Pensamiento crítico. Transición ecológica hacia una sociedad biocentrada

Pen­sa­mien­to crí­ti­co. Tran­si­ción eco­ló­gi­ca hacia una socie­dad biocentrada

  • Por Leo­nar­do Boff, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 junio 2020

Nota: Este
tex­to es una edi­ción abre­via­da del ante­rior en por­tu­gués, que fué
obje­to de una con­fe­ren­cia en el Encuen­tro Mun­dial de Valo­res, via ZOOM,
rea­li­za­do en Mon­te­rrey, Méxi­co, que reune cen­te­na­res de per­so­nas de todo
el mundo.

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Para
com­pren­der el sig­ni­fi­ca­do del coro­na­vi­rus, tene­mos que encua­drar­lo en
su debi­do con­tex­to, no ver­lo ais­la­da­men­te bajo la pers­pec­ti­ca de la
cien­cia y de la téc­ni­ca siem­pre nece­sa­rias. El Coro­na­ví­rus vie­ne de la
natu­ra­le­za, con­tra la cual los seres huma­nos, par­ti­cu­lar­men­te através
del capi­ta­lis­mo glo­bal des­de hace siglos, lle­va a cabo una guerra
sis­te­má­ti­ca con­tra esta natu­ra­le­za y con­tra la Tierra.

El capi­ta­lis­mo neo­li­be­ral gra­ve­men­te herido

Con­cen­tre­mo­nos
en la cau­sa prin­ci­pal que es el orden capi­ta­lis­ta. Cono­ce­mos la lógica
del capi­ta­lis­mo. Él se carac­te­ri­za por explo­tar has­ta el lími­te la
fuer­za de tra­ba­jo, por el pilla­je de los bie­nes y ser­vi­cios de la
natu­ra­le­za, en fin, por la mer­can­ti­li­za­ción de todas las cosas. De una eco­no­mía de mer­ca­do hemos pasa­do a una socie­dad de mer­ca­do. En ella las cosas inalie­na­bles se trans­for­man en mer­can­cía: Karl Marx en su Mise­ria de la Filosofía
de 1847, lo ha des­cri­to bien: “Cosas inter­cam­bia­das, dadas pero jamás
ven­di­das… todo se ha vuel­to venal como la vir­tud, el amor, la opinión,
la cien­cia y la con­cien­cia… todo se ha vuel­to ven­di­ble y lle­va­do al
mer­ca­do». Él lla­mó a esto el “tiem­po de la corrup­ción gene­ral y de la vena­li­dad uni­ver­sal” (ed.Vozes 2019, p.54 – 55). Es lo que se implan­tó des­de el fin de la segun­da gue­rra mundial.

Noso­tros
seres huma­nos, bajo el modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta hemos roto todos
los lazos con la natu­ra­le­za, con­vir­tién­do­la en un baúl de recursos,
con­si­de­ra­dos ilu­sa­men­te ili­mi­ta­dos, en fun­ción de un crecimiento
con­si­de­ra­do tam­bién ilu­sa­men­te ili­mi­ta­do. Resul­ta que un vie­jo y
limi­ta­do pla­ne­ta no pue­de sopor­tar un cre­ci­mien­to ilimitado.

La
Tie­rra viva, Gaia, un super­or­ga­nis­mo que arti­cu­la todos los factores
para con­ti­nuar viva y pro­du­cir y repro­du­cir siem­pre todo tipo de vida,
ha empe­za­do a reac­cio­nar y a con­tra­ata­car median­te el
calen­ta­mien­to glo­bal, los even­tos extre­mos en la natu­ra­le­za, y el envío
de sus armas leta­les, que son los virus y las bac­te­rias (gri­pe porcina,
aviar, H1N1, zika, chi­kun­gun­ya, SARS, ébo­la y otros), y aho­ra el de la
COVID-19, invi­si­ble, glo­bal y letal.

Este virus ha pues­to a
todos de rodi­llas, espe­cial­men­te a las poten­cias mili­ta­ris­tas cuyas
armas de des­truc­ción masi­va (que podrían des­truir toda la vida varias
veces) resul­tan total­men­te super­fluas y ridículas.

A
pro­pó­si­to de la COVID-19 ha que­da­do cla­ro que cayó como un meteoro
rasan­te sobre el capi­ta­lis­mo neo­li­be­ral des­man­te­lan­do su idea­rio: el bene­fi­cio, la acu­mu­la­ción pri­va­da, la com­pe­ten­cia, el indi­vi­dua­lis­mo, el con­su­mis­mo, el esta­do míni­mo y
la pri­va­ti­za­ción de la cosa públi­ca y los bie­nes comu­nes. Ha sido
gra­ve­men­te heri­do. Ha pro­du­ci­do dema­sia­da iniqui­dad huma­na, social y
eco­ló­gi­ca, has­ta el pun­to de poner en peli­gro el futu­ro del sistema-vida
y del sistema-Tierra.

Mien­tras, plan­teó ine­quí­vo­ca­men­te la dis­yun­ti­va: ¿vale más el lucro o la vida? ¿Debe­mos sal­var la eco­no­mía o sal­var vidas humanas?

Según
el idea­rio del capi­ta­lis­mo, la elec­ción sería sal­var la eco­no­mía en
pri­mer lugar y lue­go las vidas huma­nas. Pero has­ta hoy nadie ha
encon­tra­do la fór­mu­la mági­ca para arti­cu­lar las dos cosas: producir
rique­za y evi­tar la con­ta­mi­na­ción de los tra­ba­ja­do­res. Si hubié­ra­mos segui­do la lógi­ca del capi­tal, todos esta­ría­mos en peligro.

Lo que nos está sal­van­do es lo que le fal­ta a él: la
soli­da­ri­dad, la coope­ra­ción, la inter­de­pen­den­cia entre todos, la
gene­ro­si­dad y el cui­da­do mutuo de la vida de unos y otros y de todo lo
que vive y existe.

Alter­na­ti­vas posi­bles para el poscoronavirus

El
gran desa­fío que se nos plan­tea a cada uno de noso­tros, la gran
pre­gun­ta, espe­cial­men­te a los due­ños de las gran­des corporaciones
mul­ti­na­cio­na­les es: ¿Cómo con­ti­nuar? ¿Vol­ver a lo que era antes? ¿Recu­pe­rar el tiem­po y los bene­fi­cios per­di­dos?

Muchos dicen: vol­ver sim­ple­men­te a lo que era antes sería un sui­ci­dio, por­que la Tie­rra podría vol­ver a con­tra­ata­car con virus más vio­len­tos y mor­ta­les.
Los cien­tí­fi­cos ya han adver­ti­do que den­tro de poco pode­mos sufrir un
ata­que aún más feroz si no apren­de­mos la lec­ción de cui­dar la naturaleza
y desa­rro­lla­mos una rela­ción más amis­to­sa con la Madre Tierra.

Enume­ro
aquí algu­nas alter­na­ti­vas, pues los seño­res del capi­tal y las finanzas
están en una furio­sa pug­na entre ellos para sal­va­guar­dar sus intere­ses y
sus fortunas.

La pri­me­ra alter­na­ti­va sería vol­ver al sis­te­ma capi­ta­lis­ta neoliberal
pero aho­ra de for­ma extre­ma­da­men­te radi­cal. El 0,1% de la humanidad,
los mul­ti­mi­llo­na­rios, serían quie­nes uti­li­za­rían la inteligencia
arti­fi­cial con capa­ci­dad para con­tro­lar a cada per­so­na del planeta,
des­de su vida ínti­ma a la pri­va­da y la públi­ca. Sería un des­po­tis­mo de otro orden, ciber­né­ti­co, bajo la égi­da del control/​dominación total de la vida de las poblaciones.

Esta
alter­na­ti­va no ha apren­di­do nada de la COVID-19, ni ha incor­po­ra­do el
fac­tor eco­ló­gi­co. Bajo la pre­sión gene­ral pue­de asu­mir una
res­pon­sa­bi­li­dad socio­eco­ló­gi­ca para no per­der bene­fi­cios ni seguidores.

Pero siem­pre que hay un poder domi­na­dor, sur­ge un anti­po­der inclu­so con rebe­lio­nes cau­sa­das por el ham­bre y la desesperación.

La segun­da alter­na­ti­va sería el capi­ta­lis­mo ver­de,
que ha saca­do lec­cio­nes del coro­na­vi­rus y ha incor­po­ra­do el hecho
eco­ló­gi­co: refo­res­tar lo devas­ta­do, con­ser­var la natu­ra­le­za exis­ten­te al
máxi­mo. Pero no cam­bia­ría el modo de pro­duc­ción ni la bús­que­da de
beneficio.

Lo ver­de no dis­cu­te la des­igual­dad social
per­ver­sa y haría de todoa los bie­nes natu­ra­les una oca­sión de ganancia.
Ejem­plo: no sólo ganar con la miel de abe­jas, sino tam­bién con su
capa­ci­dad de poli­ni­zar otras plan­tas. La rela­ción con la natu­ra­le­za y la
Tie­rra es uti­li­ta­ria y no se le reco­no­cen dere­chos, como decla­ra la
ONU, ni su valor intrín­se­co, inde­pen­dien­te del ser humano. Sigue todavía
antropocéntrico.

La ter­ce­ra sería el comu­nis­mo de ter­ce­ra gene­ra­ción,
que no ten­dría nada que ver con las ante­rio­res, ponien­do los bie­nes y
ser­vi­cios del pla­ne­ta bajo una admi­nis­tra­ción colec­ti­va y central.
Podría ser posi­ble, pero supo­ne una nue­va con­cien­cia, ade­más de no dar
cen­tra­li­dad a la vida en todas sus for­mas. Segui­ría siendo
antro­po­cén­tri­co. Está en par­te repre­sen­ta­do por los filó­so­fos Zizek y
Badiou. Por los per­jui­cios exis­ten­tes y la recor­da­ción de lo que fue el
comu­nis­mo de Esta­do del impe­rio sovié­ti­co, con­tro­la­dor y repre­sor, tiene
pocos seguidores.

La cuar­ta sería el eco-socia­lis­mo,
con mayo­res posi­bi­li­da­des. Supo­ne un con­tra­to social glo­bal con un
cen­tro plu­ral de gobierno para resol­ver los pro­ble­mas glo­ba­les de la
huma­ni­dad. Los bie­nes y ser­vi­cios natu­ra­les limi­ta­dos y muchos no
reno­va­bles se dis­tri­bui­rían equi­ta­ti­va­men­te entre todos, en un consumo
decen­te y sobrio que inclui­ría tam­bién a toda la comu­ni­dad de la vida,
que tam­bién nece­si­ta medios de vida y de reproducción.

Esta
alter­na­ti­va esta­ría den­tro de las posi­bi­li­da­des huma­nas, a con­di­ción de
desa­rro­llar una sóli­da con­cien­cia eco­ló­gi­ca, hacer­se un dato de toda la
socie­dad con la res­pon­sa­bi­li­dad por la Tie­rra y la natu­ra­le­za. A mi
jui­cio, es toda­vía socio­cén­tri­co. Le fal­ta incorporar
la nue­va cos­mo­lo­gía y los datos de las cien­cias de la vida, de la
com­ple­xi­dad, vien­do a la Tie­rra como un momen­to del gran proceso
cos­mo­gé­ni­co, bio­gé­ni­co y antro­po­gé­ni­co: Tie­rra como Gaia, un
super­or­ga­nis­mo que se auto­re­gu­la y que garan­ti­za la vida de todos los
vivientes.

La quin­ta alter­na­ti­va sería el buen vivir y convivir,
ensa­ya­da duran­te siglos por los pue­blos andi­nos. Es profundamente
eco­ló­gi­ca, por­que con­si­de­ra a todos los seres como por­ta­do­res de
dere­chos. El eje arti­cu­la­dor es la armo­nía que comien­za con la familia,
con la comu­ni­dad, con la natu­ra­le­za, con todo el uni­ver­so, con los
ante­pa­sa­dos y con la Divi­ni­dad. Esta alter­na­ti­va tie­ne un alto gra­do de
uto­pía pero qui­zás la huma­ni­dad, cuan­do se des­cu­bra a sí mis­ma como una
espe­cie vivien­do en una úni­ca Casa Común, sea capaz de lograr el buen
vivir y convivir.

Con­clu­sión de esta
par­te: Está cla­ro que la vida, la salud y los medios de vida están en el
cen­tro de todo, no el bene­fi­cio y el desa­rro­llo (in)sostenible. Se
exi­gi­rá más Esta­do con más segu­ri­dad sani­ta­ria para todos, un Esta­do que
satis­fa­ga las deman­das colec­ti­vas y pro­mue­va un desa­rro­llo que obedezca
a los lími­tes y al alcan­ce de la naturaleza.

Como el
pro­ble­ma del coro­na­vi­rus es glo­bal se hace nece­sa­rio un con­tra­to social
glo­bal, con un cuer­po plu­ral de direc­ción y coor­di­na­ción, para
imple­men­tar una solu­ción global.

O sal­va­mos a la natu­ra­le­za y a la Tie­rra o engro­sa­re­mos la pro­ce­sión de los que se diri­gen al abismo.

¿Cómo bus­car una tran­si­ción eco­ló­gi­ca, exi­gi­da por la acción mor­tí­fe­ra de la COVID-19? ¿Por dón­de empezar?

No
pode­mos sub­es­ti­mar el poder del “genio” del capi­ta­lis­mo neo­li­be­ral: él
es capaz de incor­po­rar los datos nue­vos, trans­for­mar­los en su beneficio
pri­va­do y usar para ello todos los medios moder­nos de robo­ti­za­ción, la
inte­li­gen­cia arti­fi­cial con sus miles de millo­nes de algo­rit­mos y
even­tual­men­te las gue­rras híbri­das. Pue­de con­vi­vir sin piedad,
indi­fe­ren­te, con los millo­nes y millo­nes de ham­brien­tos y arro­ja­dos a la
miseria.

Por otra par­te, los que bus­can una tran­si­ción para­dig­má­ti­ca, den­tro de la cual me sitúo yo, deben pro­po­ner una otra for­ma de habi­tar la Casa Común,
con una con­vi­ven­cia res­pe­tuo­sa de la natu­ra­le­za y cui­da­do con todos los
eco­sis­te­mas, deben gene­rar en la base social otro nivel de con­cien­cia y
a nue­vos suje­tos por­ta­do­res de esta alternativa.

Para esa inmen­sa tarea tene­mos que des­co­lo­ni­zar­nos
de las visio­nes del mun­do y de fal­sos valo­res como el consumismo
incul­ca­dos por la cul­tu­ra del capi­tal. Tene­mos que ser anti­sis­te­ma y
alternativos.

Pre­su­pues­tos para una tran­si­ción bien sucedida

El pri­me­ro es la vul­ne­ra­bi­li­dad de la con­di­ción huma­na, expues­ta a ser ata­ca­da por enfer­me­da­des, bac­te­rias y virus.

Dos fac­to­res están en el ori­gen de la inva­sión de micro­or­ga­nis­mos leta­les: la exce­si­va urba­ni­za­ción humana
que ha avan­za­do sobre los espa­cios de la natu­ra­le­za des­tru­yen­do los
hábi­tats natu­ra­les de los virus y las bac­te­rias que sal­tan a otro ser
vivo o al cuer­po humano. El 83% de la huma­ni­dad vive en ciudades.

El segun­do fac­tor es la defo­res­ta­ción sistemática
debi­da a la vora­ci­dad del capi­tal, que bus­ca la rique­za con el
mono­cul­ti­vo de soja, de caña de azú­car, de gira­sol o con la producción
de pro­teí­nas ani­ma­les (gana­do), devas­tan­do bos­ques y sel­vas, y
des­equi­li­bran­do el régi­men de hume­dad y de llu­vias en exten­sas regiones
como la Amazonia.

Segun­do pre­su­pues­to: la inter-retro rela­ción de todos con todos. Somos,
por natu­ra­le­za, un nudo de rela­cio­nes orien­ta­do hacia todas las
direc­cio­nes. La bio­an­tro­po­lo­gía y la psi­co­lo­gía evo­lu­ti­va han dejado
cla­ro que la esen­cia espe­cí­fi­ca del ser humano es coope­rar y
rela­cio­nar­se con todos. No hay nin­gún gen egoís­ta, for­mu­la­do
por Daw­kins a fina­les de los 60 del siglo pasa­do sin nin­gu­na base
empí­ri­ca. Todos los genes están inter­re­la­cio­na­dos entre sí y den­tro de
las célu­las. Nadie está fue­ra de la rela­ción. En este sen­ti­do, el
indi­vi­dua­lis­mo, valor supre­mo de la cul­tu­ra del capi­tal, es anti­na­tu­ral y
no tie­ne nin­gu­na sus­ten­ta­ción biológica.

Ter­ce­ro pre­su­pues­to: el cui­da­do esen­cial:
Per­te­ne­ce a la esen­cia de lo humano el cui­da­do sin el cual no
sub­sis­ti­ría­mos. El cui­da­do es ade­más una cons­tan­te cos­mo­ló­gi­ca: las
cua­tro fuer­zas que sos­tie­nen el uni­ver­so (la gra­vi­ta­to­ria, la
elec­tro­mag­né­ti­ca, la nuclear débil y la nuclear fuer­te) actúan
sinér­gi­ca­men­te con extre­mo cui­da­do sin el cual no esta­ría­mos aquí
refle­xio­nan­do sobre estas cosas.

El cui­da­do supo­ne una
rela­ción ami­ga de la vida, pro­tec­to­ra de todos los seres por­que los ve
como un valor en sí mis­mos, inde­pen­dien­te del uso humano. Fue la falta
de cui­da­do de la natu­ra­le­za, devas­tán­do­la, lo que hizo que los virus
per­die­ran su hábi­tat, con­ser­va­do duran­te miles de años y pasa­ran a otro
ani­mal o al ser humano. El eco­fe­mi­nis­mo ha apor­ta­do una contribución
sig­ni­fi­ca­ti­va a la pre­ser­va­ción de la vida y de la natu­ra­le­za con la
éti­ca del cui­da­do desa­rro­lla­da por ellas, por­que el cui­da­do es del ser
humano, pero adquie­re una espe­cial den­si­dad en las mujeres.

Cuar­to pre­su­pues­to: la soli­da­ri­dad
como opción cons­cien­te. La soli­da­ri­dad está en el cora­zón de nuestra
huma­ni­dad. Los bio­an­tro­pó­lo­gos nos han reve­la­do que este dato es
esen­cial al ser humano. Cuan­do nues­tros ante­pa­sa­dos bus­ca­ban sus
ali­men­tos, no los comían ais­la­da­men­te. Los lle­va­ban al gru­po y ser­vían a
todos empe­zan­do por los más jóve­nes, des­pués a los mayo­res y lue­go a
todos los demás. De esto sur­gió la comen­sa­li­dad y el sen­ti­do de
coope­ra­ción y soli­da­ri­dad. Fue la soli­da­ri­dad la que nos per­mi­tió dar el
sal­to de la ani­ma­li­dad a la huma­ni­dad. Lo que fue váli­do ayer también
vale para hoy.

Esta soli­da­ri­dad no exis­te sólo entre los
huma­nos. Es otra cons­tan­te cos­mo­ló­gi­ca: todos los seres con­vi­ven, están
invo­lu­cra­dos en redes de rela­cio­nes de reci­pro­ci­dad y soli­da­ri­dad de
for­ma que todos pue­dan ayu­dar­se mutua­men­te a vivir y co-evolucionar.
Inclu­so el más débil, con la cola­bo­ra­ción de otros sub­sis­te, tie­ne su
lugar en el con­jun­to de los seres y coevoluciona.

El
sis­te­ma del capi­tal no cono­ce la soli­da­ri­dad, solo la com­pe­ti­ción que
pro­du­ce ten­sio­nes, riva­li­da­des y ver­da­de­ras des­truc­cio­nes de otros
com­pe­ti­do­res en fun­ción de una mayor acumulación.

Hoy en
día el mayor pro­ble­ma de la huma­ni­dad no es ni el eco­nó­mi­co, ni el
polí­ti­co, ni el cul­tu­ral, ni el reli­gio­so, sino la fal­ta de solidaridad
con otros seres huma­nos que están a nues­tro lado. El capi­ta­lis­mo ve a
cada uno como un con­su­mi­dor even­tual, no como una per­so­na huma­na con sus
preo­cu­pa­cio­nes, ale­grías y sufrimientos.

Es la soli­da­ri­dad la que nos está sal­van­do ante el ata­que del coro­na­vi­rus,
empe­zan­do por el per­so­nal sani­ta­rio que arries­ga desin­te­re­sa­da­men­te su
vida para sal­var otras vidas. Vemos acti­tu­des de soli­da­ri­dad en toda la
socie­dad, pero espe­cial­men­te en las peri­fe­rias, don­de la gen­te no puede
ais­lar­se social­men­te y no tie­ne reser­vas de ali­men­tos. Muchas familias
que reci­bie­ron canas­tas de ali­men­tos las repar­tían con otros más
necesitados.

Pero no bas­ta con que la soli­da­ri­dad sea un
ges­to pun­tual. Debe ser una acti­tud bási­ca, por­que está en la esen­cia de
nues­tra natu­ra­le­za. Tene­mos que hacer la opción cons­cien­te de ser
soli­da­rios a par­tir de los últi­mos e invi­si­bles, de aque­llos que no
cuen­tan para el sis­te­ma impe­ran­te y son con­si­de­ra­dos como ceros
eco­nó­mi­cos, pres­cin­di­bles. Sólo así deja de ser selec­ti­va y englo­ba a
todos, por­que todos somos coigua­les y nos unen lazos obje­ti­vos de
fraternidad.

Tran­si­ción hacia una civi­li­za­ción biocentrada

Toda cri­sis hace pen­sar y pro­yec­tar nue­vas ven­ta­nas de posi­bi­li­da­des. El coro­na­vi­rus nos ha dado esta lec­ción: la
Tie­rra, la natu­ra­le­za, la vida, en toda su diver­si­dad, la
inter­de­pen­den­cia, la coope­ra­ción y la soli­da­ri­dad deben ser cen­tra­les en
la nue­va civi­li­za­ción si que­re­mos sobre­vi­vir
.

Par­to
de la inter­pre­ta­ción siguien­te: que noso­tros, como pri­me­ros, hemos
ata­ca­do a la natu­ra­le­za y a la Madre Tie­rra duran­te siglos, pero ahora
la reac­ción de la Tie­rra heri­da y la natu­ra­le­za devas­ta­da se está
vol­vien­do en con­tra nuestra.

Tie­rra-Gaia y natu­ra­le­za son
vivos y cómo vivos sien­ten y reac­cio­nan a las agre­sio­nes. La
mul­ti­pli­ca­ción de seña­les que la Tie­rra nos ha envia­do, empe­zan­do por el
calen­ta­mien­to glo­bal, la ero­sión de la bio­di­ver­si­dad del orden de
70 – 100 mil espe­cies por año (esta­mos den­tro de la sex­ta extin­ción masiva
en la era del antro­po­ceno y del necro­ceno) y otros even­tos extremos,
deben ser cap­ta­dos e interpretados.

O cam­bia­mos nuestra
rela­ción con la Tie­rra y la natu­ra­le­za en el sen­ti­do de sinergia,
cui­da­do y res­pe­to, o la Tie­rra pue­de no que­rer­nos más sobre su
super­fi­cie. Y esta vez no hay un arca de Noé que sal­ve a algu­nos y deje
pere­cer a los demás. O todos nos sal­va­mos o todos pereceremos.

Casi
todos los aná­li­sis de la COVID-19 se cen­tra­ron en la téc­ni­ca, la
medi­ci­na, la vacu­na para sal­var vidas, el ais­la­mien­to social y el uso de
mas­ca­ri­llas para pro­te­ger­nos y no con­ta­mi­nar a los demás. Todo eso debe
ser hecho y es indispensable.

Rara vez se habla de la natu­ra­le­za, aun­que el virus vino de la natu­ra­le­za. Eso lo hemos olvidado.

La
tran­si­ción de una socie­dad capi­ta­lis­ta de super­pro­duc­ción de bienes
mate­ria­les a una socie­dad que sus­ten­te toda la vida con valores
humano-espi­ri­tua­les como el amor, la soli­da­ri­dad, la com­pa­sión, la
inter­de­pen­den­cia, la jus­ta medi­da, el res­pe­to y el cui­da­do no se
pro­du­ci­rá de la noche a la mañana.

Será un pro­ce­so difí­cil que requie­re, en pala­bras del Papa Fran­cis­co en su encí­cli­ca “Sobre el cui­da­do de la Casa Común”, una “con­ver­sión eco­ló­gi­ca radi­cal”,
que nos lle­va­rá a incor­po­rar rela­cio­nes de cui­da­do, pro­tec­ción y
coope­ra­ción: un desa­rro­llo hecho con la natu­ra­le­za y no con­tra la
naturaleza.

El sis­te­ma impe­ran­te pue­de cono­cer una larga
ago­nía, pero no ten­drá futu­ro. En mi opi­nión, no sere­mos noso­tros los
que lo derro­ta­re­mos para siem­pre, sino la pro­pia Tie­rra, negán­do­le las
con­di­cio­nes para su repro­duc­ción al haber exce­di­do los lími­tes de los
bie­nes y ser­vi­cios de la Tie­rra super­po­bla­da. Este colap­so se verá
refor­za­do por la acu­mu­la­ción de crí­ti­cas y de prác­ti­cas huma­nas que
siem­pre se han resis­ti­do a la explo­ta­ción capitalista.

La incor­po­ra­ción del nue­vo para­dig­ma cos­mo­ló­gi­co, bio­ló­gi­co y antropológico

Para
una nue­va socie­dad pos­CO­VID-19 hay que asu­mir los datos del nuevo
para­dig­ma, que ya tie­ne un siglo de exis­ten­cia pero que has­ta aho­ra no
ha logra­do con­quis­tar la con­cien­cia colec­ti­va ni la inteligencia
aca­dé­mi­ca, ni mucho menos la cabe­za de los “deci­sion makers” políticos.

Este para­dig­ma es cos­mo­ló­gi­co. Par­te del hecho de que todo se ori­gi­nó a par­tir del big bang
ocu­rri­do hace 13.7 mil millo­nes de años. De su explo­sión salie­ron las
estre­llas rojas gigan­tes y con su explo­sión, las gala­xias, las
estre­llas, los pla­ne­tas, la Tie­rra y noso­tros mis­mos. Todos estamos
hechos de pol­vo cósmico.

La Tie­rra que tie­ne ya 4.3 mil
millo­nes de años y la vida unos 3.8 mil millo­nes de años están vivas. La
Tie­rra, y esto es un dato de cien­cia ya acep­ta­do por la comunidad
cien­tí­fi­ca, no sólo tie­ne vida en ella sino que está viva y pro­du­ce todo
tipo de vidas.

El ser humano que apa­re­ció hace unos 10 millo­nes de años es la por­ción de la Tierra
que en un momen­to de alta com­ple­ji­dad comen­zó a sen­tir, a pen­sar, a
amar y a cui­dar. Por eso hom­bre vie­ne de húmus, de tie­rra buena.

Ini­cial­men­te man­te­nía una rela­ción de coexis­ten­cia con la natu­ra­le­za, lue­go pasó a inter­ven­ción en ella a tra­vés de la agri­cul­tu­ra y en los últi­mos siglos ha lle­ga­do a la agre­sión sistemática
median­te la tec­no­cien­cia. Esta agre­sión se ha lle­va­do a cabo en todos
los fren­tes has­ta el pun­to de poner en peli­gro el equi­li­brio de la
Tie­rra y ser inclu­so una ame­na­za de auto­des­truc­ción de la espe­cie humana
con armas nuclea­res, quí­mi­cas y biológicas.

Esta rela­ción
de agre­sión está detrás de la actual cri­sis de salud. De seguir
ade­lan­te, la agre­sión podría traer­nos cri­sis más fuer­tes has­ta aquello
que los bió­lo­gos temen: The Next Big One, aquel pró­xi­mo gran virus inata­ca­ble y fatal que lle­va­rá a la des­apa­ri­ción de la espe­cie huma­na de la faz de la Tierra.

Para
evi­tar este posi­ble arma­ge­dón eco­ló­gi­co, es urgen­te reno­var con la
Tie­rra viva el con­tra­to natu­ral vio­la­do: ella nos da todo lo que
nece­si­ta­mos y garan­ti­za la sos­te­ni­bi­li­dad de los eco­sis­te­mas. Y
noso­tros, según el con­tra­to, le devol­ve­mos cui­da­do, res­pe­to a sus ciclos
y le damos tiem­po para que rege­ne­re lo que le qui­ta­mos. Este contrato
natu­ral ha sido roto por ese estra­to de la huma­ni­dad que explo­ta los
bie­nes y ser­vi­cios, defo­res­ta, con­ta­mi­na las aguas y los mares.

Es
deci­si­vo reno­var el con­tra­to natu­ral y arti­cu­lar­lo con el contrato
social: una socie­dad que se sien­te par­te de la Tie­rra y de la
natu­ra­le­za, que asu­me colec­ti­va­men­te la pre­ser­va­ción de toda la vida,
man­tie­ne en pie sus bos­ques que garan­ti­zan el agua nece­sa­ria para todo
tipo de vida, rege­ne­ra lo que fue degra­da­do y for­ta­le­ce lo que ya está
preservado.

La rele­van­cia de la región: el biorregionalismo

Dado que la ONU ha reco­no­ci­do a la Tie­rra como la Madre Tie­rra y los dere­chos de la natu­ra­le­za, la demo­cra­cia ten­drá que incor­po­rar nue­vos ciu­da­da­nos, como los bos­ques, las mon­ta­ñas, los ríos, los pai­sa­jes. La demo­cra­cia sería socio-eco­ló­gi­ca. Sola­men­te
Boli­via y Ecua­dor han inau­gu­ra­do el cons­ti­tu­cio­na­lis­mo eco­ló­gi­co al
reco­no­cer los dere­chos de la Pacha Mama y de los demás seres de la
naturaleza.

La vida será el faro orien­ta­dor y la polí­ti­ca y
la eco­no­mía esta­rán al ser­vi­cio no de la acu­mu­la­ción sino de la vida.
El con­su­mo, para que sea uni­ver­sa­li­za­do, debe­rá ser sobrio, frugal,
soli­da­rio. Y la socie­dad esta­rá sufi­cien­te y decen­te­men­te abastecida.

Para
fina­li­zar, una pala­bra sobre el bio­re­gio­na­lis­mo. La pun­ta de lan­za de
la refle­xión eco­ló­gi­ca se está con­cen­tran­do actual­men­te en torno a la región.
Toman­do la región, no como ha sido defi­ni­da arbi­tra­ria­men­te por la
admi­nis­tra­ción, sino con la con­fi­gu­ra­ción que ha hecho la naturaleza,
con sus ríos, mon­ta­ñas, bos­ques, lla­nu­ras, fau­na y flo­ra y especialmente
con los habi­tan­tes que viven allí. En la bio­rre­gión se pue­de crear
real­men­te un desa­rro­llo sos­te­ni­ble que no sea mera­men­te retó­ri­co sino
real.

Las empre­sas serán pre­fe­ren­te­men­te media­nas y
peque­ñas, se dará pre­fe­ren­cia a la agro­eco­lo­gía, se evi­ta­rá el
trans­por­te a regio­nes dis­tan­tes, la cul­tu­ra será un impor­tan­te elemento
de cohe­sión: las fies­tas, las tra­di­cio­nes, la memo­ria de personas
nota­bles, la pre­sen­cia de igle­sias o reli­gio­nes, los diver­sos tipos de
escue­las y otros medios moder­nos de difu­sión, de cono­ci­mien­to y de
encuen­tro con la gente.

Pen­san­do en un futu­ro posi­ble con la intro­duc­ción del bio­re­gio­na­lis­mo: La Tie­rra seria como un mosai­co hecho con dis­tin­tas pie­zas de dife­ren­tes colo­res:
son las dife­ren­tes regio­nes y eco­sis­te­mas, diver­sos y úni­cos, pero
todos com­po­nien­do un úni­co mosai­co, la Tie­rra. La tran­si­ción se hará
median­te pro­ce­sos que van cre­cien­do y arti­cu­lán­do­se a nivel nacional,
regio­nal y mun­dial, hacien­do cre­cer la con­cien­cia de nuestra
res­pon­sa­bi­li­dad colec­ti­va de sal­var la Casa Común y todo lo que le
pertenece.

La acu­mu­la­ción de nue­va con­cien­cia nos
per­mi­ti­rá sal­tar a otro nivel don­de sere­mos ami­gos de la vida,
abra­za­re­mos a cada ser por­que todos, des­de las bac­te­rias originales,
pasan­do por los gran­des bos­ques, los dino­sau­rios, los caba­llos, los
coli­bríes y noso­tros, tene­mos el mis­mo códi­go gené­ti­co, los mis­mos 20
ami­noá­ci­dos y las 4 bases nitro­ge­na­das o fos­fa­ta­das. Es decir, todos
somos parien­tes unos de otros con una fra­ter­ni­dad terre­nal real como
afir­man la Car­ta de la Tie­rra y la encí­cli­ca Lau­da­to Si sobre el cuidado
de la Casa Común del Papa Francisco.

Será la civi­li­za­ción de la “feli­ci­dad posi­ble” y de la “ale­gre cele­bra­ción de la vida”.


Leo­nar­do Boff es eco­teó­lo­go, filó­so­fo y escri­tor y ha escrito:
Eco­lo­gía: gri­to de la Tie­rra, gri­to de los pobres, Dabar, Mexico
19952015, Trot­ta 1996; Como cui­dar da Casa Común, Dabar, Mexico2016.

Itu­rria /​Fuen­te

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