Por Juan Guaján, Resumen Latinoamericano, 20 de julio de 2020.
El modo que la deforestación crece, aún en momentos de emergencias, es una prueba que hay “algo” que anda muy mal y ello produce impotencia, rabia y dolor. Hay una “grieta” grande (entre un 80% de la población y el otro 20%) y muchas hondonadas: Un Presidente perplejo “Pensé que iban todos a salir a festejar”; el “fuego amigo”, una moda inesperada.
Es imprescindible mantener el equilibrio emocional cuando uno tiene por tarea informar y opinar sobre determinadas circunstancias. El hecho de contar con una página o pantallas para volcar sus opiniones no da derecho a hacerlo sin esa necesaria templanza. Pero hay situaciones en las cuales es difícil que la bronca que invade el espíritu no estalle en las palabras que uno escribe.
Es hipócrita, cínico y criminal lo que está ocurriendo con la deforestación de nuestros bosques.
En los últimos meses han tomado estado público nuevas y viejas investigaciones sobre la relación existente entre las pestes y catástrofes que asolan a nuestro planeta con la extendida deforestación que sufren nuestros bosques. Lo que se conoce como la pandemia del virus COVID 19 es un aviso que, bajo la forma de tragedia, nos advierte acerca de un mundo cuya continuidad depende de nosotros. Si seguimos destruyendo la naturaleza el horizonte del futuro de la humanidad tiene límites muy próximos.
Los humanos, en su afán de acelerar el incremento de sus riquezas, han ido hacinando a los animales que nos sirven de alimento en reducidos y artificiales espacios, ajenos a su hábitat natural. Esta situación ha generado las condiciones para la aparición de enfermedades zoonóticas, que son las que se trasmiten entre animales y humanos. La degradación medioambiental ‑con la deforestación a la cabeza- y el afán de lucro han llevado a encerrar los animales en reservorios ajenos a su entorno natural.
Allí los animales aumentan su interacción con los humanos y están sometidos a un estrés mayor. Con ello se incrementan la circulación de microorganismos que actúan como agentes patógenos que, roto el equilibrio natural, actúan sobre el organismo generando nuevas enfermedades. Se estima que el 75% de las “enfermedades nuevas” que afectan a los humanos tienen ese origen. En general los coronavirus ya conocidos (SARS ‑2003- y MERS ‑2012-) tienen ese carácter y el COVID 19 no parece ser diferente.
Dicho esto veamos lo que está pasando en nuestro país y la región.
Sobre el desarrollo de este corona virus no hace falta abundar, todos estamos padeciendo sus efectos. Aquí es bueno referirse a lo que pasa con el medio en el que vivimos y dentro de ello a la deforestación de nuestros bosques.
Tenemos a mano los estudios realizados sobre la evolución de este fenómeno durante el primer semestre de este año, período en el cual se deforestó un 6% más que en igual tiempo del año pasado. En los últimos 2 meses y medio de ese semestre, durante el período de circulación restringida y duras cuarentenas donde solo se autorizaban actividades “esenciales”, se deforestó más de la mitad de lo realizado en todo el semestre.
En las 4 grandes provincias forestales fueron deforestadas 38.852 hectáreas, unas 2 mil más que el año pasado. Eso sucedió en Santiago del Estero (15.157 hectáreas deforestadas), Salta (9.241 hectáreas), Formosa (8.842 hectáreas), y Chaco (5.612 hectáreas). Organizaciones ambientalistas están solicitando a sus respectivos gobernadores: Gerardo Zamora, Gustavo Sáenz, Gildo Insfrán y Jorge Capitanich, que hagan cumplir el sentido de la Ley de Bosques o “Ley Bonasso”, ordenando la emergencia forestal y prohibiendo los desmontes. Pero la propia reglamentación de la Ley 26.33 –concretada en 2009, 15 meses después de aprobada la ley- sembró las condiciones, mediante los llamados “reordenamientos territoriales”, para que la deforestación siguiera avanzando. Pero la impunidad de los poderosos, algunos de los cuales forman parte del poder político institucional, hizo posible que la destrucción del medio ambiente continuara, con o sin norma que lo legalice.
Si la deforestación en nuestro país es dolorosa mucho más grave aún lo es en Brasil. Allí, Entre enero y junio de este año, se deforestaron 307 mil hectáreas, un 25% más que en igual período del año pasado.
El Centro de Investigación que produjo estos Informes, basados en fotografías satelitales, sostiene que “una combinación de crecimiento de la población y reducción de los ecosistemas y biodiversidad ha culminado en oportunidades sin precedentes para la transmisión de patógenos de los animales a las personas”.
Estos ejemplos refieren la vinculación entre esta peste con el desastre ambiental; la connivencia entre el sistema de poder y los intereses empresariales y como éstos actúan siguiendo la ruta de sus propias ganancias, aún en períodos de emergencia como los que estamos transitando.
HAY UNA GRIETA GRANDE Y MUCHAS HONDONADAS
El tema de la “grieta” está instalado en la sociedad. Nació como un modo de reflejar las distancias entre el kirchnerismo y su oposición. Luego se fue consolidando como las diferencias entre distintas vertientes de peronismo y del gorilismo. Pero no son pocos los temas en los cuales estos extremos tienen en la actualidad perspectivas semejantes. Por eso, muchas veces, esa grieta de tipo político-cultural encubre otra ‑mucho más profunda- que revela la realidad socio-económica. Lo que se denomina pandemia, con las cuarentenas que la sucedieron, mostró una realidad social que las instituciones sociales y políticas y los medios de prensa venían tapando. Un símbolo de esa situación lo dieron los 11 millones de peticiones para acceder al IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), una ayuda para quienes no tuvieran ingresos fijos. Desde el gobierno habían estimado que los pedidos rondarían los 4 millones. Terminaron aprobando unos 9 millones de solicitudes, es decir un 20% del total de la población. Si tenemos en cuenta que el IFE era por grupo familiar tendremos una dimensión de aquellos que no tienen ingresos, viven de changas o de actividades insostenibles. Ese sector, junto a la inmensa mayoría de los jubilados y una parte –con menores ingresos- de los trabajadores en blanco, está de un lado de la “grieta”. De ese lado está algo más del 80% de la totalidad de la población. Son aquellos, de un oscuro presente y negro futuro, a los cuales arrebataron la posibilidad de una vida digna. El resto corresponde a las minorías de algún modo satisfechas, que son las que gobiernan, deciden y formulan las políticas que afectan al conjunto.
Esa es la “grieta” real y profunda, el abismo que divide a nuestra sociedad. Lo otro son apenas “hondonadas” en las que se mueven los actores políticos, económicos, sociales y culturales del actual sistema.
Un Presidente perplejo. Sobre Vicentin: Pensé que iban todos a salir a festejar”
Evidentemente estos últimos días no han ido los mejores para la corta gestión de Alberto Fernández. Habiendo cumplido apenas 7 meses, de los 48 durante los cuales tiene como responsabilidad administrar al Estado, hay muchas cuestiones en las que se va virando la opinión sobre el gobierno.
Las encuestas, todavía globalmente muy favorables, que hasta ahora mostraban números prácticamente inéditos comienzan a cambiar. La economía, que cada día aparece con mayor fuerza en el escenario cotidiano, evidencia que no hay un plan definido para superar esta situación. El propio Ministro de Economía, el “Ministro de la Deuda”, acaba de reconocer que “Hoy el único plan es administrar la emergencia”, aunque 24 hs después salió a anunciar –frente a empresarios- medidas sobre el despliegue del mercado interno y un plan de moratorias.
Lo que está aconteciendo lo muestra como un Presidente irresoluto. Toma grandes decisiones para arrepentirse cuando ellas recién debían comenzar su recorrido. Posiblemente el Caso Vicentín sea el más sintomático. Ordenó la expropiación y ahora no sabe cómo dar marcha atrás. Es evidente que no tenía una noción clara de lo que proponía. Si no sabía los efectos de esa medida no tiene idea del país que debe gobernar, si lo sabía y por eso avanzó debía seguir adelante. Buena parte del movimiento popular se lo pedía. Pero no. Prefirió diluir esa idea en recurrentes retrocesos, dejando la responsabilidad en el gobernador santafesino, marginado en primera instancia. Pero actuando como actuó, transformó a un grupo Económico, a una familia ‑los Vicentín- que estaba al borde la asociación ilícita en paladines de las libertades, defendidos por los mismos productores que ellos estafaron.
El “fuego amigo”, una moda inesperada
Ni las más frondosa imaginación hubiera imaginado, solo 15 días atrás, las críticas, directas o indirectas al Presidente, provenientes desde sitios claves y notorios del propio espacio oficialista. Éstas eran presumidas o se venían gestando en los vericuetos del poder, en lugares donde nunca se terminaban de verificar de un modo fehaciente. Pero esta semana esas manifestaciones fueron públicas e indudables.
El detonante fue el acto del 9 de julio. Allí el Presidente se hizo rodear, como un símbolo de la unidad nacional a la que aspira, a representantes de organizaciones empresariales (“Mesa de los 6”) y a uno de los integrantes de la conducción de la CGT.
Un par de días después vinieron, casi simultáneamente, algunas inesperadas respuestas. Una de ellas provino de Cristina quien comentó elogiosamente un artículo de Alfredo Zaiat, periodista de “Página 12”, en el que advierte sobre los riesgos de una alianza con los grandes grupos empresarios. Cristina recomendó leerlo porque se trataba de “El mejor análisis que he leído en mucho tiempo”. Alberto prefirió no responder.
Al mismo tiempo, Hebe Bonafini, un polémico símbolo de las Madres de Plaza de Mayo, criticó ese mismo evento diciendo “Ud. sentó en su mesa a todos los que explotan a nuestros trabajadores y trabajadoras, y a los que saquearon el país. Lo más grave de todo: a los que secuestraron a muchos de nuestros hijos e hijas que luchaban por una Patria liberada”. Esta vez Alberto respondió con el mayor respeto e instándola a “fortalecer el diálogo y trabajar más juntos que nunca”.
Pero eso no es todo. A raíz de la posición argentina en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, criticando las violaciones de esos derechos en Venezuela, Víctor Hugo Morales se manifestó muy duramente sobre tal posicionamiento, en momentos que Venezuela era agredida por las políticas de los EEUU. Llamativamente el Presidente le respondió, en el mismo programa radial, dando explicaciones sobre la posición Argentina y planteando que nuestro país reconoce la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro, contra la estrategia norteamericana.
Estas críticas golpearon de tal manera al corazón del gobierno que el Ministro de Defensa, Agustín Rossi, salió a hacer una emotiva defensa personal del gobierno. Tal declaración reafirmó la lealtad de Rossi pero sembró aún mayores dudas sobre la vitalidad del gobierno.