Por Carlos R. Martínez, Resumen Latinoamericano, 9 julio 2020
Hasta hace cuatro meses los pueblos, luchaban para combatir las causas del hambre, la exclusión, la falta de trabajo, la violencia institucional, la depredación de los bienes comunes, y llegó el covid-19, una emergencia súbita que pasó a ser vivida como catastrófica por la propia dinámica comunicacional (medios, redes, rumores, opiniones sin sustento), más allá de los resultados reales.
El impacto social ante lo desconocido fue diverso y contradictorio; alerta, inmovilidad, miedo en unos, resistencia a las medidas o indiferencia en otros.
Se popularizó una palabra expresión de la irreflexión colectiva: “protocolo”, que todos usamos, pero casi nadie sabe de qué se trata, cuál es su práctica. Todo se resuelve diciendo “se disparó el protocolo” pero no se puede explicar a qué se refieren. En ese enunciado subyace el orden, el control, y la obediencia. Resultado de la información recibida que produjo en la población una saturación que impide pensar por qué se hace lo que se hace.
Los experimentados médicos infectológos que asesoran a los gobiernos, carecen de ideas sobre el abordaje comunitario. El emergente de esta afirmación es la consigna #quedateencasa, cuando una parte significativa de la población no puede hacerlo por sus condiciones sanitarias y de hábitat.
El lenguaje médico no solo trasmite información y conocimientos basado en la lógica de una Organización Mundial de la Salud afín a la industria farmacéutica internacional, también trasmite ideología, en este caso al priorizar las conductas individuales para “contribuir” a un cuidado colectivo, cuando los expertos en salud comunitaria afirman que en realidad es lo contrario: las conductas colectivas contribuyen al cuidado individual. Lejos se está de proponer como prioridad sistemas de redes de gestión comunitaria, algunos por reproducir la lógica mercantilista de la salud y otros por seguir sosteniendo el modelo médico hegemónico, que supone que el saber solo está en mano de los universitarios experimentados. Práctica antidemocrática si las hay.
La comunidad fue atravesando un cambio, producto de las características reales y fantaseadas para el cual no estaba preparada. Las conductas de los sujetos fueron diversas: negación ante lo que sucedía, proyectar en otras personas sus propios miedos, o hacerse cargo de lo que sentían.
En ese contexto pasa a ocupar la centralidad el gobierno a partir de los diferentes dispositivos de control con la finalidad de “cuidar”, y simultáneamente controlar, disciplinar y desmovilizar a la población. El control se fue construyendo en busca de la adhesión de la población a partir de propuestas parciales de aparente “sentido común”. “Quedarse en casa”, controles de tránsito o desplazamiento por parte de las fuerzas de “seguridad”, que procuran legitimar su presencia ante la población, posando de “policías buenos” instituciones que históricamente están enfrentadas con los pobres y parte de los sectores medios de la población, pedir permiso para casi todo (app Cuidar), y el control entre vecinos. Todas prácticas que modificarán las relaciones sociales después de la pandemia.
La información que se recibe de periodistas situados a ambos lados de la grieta es de tal intensidad emocional que se fueron y van estableciendo rumores que refuerzan los miedos, provocando sentimientos de mayor inseguridad, convirtiendo a los colectivos sociales en más temerosos y agresivos. Trasformando a los contagiados en objetos persecutorios, peligrosos, que es necesario aislar al interior del aislamiento decretado por el gobierno.
El rumor se agiganta, entre los mensajes del poder enunciado por los medios y la información que circula en los barrios. “Sabés lo que pasó…”, “me contaron que…”, dicen que los contagiados…”. La situación central a comprender es que cuando no se puede albergar la angustia que produce la información, para aliviarse es necesario contársela a otros reproduciéndola como un virus en este caso comunicacional. Se agiganta, transforma o distorsiona con los propios miedos, transformando la información a su medida. En conclusión, se hace una bola imparable y sin control.
Miedo, inseguridad, pánico, incertidumbre y rumor se retroalimentan, esto se suma a otras situaciones a enfrentar. Hambre, inseguridad, represión policial, estigmatización, la propia pandemia y la necesidad de seguir organizándose para disputarle al Estado las políticas que nos traten como personas y no como cosas.
La desmovilización – resultado de las políticas de quedarse en casa – facilita medidas económicas que “sorprendentemente” siempre perjudican a los mismos sectores sociales.
Se postergó la actualización a los trabajadores jubilados, se fraccionó el medio aguinaldo de los privados, fueron despedidos doscientos mil trabajadores pese a la prohibición de hacerlo, se posterga la discusión paritaria con el impacto para los trabajadores en negro o precarios que facturan por su trabajo. Con relación a la economía de subsistencia y los desempleados, el Salario Social Complementario es la mitad de salario mínimo vital y móvil, el Plan Alimentar alcanza a las madres con chicos de hasta 6 años, con la inequidad que representa para los niños que superan esa edad, el Ingreso Familiar de Emergencia no llega a todos los que lo necesitan y es insuficiente. Respecto a la comida que reciben, todos los referentes sociales reconocen que ha bajado la cantidad y calidad de los alimentos.
Los trabajadores jubilados, activos, desempleados y de los movimientos sociales no pueden esperar. El aislamiento no permite trabajar, rompe la organización gremial y social, elemento principal de la movilización necesaria para tramitar la desigualdad donde el pueblo sabe que triunfará: en la calle. No es casual que quienes sostienen posiciones anti cuarentena cuando se refieren a los comercios y los shopping que no pueden abrir, sorprendentemente señalan el riesgo de contagio cuando se produce una movilización del pueblo por el reclamo de sus derechos.
Esta epidemia debe servir para repensar la interrelación entre salud, hábitat, trabajo, consumo, exclusión, hambre, y violencia social. Cómo se aborde permitirá construir una sociedad con la capacidad de sostener las tensiones necesarias para fundar comunidades más justas que confluyan a encontrar las certezas, convicciones y el carácter necesario para establecer una nueva sociedad.
Para lo cual es necesario comprender que los otros sujetos no son peligrosos, ya que el miedo al otro es el comienzo de la fragmentación social, y el negocio de los poderosos. Es necesario comprender la necesidad de construir poder popular profundizando la autonomía de clase.
*Organizaciones Libres del Pueblo – Resistir y Luchar