Por Nicolás Esperante Alonso, Resumen Latinoamericano, 01 de julio de 2020
#QuéAgroecologíaNecesitamos Un repaso por la experiencia de las Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria (CaLiSA) y su red de colectivos afines: el proyecto que llevó la realidad alimentaria de los Pueblos al ámbito universitario para, desde ahí, articular con política pública, territorio y educación popular. Investigación, formación, extensión y comunicación para que la alimentación deje de ser un negocio y llegue a ser un derecho. Entrevista a Carlos Carballo y Miryam Gorban.
Durante el anuncio ante los medios de la intervención ‑y la intención de estatizar- la principal empresa cerealera argentina, Alberto Fernández declaró que “la expropiación de Vicentin es un paso hacia la Soberanía Alimentaria”. Más allá de los interrogantes que plantea la posible acción del Estado en la empresa agroindustrial, la sola mención de aquel concepto por parte del Presidente puso en la agenda pública un término que provocó curiosidad en quienes lo escuchaban por primera vez, y que llamó la atención de aquellxs para quienes es bandera de lucha y organización.
La idea de Soberanía Alimentaria se refiere al derecho de cada pueblo a definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, a fin de garantizar una alimentación saludable, sostenible, culturalmente apropiada, suficiente y pensada para alimentar a sus habitantes. El término, propuesto por La Vía Campesina, empezó a sonar con fuerza a partir de 1996, en la Cumbre Mundial de Alimentación de la FAO, en Roma, que sucedía mientras en el Cono Sur empezaba a implementarse el modelo agroindustrial basado en la imposición de monocultivos y en el uso de agrotóxicos. La experiencia de la Cumbre fue un puntal para el desarrollo de la agroecología en nuestra región y para la difusión, promoción y debate de ideas que garanticen una alimentación saludable, que no responda a los intereses de la industria. En ese plan, y como consecuencia de la crisis económica, política y social que atravesaba la Argentina, nace en 2003, en la Universidad Nacional de La Plata, la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria, primera expresión de un fenómeno que hoy se extiende por todo el país.
Cátedra Libre es el término con el que la Universidad argentina denomina al medio para promover áreas de la cultura y el saber que no encuentran lugar específico en la currícula de las carreras. O sea que la problemática alimentaria y nutricional del pueblo argentino no estaba presente en la universidad pública, por lo menos, con el enfoque que le da la soberanía alimentaria, que se centra en el derecho de los pueblos”, explica Carlos Carballo, ingeniero agrónomo y referente de la Cátedra de Facultad de Agronomía de la UBA. “Las CaLiSA están abiertas a toda la población y no exclusivamente a los estudiantes universitarios, lo que promueve el intercambio de saberes con la comunidad”. Conformadas por graduadxs, estudiantes y profesorxs en una organización interna horizontal, desarrollan actividades de docencia, investigación y extensión como ferias, jornadas en barrios y producción ecológica de alimentos. Cuestionan el modelo industrial dominante de agronegocios, basado en organismos genéticamente modificados, monocultivos y fertilizantes sintéticos, como también la concepción del supermercado y el hipermercado como forma dominante de distribución de los alimentos, que los propone como mera mercancía. “Brindan su apoyo al trabajo docente, la organización y a las redes que contribuyen a la democratización del sistema agroalimentario argentino; a los procesos de la economía social solidaria que promueven la relación directa entre productores y consumidores, el comercio justo y el consumo responsable, y que constituyen la base de la producción agroecológica. Las CaLiSA buscan, en pocas palabras, la creación de redes para la construcción colectiva de la soberanía alimentaria de nuestro pueblo”.
Miryam Gorban, licenciada en nutrición y Doctora Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires, participó de la Cumbre de Roma en 1996 y, hoy, es referente de la Cátedra Libre de la Facultad de Medicina de la UBA. Recuerda el surgimiento y expansión de las Cátedras: “A partir de la de La Plata, surgió la de la Facultad de Agronomía en 2011 y la nuestra, en 2013, que sale de la iniciativa de los estudiantes que presentan el proyecto al Consejo Superior de la Facultad de Medicina, y que fue aprobada por unanimidad. Las otras se fueron creando poco a poco en las distintas universidades”. Las políticas neoliberales y la resistencia social de 2015 en adelante aceleraron el proceso de creación y articulación de la Red CaLiSA (las Cátedras y los colectivos afines), haciendo que hoy sean casi cincuenta cátedras y espacios presentes en universidades, facultades e institutos de todo el país. “La propuesta central es bajar la bandera del monocultivo de la soja transgénica y de los commodities, y sustituirla por la producción regional de alimentos sanos, seguros y soberanos, que ‑por las condiciones climáticas excepcionales que tiene nuestro país- somos capaces de producir y también de exportar. Por otro lado, planteamos la autosuficiencia alimentaria a nivel de los municipios: que cada municipio tenga un tambo, un matadero o faena para animales chicos y un cinturón de huerta para evitar los alimentos kilométricos que atraviesan el país consumiendo más energía fósil e influyendo en los desastres climáticos que nos toca vivir”.
Con la decisión de intervenir en las políticas públicas, las CaLiSA fueron convirtiéndose en actores de referencia y consulta en la discusión de normativas y políticas. Carlos indica que esta presencia se da a nivel zonal, provincial y nacional, “pero seguramente su incidencia es mayor a nivel local, en sus respectivas instituciones, con los actores y problemáticas presentes en territorios cercanos; actuando según cómo están pensando localmente la soberanía alimentaria y la agroecología”. Las distintas realidades de cada colectivo integrante de la Red hacen que la búsqueda de respuestas a los problemas sociales y ecológicos provocados por la intensificación y expansión de la agricultura industrial, se dé por diferentes caminos. “En algunas redes, se privilegia el debate académico del tema; en otras se acompaña con línea de trabajo concreto en las universidades y/o en los territorios, línea de investigación y docencia, directa o indirectamente vinculadas con la promoción de experiencias concretas de producción, elaboración, comercialización y consumo, intentando satisfacer y hacer visible demandas y necesidades de los territorios. Para todas las cátedras, constituye un enorme desafío relacionar el colectivo que la conforma ‑y las prácticas que la vinculan- con la realidad local, con lo nacional y lo global. Esto exige la continua y compleja reflexión resultante de esto que, para la mayoría, consiste en actuar localmente, pero pensando globalmente, respetando la diversidad propia de cada uno de los procesos en los que se participa”.
Miryam señala que, con la educación, el debate y la acción política como herramientas, las Cátedras se abocan a la difusión de otro modelo de producción posible, con la premisa de que la Soberanía Alimentaria no puede concebirse sin una agroecología integral que, además de la producción regional y sin agrotóxicos, reclame el acceso al territorio. “Planteamos el cambio del modelo productivo: salir del envenenamiento con agrotóxicos para pasar a la producción sobre la base de la agroecología. Pero no hay soberanía alimentaria sin acceso a la tierra, que se simboliza en la bandera de la reforma agraria integral”. La Red apoya las luchas por la tierra de distintas comunidades y organizaciones, y manifiesta el rechazo a la modificación de la ley de semillas, apoyando también el proyecto de ley de semilla nativa. Se expresa también contra el desmantelamiento de organismos públicos claves para el desarrollo de políticas de promoción y apoyo a la agricultura familiar campesina indígena y a lxs trabajadorxs rurales sin tierra. Al respecto, Carlos afirma: “Es clave tener políticas concretas que terminen con la discriminación negativa que impulsa a trabajadores del campo a los periurbanos, donde no encuentran bienestar ni trabajo. Es imprescindible una política de Estado referida a la agricultura familiar campesina indígena, y nos sorprende que, a seis meses de haber asumido las actuales autoridades, no esté reglamentada la ley (de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena), que es de enero del 2015”.
Queda claro que las Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria no se circunscriben al aula, ni se limitan al ámbito académico. Los vínculos con las organizaciones son fundamentales, y varían localmente de acuerdo a las realidades de los territorios y a los objetivos comunes con cada una de las cátedras y grupos afines, compartiendo espacios de trabajo y reflexión, generando propuestas y acompañando sus reclamos. Al respecto, Miryam dice: “Esto nos ha fortalecido a ambas partes porque, por un lado, volcamos nuestros conocimientos, y por otro recibimos conocimientos ancestrales que están en sus manos. Nos vinculamos, desde ya, con todos los pequeños productores. Hablamos de la UTT, del MNCI, del Movimiento Campesino Liberación, de Comercio Justo, con las organizaciones sindicales… todos los movimientos sociales estamos vinculados, y la vinculación es mucho más estrecha en cada uno de los lugares de asentamiento de las cátedras: los movimientos sociales de cada territorio se vinculan con las Cátedras de sus regiones, y viceversa”.
El último Encuentro Nacional de la Red, en mayo de 2019, mostraba un presente de lucha viva y saludable, con una red de militantes y organizaciones activa y conectada. Pero también evidenciaba una situación alimentaria marcada por las dificultades de los sectores más vulnerables de la población. Hoy, con el COVID-19 sumando su agresión, las CaLiSA tienen clara la importancia de continuar tejiendo redes con la mira puesta en la Soberanía Alimentaria. “La realidad actual nos retrotrae a escenarios que se creían superados”, reflexiona Carlos. “Antes, se discutía sobre la cantidad y calidad de alimento nutricionalmente apropiado, estando ya salvada la ingesta diaria. Actualmente, nos hallamos discutiendo la posibilidad de acceder a una alimentación básica”. La Red entiende que el medio ambiente se relaciona directamente con el buen vivir de los pueblos, con la calidad de los alimentos y con la forma de producirlos, por lo que es urgente la visibilización del estado de conflicto, así como la exigencia de que el poder político se comprometa a asumir un rol activo, posicionándose del lado de la población; enfrentando ‑y no apoyando, como hasta ahora- al modelo del agronegocio. “Debe hablarse de un alerta sanitario alimentario de nuestra América y del planeta todo, donde se pone en riesgo cotidianamente la salud de nuestros pueblos, afectando de modo irreversible la biodiversidad planetaria y condicionando cada vez más la vida en nuestra madre tierra. Por ello, se acuerda expresar la solidaridad de todas y todos los integrantes de la Red ‑a nivel nacional e internacional- con todos los pueblos que luchan y resisten las agresiones del imperio y las arbitrariedades cometidas por gobiernos al servicio de las transnacionales y los agronegocios. El hambre es un crimen, de eso no tenemos duda. Y, como todo crimen, tiene víctimas; pero también causas y responsables”.
Fuente: La Tinta