“Debe haber lími­tes para lo que que­re­mos tener” – La otra Andalucía

Se dice que el mun­do pue­de ser dis­tin­to des­pués de la pan­de­mia. Aquí la eco­no­mis­ta y filó­so­fa bel­ga Ingrid Robeyns pro­po­ne un mun­do don­de la acu­mu­la­ción de la rique­za ten­ga un lími­te y don­de los súper ricos sean vis­tos como un pro­ble­ma. No quie­re cons­truir­lo a pun­ta de impues­tos, sino ponien­do en dis­cu­sión cuál es la dife­ren­cia acep­ta­ble entre el suel­do del geren­te y el caje­ro. Es decir, no bus­ca empa­re­jar la can­cha al final del pro­ce­so pro­duc­ti­vo ‑como hacen los impuestos‑, sino hacer que el pro­ce­so ente­ro sea pare­jo. Eso es impor­tan­te para Robeyns por­que una de las cosas que quie­re pro­te­ger al limi­tar la acu­mu­la­ción es la demo­cra­cia: no es posi­ble que esta fun­cio­ne bien si algu­nos ganan un millón de veces lo que gana una per­so­na común, expli­ca. Eso pasa en Chi­le, dicen algu­nos estu­dios. La entre­vis­ta la reali­zó Mar­ce­la Ramos.

Duran­te déca­das ha domi­na­do la idea de que los súper ricos triun­fan por­que tra­ba­jan duro y son inte­li­gen­tes. El eco­no­mis­ta de la Uni­ver­si­dad de Har­vard Gre­gory Man­kiw lo sin­te­ti­zó en un artícu­lo de 2013, titu­la­do En defen­sa del uno por cien­to: “el gru­po más rico ha hecho una con­tri­bu­ción sig­ni­fi­ca­ti­va a la eco­no­mía y en con­se­cuen­cia se ha lle­va­do una par­te impor­tan­te de las ganancias”.

De esa mira­da se deri­van dos ideas que están muy pre­sen­tes en la dis­cu­sión públi­ca: que la rique­za es un pre­mio jus­to al esfuer­zo (de lo que se sigue que el rico se mere­ce su rique­za y los pobres tie­nen res­pon­sa­bi­li­dad por su situa­ción); y que el rico es un actor valio­so para nues­tra socie­dad, por­que estos “alta­men­te edu­ca­dos y excep­cio­nal­men­te talen­to­sos indi­vi­duos”, como los des­cri­be Man­kiw, gene­ran su pro­pio bien­es­tar y el del resto.

Tras la cri­sis finan­cie­ra de 2008 esas ideas han sido pues­tas en duda. Inves­ti­ga­cio­nes en el área de la edu­ca­ción han mos­tra­do que los ricos no son excep­cio­nal­men­te inte­li­gen­tes sino, más bien, per­so­nas nor­ma­les que por el azar de nacer en fami­lias adi­ne­ra­das, acce­die­ron a una edu­ca­ción que les garan­ti­zó per­te­ne­cer al 10% de más altos ingre­sos (ver entre­vis­ta al eco­no­mis­ta de la UCL, Fran­cis Green en CIPER); otros auto­res no solo cues­tio­nan el “excep­cio­nal” talen­to del rico, sino tam­bién la cali­dad de la edu­ca­ción que reci­ben, afir­man­do que lo que real­men­te apren­den en la escue­las de eli­te es a com­por­tar­se como pri­vi­le­gia­dos: inte­rio­ri­zan los gus­tos, las mane­ras y los con­tac­tos que per­mi­ten ser reco­no­ci­dos como par­te de un club. Es decir, apren­den a “encar­nar” el pri­vi­le­gio (ver entre­vis­ta al soció­lo­go de Colum­bia Sha­mus Khan, en CIPER). En otras pala­bras, no serían per­so­nas de inte­li­gen­cia sobre­sa­lien­te o muy bien pre­pa­ra­das, sino seres nor­ma­les con una excep­cio­nal­men­te bue­na red de contactos.

Otra impor­tan­te fuen­te de cues­tio­na­mien­to vie­ne de las inves­ti­ga­cio­nes que exa­mi­nan la for­ma en que se gene­ra esa rique­za que ter­mi­na en sus manos en for­ma cre­cien­te. La eco­no­mis­ta Maria­na Maz­zu­ca­to ha mos­tra­do que inclu­so en las áreas tec­no­ló­gi­cas, don­de domi­na la idea del inge­nie­ro genio hacien­do mara­vi­llas en su gara­je, el finan­cia­mien­to del Esta­do ha sido el actor cen­tral (Apple, dice Maz­zu­ca­to, le puso dise­ño “cool” a tec­no­lo­gía que se gene­ró en pro­gra­mas finan­cia­dos por el Esta­do nor­te­ame­ri­cano para ganar la Gue­rra Fría).

En el caso chi­leno, la idea de que estas for­tu­nas se han cons­trui­do a par­tir de una dura com­pe­ten­cia, fue pues­ta en duda por Ben Ross Sch­nei­der, que des­cri­be un capi­ta­lis­mo jerár­qui­co mane­ja­do por pocas fami­lias. El des­cu­bri­mien­to de cuán fre­cuen­te han sido las colu­sio­nes (ver colum­na de Clau­dio Fuen­tes), ha hecho que la idea del rico como el triun­fa­dor de una com­pe­ten­cia jus­ta sea cada vez más difí­cil de acep­tar. Para­le­la­men­te, una serie de tra­ba­jos han mos­tra­do cómo los más ricos usan su dine­ro para que la demo­cra­cia fun­cio­ne de acuer­do a sus intere­ses y les dé más dine­ro: cómo usan el lobby y los con­tac­tos para pagar pocos impues­tos (ver Tasha Fai­rieldCar­los Scar­tas­ci­ni y Mar­tín Arda­naz, o Fran­cis­co Saf­fie); como  finan­cian ile­gal­men­te la polí­ti­ca y con­si­guen leyes hechas a la medi­da de sus intere­ses. En una entre­vis­ta con CIPER, la eco­no­mis­ta Andrea Repet­to des­ta­ca tam­bién cómo los más ricos logra mane­jar el deba­te públi­co, fijan­do los están­da­res de qué es razo­na­ble y qué es inacep­ta­ble: “Si tie­nes mucho dine­ro pue­des com­prar muchas cosas, entre otras, thinks tanks, medios y aca­dé­mi­cos”, dijo.

Para enfren­tar algu­nos de estos pro­ble­mas las socie­da­des moder­nas inten­tan gene­ran regu­la­cio­nes que ponen cor­ta­fue­gos entre la polí­ti­ca y la rique­za y aumen­tan la fis­ca­li­za­ción. La eco­no­mis­ta y filó­so­fa bel­ga Ingrid Robeyns dice que esos cor­ta­fue­gos no han fun­cio­na­do ni fun­cio­na­rán por­que las gran­des for­tu­nas son un poder dema­sia­do gran­de para las demo­cra­cias. Sos­tie­ne que la extre­ma rique­za no gene­ra pro­ble­mas, sino que “es” el problema.

Antes de seguir hay que acla­rar que Robeyns no es mar­xis­ta. Tam­po­co envi­dia a los ricos. Si hay que ubi­car­la en algún lugar, tal vez el más ade­cua­do sea la eco­no­mía del bien­es­tar, una pro­pues­ta de nue­vo sis­te­ma eco­nó­mi­co que plan­tea que el mode­lo actual es insos­te­ni­ble eco­ló­gi­ca­men­te e injus­to; y que pro­po­ne nue­vos indi­ca­do­res para eva­luar y pen­sar el desa­rro­llo. En lugar de poner el énfa­sis en el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co, sus prin­ci­pa­les preo­cu­pa­cio­nes son el bien­es­tar de las per­so­nas y el desa­rro­llo sustentable.

Robeyns es doc­to­ra en Eco­no­mía en la Uni­ver­si­dad de Cam­brid­ge y hoy hace inves­ti­ga­ción en el área de la Filo­so­fía. Tra­ba­ja en el ins­ti­tu­to de Éti­ca de la Uni­ver­si­dad de Ultrecht, Holan­da. Es la inves­ti­ga­do­ra prin­ci­pal de “The Fair Limits pro­ject” (Lími­tes Jus­tos), un pro­yec­to finan­cia­do por el Con­se­jo Euro­peo de Inves­ti­ga­ción con 2 millo­nes de Euros para pro­ble­ma­ti­zar las for­mas actua­les de dis­tri­bu­ción de recur­sos eco­nó­mi­cos y ecológicos.

Un paper de 2017 titu­la­do “Tener dema­sia­do” resu­me bien sus ideas. Su plan­tea­mien­to cen­tral es que, en el mun­do real, el cie­lo no pue­de ser el lími­te. En el mun­do real con demo­cra­cias que requie­ren equi­li­brios de poder y con recur­sos natu­ra­les sobre­ex­plo­ta­dos, el lími­te tie­ne que estar mucho antes. Así como hay una línea de la pobre­za bajo la cual nadie debie­ra estar, Robeyns pro­po­ne una línea máxi­ma de riqueza.

La teo­ría de Robeyns se deno­mi­na “limi­ta­ria­nis­mo” y arran­ca de un esfuer­zo por pen­sar cómo repar­tir los recur­sos esca­sos de una mane­ra éti­ca y jus­ta, para pro­te­ger la igual­dad en polí­ti­ca y enfren­tar los desa­fíos que impo­ne el cam­bio cli­má­ti­co y la pobre­za. No entien­de la rique­za como algo nega­ti­vo; pero sí su acu­mu­la­ción exce­si­va, es decir la codi­cia. Robeyns no es la pri­me­ra que dis­pa­ra con­tra la acu­mu­la­ción sin lími­te (ver recua­dro). Pero pro­ba­ble­men­te es una de las que más ha avan­za­do en desa­rro­llar estas ideas en el con­tex­to actual.

En Chi­le, los eco­no­mis­tas Ramón López y Gino Stur­la, usan­do datos de Cre­ditSuis­se y el Bos­ton Con­sul­ting­Group, iden­ti­fi­ca­ron 140 súper ricos (que suman un patri­mo­nio total US$150.000 millo­nes) y 5.700 ricos, cada uno con un patri­mo­nio de entre US$ 5 y US$ 100 millones.

-¿Cuál debie­se ser el lími­te de la riqueza?

-El lími­te debe defi­nir­lo cada socie­dad a tra­vés de sus pro­ce­sos polí­ti­cos. Pero la idea es pre­gun­tar­se qué nece­si­ta­mos para alcan­zar una vida ple­na en tér­mi­nos de acce­so a salud, edu­ca­ción, trans­por­te, ali­men­ta­ción. En el caso de Holan­da, en con­jun­to con soció­lo­gos eco­nó­mi­cos, eva­lua­mos si la idea de esta­ble­cer un lími­te a la rique­za  le hacía sen­ti­do a las per­so­nas, si la enten­dían. En una encues­ta repre­sen­ta­ti­va de la pobla­ción total, encon­tra­mos que un 96,5% de los holan­de­ses pien­sa que debe haber un lími­te a la can­ti­dad de dine­ro que una per­so­na debe tener. Esa can­ti­dad está vin­cu­la con un deter­mi­na­do están­dar de vida. Las per­so­nas pien­san que pasa­do ese nivel, el dine­ro no con­tri­bu­ye a la pros­pe­ri­dad [1] a la cali­dad de vida. El cálcu­lo que hici­mos para Holan­da fijó la línea de la rique­za entre 2 y 3 millo­nes de euros para las fami­lias (entre $1.700 y $ 2.700 millo­nes). Actual­men­te un equi­po lide­ra­do por Tania Bur­chard de la Lon­don School of Eco­no­mics está inves­ti­gan­do una línea de rique­za para Inglaterra.

Sin embar­go, me pare­ce que más impor­tan­te que fijar un lími­te aho­ra, es avan­zar en con­tes­tar la pre­gun­ta: ¿debe el cie­lo ser el lími­te? Lo que me intere­sa es pro­mo­ver una dis­cu­sión sobre las razo­nes por las cua­les el cie­lo no debe seguir sien­do el lími­te, y por qué debe­mos impo­ner­nos lími­tes más bajos.

-¿Por qué es un pro­ble­ma “tener demasiado”?

-Cuan­do vives den­tro del mar­co ideo­ló­gi­co del Neo­li­be­ra­lis­mo pare­ce equi­vo­ca­do pen­sar que algu­nos tie­nen dema­sia­do. Ello más bien pue­de sig­ni­fi­car que eres envi­dio­so. El limi­ta­ria­nis­mo cues­tio­na esa mira­da y con­si­de­ra que tener dema­sia­do es pro­ble­má­ti­co por dis­tin­tas razo­nes. En pri­mer lugar, la inves­ti­ga­ción aca­dé­mi­ca sobre con­cen­tra­ción de rique­za en Esta­dos Uni­dos y tam­bién en eco­no­mías mix­tas como Holan­da, mues­tra que los súper ricos mani­pu­lan o influ­yen en el sis­te­ma polí­ti­co para que las reglas los favo­rez­can. Su for­tu­na enton­ces pue­de ser resul­ta­do de la elu­sión tri­bu­ta­ria o de que con­tra­ta­ron lobis­tas para tener leyes favo­ra­bles y por lo tan­to tener muchas más ganan­cias que la mayo­ría de las per­so­nas. Esto es lo que hemos vis­to.

Fren­te a esto la gen­te con­tra-argu­men­ta que súper ricos como Bill Gates hacen dona­cio­nes y filan­tro­pía. Pero esa es una for­ma equi­vo­ca­da de ana­li­zar las cosas, por­que la pre­gun­ta debie­ra ser ¿cómo lle­ga­ron a tener tan­to? En un mun­do jus­to, todos aque­llos que son súper millo­na­rios no podrían ser­lo. Si lle­ga­ron a acu­mu­lar tal nivel de rique­za es por­que tor­cie­ron la ley, o por­que esa rique­za fue resul­ta­do de pro­ce­sos de colo­nia­lis­mo, explo­ta­ción de mano de obra u otras razones.

-¿No es posi­ble una extre­ma rique­za bien obtenida?

El caso más com­ple­jo para dis­cu­tir es el de aque­lla per­so­na que se vuel­ve rica en un con­tex­to de mer­ca­do, pero que lo hace, por ejem­plo, pro­du­cien­do músi­ca y bajan­do sus cos­tos de dis­tri­bu­ción y difu­sión casi a cero. En ese caso, me podrías decir que no hay pro­ble­ma, pues esta per­so­na está acu­mu­lan­do rique­za no como con­se­cuen­cia de su poder sino de su talen­to y no explo­ta a sus tra­ba­ja­do­res, sino que está sien­do muy efi­cien­te y obte­nien­do todas las ganan­cias posi­bles. Esta per­so­na enton­ces se hace rica en un pro­ce­so que es polí­ti­ca y moral­men­te correc­to. No pode­mos obje­tar su rique­za a nivel de pro­ce­sos, pero des­de una pers­pec­ti­va de resul­ta­dos pode­mos argu­men­tar con­tra su nivel de acu­mu­la­ción. Es decir, aún en los casos en que se tra­ta de una gran for­tu­na acu­mu­la­da de mane­ra lim­pia, igual­men­te tener mucho dine­ro per­mi­te influir en la polí­ti­ca de diver­sas for­mas: pue­des finan­ciar un par­ti­do, influir en la agen­da polí­ti­ca, con­tra­tar lobis­tas. Polí­ti­ca­men­te enton­ces es un pro­ble­ma. Y esa es otra razón por la cual no debié­se­mos per­mi­tir que las des­igual­da­des sean tan gran­des en con­tex­tos democráticos.

-Una des­igual­dad muy visi­ble hoy es la dife­ren­cia de sala­rios. La eco­no­mía ha jus­ti­fi­ca­do por años esas dife­ren­cias en razón de la pro­duc­ti­vi­dad ¿Es esa una expli­ca­ción plausible?

-Los mode­los eco­nó­mi­cos asu­men que los sala­rios refle­jan la pro­duc­ti­vi­dad. Pero eso es un supues­to. En las gran­des empre­sas los sala­rios altos no son defi­ni­dos sobre la base de la rela­ción oferta/​demanda en el mer­ca­do labo­ral, sino que los defi­nen los direc­to­rios. Es decir, son defi­ni­dos por ami­gos para otros miem­bros de la eli­te. La idea de que los suel­dos refle­jan la pro­duc­ti­vi­dad mar­gi­nal es un supues­to que fun­cio­na como un dato empí­ri­co has­ta cier­to nivel. Pasa­do cier­to lími­te, lo que mues­tran esos sala­rios es colu­sión entre los indi­vi­duos. Por supues­to pode­mos encon­trar ejem­plos don­de las dife­ren­cias sala­ria­les se jus­ti­fi­can por las dife­ren­tes carac­te­rís­ti­cas y tipos de empleos. Pero eso es sobre todo un supues­to teó­ri­co. Y tene­mos muchos casos para mos­trar que eso no es ver­dad. La cri­sis finan­cie­ra de 2008, por ejem­plo, mos­tró que algu­nos ban­cos hacían un tra­ba­jo de muy mala cali­dad. Si fue­se ver­dad que el sala­rio está de acuer­do al nivel de pro­duc­ti­vi­dad, algu­nos de los geren­tes de esos ban­cos no debie­ron haber reci­bi­do más sus pagos, pero aún están en el gru­po de los mejor pagados.

-¿Cuál es la expli­ca­ción enton­ces para estas enor­mes bre­chas sala­ria­les? En Chi­le un estu­dio del eco­no­mis­ta Ramón López mos­tró que cada uno de los cin­co hom­bres más ricos de Chi­le en 2011 gana­ba lo mis­mo que un millón de chi­le­nos. Uno se pre­gun­ta cómo se pue­de tra­ba­jar más duro o ser más pro­duc­ti­vo que un millón de personas.

-Una de las carac­te­rís­ti­cas del Neo­li­be­ra­lis­mo es que pone mucha pre­sión sobre las res­pon­sa­bi­li­da­des indi­vi­dua­les. Las per­so­nas deben feli­ci­tar­se por sus triun­fos pero tam­bién son los res­pon­sa­bles de sus fra­ca­sos. Pero hay otras pers­pec­ti­vas que hemos empe­za­do a dis­cu­tir en la filo­so­fía polí­ti­ca con­tem­po­rá­nea, y que plan­tean que un com­po­nen­te cen­tral del éxi­to es resul­ta­do de la suer­te. Enton­ces tus talen­tos, la salud que tie­nes, la fami­lia y el país en que nacis­te, todo eso es resul­ta­do de la suer­te, y eso sig­ni­fi­ca que tene­mos que ser mucho más modes­tos a la hora de feli­ci­tar­nos por nues­tros éxi­tos. Esto por supues­to cues­tio­na la posi­ción de aque­llos que se con­si­de­ran con el dere­cho moral de tener sala­rios altos y for­tu­nas. Estas per­so­nas dicen ‘yo me merez­co esto’, pero la pers­pec­ti­va correc­ta sobre lo que nos mere­ce­mos es más bien que bue­na par­te de nues­tro éxi­to eco­nó­mi­co es suer­te o es resul­ta­do de un con­tex­to cons­trui­do por otros y sobre el cual pode­mos sacar algu­nas ven­ta­jas. Si toma­mos en cuen­ta que bue­na par­te de lo que somos es resul­ta­do del azar, del lugar don­de naci­mos, de nues­tra salud, no debie­se ser tan sim­ple mirar­se al espe­jo y decir ‘bueno, está muy bien que yo gane lo mis­mo que un millón de mis conciudadanos”.

Robeyns empe­zó a pen­sar en el limi­ta­ria­nis­mo en 2012, cuan­do la dis­cu­sión sobre des­igual­dad en eco­no­mía se ali­men­ta­ba de inves­ti­ga­ción sobre la pobre­za, bus­can­do enten­der en lo que hacían y no hacían los pobres, las cau­sas de su situación.

“Insis­ten­te­men­te me pre­gun­ta­ba por que no está­ba­mos estu­dian­do a los ricos. Al comen­zar las dis­cu­sio­nes sobre el limi­ta­ria­nis­mo, recuer­do que en las pri­me­ras con­ver­sa­cio­nes con mis cole­gas del ins­ti­tu­to de Filo­so­fía y Eco­no­mía en Ams­ter­dam, la reac­ción de ellos era reír­se. Me pre­gun­ta­ban, “¿qué quie­res hacer? ¿quie­res dis­pa­rar a los ricos?” Para ellos era muy difí­cil pen­sar que este tema podía inves­ti­gar­se. La gran dife­ren­cia la hizo la publi­ca­ción del libro “El capi­tal en el siglo XXI” de Tho­mas Pyketty, por­que allí mos­tró que está­ba­mos vol­vien­do a una épo­ca de aumen­to sos­te­ni­do de la des­igual­dad. Has­ta enton­ces, tenía­mos la idea de que las tasas de des­igual­dad del siglo XIX, las más altas en la his­to­ria, eran una cosa del pasa­do, y que vivía­mos en un con­tex­to de igual­dad de opor­tu­ni­da­des. Pero Piketty mos­tró que eso no era ver­dad. Ese libro vino a cam­biar el jue­go, a patear el tablero”.

Robeyns dejó la eco­no­mía por­que la for­ma domi­nan­te de enten­der el mun­do en esa dis­ci­pli­na –mate­má­ti­ca y esti­li­za­da- no le per­mi­tía hacer pre­gun­tas sobre el poder.

-Y en el mun­do real, si actúas como si el poder no exis­tie­se, no pue­des enten­der lo que está pasan­do. Lo que no con­si­de­ra la eco­no­mía es que en el mun­do real las per­so­nas pode­ro­sas tie­nen los núme­ros celu­la­res de los Pre­si­den­tes. Si quie­ren algo, sim­ple­men­te lla­man por telé­fono y ejer­cen pre­sión. En el caso de los ciu­da­da­nos comu­nes y corrien­tes, pode­mos pedir una reu­nión con el Pri­mer Minis­tro, pero no tene­mos su núme­ro de telé­fono. En Holan­da, un país que lo ha hecho bas­tan­te bien en temas de corrup­ción y trans­pa­ren­cia, pue­des encon­trar ejem­plos recien­tes sobre cómo las gran­des empre­sas influ­yen en la polí­ti­ca a tra­vés de for­mas que las per­so­nas comu­nes y corrien­tes no pue­den. Eso es por­que son pode­ro­sos, por­que el dine­ro da poder. Ade­más hay que tomar en cuen­ta que la eco­no­mía, que es la que pre­pa­ra gen­te para imple­men­tar polí­ti­cas neo­li­be­ra­les, es una dis­ci­pli­na fun­da­men­tal­men­te tec­no­crá­ti­ca. Les gus­ta pen­sar que el cono­ci­mien­to está libre de valo­res e ideo­lo­gía. Esa es la razón por la cual yo dejé la eco­no­mía como dis­ci­pli­na de estu­dio, por­que no reco­no­cen el pun­to de vis­ta nor­ma­ti­vo que adop­tan fren­te a este tipo de problemas.

-¿Cree que esta fal­ta de con­si­de­ra­ción y pro­ble­ma­ti­za­ción de la con­cen­tra­ción de la rique­za es res­pon­sa­bi­li­dad de los eco­no­mis­tas y el tipo de mode­lo que han sustentado?

-En este tema creo que hay cosas que nos deben preo­cu­par y otras que nos deben hacer sen­tir opti­mis­tas. El lado preo­cu­pan­te es cuan­do ocu­rren cosas como las siguien­tes. Cuan­do Tomas Piketty publi­có su pri­mer libro, El Capi­tal en el Siglo XXI, muchos eco­no­mis­tas dije­ron ‘bueno, esto es his­to­ria eco­nó­mi­ca’. De hecho, Debra Satz, enton­ces direc­to­ra del Cen­tro de Éti­ca para la Socie­dad de la Uni­ver­si­dad de Stan­ford, me con­tó que, cuan­do ellos lo invi­ta­ron a Piketty a pre­sen­tar su libro, los eco­no­mis­tas no asis­tie­ron. Pien­san que el libro es muy polí­ti­co y eso los pone ner­vio­sos; por­que lo que Pik­kety mues­tra es que el empe­ra­dor está des­nu­do, lo que es algo muy des­es­ta­bi­li­za­dor para los eco­no­mis­tas. Esto da cuen­ta lo pro­fun­da­men­te pro­ble­má­ti­ca que la dis­ci­pli­na eco­nó­mi­ca pue­de ser. En el lado opti­mis­ta, hay que reco­no­cer que hay muchos eco­no­mis­tas en posi­cio­nes de poder, como Dani Rodrik y Paul Krug­man, que han comen­za­do a cues­tio­nar las ideas domi­nan­tes. Hace unas sema­nas Rodrik publi­có una colum­na don­de decía que la opción por la glo­ba­li­za­ción era eso, una opción; y que pode­mos ele­gir otro tipo de acuer­dos de comer­cio inter­na­cio­nal que pon­gan la salud y el cam­bio cli­má­ti­co en el cen­tro de las preo­cu­pa­cio­nes. Esto mues­tra que un eco­no­mis­ta que es res­pe­ta­do por sus pares, reco­no­ce que hay opcio­nes y que éstas no están libres de valo­res. Lo que es frus­tran­te para los filó­so­fos de las cien­cias, los filó­so­fos polí­ti­cos y quie­nes nos dedi­ca­mos a la éti­ca, es que por muchos años hemos mos­tra­do en deta­lle que la eco­no­mía no pue­de estar libre de valo­res y que el razo­na­mien­to eco­nó­mi­co tie­ne incor­po­ra­das deci­sio­nes éti­cas e ideo­ló­gi­cas. Pero la eco­no­mía se pone un escu­do fren­te a otras dis­ci­pli­nas. Yo creo que un tema impor­tan­te, pen­san­do en el futu­ro, es que la eco­no­mía no sea ense­ña­da solo por eco­no­mis­tas, sino por his­to­ria­do­res, filó­so­fos polí­ti­cos, soció­lo­gos. No hay que dejar la eco­no­mía a los eco­no­mis­tas, eso es cru­cial. Una vez que ésta dis­ci­pli­na se abra, vamos a poder tener con­ver­sa­cio­nes nue­vas, diferentes.

Si hemos cre­ci­do en un con­tex­to en el que tener dine­ro sig­ni­fi­ca éxi­to y poder, y nos feli­ci­ta­mos por nues­tros resul­ta­dos, ¿de qué mane­ra pode­mos mover­nos a otras for­mas de pen­sar y a otros valores?

-Yo creo que tene­mos que ela­bo­rar con­tra-narra­ti­vas. El limi­ta­ria­nis­mo es una de ellas. Está la red de eco­no­mis­tas por el bien­es­tar y el Cen­tro para el Estu­dio de la Pros­pe­ri­dad Sus­ten­ta­ble, que pro­po­ne dar una mira­da eco­ló­gi­ca al desa­rro­llo y cuyo mode­lo plan­tea tam­bién que la eco­no­mía debe estar al ser­vi­cio de las per­so­nas. La eco­no­mis­ta Maria­na Mazu­cat­to de UCL tam­bién ha desa­rro­lla­do una con­tra-narra­ti­va, al plan­tear que bue­na par­te de la inno­va­ción más deter­mi­nan­te ha sido resul­ta­do de la inver­sión esta­tal. Enton­ces si pones sobre la mesa todas estas con­tra-narra­ti­vas pue­des ver que está emer­gien­do una pers­pec­ti­va alter­na­ti­va al Neo­li­be­ra­lis­mo. Tam­bién creo que hay cada vez más voces que se dan cuen­ta de que el Neo­li­be­ra­lis­mo nos falló. Antes que el coro­na­vi­rus, la cri­sis cli­má­ti­ca es el ejem­plo más cla­ro de que, aún cuan­do esta­mos ganan­do mucha pla­ta, eso es a cos­ta de des­truir nues­tro pla­ne­ta. O sea, no es un mode­lo eco­nó­mi­co bueno.

-¿Tie­ne usted ejem­plos don­de se estén efec­ti­va­men­te impul­san­do otro tipo de polí­ti­cas y no sea solo teoría?

-Ten­go dos ejem­plos. Hay una ley en Holan­da que esta­ble­ce un lími­te a los ingre­sos de los direc­ti­vos de las ins­ti­tu­cio­nes públi­cas. Enton­ces, si eres el rec­tor de una uni­ver­si­dad, no pue­des ganar más que el sala­rio que reci­be el Pri­mer Minis­tro. Ese es un ejem­plo de una polí­ti­ca limi­ta­ria­nis­ta, aun­que tie­ne la limi­ta­ción que solo se apli­ca al sec­tor públi­co. Otro ejem­plo ocu­rrió recien­te­men­te, cuan­do comen­zó la cri­sis del coro­na­vi­rus: la pri­me­ra com­pa­ñía que pidió apo­yo guber­na­men­tal en Holan­da fue la aero­lí­nea KLM. Pocas sema­nas des­pués, se publi­có que los direc­to­res de esta empre­sa habían pedi­do un aumen­to en el mon­to de los bonos que iban a reci­bir, los cua­les cons­ti­tu­yen una par­te impor­tan­te de sus ingre­sos. Se gene­ró una crí­ti­ca públi­ca muy fuer­te con­tra KLM, por lo que la empre­sa negó la soli­ci­tud hecha por los direc­to­res. En 2008, a pro­pó­si­to de la cri­sis finan­cie­ra, vivi­mos una situa­ción simi­lar. Enton­ces nos ente­ra­mos por la pren­sa que, un año des­pués de reci­bir un sal­va­ta­je guber­na­men­tal, el due­ño de un ban­co esta­ba soli­ci­tan­do aumen­tar el mon­to de com­pen­sa­ción que le iba a pagar a uno de sus direc­ti­vos. Esto gene­ró mucha rabia, por lo que el ban­co reti­ró la pro­pues­ta y su máxi­mo direc­ti­vo reco­no­ció en una entre­vis­ta que no se había dado cuen­ta lo sen­si­ble que eran estos temas para la socie­dad. Estos ejem­plos dan cuen­ta tam­bién de otro pro­ble­ma: que en gene­ral los ricos y las eli­tes viven en un mun­do apar­te, en su bur­bu­ja; y lo que les tie­ne que que­dar cla­ro es que, aun cuan­do crean que se mere­cen esos suel­dos y paque­tes de com­pen­sa­ción, des­de una pers­pec­ti­va de bien común e inte­rés públi­co, no es justificable.

Hay cada vez más voces en esta línea. Por ejem­plo en Esta­dos Uni­dos hay un gru­po que se deno­mi­na millo­na­rios patrió­ti­cos y su líder, que es una de las due­ñas de Dis­ney, plan­tea que deben pagar más impues­tos. Estos ejem­plos mues­tran que hay voces entre los super ricos que se dan cuen­ta que esto es ridícu­lo. Me pare­ce que hay mucho deba­te sobre has­ta qué pun­to pue­den aumen­tar las des­igual­da­des. Y estos lla­ma­dos tie­nen en común el bus­car esta­ble­cer límites.

-¿El limi­ta­ria­nis­mo impli­ca aumen­tar la tasa de impues­tos a los súper ricos?

-En Filo­so­fía pero tam­bién en otras dis­ci­pli­nas divi­di­mos el espa­cio posi­ble de apli­ca­ción de estas polí­ti­cas en dos áreas: pre-dis­tri­bu­ción y redis­tri­bu­ción. El pri­me­ro se refie­re al dise­ño y carac­te­rís­ti­cas de ins­ti­tu­cio­nes eco­nó­mi­cas del mer­ca­do labo­ral, como el sala­rio míni­mo o el sala­rio máxi­mo, si es que hay; el poder de nego­cia­ción que tie­nen los tra­ba­ja­do­res al inte­rior de una empre­sa. Es posi­ble tra­tar de limi­tar la des­igual­dad en este espa­cio, ponien­do en mar­cha medi­das para ade­cuar el mer­ca­do labo­ral; o pue­des optar por dejar al mer­ca­do en su esta­do sal­va­je y usar, enton­ces, en el espa­cio de la redis­tri­bu­ción, ins­tru­men­tos fis­ca­les como los impues­tos. Creo que es mejor adap­tar las ins­ti­tu­cio­nes del mer­ca­do en el espa­cio pro­duc­ti­vo, pre-dis­tri­bu­ti­vo, por dos razo­nes. Pri­me­ro, por­que allí pue­des tener dis­cu­sio­nes fun­da­men­ta­les para la socie­dad. Por ejem­plo, cómo divi­des entre direc­ti­vos y tra­ba­ja­do­res los resul­ta­dos pro­duc­ti­vos de una com­pa­ñía. O la fija­ción del sala­rio míni­mo; o cuán demo­crá­ti­ca es la rela­ción entre tra­ba­ja­do­res y due­ños. Segun­do, por­que al apli­car impues­tos lo que se bus­ca es corre­gir las des­igual­da­des en la fase eco­nó­mi­ca de la post-pro­duc­ción. Y los capi­ta­les glo­ba­les son flui­dos, se mue­ven por el mun­do, lo que hace más fácil para los súper ricos elu­dir impues­tos. Ade­más exis­ten razo­nes sico­ló­gi­cas. Hay más resis­ten­cia a pagar impues­tos si tuvis­te la pla­ta y por lo tan­to sien­tes que es tuya. La idea enton­ces es usar las ins­ti­tu­cio­nes eco­nó­mi­cas para evi­tar que las bre­chas aumen­ten antes de las eta­pas de pro­duc­ción, lo que pue­de ayu­dar a poner el foco en un espa­cio con­cre­to de medidas.

-En este espa­cio de medi­das pre-dis­tri­bu­ción ¿podría situar­se tam­bién la imple­men­ta­ción de un ingre­so bási­co universal?

-Cier­ta­men­te es una medi­da que dia­lo­ga con estas narra­ti­vas alter­na­ti­vas en rela­ción a la eco­no­mía y el con­tra­to social, enten­dien­do esto últi­mo como el con­jun­to de reglas a tra­vés de las cua­les deci­di­mos orga­ni­zar nues­tra socie­dad. Pero hay una gran dife­ren­cia: el ingre­so bási­co es un ingre­so incon­di­cio­nal que se da a todas las per­so­nas men­sual­men­te. El mon­to depen­de de deci­sio­nes a nivel nacio­nal, algu­nos dicen que debe ser el mon­to de la línea de pobre­za, pero hay lite­ra­tu­ra aca­dé­mi­ca que mues­tra que esto no es sos­te­ni­ble, por lo que debie­se ser más bajo. Pero lo que es impor­tan­te es que el ingre­so bási­co uni­ver­sal pue­de ser finan­cia­do de múl­ti­ples mane­ras. Pue­des finan­ciar­lo apli­can­do impues­tos a los ingre­sos, a los altos suel­dos, impues­tos eco­ló­gi­cos. A la pers­pec­ti­va limi­ta­ria­nis­ta lo que le preo­cu­pa es de dón­de pue­den salir los recur­sos para finan­ciar ese tipo de medi­das; pues el eje está pues­to en redu­cir las des­igual­da­des apli­can­do medi­das en la par­te alta de la distribución.

La acu­mu­la­ción sin lími­tes es un asun­to que nin­gún tipo de gobierno pare­ce haber resuel­to en la his­to­ria. Así lo sugie­re el cien­tis­ta polí­ti­co Jef­frey Win­ters en su libro Oli­gar­quía, quien nota que des­de la anti­güe­dad la enor­me rique­za per­so­nal “ha logra­do cons­truir­se ideo­ló­gi­ca­men­te como algo injus­to de corre­gir, a pesar de los sig­ni­fi­ca­ti­vos avan­ces que han hecho retro­ce­der otras fuen­tes de injus­ti­cia en los recien­tes siglos”. Win­ters argu­men­ta que dic­ta­du­ras, monar­quías, socie­da­des agra­rias y socie­da­des post­in­dus­tria­les, coin­ci­den en que es un error for­zar una radi­cal dis­tri­bu­ción de la rique­za. “No ha ocu­rri­do lo mis­mo con la for­ma en que se juz­ga la escla­vi­tud, la exclu­sión racial o el domi­nio de géne­ro”, afirma.

Win­ters expli­ca que la demo­cra­cia tam­po­co ha logra­do enfren­tar ese pro­ble­ma, pese a que “la rique­za extre­ma en manos de una peque­ña mino­ría crea ven­ta­jas de poder sig­ni­fi­ca­ti­vas en el terreno polí­ti­co, inclu­so en las demo­cra­cias. Sos­te­ner lo con­tra­rio es igno­rar siglos de aná­li­sis polí­ti­co explo­ran­do la ínti­ma rela­ción entre rique­za y poder”, concluye.

Robeyns cree que para avan­zar en este pro­ble­ma hay que revi­sar los supues­tos que ponen la liber­tad eco­nó­mi­ca de los indi­vi­duos en el cen­tro de la eco­no­mía. Para ella, la pre­gun­ta que hay que hacer es ¿por qué tene­mos que dar por sen­ta­do que las per­so­nas tie­nen el dere­cho a acu­mu­lar riqueza?

-Es la ideo­lo­gía del Neo­li­be­ra­lis­mo la que nos ha con­ven­ci­do que hay un dere­cho infi­ni­to a acu­mu­lar. Hace mucho tiem­po tam­bién se acep­ta­ba como dere­cho el tener escla­vos y en un momen­to de la his­to­ria la mayo­ría de los nor­te­ame­ri­ca­nos no cues­tio­na­ron el ser due­ños de otras per­so­nas. Vis­to des­de hoy, sin embar­go, pen­sa­mos que esto es moral­men­te repul­si­vo. Des­de una pers­pec­ti­va eco­nó­mi­ca, pien­so que la línea de la rique­za no debe ser muy baja, para no poner lími­tes a la acti­vi­dad empre­sa­rial; pero tam­bién con­si­de­ro que las per­so­nas deben impo­ner­se a sí mis­mas estos lími­tes para vivir una vida más vir­tuo­sa y tener menos des­igual­dad glo­bal. Está muy bien que las per­so­nas quie­ran tener más, pero recha­zo de base la idea de que tene­mos un dere­cho infi­ni­to a acu­mu­lar riqueza.

Creo que el tema cen­tral hoy es cla­ri­fi­car la rela­ción entre los indi­vi­duos y la eco­no­mía. La ideo­lo­gía neo­li­be­ral tie­ne como valor cen­tral la liber­tad eco­nó­mi­ca de los indi­vi­duos y su foco es que las per­so­nas pue­dan ejer­cer esa liber­tad. Pero hay otros modelos.

-¿Cuá­les?

-Por ejem­plo, el de la eco­no­mía del bien­es­tar, que no pone en el cen­tro la liber­tad eco­nó­mi­ca sino a las per­so­nas y los valo­res públi­cos. Hoy este mode­lo está pre­sen­te en Nue­va Zelan­da, Esco­cia, Cos­ta Rica, Islan­dia y hay gen­te inves­ti­gán­do­lo y diri­gen­tes polí­ti­cos que lo apo­yan. Yo diría que el país que más ha avan­za­do es Nue­va Zelan­da, que iden­ti­fi­có el bien­es­tar de los indi­vi­duos como una meta cen­tral de sus polí­ti­cas y dise­ñó su pre­su­pues­to eco­nó­mi­co en fun­ción de nue­vos indi­ca­do­res. En la eco­no­mía del bien­es­tar se pone al cen­tro la equi­dad, el desa­rro­llo eco­ló­gi­co sus­ten­ta­ble, la jus­ti­cia eco­nó­mi­ca. En ese con­tex­to, medi­das limi­ta­ria­nis­tas como poner un lími­te a la rique­za son jus­ti­fi­ca­bles, por­que no se tra­ta de la liber­tad eco­nó­mi­ca indi­vi­dual sino de la cali­dad de vida y otros valo­res. Enton­ces la dis­cu­sión de fon­do es sobre el obje­ti­vo de la eco­no­mía. En un mode­lo neo­li­be­ral las per­so­nas sir­ven a la eco­no­mía. En el mode­lo de la eco­no­mía del bien­es­tar, es la eco­no­mía la que está al ser­vi­cio de las personas.

Lími­tes a la rique­za en la his­to­ria de la filo­so­fía occidental

En mar­zo de este año Matthias Kramm e Ingrid Robeyns, inves­ti­ga­do­res del pro­yec­to Lími­tes Jus­tos (The Fair Limits pro­ject), publi­ca­ron un artícu­lo en el que revi­san que han dicho pen­sa­do­res cla­ve de la his­to­ria de la eco­no­mía y la filo­so­fía occi­den­tal, sobre limi­tar la extre­ma rique­za. Su revi­sión inclu­yó a Pla­tón, Aris­tó­te­les, Tomás de Aquino, John Loc­ke, Adam Smith, John Stuart Mill, Karl Marx y Frie­drich Engels, y John May­nard Keynes.

La pre­gun­ta que guía esta revi­sión es la siguien­te: ¿hay algún pre­ce­den­te his­tó­ri­co a la idea de esta­ble­cer lími­tes máxi­mos a la rique­za indi­vi­dual? A con­ti­nua­ción pre­sen­ta­mos un extrac­to de las prin­ci­pa­les ideas.

  1. El pro­ble­ma de la insa­cia­bi­li­dad: Pla­tón y Aristóteles/​Adam Smith/​Karl Marx/​John May­nard Keynes

Según Kramm y Robeyns, unos de los pri­me­ros argu­men­tos que regis­tra la his­to­ria de la filo­so­fía es sico­ló­gi­co y se refie­re a la idea de que los huma­nos, por natu­ra­le­za, se carac­te­ri­zan por tener deseos y un ape­ti­to insa­cia­ble. La insa­cia­bi­li­dad es abor­da­da en La Repú­bli­ca, por Pla­tón y en La Polí­ti­ca, por Aristóteles.

“Tan­to Pla­tón como Aris­tó­te­les ‑dicen los auto­res- plan­tean que estos ape­ti­tos deben ser limi­ta­dos de una u otra mane­ra”, por razo­nes intrín­se­cas, pero tam­bién por­que con­si­de­ran que la insa­cia­bi­li­dad pue­de tener con­se­cuen­cias para la vida de la polis (la ciudad-estado).

Kramm y Robeyns des­cri­ben: “el Sócra­tes de Pla­tón iden­ti­fi­ca ‘la acu­mu­la­ción inter­mi­na­ble de dine­ro’ (Pla­to, 1997b, 373d) como la prin­ci­pal cau­sa de pro­tes­ta ciu­da­da­na y gue­rra. Esto es par­ti­cu­lar­men­te cier­to en un sis­te­ma oli­gár­qui­co (…) Los oli­gar­cas están domi­na­dos por su deseo de rique­za, por lo que su gobierno con­du­ce a una dis­tri­bu­ción des­igual y a un incre­men­to de las bre­chas entre ciu­da­da­nos ricos y pobres. Esta des­igual­dad es pro­ba­ble que esta­lle en una revo­lu­ción en algún momento”.

En “Éti­ca a Nicó­ma­co” ‑expli­can Kramm y Robeyns- “Aris­tó­te­les des­cri­be la codi­cia como un ape­ti­to ‘por aque­llo que es pla­cen­te­ro’ (Aris­tó­te­les, 2014, 1119b) y plan­tea que esta par­te ham­brien­ta del alma debe ser gober­na­da por la razón. Si una per­so­na no es regu­la­da por la razón, fácil­men­te pue­de caer en el error de enten­der a la rique­za como el bien máxi­mo, aún cuan­do la rique­za ‘es fun­da­men­tal­men­te útil para acce­der a otros bie­nes’ (Aris­tó­te­les, 2014, 1096a)”.

Aris­tó­te­les, des­cri­ben los auto­res, está de acuer­do con Pla­tón en que “la codi­cia pue­de tener con­se­cuen­cias nega­ti­vas para la polis, espe­cial­men­te si la for­ma de gobierno es una oli­gar­quía o una demo­cra­cia” (Aris­tó­te­les, 1998, 1279b4).

En resu­men ‑con­clu­yen Robeyns y Kramm- “pode­mos decir que los argu­men­tos intrín­se­cos en favor del limi­ta­ria­nis­mo de Pla­tón y Aris­tó­te­les se con­cen­tran en el pro­ble­ma del ‘ape­ti­to insaciable’.

Este tipo de com­por­ta­mien­to pue­de ter­mi­nar dis­tra­yen­do a los indi­vi­duos en la lucha por tener una vida bue­na y sabia y, en cam­bio, dedi­car la mayo­ría de sus acti­vi­da­des a acu­mu­lar rique­zas, a cos­ta de otras acti­vi­da­des más vir­tuo­sas. El argu­men­to no intrín­se­co pro-limi­ta­ria­nis­mo de estos filó­so­fos se cen­tra en la dis­tri­bu­ción des­igual y la bre­cha entre ciu­da­da­nos ricos y pobres, y los poten­cia­les con­flic­tos que pue­den emer­ger de ello”.

En la mis­ma línea del deba­te sobre “el pro­ble­ma de la insa­cia­bi­li­dad” Robeyns y Kramm regis­tran ideas de Adam Smith, Karl Marx y Keynes.

Según los inves­ti­ga­do­res, Adam Smith cons­ta­ta que “cuan­do se tra­ta de admi­rar, la dis­po­si­ción de las per­so­nas tien­de a diri­gir­se hacia la rique­za más que hacia la sabi­du­ría y la vir­tud. Smith afir­ma que ‘los obser­va­do­res des­cui­da­dos son pro­pen­sos a con­fun­dir lo uno con lo otro’ (Smith, 2004, p. 73), por­que tan­to la adqui­si­ción de rique­za como de sabi­du­ría y vir­tud pue­den ayu­dar­nos a ser res­pe­ta­bles y res­pe­ta­dos. Smith sugie­re que la adqui­si­ción de rique­za debe ser con­tro­la­da has­ta el nivel que un hom­bre ‘pue­da razo­na­ble­men­te espe­rar adqui­rir” (Smith, 2004, pags. 74), de mane­ra que las vir­tu­des pue­dan flo­re­cer también”.

Según Robeyns y Kramm, de los escri­tos de Smith pue­den deri­var­se argu­men­tos intrín­se­cos y no intrín­se­cos para limi­tar “el com­por­ta­mien­to adquisitivo”.

Entre los últi­mos Smith plan­tea que “dema­sia­da des­igual­dad entre ricos y pobres pue­de lle­var a dis­tur­bios civi­les. Smith asig­na a los ricos los vicios de ‘ava­ri­cia y ambi­ción’ y a los pobres ‘el odio al tra­ba­jo y el amor a la faci­li­dad y el dis­fru­te actua­les’ (Smith, 1976, 2.709)”. Adam Smith, expli­can los auto­res, “pone su espe­ran­za en la cla­se media, que pue­de desa­rro­llar un mayor gra­do de virtud”.

En tan­to, en el tra­ba­jo de Karl Marx, “el pro­ble­ma de la insa­cia­bi­li­dad se rein­ter­pre­ta como el resul­ta­do de las estruc­tu­ras socia­les pro­pias del capi­ta­lis­mo. Marx des­cri­be la dis­po­si­ción a luchar por la rique­za como un fin en sí mis­mo, pero expli­ca que esta dis­po­si­ción es una con­se­cuen­cia del modo capi­ta­lis­ta de pro­duc­ción”, escri­ben Robeyns y Kramm.

El pro­ble­ma de la insa­cia­bi­li­dad, en el caso de Marx, se cir­cuns­cri­be al espa­cio polí­ti­co-eco­nó­mi­co: “la insa­cia­bi­li­dad es inhe­ren­te al mode­lo capi­ta­lis­ta de pro­duc­ción y este mode­lo debe ser deja­do atrás para esta­ble­cer una socie­dad jus­ta”, des­cri­ben los autores.

Por últi­mo, Robeyns y Kramm iden­ti­fi­can los argu­men­tos desa­rro­lla­dos por el eco­no­mis­ta inglés John May­nard Key­nes, quien dis­tin­gue dos tipos de nece­si­da­des en las per­so­nas: abso­lu­tas y rela­ti­vas. Según Key­nes, el pri­mer tipo de nece­si­da­des, que tie­nen que ver con deman­das indi­vi­dua­les físi­cas o bie­nes, pue­den ser satis­fe­chas. El pro­ble­ma está en las segun­das, “pues dado que impli­can una com­pe­ten­cia con otros, la supe­rio­ri­dad nun­ca se alcan­za”. En el caso de Key­nes, dicen los auto­res, con­si­de­ra rele­van­te esta­ble­cer lími­tes al com­por­ta­mien­to “com­pe­ti­ti­vo de las per­so­nas”, como una con­di­ción nece­sa­ria para una vida “sabia y prudente”.

  1. La fala­cia de los fines y medios: Pla­tón y Aristóteles/​Marx y Engels/​John May­nard Keynes

Ade­más de la insa­cia­bi­li­dad, Robeyns y Kramm iden­ti­fi­can un segun­do argu­men­to usa­do para defen­der la idea del limi­ta­ria­nis­mo. De acuer­do a este, “los indi­vi­duos tie­nen la ten­den­cia a jus­ti­fi­car la pro­duc­ción de dine­ro como un fin en sí mis­ma, aun cuan­do no debe ser más que un medio para con­se­guir otra cosa. Esta fala­cia moral pue­de lle­var a las per­so­nas a adop­tar con­cep­tos erró­neos de lo bueno”, dicen los auto­res. Cons­ta­tan que estas refle­xio­nes están pre­sen­tes en escri­tos de Pla­tón, Aris­tó­te­les, Key­nes y Marx y Engels.

En La Repú­bli­ca de Pla­tón, dicen los auto­res, “la fala­cia de los medios y fines es intro­du­ci­da en el con­tex­to de una dis­cu­sión de las artes médi­cas. De acuer­do al Sócra­tes de Pla­tón, no es apro­pia­do para un arte bus­car la ven­ta­ja más allá de su obje­ti­vo (Pla­tón, 1997b, 342b). Así, si el obje­to de la Medi­ci­na es la salud del cuer­po, el fisia­tra actúa mal cuan­do, en lugar de cui­dar a su pacien­te, se preo­cu­pa de hacer dinero”.

Aris­tó­te­les abor­da este tema en Éti­ca para Nicó­ma­co y en su Polí­ti­ca. Aris­tó­te­les, según los auto­res, plan­tea que “para que una fami­lia flo­rez­ca, el due­ño de hogar debe dejar en cla­ro que hacer dine­ro es un medio para un fin. De acuer­do a Aris­tó­te­les, el nego­cio de acu­mu­lar rique­za por el solo hecho de hacer­lo pue­de tener un efec­to corro­si­vo en otras actividades”.

En el ensa­yo “Posi­bi­li­da­des eco­nó­mi­cas de nues­tros nie­tos” (1928), Key­nes, en la mis­ma línea que Aris­tó­te­les “dis­tin­gue entre el ‘amor al dine­ro como una pose­sión’ y ‘el amor al dine­ro como un medio de dis­fru­tar los pla­ce­res de la vida” (Key­nes, 2008, pp. 23 – 24), expli­can los autores.

En el “Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta”, Marx y Engels entre­gan su pro­pia ver­sión de la fala­cia de medios y fines, expli­can los auto­res. En este caso, se plan­tea que “la acu­mu­la­ción de capi­tal” debe ser un medio para “sus­ten­tar la vida de la cla­se trabajadora”.

“En resu­men ‑con­clu­yen los auto­res- pode­mos decir que Pla­tón, Aris­tó­te­les y Key­nes sitúan su argu­men­ta­ción en el aspec­to intrín­se­co del limi­ta­ria­nis­mo. Trans­for­mar los medios en fines pue­de hacer que actue­mos mal (Pla­tón), limi­te­mos el flo­re­ci­mien­to de las per­so­nas (Aris­tó­te­les) o pon­ga­mos lími­tes al dis­fru­te indi­vi­dual de las cosas” (Key­nes).

  1. Umbra­les míni­mos y máxi­mos: Pla­tón, Aris­tó­te­les, Tomás de Aquino, Loc­ke, Adam Smith y John Stuart Mill

Un ter­cer argu­men­to que sus­ten­ta­ría la posi­ción del limi­ta­ria­nis­mo en la his­to­ria de la filo­so­fía se encuen­tra en la dis­tin­ción entre nece­si­da­des y exce­sos, y la impor­tan­cia de esta­ble­cer “umbra­les” míni­mos y máximos.

“En tér­mi­nos gene­ra­les, esta mira­da plan­tea un míni­mo a par­tir del cual todos los miem­bros de la socie­dad deben cre­cer (nece­si­da­des) y tam­bién con­si­de­ra un lími­te máxi­mo por sobre el cual la pro­pie­dad indi­vi­dual debe redis­tri­buir­se de una u otra mane­ra (exce­sos)”, expli­can los autores.

“Mien­tras el umbral míni­mo es defi­ni­do en tér­mi­nos de los medios nece­sa­rios para la super­vi­ven­cia del indi­vi­duo, su hogar y su fami­lia, en tér­mi­nos de ali­men­to, ves­ti­men­ta y habi­ta­ción, hay for­mas diver­sas de deter­mi­nar el umbral máxi­mo”, expli­can Robeyns y Kramm.

Entre los dos umbra­les, los pen­sa­do­res ana­li­za­dos pro­po­nen dis­tin­tas medi­das para com­ba­tir la bre­cha entre ricos y pobres. Pla­tón reco­mien­da un dise­ño espe­cí­fi­co para la socie­dad en com­bi­na­ción con regu­la­cio­nes lega­les. Aris­tó­te­les sugie­re res­trin­gir las acti­vi­da­des eco­nó­mi­cas dañi­nas. Tomás de Aquino pro­po­ne lími­tes en el mar­co de la cari­dad volun­ta­ria y obli­ga­to­ria. Loc­ke, al igual que Tomás de Aquino, ve la cari­dad como una alter­na­ti­va, pero com­ple­men­ta esa mira­da con una dis­cu­sión sobre los dere­chos de los indi­vi­duos. Adam Smith y John Stuart Mill pro­po­nen la gene­ra­ción de impues­tos como una medi­da ade­cua­da de redistribución.

“En con­clu­sión, pode­mos dis­tin­guir entre aque­llos pen­sa­do­res que plan­tean dise­ños de socie­dad deter­mi­na­dos (por ejem­plo Pla­tón y Aris­tó­te­les) y otros que no tocan este tema y fun­da­men­tal­men­te pro­po­nen herra­mien­tas de redis­tri­bu­ción, como Tomás de Aquino, Smith y Mill”, plan­tean Robeyns y Kramm.

Nota:

1. En el estu­dio se les pre­gun­tó a los holan­de­ses qué con­si­de­ra­ban extre­ma rique­za. Un 67% estu­vo de acuer­do en que una fami­lia que tie­ne una casa gran­de con pis­ci­na pri­va­da, dos autos de lujo, otra pro­pie­dad en el sur Fran­cia y 500 mil euros (alde­dor de 450 millo­nes de pesos) en bie­nes (pro­pie­da­des, inver­sio­nes), está por sobre la línea de la riqueza.

Fuen­te: www​.sin​per​mi​so​.info

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