Por Rafael Oliveira. Resumen Latinoamericano, 3 de julio de 2020
En los quilombos de la región de los Lagos, en Río de Janeiro, el Covid-19 hizo víctima a una de las figuras quilombolas (habitantes de los quilombos: ndt) más importantes del estado, región que encabeza las muertes entre los quilombolas del país: 36 muertes.
“Doña Uia era una biblioteca viviente, era la gran líder que luchó por el tema territorial. Una mujer honesta y sincera que ganó credibilidad y las comunidades comenzaron a reivindicar sus derechos”, dice Jane Oliveira, sobrina de Carivaldina Oliveira da Costa, Doña Uia. Dejó seis hijos, ocho hermanos y a su madre, Doña Eva, la matriarca de 110 años del Quilombo da Rasa, con quien compartió sus historias, canciones y recuerdos. Eva, que aún no sabe de la muerte de su hija, se hizo la prueba y el resultado de Covid-19 fue negativo.
Conocida por su amplia sonrisa, Doña Uia murió el pasado 10 de junio en Búzios, a 170 km de la capital del estado de Río de Janeiro. Dos días antes de su muerte, fue al puesto de salud de la región con fiebre y otros síntomas. Regresó a su casa, pero siguió sintiéndose enferma. Fue admitida en la madrugada del 9 de junio y murió al día siguiente, una semana después de cumplir 79 años. Descendiente de esclavos, ayudó a difundir la historia de su pueblo y ha sido la capitana del movimiento quilombola en la región desde finales de los años 1990.
Además de Doña Uia, otros 118 quilombolas han muerto a causa de la pandemia Covid-19 en el país, según una encuesta de la Coordinación Nacional de Comunidades Negras Quilombolas Rurales (Conaq), una institución que Uia ayudó a fundar. En asociación con el Instituto Socioambiental (ISA), la Conaq ha venido siguiendo el avance del Covid-19 en los quilombos de todo el país, ya que no existe un registro nacional de la situación epidemiológica de la enfermedad en la población restante.
Según el último boletín del Observatorio de Covid-19 en Quilombos, hay por lo menos 973 casos confirmados y otros 197 en seguimiento entre quilombolas de 16 estados brasileños.
Desde que se registró la primera muerte el 11 de abril, la Conaq ha contado las muertes en 11 estados, con un promedio de 1,5 muertes por día. La situación es especialmente crítica en Río de Janeiro y Pará, donde se registran 36 y 33 muertes respectivamente. Amapá, con 16 casos, Maranhão y Pernambuco, con 9 cada uno, también encabezan la lista de los estados más afectados.
Para la coordinadora y miembra fundadora de la Conaq, Givânia Silva, el coronavirus ha profundizado los problemas ya históricos que enfrentan las poblaciones quilombolas. “Son comunidades que no tienen acceso a los servicios de salud, sin agua, sin energía, sin Internet. Son problemas que, en un tiempo “normal”, las comunidades viven con esta ausencia de política. Pero en un momento como éste, de una pandemia con la velocidad y la letalidad del Covid-19, estas políticas son mucho más necesarias y dejan a estas personas mucho más vulnerables”, dice la lideresa quilombola.
Según la asesora del ISA, Milene Maia, todavía no hay una acción pública eficaz para contener la pandemia en las comunidades quilombolas. “No se puede tener, por ejemplo, información sobre la atención que prestan los departamentos de salud con este recorte tajante, a pesar de que ya es una obligación”, dice.
El 16, el Senado Federal aprobó el proyecto de ley 1.142, que establece un plan de emergencia para proteger a los indígenas, quilombolas y otras comunidades tradicionales del coronavirus. El texto escrito por la congresista federal, la profesora Rosa Neide (Partido de los Trabajadores/Mato Groso) espera la sanción presidencial.
Según el IBGE (Instituto Brasilero de Geografía y Estadística) hay 5.972 comunidades quilombolas en Brasil, cifra un poco inferior a la Conaq, que habla de 6.330. Poco más de la mitad de los territorios (3.432) están certificados por la Fundación Cultural de Palmares (FCP), y sólo 182 han sido titulados.
El presidente de la Fundación Cultural de Palmares, Sérgio Camargo ‑que llamó al movimiento negro “escoria maldita”, a Zumbi de los Palmares (2) “hijo de puta que esclavizó a los negros” y que trató a una madre de santos de “macumbera”- es el blanco de las críticas del movimiento quilombola. Desde marzo hasta ahora, Camargo no ha recibido a ningún representante del movimiento negro.
“Es una agencia que podría preocuparse al menos de ayudar a cartografiar estas comunidades que son más vulnerables, y se preocupa por deconstruir la historia de los líderes negros. Lo único que le ha preocupado a la Fundación Palmares es hacer un flaco favor a la historia de la población negra brasileña”, dice la coordinadora de la Conaq, Givânia Silva.
Para Magno Nascimento, miembro de Malungu, una asociación de quilombolas de Pará, Palmares ha “jugado el papel opuesto al que fue creado”. “Ella juega un papel en el aumento de la preocupación y el sufrimiento de los quilombolas en este momento. Repudiamos vehementemente la decisión de Palmares de liberar el permiso para obras dentro de nuestros territorios. En ese momento, la atención debe centrarse en la lucha contra el coronavirus”, resalta el quilombola. Magno se refiere a la falta de consulta previa, libre e informada de los afectados por la construcción de una línea de transmisión de energía eléctrica que une los municipios de Óbidos, Juruti y Parintins (Pará), donde viven quilombolas y poblaciones ribereñas, situación denunciada exclusivamente por el público.
En el Río de Doña Uia, ya han fallecido 36 quilombolas por el coronavirus
Además del Quilombo da Rasa, donde vivía Doña Uia y unas 800 familias, Río de Janeiro tiene otras 40 comunidades quilombolas certificadas por el FCP, y sólo tres de ellas tienen su territorio titulado por el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA). De las muertes por coronavirus, cuatro ocurrieron en Búzios, donde se encuentra Rasa. Los datos fueron recogidos por Acquilerj, asociación quilombola del estado, junto al departamento de salud de Río de Janeiro, y transmitidos a la Conaq.
El número puede ser aún mayor, ya que la población quilombola de Río se enfrenta a dificultades para ser testeada, según la sobrina de Doña Uia y coordinadora nacional de la Conaq, Jane Oliveira. “Ahora han comenzado a practicar exámenes, después de estas muertes. Llegué a pensar que tenían prejuicios, porque sólo estaban testeando a blancos. Mi esposo que no es negro, pudo hacerse el test tranquilamente, pero si iba un hombre negro, le decían que en ese momento no estaban haciendo análisis. Hablé con el Departamento de Salud de Río de Janeiro (SES-RJ), porque nos sentíamos discriminados, ahora están haciendo testeos a todos”, explica.
Según ella, muchos también dejan de ir al sistema de salud por temor a la contaminación, y durante la pandemia falta la presencia de agentes sanitarios comunitarios en la región. Además de Uia, la familia de Jane tiene otros cinco casos confirmados. Su tío, el ex concejal de Búzios conocido como Valmir da Rasa dio positivo, al igual que su esposa. Dos de los hijos de Doña Uia también fueron diagnosticados y la propia Jane tenía síntomas de la enfermedad y dio positivo en Covid-19 el viernes pasado (26 de junio).
Víctima del Covid-19, Doña Uia impulsó el movimiento quilombola en Río de Janeiro
Formada en la lucha social por Doña Uia y una de las responsables de continuar su legado, Jane Oliveira vive en el Quilombo Maria Joaquina, que limita con la comunidad de Rasa, pero se encuentra en la ciudad de Cabo Frío. Hay unas 200 familias viviendo en la comunidad. Según la dirigente de 45 años, hay casi 40 casos confirmados en su región, además de más de 200 casos sospechosos aún sin diagnosticar.
Según el representante de la Conaq en Río de Janeiro, la enfermedad se ha propagado en los municipios de la región de Lagos principalmente a través de las mujeres que trabajan como empleadas domésticas. “La gente que tiene casas en los condominios entra directamente. El fin de semana, el día feriado, Búzios estaba lleno. Como esas personas tienen facturas de agua y de electricidad, (atraviesan la barrera sanitaria) y entran, y entonces las patronas obligaban a las domésticas a trabajar. Todo el mundo tiene miedo del desempleo aquí, así que las domésticas iban a trabajar, aunque tenían mucho miedo, y terminaron contaminándose”, dice Jane.
Para los líderes quilombolas, las acciones del gobierno local han sido “muy lentas”, además de no contemplar a la mayoría de la población de los quilombos. “El municipio de Búzios lanzó una canasta básica de alimentos para los que tenían hijos en la escuela y bolsa familia, pero en el Quilombo de Rasa, la mayoría ya no tiene hijos en la escuela y no tiene bolsa familia, porque la mayoría trabajaba, pero (con la pandemia) se quedó sin empleo”, dice.
Sin tierra para plantar, la mayoría de la población quilombola de la región se gana la vida trabajando en la pesca, la artesanía, la construcción, las playas o los hoteles, además de los servicios de limpieza. Con las restricciones impuestas por la pandemia, los hoteles comenzaron a despedir y la construcción, así como las ferias en las que los quilombolas venden sus productos, tuvieron sus actividades suspendidas.
Con el aumento del desempleo, muchos buscaron ayuda de emergencia del gobierno federal, pero la mayoría tuvo dificultades para obtener el beneficio. “El pueblo estaba indignado por la elección, así que no votó. Los que tenían su título cancelado y no tenían el Registro Único no podían acceder a él, mucha gente se quedó fuera. En mi casa mi marido no pudo obtener la ayuda”, dice Jane.
Paralelamente a la pandemia, los quilombolas de la región de Lagos también resisten la presión de la especulación inmobiliaria, con grandes emprendimientos e invasiones recurrentes. El título de Quilombo da Rasa, el mayor sueño de Doña Uia, está en fase de impugnación. “Ella ha contribuido mucho, y ahora lo que no ha logrado terminar está en nuestras manos, en las manos de la juventud, más que nunca. Hagamos nuestro espacio y digamos que no renunciamos a ningún derecho. No hay razón para no hacerlo”, proclama Jane.
Hidroxicloroquina: “Decidí no tomar más, porque me mataría”
Pará es el segundo estado más afectado por el coronavirus en el país entre la población quilombola, ya cuenta con 33 muertes. El quilombola Magno Nascimento, de 42 años, sintió los primeros síntomas de Covid-19 a finales de abril. Además de fiebre y tos, también sufría de dolores en el cuerpo y presentaba trombosis, especialmente en las piernas y el brazo izquierdo. Consiguió ser atendido en una clínica estatal itinerante en la capital Belém, donde vive temporalmente con su familia. A pesar de que los síntomas eran idénticos a los de la enfermedad, no pudo realizar la prueba para demostrar la infección. “Le decía al médico que tenía tos y un poco de fiebre y ya me iba a dar una receta receta, los medicamentos ya estaban prontos, lo recogió y salió para no hacer la fila”, cuenta.
La medicación que recibió el quilombola era una combinación de hidroxicloroquina y azitromicina, además de medicamentos antialérgicos y analgésicos. Aunque era consciente de los riesgos de la droga, decidió seguir el consejo médico. “Acabo de tomar esa (hidroxicloroquina) y fue como si mi corazón y mi brazo izquierdo explotaran. Pero pensé que tenía esa reacción porque estaba muy mal y al otro día, tomé la segunda píldora. No debería haberlo hecho, fue mucho peor. Decidí no tomarlo más, porque me iba a matar”, dice Magno, que dos meses después de los primeros síntomas aún no se ha recuperado del todo.
Pará es uno de los municipios con más muertes de quilombolas debido al coronavirus
Aunque vive en el Quilombo África, en la ciudad de Moju, decidió permanecer en Belém desde el comienzo de la pandemia, como precaución para preservar a las personas del grupo de riesgo de su comunidad. A pesar de ello, el coronavirus llegó con fuerza a su municipio de origen, y también a su territorio, situado a unos 100 km de la capital. Moju ya ha contado ocho muertes por coronavirus, dos de ellas en el Quilombo África, donde viven unas 500 personas. Hay otras 26 comunidades quilombolas en el municipio.
Además de los conocidos, los amigos y él mismo, la enfermedad también ha afectado a la familia de Magno, con tres de sus primos infectados con el coronavirus. “Doña Arminda se puso muy mal de la noche a la mañana. La comunidad corrió, consiguió un auto y la llevó a una unidad de emergencia. Fue ingresada, pero murió por la noche. Tenía otra hermana, Doña María Piedade, que pertenecía a la comunidad pero que también vivía afuera, falleció ocho días después”, dice el quilombola. La tercera hermana, Doña Leocádia, que es presidenta de la asociación local, fue llevada por sus hijos a Belém, y el costo de los exámenes fue financiado gracias a una “colecta” entre amigos. Todavía está siendo tratada en la capital.
Responsable de la recolección de datos sobre el coronavirus en el estado para la Conaq, Magno se queja de la inacción del poder público. “Sin mencionar que el estado de Pará no ha hecho nada a favor de los quilombolas, sólo donó 300 litros de alcohol líquido y 19.000 máscaras, lo que no es suficiente para satisfacer ni siquiera al 50% de las familias. Además, puedo decirte categóricamente: no hizo nada. No tenía ningún plan de acción, no tenía una campaña educativa”, dice.
En la actualidad, hay 618 casos confirmados, además de casi 400 sospechosos en tratamiento médico, según datos de la Coordinación Estatal de las Asociaciones de las Comunidades Remanecientes del Quilombo de Pará (Malungu) y el Núcleo de Estudios Interdisciplinarios en la Sociedad, la Cultura y el Medio Ambiente de la Amazonia (Sacaca) de la Universidad Federal del Oeste de Pará (Ufopa), que supervisan el estado e informan a la Conaq.
Si bien en la capital Belém, que ya tiene ocupado el 100% de las camas de la UCI (Unidad de Cuidados Intensivo) de la red pública, la enfermedad muestra una pequeña reducción del número de nuevos casos, en el interior avanza cada vez más, siguiendo la tendencia de todo el país. “Este traslado de la enfermedad al interior nos hace muy frágiles, porque muchas de las comunidades quilombolas están más cerca de los pequeños municipios, que no tienen servicios de salud muy complejos. Estamos viendo la situación en el Norte, donde las comunidades viven lejos y cuando llegan a la primera ciudad no tienen ninguna infraestructura”, dice la coordinadora nacional de la Conaq Givânia Silva.
En las comunidades de Moju, en las que no se han confirmado más muertes por Covid-19 que en las de Río de Janeiro y Macapá, los quilombolas tratan de resistir la enfermedad con té y medicinas tradicionales, ya que el acceso al sistema público es difícil. Algunos residentes se turnan en la construcción de barreras sanitarias para contener la propagación del coronavirus. Sin embargo, sin el apoyo de las autoridades públicas, les resulta difícil prohibirles la entrada a las personas ajenas a la comunidad.
Además, la reducción de los desplazamientos entre las comunidades y las ciudades cercanas, así como la necesidad de reducir las concentraciones de personas, han perjudicado los medios de vida de los quilombolas. “Al no poder reunirnos para producir o comercializar, entonces automáticamente se producen pérdidas. Y nuestra preocupación va más allá del momento actual. Ahora, tendríamos que estar plantando, estaríamos cosechando, limpiando los açaizais (plantaciones de acaí, fruto típico de palma en región amazónica, de gran valor comercial: ndt) pero no podemos hacerlo ahora. El próximo año, tendremos pérdidas aún mayores. Eso nos preocupa mucho”, dice Magno.
Maranhão, estado con más quilombos certificados, testigo del avance de la enfermedad
“Debido al racismo estructural, el servicio de salud no está preparado para atendernos. Y no quiere atendernos porque nos ve como una tercera, cuarta, o quinta clase. No le importamos como seres humanos. Este tema de la invisibilidad es muy serio, tenemos que estar diciendo todo el tiempo ‘estamos aquí, somos seres humanos, tenemos estos mismos derechos’”, dice la coordinadora nacional de la Conaq en Maranhão, Célia Pinto, que vive en el Quilombo Acre, en la ciudad de Cururupu, a 465 km de la capital.
Con territorios quilombolas en 107 de sus 217 municipios, Maranhão ha visto avanzar la enfermedad entre su población restante, especialmente desde finales de mayo, cuando la enfermedad comenzó a instalarse. Según datos de la Conaq, ya hay 9 muertes en 7 ciudades diferentes.
En Cururupu, todavía no hay muertes, pero hay por lo menos 20 casos confirmados entre los quilombolas. La situación local es preocupante porque la ciudad es el centro de atención de otras ocho ciudades de la región. “Si tenemos un brote aquí en el municipio tendremos muchas dificultades porque no hay suficiente equipo para satisfacer esa demanda. Si los casos siguen aumentando, como están aumentando aquí y en los ocho municipios vecinos que son atendidos aquí, tendremos una situación muy crítica”, dice Célia.
En el municipio de Alcântara, donde la población quilombola lleva décadas luchando por su territorio contra una base de lanzamiento de cohetes de la Fuerza Aérea Brasileña, el coronavirus ha causado ya cuatro víctimas. “Alcântara no tiene un hospital o una estructura hospitalaria adecuada para tratar los casos. No hay ni un solo respirador en el municipio. El municipio ha improvisado una unidad de atención en una escuela municipal del centro de la ciudad”, dice Danilo Serejo, asesor jurídico de la comunidad.
Al igual que en otros estados, especialmente en el Norte y el Nordeste, los quilombolas de Maranhão se enfrentan a dificultades para acceder al sistema de salud pública, ya que muchas comunidades están lejos de los grandes centros. Como resultado de ello, es necesario viajar cientos de kilómetros para proporcionar cuidados de alta complejidad, como la admisión en una UCI.
En diálogo directo con los gobiernos municipales y los departamentos municipales de salud, los quilombolas de algunas ciudades, como Anajatuba e Icatu, han podido superar uno de los problemas encontrados: la falta de testeos. En otros, sin embargo, sigue habiendo dificultades para hacerse los mismo análisis, lo que provoca una importante subnotificación. “Tenemos municipios donde la gente iba la red municipal de salud y le decían que no tenían con qué hacer tests. Los mandaban a otra unidad y cuando llegaban, no recibían ninguna atención médica, les decían que no podían atenderlos, que allí no se atendían esos casos”, relata el coordinador de la Conaq.
El avance de los casos entre la población quilombola de Maranhão hizo que la Conaq y la Asociación de Comunidades Negras Quilombolas Rurales de Maranhão (Aconeruq) buscaran también un diálogo con el gobierno del estado, a través del departamento de salud (SES-MA). Además de reunirse con los representantes del gobierno, los líderes también entregaron una lista de demandas. Entre las solicitudes se encuentran el apoyo a las medidas de autogestión de los quilombolas para que se mantenga el aislamiento social, el fortalecimiento de la red hospitalaria y la suspensión de obras o retiros que afecten a las comunidades.
Para aliviar el impacto económico del coronavirus, dado que la pandemia ha afectado el flujo de la producción agrícola de los quilombolas y la mayoría no tiene acceso a la ayuda de emergencia, también solicitaron que el gobierno ampliara la compra de productos agrícolas familiares. La solicitud ya ha sido atendida y ha habido un aumento en la compra de alimentos de los quilombolas a través del Programa de Adquisición de Alimentos (PAA) y el Programa Nacional de Alimentación Escolar (Pnae).
El otro lado
Agência Pública se puso en contacto con los departamentos estatales de salud (SES) de Maranhão, Pará y Río de Janeiro, las alcaldías de Cururupu (MA), Moju (PA) y Búzios (RJ), y la Fundación Cultural Palmares. Hasta la publicación del reportaje, sólo SES/MA y SES/PA habían respondido.
Notas
1) Inicialmente recibieron el nombre de “mocambos”, para luego ser denominados “quilombos”. Data de 1575 la primera información sobre un mocambo formado, más exactamente en Bahía. El término quilombo da nombre, sobre todo, a un espacio autoconstruido por los esclavos que huían de la explotación y la opresión, Los quilombos se configuraron como espacios de autogobierno y, durante cientos de años, fueron las principales experiencias de negación radical del orden colonial. También cumplían el papel de base militar y de autodefensa de los esclavos, que tenían que estar siempre preparados para resistir o, cuando era imposible defenderse, huir de los esclavos. Era un territorio que unía a mocambos de diferentes familias, integrando una multiplicidad de liderazgos, referencias y etnias. (Redacción Correspondencia de Prensa)
2) Zumbi, principal líder y comandante del Quilombo de Palmares, rechazó un acuerdo con las autoridades coloniales de Pernambuco, fue emboscado y asesinado el 20 de noviembre de 1695. (Redacción Correspondencia de Prensa)
* Fuente: Agência Pública
Traducción de Ernesto Herrera