, y el ojo y el oído de la escri­to­ra demues­tran lo drás­ti­ca­men­te que se han redu­ci­do la super­vi­ven­cia y la dig­ni­dad del hombre:

“Los niños se arre­mo­li­na­ron a nues­tro alre­de­dor, con cui­da­do de no que­mar­se la piel des­nu­da con las abra­sa­do­ras pare­des de hoja­la­ta del barra­cón al que lla­man casa. La men­te del hom­bre esta­ba muy lejos de los pro­ble­mas de su bebé enfer­mo. Me esta­ba enu­me­ran­do los fru­tos que solía reco­ger en el bos­que. Con­tó cua­ren­ta y ocho tipos. Me dijo que no creía que sus hijos o hijas pudie­ran per­mi­tir­se vol­ver a comer nin­gu­na fru­ta, a menos que la roba­ran. Le pre­gun­té qué le ocu­rría al bebé. Me dijo que sería mejor para él morir­se que vivir así. Pre­gun­té qué opi­na­ba de ello la madre del bebé. Ella no con­tes­tó, solo se que­dó con vis­ta clavada”.

Para refu­tar el dog­ma de que la tec­no­lo­gía, la des­re­gu­la­ción y la pri­va­ti­za­ción (la “teo­ría de la moder­ni­za­ción” duran­te la Gue­rra Fría) sal­va­rán a India Roy inves­ti­ga la can­ti­dad de ciu­da­da­nos a los que se les ha pri­va­do de sus dere­chos y los apo­ya fren­te a lo que se ha pro­me­ti­do, que le pare­ce insu­fi­cien­te. Los pro­yec­tos no pro­por­cio­nan los kilo­va­tios por hora o no reem­bol­san lo que se había pro­me­ti­do a las per­so­nas expul­sa­das de sus casas sumer­gi­das. Cap­ta lo que sig­ni­fi­ca para las fami­lias el hecho de que no se les pague, las imá­ge­nes de las per­so­nas sacri­fi­ca­das a la India prós­pe­ra: “Des­po­ja­ron de sus tie­rras a doce fami­lias que tenían peque­ñas pro­pie­da­des cer­ca de la pre­sa”, escri­be. “Me con­ta­ron que cuan­do se opu­sie­ron les echa­ron cemen­to en las cañe­rías, les arra­sa­ron las cose­chas con bul­dó­ce­res y la poli­cía ocu­pó las tie­rras por la fuer­za”. Mul­ti­pli­quen esta esce­na por 50 millones.

Roy ensal­za la mori­bun­da ciu­da­da­nía de las víc­ti­mas y sus mori­bun­dos sue­ños de ciu­da­da­nía, y mar­ca estos momen­tos con afo­ris­mos que con­de­nan lo que se le depa­ra a un no ciu­da­dano, a una no per­so­na: “Reasen­tar a 200.000 per­so­nas para pro­por­cio­nar (o hacer que se pro­por­cio­na) agua pota­ble a 40 millo­nes sig­ni­fi­ca un error en la esca­la de ope­ra­cio­nes”, escri­be. “Es mate­má­ti­cas fascistas”.

Pri­va­ti­za­ción y Occidente

Más allá de estos cam­bian­tes pape­les, la obra de Roy está reple­ta de momen­tos de con­tras­te entre lo que ocu­rre en los libros de con­ta­bi­li­dad ban­ca­rios de la éli­te, en las auto­com­pla­cien­tes con­fe­ren­cias de pren­sa y en la mesa de las per­so­nas pobres. Por ejem­plo, en una defi­ni­ción de la pri­va­ti­za­ción eco­nó­mi­ca apa­re­ce uno de esos auto­rre­tra­tos rudi­men­ta­rios: “Como escri­to­ra, una se pasa toda la vida via­jan­do al cora­zón del len­gua­je, tra­tan­do de mini­mi­zar, si no de eli­mi­nar, la dis­tan­cia entre el len­gua­je y el pen­sa­mien­to”. Pero para los Esta­dos y las cor­po­ra­cio­nes “el len­gua­je solo sir­ve para ocul­tar sus inten­cio­nes”. Esto es aún más cier­to a medi­da que el pri­mer mun­do y las mul­ti­na­cio­na­les siem­bran el caos pri­va­ti­za­dor en el mun­do en desarrollo.

Las pri­me­ras obras de Roy se apo­ya­ron sobre los hom­bros de los movi­mien­tos eco­lo­gis­tas y ella se opo­ne a la con­sig­na de la natu­ra­le­za como una mer­can­cía. La pri­va­ti­za­ción, refle­xio­na, “es la trans­fe­ren­cia de los acti­vos pro­duc­ti­vos públi­cos des­de el Esta­do a las empre­sas pri­va­das. Entre los acti­vos pro­duc­ti­vos se inclu­yen los recur­sos naturales”.

“La tie­rra, los bos­ques, el agua, el aire. Son bie­nes que el Esta­do man­tie­ne en fidei­co­mi­so para las per­so­nas a las que repre­sen­ta. En un país como India el 70 % de la pobla­ción vive en zonas rura­les. Eso supo­ne 700 millo­nes de per­so­nas. Sus vidas depen­den direc­ta­men­te del acce­so a los recur­sos natu­ra­les. Arre­ba­tár­se­lo y ven­der­lo como accio­nes a empre­sas pri­va­das es un pro­ce­so de des­po­se­sión bru­tal a una esca­la sin paran­gón en la historia”.

La lógi­ca empie­za con buró­cra­tas que con­fie­san su fal­ta de efi­ca­cia, un males­tar, y la razón de pri­va­ti­zar deri­va­rá natu­ral­men­te de esa con­fe­sión. “Des­cu­bri­mos que la solu­ción a ese males­tar no es mejo­rar nues­tras habi­li­da­des para ges­tio­na la casa ni tra­tar de mini­mi­zar nues­tras pér­di­das ni obli­gar al Esta­do a asu­mir más sus res­pon­sa­bi­li­da­des, sino per­mi­tir­le abdi­car total­men­te de sus res­pon­sa­bi­li­da­des y pri­va­ti­zar el sec­tor de la ener­gía. Enton­ces se pro­du­ci­rá la magia. La via­bi­li­dad eco­nó­mi­ca y la efi­ca­cia del esti­lo de vida sui­zo empe­za­rán a fun­cio­nar como un reloj”.

Un ejem­plo local de ello es el escán­da­lo de Enron. En 1993 el gobierno del esta­do de Maha­rash­tra, gober­na­do por el Con­gre­so Nacio­nal de India, fir­mó un acuer­do para crear una cen­tral eléc­tri­ca de 695 mega­va­tios. Este acuer­do no le iba a ir bien a este partido:

“Los par­ti­dos de la opo­si­ción, el par­ti­do nacio­na­lis­ta hin­dú, el Bha­ra­ti­ya Jana­ta Party (BJP, por sus siglas en inglés, Par­ti­do Popu­lar Indio) y el Shiv Sena, orga­ni­za­ron un cla­mor de pro­tes­tas swa­deshi (nacio­na­lis­tas) e ini­cia­ron pro­ce­sos judi­cia­les con­tra Enron y el gobierno del esta­do [de Maha­rash­tra]. Los acu­sa­ron de mal­ver­sa­ción y corrup­ción al más alto nivel. Un año des­pués, cuan­do se anun­cia­ron las elec­cio­nes gene­ra­les, fue el úni­co tema de la cam­pa­ña elec­to­ral de la alian­za BJP-Shiv Sena”.

Cuan­do ganó la alian­za elec­to­ral sus miem­bros denun­cia­ron que el acuer­do era un “un saqueo por medio de la libe­ra­li­za­ción”. Hay que tener en cuen­ta que los libe­ra­les del Par­ti­do del Con­gre­so Nacio­nal de India (el anti­guo par­ti­do de Mahat­ma Gandhi y Jawahar­lal Neh­ru) per­mi­tie­ron a la coa­li­ción de dere­cha lle­gar al poder, pri­me­ro a esca­la regio­nal y lue­go nacio­nal, gra­cias a estas accio­nes que se pre­sen­ta­ban de for­ma con­vin­cen­te como lucha con­tra la corrup­ción. El líder de la opo­si­ción que man­tu­vo su pro­me­sa y aban­do­nó el pro­yec­to “acu­só más o menos direc­ta­men­te al gobierno del Par­ti­do del Con­gre­so de haber acep­ta­do un soborno de 13 millo­nes de dóla­res de Enron”.

Enron, por su par­te, difí­cil­men­te podía negar­lo y no hizo “nin­gún secre­to del hecho de que, para ase­gu­rar el acuer­do, había paga­do millo­nes de dóla­res para ‘edu­car’ a los polí­ti­cos y buró­cra­tas invo­lu­cra­dos en el acuer­do”. Por haber denun­cia­do esta corrup­ción libe­ral se denun­ció reite­ra­da­men­te a Roy, se la acu­só “de sedi­ción, de ser anti­na­cio­nal, de ser una espía y, lo que es más ridícu­lo, de reci­bir ‘dine­ro extran­je­ro’”. Así es como el Par­ti­do del Con­gre­so elu­de apa­ren­te­men­te la cul­pa, mien­tras que su bien resar­ci­da sali­da del poder, en este esta­do y en otros luga­res, con­tri­bu­yó a mar­car el ini­cio de un rei­no de terror fas­cis­ta con­tra las per­so­nas musul­ma­nes de India. Los fas­cis­tas con­si­guie­ron bas­tan­te bien pre­sen­tar a los libe­ra­les como corrup­tos, lo que alla­nó el camino para que los pri­me­ros toma­ran el poder.

El geno­ci­dio de India con­tra las per­so­nas musulmanas

En medio de estos acon­te­ci­mien­tos un direc­tor de cine holan­dés pre­gun­tó a Arundha­ti Roy qué podía ense­ñar India al mun­do. La escri­to­ra le ofre­ció una lec­ción iró­ni­ca al guiar a direc­tor de cine por los cam­pos de adies­tra­mien­to fas­cis­ta de India, “una Rash­tri­ya Swa­yam­se­vak Sangh (1) en la que […] per­so­nas corrien­tes andan en pan­ta­lo­nes cor­tos de color caqui y apren­den que acu­mu­lar armas nuclea­res, el fana­tis­mo reli­gio­so, la miso­gi­nia, la homo­fo­bia, que­mar libros y el odio decla­ra­do son las for­mas de recu­pe­rar la dig­ni­dad per­di­da de una nación”. Este es uno de los temas recu­rren­tes de la obra de Arundha­ti Roy, ayu­dar a las y los indios y al mun­do a ver la infra­es­truc­tu­ra fas­cis­ta de India y adver­tir con­tra su heral­do más cam­pe­chano, el pri­mer minis­tro Naren­dra Modi.

Roy sue­le recor­dar al lec­tor que el líder de la RSS duran­te la Segun­da Gue­rra Mun­dial, un hom­bre lla­ma­do M. S. Gol­wal­kar, admi­ra­ba abier­ta­men­te a Adolf Hitler y a Beni­to Mus­so­li­ni. Polí­ti­cos tan­to del Par­ti­do Con­gre­so Nacio­nal Indio como del par­ti­do de Modi, el Bha­ra­ti­ya Jana­ta Party (BJP), son miem­bros de esta orga­ni­za­ción fra­ter­nal for­ma­da por per­so­nas volun­ta­rias que cuen­ta con millo­nes de miem­bros en todo el país. Su tra­ba­jo se incli­na hacia el fas­cis­mo por medio del nacio­na­lis­mo. Roy infor­ma en su ensa­yo de “Lis­te­ning to Grasshop­pers” [Escu­char a los sal­ta­mon­tes] de lo que se jue­gan las per­so­nas musul­ma­nas de India:

“En el esta­do de Guja­rat se pro­du­jo un geno­ci­dio con­tra la comu­ni­dad musul­ma­na en 2002. Uti­li­zo a pro­pó­si­to el tér­mino geno­ci­dio […]. Empe­zó como un cas­ti­go colec­ti­vo por un cri­men no resuel­to (que­mar un vagón de tren en el que murie­ron abra­sa­dos cin­cuen­ta y tres pere­gri­nos hin­dúes). En una cui­da­do­sa­men­te pla­ni­fi­ca­da orgía de supues­ta repre­sa­lia fue­ron ase­si­na­das dos mil per­so­nas musul­ma­nas a ple­na luz del día por escua­dro­nes de ase­si­nos arma­dos, orga­ni­za­dos por las mili­cias fas­cis­tas y res­pal­da­dos por el gobierno de Guja­rat y el gobierno cen­tral del momen­to. Las muje­res musul­ma­nas fue­ron vio­la­das en gru­po y que­ma­das vivas. Las tien­das musul­ma­nas, los nego­cios musul­ma­nes y los san­tua­rios y mez­qui­tas musul­ma­nes fue­ron des­trui­dos sis­te­má­ti­ca­men­te. Fue­ron ase­si­na­das dos mil per­so­nas y más de cien mil fue­ron expul­sa­das de sus hogares”.

Cuan­do Roy nom­bra a uno de los auto­res cla­ve, el “timo­nel” des­ca­ra­do de este geno­ci­dio, Modi, que actual­men­te desem­pe­ña su segun­do man­da­to como pri­mer minis­tro, el alcan­ce de su razo­na­mien­to moral y com­pa­ra­ti­vo es amplio y minu­cio­so. Sí, el geno­ci­dio de Guja­rat en 2002 fue peque­ño en com­pa­ra­ción con otras masa­cres glo­ba­les. Fue peque­ño com­pa­ra­do inclu­so con una atro­ci­dad fomen­ta­da por el Par­ti­do del Con­gre­so que mató a tres mil per­so­nas de reli­gión sij tras el ase­si­na­to de la pri­me­ra minis­tra de India Indi­ra Gandhi. Con todo, no se pue­de igno­rar el geno­ci­dio de Guja­rat, en pri­mer lugar por­que se uti­li­zó para ganar gran can­ti­dad de elec­cio­nes. “Modi se había con­ver­ti­do en un héroe popu­lar, al que el Bha­ra­ti­ya Jana­ta Party (BJP) lla­mó para hacer cam­pa­ña en su nom­bre en otros esta­dos de India”, escri­be Roy. En segun­do lugar por­que “for­ma par­te de una visión más amplia, más ela­bo­ra­da y sis­te­má­ti­ca”. Las “mate­má­ti­cas fas­cis­tas” de India han evo­lu­cio­na­da para lograr bene­fi­cios elec­to­ra­les. Estas mate­má­ti­cas se sus­ten­tan en un odio que “debe con­si­de­rar a sus víc­ti­mas per­so­nas sub­hu­ma­nas, pará­si­tos cuya erra­di­ca­ción sería un ser­vi­cio a la socie­dad”, pero que se uti­li­za inte­li­gen­te­men­te como arma para ganar elecciones.

Cier­to tipo de geno­ci­das no se moles­ta en negar­lo e inclu­so se jac­ta de sus ase­si­na­tos. Es lo que ocu­rrió en el Esta­dos Uni­dos colo­nial don­de el puri­tano inglés John Mason con­ta­ba lo siguien­te acer­ca de una masa­cre de per­so­nas pequot y que Roy cita: “Aque­llos

que esca­pa­ron del fue­go fue­ron ase­si­na­dos con la espa­da, algu­nos cor­ta­dos en peda­zos”. Y lo mis­mo ocu­rre hoy en día con uno de los “artí­fi­ces” del geno­ci­dio de Guja­rat que decla­ró a una revis­ta india: “No per­do­na­mos ni una sola tien­da musul­ma­na, lo incen­dia­mos todo, les pren­di­mos fue­go y los matamos”.

India repre­sen­ta una gran base eco­nó­mi­ca y por eso se la cor­te­ja­da en vez de cas­ti­gar­la por seme­jan­tes atro­ci­da­des. Donald Trump está ali­nea­do polí­ti­ca­men­te con Modi y lo tra­ta con defe­ren­cia, e inclu­so apa­re­ció en un mitin mul­ti­tu­di­na­rio cele­bra­do en Texas en oto­ño para reci­bir a Modi. Pero lo mis­mo hizo Barack Oba­ma, que nor­ma­li­zó estas mate­má­ti­cas fas­cis­tas por medio de la amis­tad estra­té­gi­ca que cul­ti­vó con Modi, algo así como res­pal­dar la polí­ti­ca de Trump en el exte­rior antes de que dicha polí­ti­ca ate­rri­za­ra en Esta­dos Uni­dos. Para estas dos figu­ras la impor­tan­cia de India en la zona inva­li­dó la nece­si­dad de con­de­nar la bar­ba­rie de Modi. Tam­bién los medios de comu­ni­ca­ción indios se dedi­can a las mate­má­ti­cas fas­cis­tas, como se ve en los altos índi­ces de apro­ba­ción de Modi inclu­so des­pués de que “des­mo­ne­ti­za­ra” la mone­da india, lo que pro­vo­có una caí­da en pica­do financiera.

Cuan­do India modi­fi­có su legis­la­ción en diciem­bre para qui­tar la ciu­da­da­nía a millo­nes de per­so­nas musul­ma­nas, muchas per­so­nas pro­tes­ta­ron. La reac­ción que pro­vo­có fue­ron los peo­res pogro­mos con­tra per­so­nas musul­ma­nas des­de hacía déca­das. En febre­ro en el nores­te de Delhi las repe­ti­das olea­das de ata­can­tes per­si­guie­ron a las per­so­nas musul­ma­nas de los barrios mix­tos, gol­pea­ron, des­pe­da­za­ron y dis­pa­ra­ron has­ta matar­las a más de cin­cuen­ta, les cor­ta­ron los geni­ta­les y les pren­die­ron fuego.

Cuan­do Roy deta­lla estas atro­ci­da­des tam­po­co quie­re que los lec­to­res esta­dou­ni­den­ses olvi­de­mos las bru­ta­li­da­des come­ti­das en nues­tro nom­bre. Se pre­gun­ta al medi­tar sobre el genocidio:

“¿Y la muer­te de un millón de per­so­nas ira­quíes bajo el régi­men de san­cio­nes, antes de la inva­sión esta­dou­ni­den­se de 2003, fue un geno­ci­dio (como lo deno­mi­nó el Coor­di­na­dor Huma­ni­ta­rio de la ONU para Irak, Den­nis Halli­day) o fue algo “que valió la pena”, como afir­mó Made­lei­ne Albright, la emba­ja­do­ra de Esta­dos Uni­dos ante la ONU? Depen­de de si las nor­mas las dic­ta Bill Clin­ton o una madre ira­quí que per­dió a su hijo.”

Lo impor­tan­te en este ensa­yo de Roy sobre los ase­si­na­tos geno­ci­das de Modi es que los lec­to­res esta­dou­ni­den­ses no pode­mos sen­tir­nos libres de cul­pa, ni psi­co­ló­gi­ca ni moral­men­te, mien­tras lee­mos acer­ca de un tipo dife­ren­te de atro­ci­dad en el subcontinente.

El esca­ra­ba­jo de la made­ra en el cora­zón de Roy

Gra­cias a la intro­duc­ción a una edi­ción de 2003 de Por razo­nes de Esta­do de Noam Chomsky apren­de­mos de la pro­pia Roy por qué ella es tan indis­pen­sa­ble. “Al ser una niña cre­ci­da en el esta­do de Kera­la, en el sur de India, don­de en 1959, el año en que nací, lle­gó al poder el pri­mer gobierno comu­nis­ta ele­gi­do demo­crá­ti­ca­men­te del mun­do, me preo­cu­pa­ba muchí­si­mo ser una “ama­ri­lla””, empieza.

“Kera­la esta­ba solo a unos pocos miles de millas del oes­te de Viet­nam. Tenía­mos jun­glas y ríos y cam­pos de arroz y tam­bién comu­nis­tas. Seguía ima­gi­nan­do que mi madre, mi her­mano y yo mis­ma éra­mos expul­sa­dos de la sel­va por una gra­na­da, o acri­bi­lla­dos, como los “ama­ri­llos” en las pelí­cu­las, por un esta­dou­ni­den­se de bra­zos muscu­losos que comía chi­cle y con una músi­ca muy alta de fon­do. En mis sue­ños yo era la niña que­ma­da de la famo­sa foto­gra­fía toma­da en la carre­te­ra de Trang Bang. [. . . ] Como alguien que cre­ció en la cús­pi­de de la pro­pa­gan­da tan­to esta­dou­ni­den­se como sovié­ti­ca (que más o menos se neu­tra­li­za­ban la una a la otra), cuan­do leí por pri­me­ra vez a Noam Chomsky pen­sé que su cúmu­lo de prue­bas era, ¿cómo decir­lo?, demen­cial. Inclu­so una cuar­ta par­te de las prue­bas que él había reu­ni­do habría bas­ta­do para con­ven­cer­me. Solía pre­gun­tar­me por qué Chomsky tenía que tra­ba­jar tan­to. Pero aho­ra com­pren­do que la mag­ni­tud e inten­si­dad de su tra­ba­jo es un baró­me­tro de la inten­si­dad, alcan­ce e impla­ca­bi­li­dad de la maqui­na­ria de pro­pa­gan­da a la que se enfren­ta. Es como el esca­ra­ba­jo de la made­ra que vive den­tro de la ter­ce­ra bal­da de mi estan­te­ría. Día y noche oigo sus man­dí­bu­las cru­jien­do a tra­vés de la made­ra, des­me­nu­zán­do­la has­ta con­ver­tir­la en pol­vo fino. Es como si no estu­vie­ra de acuer­do con la lite­ra­tu­ra y qui­sie­ra des­truir la pro­pia estruc­tu­ra en la que se apo­ya. Lo lla­mo Chom­psky (2)”.

“Capa a capa”, escri­be Roy, “Chomsky des­mon­ta el pro­ce­so de toma de deci­sio­nes de los altos car­gos del gobierno esta­dou­ni­den­se para des­ve­lar el cen­tro mis­mo del des­pia­da­do cora­zón de la maqui­na­ria de gue­rra esta­dou­ni­den­se, total­men­te ais­la­da de las reali­da­des de la gue­rra, cega­da por la ideo­lo­gía y dis­pues­ta a ani­qui­lar a millo­nes de seres huma­nos, civi­les, sol­da­dos, muje­res, niños, pue­blos, ciu­da­des ente­ras y eco­sis­te­mas ente­ros con unos méto­dos de bru­ta­li­dad afi­na­dos científicamente”.

Roy cap­ta qué tie­ne Chomsky que nos infun­de áni­mo. Eso expli­ca lo indis­pen­sa­ble que tam­bién es Roy. Los pri­me­ros ensa­yos de la escri­to­ra ofre­cen una furio­sa curio­si­dad que domi­na las herra­mien­tas de los tec­nó­cra­tas: ella lo deno­mi­na con­ver­tir­se en una “ofi­ci­nis­ta”. Com­prue­ba cifras e infor­mes, entre­vis­ta a las víc­ti­mas. El esti­lo de sus pri­me­ros ensa­yos es emo­cio­nan­te, Roy escri­be como una refu­ta­do­ra con ráfa­gas de bra­vu­co­ne­ría y ano­ta­cio­nes cómicas.

Pero en los siguien­tes ensa­yos del libro la encon­tra­mos trans­for­ma­da en una sen­sa­ta aun­que toda­vía irre­ve­ren­te detec­ti­ve de la his­to­ria que tra­ta de des­ci­frar el pre­ci­so momen­to en que se hechi­zó a India (con el nacio­na­lis­mo, con la vio­len­cia esta­tal), como ocu­rre en su ensa­yo sobre B. R. Ambedkar.

El médi­co y el santo

Al ini­cio de su ensa­yo más ambi­cio­so, sobre el pro­ble­ma de las cas­tas hin­dúes, Roy rela­ta la espan­to­sa vio­la­ción y ase­si­na­to de Surekha Bhot­man­ge. Para mos­trar lo invi­si­ble que es este pro­ble­ma Roy com­pa­ra cómo tra­ta­ron los medios de comu­ni­ca­ción el caso de Bhot­man­ge, una into­ca­ble o dalit, ocu­rri­do en India en 2006 con cómo tra­ta­ron el de Mala­la You­saf­zai, una chi­ca paquis­ta­ní, ocu­rri­do en 2012. Des­pués de que se impi­die­ra a You­saf­zai estu­diar en Pakis­tán y lo logra­ra en otra par­te desa­fian­do a los tali­bán loca­les, como es sabi­do reci­bió un tiro en la cabe­za, sobre­vi­vió de mila­gro y se con­vir­tió en un sím­bo­lo mun­dial de la edu­ca­ción de las muje­res por medio de la con­sig­na “Yo soy Mala­la”, una con­sig­na que supues­ta­men­te desa­fia­ba los regí­me­nes con­ser­va­do­res, pero que se ven­dió en el con­tex­to de la lla­ma­da gue­rra con­tra el terro­ris­mo de Esta­dos Uni­dos y sus medios de comu­ni­ca­ción y ONG que la acompañaron.

Roy es ecuá­ni­me a la hora de des­cri­bir a la pro­pia Mala­la, que es una per­so­na noble. Pero sus sen­ti­mien­tos res­pec­to a que se uti­li­ce a Mala­la en una cam­pa­ña de pro­pa­gan­da a favor de la gue­rra se redu­cen a una sola fra­se: “Los ata­ques con dro­nes esta­dou­ni­den­se en Paquis­tán con­ti­núan con su misión femi­nis­ta de ‘eli­mi­nar’ a los misó­gi­nos terro­ris­tas islamistas”.

Esto con­tras­ta con Bhot­man­ge, una mujer dalit de cua­ren­ta años en India. Como tenía más estu­dios que su mari­do, era la cabe­za de fami­lia de fac­to. Sus hijos tam­bién habían estu­dia­do. Como su ído­lo inte­lec­tual, Bhim­rao Ram­ji Ambed­kar, que fue una de las luces fun­da­do­ras de India, aban­do­nó el hin­duis­mo con sus per­so­nas into­ca­bles por el budis­mo caren­te de cas­tas. Pero fue per­se­gui­da y opri­mi­da por tra­tar de mejo­rar su par­ce­la de terreno de labran­za que lin­da­ba con las gran­jas de per­so­nas hin­dúes que supues­ta­men­te eran de mejor cuna. Tras ata­car a uno de los parien­tes de Bhot­man­ge, sus veci­nos boi­co­tea­ron arbi­tra­ria­men­te sus inten­tos de lle­var la elec­tri­ci­dad, mejo­rar las infra­es­truc­tu­ras de su gran­ja o regar sus cose­chas. Cuan­do Bhot­man­ge se defen­dió y pidió que se detu­vie­ra a quie­nes habían agre­di­do a su parien­te, una escua­dra de vigi­lan­cia for­ma­da por seten­ta veci­nos lle­gó en trac­to­res, vio­la­ron y ase­si­na­ron a ella y a su hija des­pués de muti­lar y ase­si­nar a sus hijos. Deja­ron en una zan­ja a estos cua­tro miem­bros de la fami­lia, a todos excep­to al mari­do que había ido corrien­do a lla­mar a la poli­cía. No es de extra­ñar que, como les ocu­rre a muchas per­so­nas dalit, no se hicie­ra jus­ti­cia por lo que habían pade­ci­do Bhot­man­ge, sus hijos y su marido.

“Surekha Bhot­man­ge y sus hijos vivían en una demo­cra­cia favo­ra­ble al mer­ca­do”, escri­be Roy, “de modo que la ONU no hizo peti­cio­nes tipo ‘Yo soy Surekha’ al gobierno de India ni hubo nin­gún decre­to o men­sa­je de indig­na­ción por par­te de jefes de Esta­do, lo cual tam­bién está bien, por­que no que­re­mos que nos cai­gan enci­ma bom­bas de frag­men­ta­ción sólo por­que tene­mos cas­tas”. Roy cita la des­crip­ción que Ambed­kar hizo (“con un valor que a los inte­lec­tua­les indios de hoy en día en India les cues­ta reu­nir”) del hin­duis­mo como “una ver­da­de­ra cáma­ra de los horrores”.

Aun­que la his­to­ria de Bhot­man­ge es espan­to­sa, no era excep­cio­nal. Roy cita los datos de la Ofi­ci­na Nacio­nal de Regis­tros Cri­mi­na­les, según los cua­les “cada die­ci­séis minu­tos una per­so­na que no es dalit come­te un cri­men con­tra una dalit”, y añade:

“Cada día más de cua­tro muje­res into­ca­bles son vio­la­das por per­so­nas toca­bles y cada sema­na tre­ce per­so­nas dalit son ase­si­na­das y seis secues­tra­das. Solo en 2012, el año de la vio­la­ción en gru­po y el ase­si­na­to en Delhi, fue­ron vio­la­das 1.574 muje­res dalit (la regla gene­ral es que solo se infor­me del 10 % de las vio­la­cio­nes o de otros deli­tos con­tra las per­so­nas dalit) y fue­ron ase­si­na­das 651 per­so­nas dalit. Solo se refie­re a las vio­la­cio­nes y ase­si­na­tos, no al hecho de que se las des­po­je de la ropa y haga des­fi­lar des­nu­das ni a obli­gar­las a comer mier­da (lite­ral­men­te), a los robos de tie­rra, a los boi­cots socia­les, a la res­tric­ción de acce­so al agua potable”.

Esa es la razón por la que Roy recu­pe­ró un dis­cur­so de Ambed­kar que nun­ca pro­nun­ció y que se titu­la “The Annihi­la­tion of Cas­te” [La ani­qui­la­ción de la cas­ta]. Cuan­do lo des­cu­brió lo encon­tró recon­for­tan­te. El dis­cur­so, que expli­ca las cas­tas indias a la vez que pre­sen­ta un camino alter­na­ti­vo que la Cons­ti­tu­ción podría haber ase­gu­ra­do mejor, tra­ta sobre la bre­cha exis­ten­te entre “lo que se ense­ña a creer a la mayo­ría de los indios y la reali­dad que expe­ri­men­ta­mos cada día de nues­tras vidas”. A con­ti­nua­ción se expo­ne la tesis de Roy de 120 pági­nas acer­ca de la bata­lla entre el médi­co que era lo sufi­cien­te­men­te sabio para opo­ner­se a las cas­tas y que con­tri­bu­yó a redac­tar la Cons­ti­tu­ción india, y el más cono­ci­do san­to que luchó con­tra él para pre­ser­var las cas­tas, Mohan­das K. [Mahat­ma] Gandhi. Des­pués se pre­gun­ta por qué las cam­pa­ñas inter­na­cio­na­les de denun­cia exclu­yen las cas­tas indias, los casos como el de Surekha y su fami­lia, a pesar de que dichas cam­pa­ñas se cen­tran en “otras abo­mi­na­cio­nes con­tem­po­rá­neas, como el apartheid, el racis­mo, el sexis­mo, el impe­ria­lis­mo eco­nó­mi­co y el fun­da­men­ta­lis­mo religioso”.

Mien­tras se cons­truía la India inde­pen­dien­te Ambed­kar luchó por una igual­dad que era incom­pa­ti­ble con el estra­ti­fi­ca­do sis­te­ma de las cas­tas hin­dúes que defen­día Gandhi. Pero tras un lar­go apar­ta­do dedi­ca­do al deba­te entre ambos hom­bres, la escri­to­ra se pre­gun­ta qué ocu­rre hoy en día, “¿se pue­den ani­qui­lar las castas?”:

“No, a menos que demos­tre­mos el valor de reor­ga­ni­zar las estre­llas de nues­tro fir­ma­men­to. No, a menos que aque­llos que se lla­man a sí mis­mos revo­lu­cio­na­rios fomen­ten una crí­ti­ca radi­cal del brah­ma­nis­mo. No, a menos que aque­llos que entien­den el brah­ma­nis­mo afi­len su crí­ti­ca al capitalismo.

Y, por supues­to, no, a menos que lea­mos a Baba­saheb Ambed­kar, si no en nues­tras aulas, enton­ces fue­ra de ellas. Has­ta enton­ces segui­re­mos sien­do lo que él deno­mi­nó “hom­bres (y muje­res) enfer­mos” de Hin­dus­tán, que pare­ce que no quie­ren sanar”.

De hecho, ¿aca­so la cas­ta no es otro tipo de mate­má­ti­cas fas­cis­tas? ¿Y aca­so cada tipo de vio­len­cia india (con­tra las per­so­nas musul­ma­nas, las adi­va­si y las dalits, por no men­cio­nar sus ríos, ele­men­tos y bos­ques, no refuer­za la otra?

No obs­tan­te, las per­so­nas des­ven­tu­ra­das de India no son sólo víc­ti­mas. En el rela­to que Roy hace des­de hace varias déca­das tam­bién han asu­mi­do su pro­pia defen­sa, inclui­da una tris­te­men­te céle­bre resis­ten­cia arma­da maoís­ta. La escri­to­ra ana­li­za esta res­pues­ta en su lar­go ensa­yo “Cami­nan­do con los cama­ra­das” (3). Por un lado, escribe,

“[…] hay una sóli­da fuer­za para­mi­li­tar arma­da con el dine­ro, la poten­cia de fue­go, los medios y la hubris de una super­po­ten­cia emer­gen­te. Por otro, [están] los aldea­nos ordi­na­rios arma­dos con armas tra­di­cio­na­les, res­pal­da­dos por una fuer­za de com­ba­te gue­rri­lle­ra maoís­ta mag­ní­fi­ca­men­te orga­ni­za­da y enor­me­men­te moti­va­da que tie­ne una extra­or­di­na­ria y vio­len­ta his­to­ria de rebe­lión armada”.

En otro ensa­yo Roy tam­bién expli­ca la vio­len­cia de estas per­so­nas opri­mi­das a las que relle­na­ron sus cañe­rías de agua con hor­mi­gón, cuyos pue­blos esta­ban sien­do vacia­dos de habi­tan­tes en una ope­ra­ción cono­ci­da como Ope­ra­ción Caza Ver­de. “Una vez más, hoy la insu­rrec­ción se ha exten­di­do a tra­vés de los ricos en mine­ra­les bos­ques de Chhat­tis­garh, Jharkhand, Oris­sa y Ben­ga­la Occi­den­tal, patria de millo­nes de per­so­nas de las tri­bus de India, una tie­rra de ensue­ño para el mun­do corporativo”.

Se con­ti­núa ani­qui­lan­do esta rebe­lión en el bos­que y des­pués rena­ce en otro lugar. ¿Sabe Roy que la lucha arma­da es vio­len­ta? Sí, por supues­to. ¿Lo aprue­ba? No, lo con­tex­tua­li­za. Escri­be que al Esta­do y sus adep­tos les vie­ne bien ver cada nue­vo levan­ta­mien­to de for­ma ahis­tó­ri­ca. Pre­sen­tar­lo en un mar­co de Gue­rra Fría de maoís­tas (léa­se, comu­nis­tas) fren­te a pro­gre­so. Olvi­dar que la Cons­ti­tu­ción tra­tó injus­ta­men­te a las per­so­nas de las tri­bus de India, lo mis­mo que a sus dalit, una Cons­ti­tu­ción cuya rati­fi­ca­ción ella des­cri­be como “un día trá­gi­co para las per­so­nas de las tri­bus” que se con­vir­tie­ron en “ocu­pas en su pro­pia tie­rra”, a las que se negó los fru­tos, los ali­men­tos y los recur­sos de sus pro­pios bos­ques, se cri­mi­na­li­zó todo su modo de vida, espe­cial­men­te cuan­do esta­ba por medio la extrac­ción de recur­sos o un pro­yec­to de cons­truc­ción de una presa.

“La inmen­sa mayo­ría de las dece­nas de millo­nes de per­so­nas des­pla­za­das inter­nas […], refu­gia­das del ‘pro­gre­so’ de India, son per­so­nas de las tri­bus”, escri­be. La pri­me­ra de estas rebe­lio­nes se pro­du­jo en Naxal, de modo que naxa­li­ta se con­vir­tió en sinó­ni­mo de ser maoís­ta, aun­que de for­ma ana­cró­ni­ca; “Al Esta­do le con­vie­ne olvi­dar que las per­so­nas de las tri­bus del cen­tro de India tie­nen una his­to­ria de resis­ten­cia que pre­ce­de en siglos a Mao”.

Cuan­do Roy empe­zó a inves­ti­gar para pre­pa­rar este ensa­yo se supo­nía que su con­tac­to tenía que lle­var plá­ta­nos en la mano y una revis­ta para que ella pudie­ra reco­no­cer­lo. No tenía nin­gu­na de las dos cosas, le dijo que no pudo encon­trar la revis­ta. ¿Y los plá­ta­nos? “Me los comí”. Los huma­ni­za como algo más que solo una lucha arma­da por su tie­rra, mues­tra cómo bai­lan, fes­te­jan, luchan y duer­men en los bos­ques bajo las estrellas.

Roy escri­be que aun­que la no vio­len­cia es pre­fe­ri­ble no pue­de fun­cio­nar si los medios de comu­ni­ca­ción no hablan de las difi­cul­ta­des en las que te encuen­tras. Como miem­bro de los medios de comu­ni­ca­ción ella via­ja allí para solu­cio­nar­lo. Mien­tras tan­to, ellos se defien­den a sí mismos.

Roy hace la mis­ma tarea huma­ni­za­do­ra en el con­flic­to de Cache­mi­ra al con­tex­tua­li­zar los erro­res que India ha come­ti­do ahí en otro ensa­yo reple­to de his­to­ria y de crí­ti­ca, que tam­bién mues­tra a las “per­so­nae non gra­tae” del Esta­do ocu­pan­te cose­chan­do y comien­do man­za­nas, y dis­fru­tan­do de lo que les que­da de vida en sus cada vez más esca­sos momen­tos de paz duran­te otra cri­sis crea­da por la pro­pia India.

El crí­ti­co y la crí­ti­cas de la obra de Roy

Por supues­to, los inte­lec­tua­les libe­ra­les con­si­de­ran into­le­ra­bles las crí­ti­cas que Roy hace del Esta­do y sus retra­tos de las per­so­nas disi­den­tes. Samanth Subra­ma­nian empie­za su rese­ña en New Yor­ker de My Sedi­tious Heart recor­dan­do a sus lec­to­res una y otra vez sim­ple­men­te lo enfa­da­da que está Roy. Aun­que el crí­ti­co elo­gia su esce­na de las man­za­nas en Cache­mi­ra, redu­ce la crí­ti­ca de la escri­to­ra del pro­yec­to neo­li­be­ral a “una ira des­inhi­bi­da” y se pre­gun­ta la típi­ca pero­gru­lla­da anti-Cuar­to Esta­do que se sue­le esgri­mir con­tra las per­so­nas de izquier­da: “En todo caso, ¿qué solu­ción ofre­ce ella?”.

Una fra­se típi­ca en la rese­ña de Subra­ma­ni al des­cri­bir las crí­ti­cas de Roy empie­za de la siguien­te mane­ra: “Roy arre­me­te con­tra” o “hace tri­zas”. Subra­ma­ni la acu­sa de fal­ta de cohe­ren­cia en su acti­tud hacia la no vio­len­cia y de adop­tar “una pers­pec­ti­va más sua­ve” cuan­do abor­da la vio­len­cia come­ti­da por el movi­mien­to maoís­ta “naxa­li­ta” de India. Pero aun­que el crí­ti­co con­si­de­ra que Roy carac­te­ri­za con ter­nu­ra hipó­cri­ta la vio­len­cia de izquier­da, lo que ella real­men­te escri­bió es que la “brus­ca retó­ri­ca” de su fun­da­dor, Cha­ru Majum­dar, “feti­chi­za la vio­len­cia, la san­gre y el mar­ti­rio, y a menu­do emplea un len­gua­je tan bur­do que es casi geno­ci­da”. ¿Pare­ce esto tierno y nostálgico?

Subra­ma­nian con­ti­núa bur­lán­do­se de Roy por acep­tar el dine­ro de pre­mios lite­ra­rios finan­cia­dos por dife­ren­tes ONG, mien­tras con­de­na a otras ONG “sin sope­sar para noso­tros, sobre el papel, el tra­ba­jo que pue­de haber hecho la orga­ni­za­ción sin fines de lucro”. Sin embar­go, lo que ella escri­bió real­men­te era que “las ONG cor­po­ra­ti­vas o a las que dotan de fon­dos las fun­da­cio­nes son la for­ma que tie­nen las finan­zas mun­dia­les de com­prar a los movi­mien­tos de resis­ten­cia, lite­ral­men­te como los accio­nis­tas com­pran las accio­nes en las empre­sas y des­pués tra­tan de con­tro­lar­las des­de den­tro”. Al fun­cio­nar como “pues­tos de escu­cha” ale­jan a los artis­tas, acti­vis­tas y direc­to­res de cine de la con­fron­ta­ción radi­cal y “los enca­mi­nan al mul­ti­cul­tu­ra­lis­mo, la igual­dad de géne­ro y el desa­rro­llo comu­ni­ta­rio”, esto es, unas ven­das sobre las heri­das que deja la pri­va­ti­za­ción. Por últi­mo, Roy aña­de que le moles­ta que “el hecho de que la idea de jus­ti­cia se haya con­ver­ti­do en la indus­tria de los dere­chos huma­nos haya sido un gol­pe con­cep­tual en el que las ONG y las fun­da­cio­nes han desem­pe­ña­do un papel fundamental”.

Es típi­co de un perio­dis­ta con una cier­ta incli­na­ción libe­ral relle­nar sus artícu­los con ter­gi­ver­sa­cio­nes acer­ca de escri­to­res de izquier­da. Pero la obra de Roy me pare­ce un acto de amor crí­ti­co por mucho que algu­nas per­so­nas con­si­de­ren que la ira des­ca­li­fi­ca la obra de Roy (los edi­to­res de Subra­ma­nian sua­vi­zan la inter­pre­ta­ción erró­nea del crí­ti­co en su artículo“The Pres­cient Anger of Arundha­ti Roy” [La cla­ri­vi­den­te ira de Arundha­ti Roy]). La escri­to­ra tra­ta de sal­var vidas, tal como uno haría en una pan­de­mia. Inten­ta que las cifras de las per­so­nas que sufren sean menos abs­trac­tas, inclu­so más pequeñas:

“Como escri­to­ra, escri­to­ra de fic­ción, me he pre­gun­ta­do a menu­do si el inten­to de ser siem­pre pre­ci­sa, de tra­tar de ser rigu­ro­sa con los hechos, redu­ce de algu­na mane­ra la esca­la épi­ca de lo que ocu­rre real­men­te [. . .] Me preo­cu­pa estar per­mi­tién­do­me a mí mis­ma pre­sio­nar­me para ofre­cer una pre­ci­sión pro­sai­ca y que se ciñe a los hechos, cuan­do qui­zá lo que nece­si­ta­mos sea un aulli­do sal­va­je o el poder trans­for­ma­dor y la pre­ci­sión real de la poe­sía. Algo rela­cio­na­do con la natu­ra­le­za de la gober­nan­za y la sub­yu­ga­ción en India, una natu­ra­le­za inge­nio­sa, brah­má­ni­ca, intrin­ca­da, buro­crá­ti­ca, ceñi­da a los archi­vos y al “se debe soli­ci­tar por los cana­les ade­cua­dos” pare­ce haber­me con­ver­ti­do en una ofi­ci­nis­ta. Mi úni­ca excu­sa es decir que se requie­ren unas herra­mien­tas extra­ñas para des­cu­brir el labe­rin­to de sub­ter­fu­gios e hipo­cre­sía que envuel­ve la cruel­dad y la vio­len­cia fría y cal­cu­la­da de la nue­va super­po­ten­cia favo­ri­ta del mundo”.

En otras pala­bras, una pre­gun­ta ori­gi­na­ria guía la preo­cu­pa­ción de Roy acer­ca de a dón­de le ha lle­va­do su obse­si­vo cora­zón: ¿sobre qué pue­de infor­mar ella o qué pue­de decir que haga que quie­nes está en el poder dejen de hacer tram­pas con las mate­má­ti­cas y de ase­si­nar, para lograr que los auxi­lia­res de quie­nes están en el poder y en los medios de comu­ni­ca­ción dejen de encu­brir los pri­me­ros pasos? ¿De cuán­tas mane­ras se debe reha­cer a sí mis­ma para hacerlo?

La escri­to­ra artera

Roy con­tó en Nue­va York una anéc­do­ta diver­ti­da y elo­cuen­te acer­ca de la con­fu­sión moral de algu­nos de sus crí­ti­cos. Una vez se le acer­có un hom­bre cuan­do la reco­no­ció. Aun­que ella inten­tó des­en­ten­der­se por­que sabía lo que se ave­ci­na­ba, aca­bó admi­tien­do quién era. El hom­bre le dejó cla­ro que no esta­ba en abso­lu­to de acuer­do con ella debi­do a todas sus crí­ti­cas a India, aun­que no le pudo decir inme­dia­ta­men­te con qué no esta­ba de acuer­do y mur­mu­ró algo acer­ca de Cache­mi­ra. Enton­ces le vino la pala­bra a la boca: ella era “arte­ra”, lo que sor­pren­dió a Roy. Vaga­men­te repli­có al hom­bre que se equi­vo­ca­ba, que sus crí­ti­cas de la vio­len­cia de Esta­do de India en luga­res como Guja­rat y Cahe­mi­ra eran rotun­das y cla­ras, lo con­tra­rio de arte­ras. Final­men­te, Roy se dio cuen­ta de que el hom­bre no sabía lo que sig­ni­fi­ca­ba esa pala­bra y se lo dijo. El hom­bre vol­vió sobre la pala­bra con la espe­ran­za de que su sig­ni­fi­ca­do pudie­ra esti­rar­se has­ta con­den­sar su crí­ti­ca vis­ce­ral de la fal­ta de patrio­tis­mo de Roy. “Pero no impor­ta”, zan­jó el hom­bre, “¿por qué preo­cu­par­se por el voca­bu­la­rio? Ven­ga, hága­se un sel­fie con­mi­go”. “Eso aho­ra es arte­ro”, repli­có ella.

Cuan­do Arundha­ti Roy argu­men­tó en un dis­cur­so de 2010 que his­tó­ri­ca­men­te Cache­mi­ra no for­ma­ba par­te de India, el ala feme­ni­na del fas­cis­ta BJP, al que le pare­ció into­le­ra­ble esta opi­nión, acam­pó fren­te a su casa para exi­gir­le que se retrac­ta­ra de esas pala­bras o “se mar­cha­ra de India”. Inclu­so se dice que la dere­cha india se dedi­có a enviar el PDF de su nove­la El minis­te­rio de la feli­ci­dad supre­ma de 2017, al pare­cer para negar­le sus dere­chos de autor al ofre­cer un ejem­plar gra­tis a quie­nes pudie­ran ver­se ten­ta­dos a com­prar el libro.

Como soy una per­so­na no india de un país al que le encan­ta denun­ciar la “cen­su­ra” en otros paí­ses mien­tras se la per­mi­te a su pro­pia mane­ra en el suyo, no debe­ría exa­ge­rar acer­ca de la per­se­cu­ción que sufre Roy. Aun­que algu­nos de sus opo­nen­tes en India y otras par­tes han dis­tor­sio­na­do pro­fun­da­men­te la obra de esta escri­to­ra, así es como fun­cio­nan los pro­gre­sis­tas. Ella tie­ne más lec­to­res en todo el mun­do, de sus nove­las y ensa­yos, que la mayo­ría de los escritores.

Así que el hecho de que la edi­to­rial de Chica­go Hay­mar­ket Books haya reco­pi­la­do sus ensa­yos ofre­ce a los lec­to­res una opor­tu­ni­dad de fami­lia­ri­zar­se con la mul­ti­tud de luchas en las que se ha invo­lu­cra­do Roy a lo lar­go de vein­ti­cin­co años y que con­for­man sus nove­las. La Roy ensa­yis­ta encar­na la impie­dad lega­lis­ta aun­que huma­na de un abo­ga­do de ofi­cio, el inge­nio y mane­jo del len­gua­je de un poe­ta, de un cama­ra­da que no da por bue­na nin­gu­na injusticia.

Notas de la traductora:

(1)La Ras­tri­ya Swa­yam­se­vak Sangh (RSS) es una orga­ni­za­ción para­mi­li­tar india de dere­cha y nacio­na­lis­ta hin­dú con­for­ma­da por volun­ta­rios. Se con­si­de­ra que es la orga­ni­za­ción que dio ori­gen al par­ti­do gober­nan­te en India, el Par­ti­do Popu­lar Indio.

(2) Jue­go de pala­bras intra­du­ci­ble; “chomp”, en inglés, sig­ni­fi­ca “mas­car”.

(3) Véa­se la tra­duc­ción al cas­te­llano de Caro­li­na San­do­val, https://​des​in​for​me​mo​nos​.org/​w​p​-​c​o​n​t​e​n​t​/​u​p​l​o​a​d​s​/​2​0​0​9​/​0​8​/​C​a​m​i​n​a​n​d​o​c​o​n​l​o​s​c​a​m​a​r​a​d​a​s​.​pdf

Joel Whit­ney es el autor Finks: How the CIA Tric­ked the World’s Best Wri­ters. Sus artícu­los se publi­can en News­week, Poetry Maga­zi­ne, New York Times, New Repu­blic y otros medios.

Esta tra­duc­ción se pue­de repro­du­cir libre­men­te a con­di­ción de res­pe­tar su inte­gri­dad y men­cio­nar al autor, a la tra­duc­to­ra y Rebe­lión como fuen­te de la traducción.

Fuen­tes: https://​jaco​bin​mag​.com/​2​0​2​0​/​0​5​/​a​r​u​n​d​h​a​t​i​-​r​o​y​-​m​y​-​s​e​d​i​t​i​o​u​s​-​h​e​a​r​t​-​m​o​d​i​-​n​a​x​a​l​i​t​e​s​-​bjp

Rebe­lión.

Itu­rria /​Fuen­te

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