Por Manex Gurrutxaga, Resumen Latinoamericano, 21 julio de 2020.
Una vez tranquilizado el ambiente post-electoral, podemos analizar más detenidamente y con una perspectiva más general los resultados. En este artículo nos fijaremos sobre todo en los partidos de oposición y de izquierdas principales. Trataremos cuestiones como la caída de Podemos, la relativa subida de EH Bildu y su Podemización, los límites del populismo de izquierdas, el carácter de clase de la abstención y la apuesta de los comunistas.
A primera vista, queda claro cuál es el resultado general: la suma de escaños entre PNV y PSE da mayoría absoluta y es probable que formen un gobierno de coalición para la próxima legislatura. Esta posibilidad ha quedado más en evidencia, a raíz del censo electoral de residentes-ausentes (CERA) y de los errores de transcripción de dos mesas electorales en Bilbao, después de que EH Bildu perdiera el décimo quinto escaño en favor de PP‑C’s. De ahí que la suma de escaños entre EH Bildu, Elkarrekin Podemos y PSE no reúna los necesario para tener la mayoría absoluta. Fijándonos en el ala izquierda, podríamos decir que el principal perdedor –respecto a las elecciones de 2016– ha sido Elkarrekin Podemos (86 mil votos menos) y que el que más ha crecido ha sido EH Bildu (24 mil votos más). El PSE, sin embargo, se mantiene en cifras similares (4 mil votos menos).
Parece que los años en auge de Podemos son agua pasada. En cuanto a los resultados electorales, 2015 fue el mejor año de este partido que a su vez se ha convertido en el representante del populismo español. Por ejemplo, en las Elecciones Generales a Cortes Españolas celebradas en diciembre de ese año, Podemos fue la primera fuerza en Cataluña y en la Comunidad Autónoma Vasca. En las pasadas elecciones vascas obtuvo 315 mil votos (26 %) y en Navarra fue la segunda fuerza con 81 mil votos (23 %), 21 mil menos que PP-UPN (primera fuerza) y 26 mil más que el PSN (tercera fuerza). Teniendo en cuenta que en 2014 se presentó por primera vez a las elecciones, no sólo despertó grandes expectativas, sino que se convirtió en uno de los nuevos referentes del populismo de izquierda europeo, ya que la posibilidad de ganar las Elecciones Generales parecía posible. Pero el Podemos actual, según muchos de los que participaron en su fundación y en sus primeros años de andadura, no tiene nada que ver con el original: se ha acomodado en el lugar político de la izquierda clásica española.
El otro partido del ala izquierda el partido que ha ascendido es EH Bildu. Sin embargo, el ascenso debe ser observado con cautela, ya que cuando se analizan partidos institucionales es imprescindible saber distinguir entre propaganda electoralista y los datos reales. En este sentido, afirmaciones como «cada vez somos más» y «los mejores resultados de la historia» de EH Bildu son perfectamente cuestionables. Tomemos un segundo para ver qué manifiestan los datos: los mejores resultados de EH Bildu en las elecciones del Parlamento Vasco fueron en sus primeras elecciones (año 2012). Obtuvo 277 mil votos y 21 escaños. Sin embargo, con 248 mil votos de 2020, se puede decir que EH Bildu ha perdido más de 29 mil votos en 8 años. Además, en lo que va de año, la abstención ha aumentado, lo que le ha permitido mantener los 21 escaños obtenidos en 2012.
De la misma manera, también podríamos echar la mirada más atrás aún de dicho año, aunque no sacáramos conclusiones tan contundentes. En las elecciones al Parlamento Vasco de 1986, entre Herri Batasuna y Eusko Alkartasuna obtuvieron 381 mil votos, frente a los 271 mil de 1994. En 1998, la coalición Euskal Herritarrok y Eusko Alkartasuna sumaron 333 mil votos. Estos resultados se quedan lejos de los 248 mil votos de EH Bildu de este año, y también es sabido que no podemos deducir automáticamente que EH sea la inferencia de la suma de HB y EA de entonces. Porque, entre otras razones, el programa político de HB incluía la amnistía y el socialismo, a diferencia del de EH Bildu. Sin embargo, en términos de datos y evolución, ¿podría decirse que EH Bildu ha fracasado como partido para crear mayorías? Por lo menos es evidente que teniendo en cuenta el ascenso cuatro años deducir que «cada vez somos más» es, al menos, problemático y discutible. Asimismo, los datos del PNV observados de una perspectiva más amplia, vemos que, en términos generales, lo sucedido a ellos no les supone un gran descenso. Cabe destacar que en las elecciones al Parlamento Vasco de 1994, por ejemplo, obtuvo los mismos datos que en 2020, concretamente 590 votos más que este año.
Antes de irme por la ramas mencionando la evolución histórica de los datos, recordemos lo resaltado hasta ahora sobre las pasadas elecciones: Podemos ha sido el gran perdedor y el ascenso de EH Bildu hay que entenderlo en su justa medida. Pero profundicemos más. Desde que Podemos meneó el panorama político institucional en 2014, los partidos de izquierdas institucionales, en general, han intentado aprender de Podemos, incluso se ha hablado de una podemización del panorama de izquierdas. En este sentido, en los últimos años y especialmente en esta campaña electoral ha estado muy presente el fenómeno mencionado, que podríamos denominarlo como tendencia al populismo de izquierdas sin eufemismos o atenuantes. Así, por ejemplo, EH Bildu ha tenido en los últimos años una tendencia clara hacia el populismo de izquierdas, y puede que en esta campaña electoral, con la previsible caída de Podemos, haya decidido ahondar en la política populista, a fin de obetener el máximo bocado. Prueba de ello es el escaso peso que EH Bildu ha dedicado en la campaña a la cuestión nacional en comparación con lo que se conoce como cuestión social.
Diría que EH Bildu ha querido coger tarde la ola del populismo, me da la sensación de que está intentando surfear cuando la ola ya ha roto. Los resultados de estas elecciones así lo sugieren. Dicho de otra manera, ha conseguido mejorar los resultados, pero no ha logrado captar el voto desmovilizado por Podemos. De hecho, Podemos ha perdido 86 mil votos y EH Bildu ha ganado 24 mil. Por lo tanto, lo que en su día consiguió movilizar a los populismos morados, ahora no lo ha conseguido movilizar el populismo verde. Y probablemente, a causa de la desmotivación muchos de esos miles de votos han optado por la abstención. Además, a nivel global y más concretamente en Europa, el populismo de izquierdas está en una tendencia decreciente, y un claro ejemplo de ello es Grecia, que tras la llegada de Tsipras de Syriza al Gobierno en 2015, perdió el Gobierno con un duro golpe en las elecciones de 2019. En el Reino Unido la tendencia también es descendiente: el Partido Laborista de Jeremy Corby perdió más de dos millones de votos el año pasado. Por último, en España la tendencia negativa de Podemos es notable . El ciclo europeo del populismo de izquierdas simbolizado por los movimientos de las plazas en Grecia y España puede darse por terminado, al menos en el caso de España. Igualmente, el populismo de la izquierda sudamericana tampoco está en un buen momento.
Aunque las experiencias que ha generado el populismo de izquierdas que ha abrazado EH Bildu en los últimos más de diez años hayan tenido diferentes fuerzas y momentos, hoy en día es evidente que las expresiones políticas de estos movimientos constituyen el ala izquierda de los estados burgueses. Obtienen más o menos votos para poder sacar adelante coaliciones, acuerdos o reformas, pero se han limitado básicamente a eso, a intentar aplicar al Gobierno algunas medidas de izquierdas. El populismo no tiene proyecto más allá del capitalismo y aunque se creara con el objetivo de superar el bloqueo político de los estados capitalistas, ha pasado a formar parte del bloqueo.
Por lo tanto, la izquierda que se presenta como alternativa a la política del PNV, se distingue entre populistas morados y populistas verdes. Además, ambos son nacionalistas: nacionalismo del opresor estado-nación español o nacionalismo de la oprimida nación vasca, pero nacionalismo. Esa también es una de las características básicas del populismo. Es decir, según esas tesis políticas la lucha hay que articularla frente a las élites, las oligarquías y las multinacionales, y el modelo de gobernanza al que hay que enfrentarse es el neoliberalismo. De este modo, la apuesta política del populismo es la soberanía de los estados-nación, un estado de bienestar para la clase media acomodada que se mantiene gracias a la explotación del proletariado. Nacionalistas, por tanto, porque reducen la comprensión de la política a los parámetros de los Estados-nación y a su defensa. Viven de la nostalgia del retorno de los estados-nación fuertes y actúan en su defensa como supuesta garantía de la democracia frente al poder de los organismos e instituciones supranacionales. Hace tiempo que la política del movimiento obrero ha demostrado la impotencia del nacionalismo y la necesidad del internacionalismo, ya que sólo se puede hacer frente al enemigo que se organiza internacionalmente organizándose también internacionalmente.
Aunque los populistas hayan persistido en su práctica, a fin de cuentas han ido perdiendo apoyo. En los últimos años ha aumentado la abstención, de modo que el desapego del proletariado hacia el Estado burgués y sus aparatos supone ser una realidad cada vez más clara. La abstención en las recientes elecciones al Parlamento Vasco ha sido del 47 %: 810 mil personas mayores de 18 años se han negado a votar. Los siguientes datos evidencian la relación entre la posición de clase y el desapego hacia las elecciones y los partidos. Analicemos lo que nos sugieren.
En Bilbao, por ejemplo, los barrios con una renta media familiar más baja –según los datos de Eustat de 2017¬– son Iturrigorri-Peñascal (22.300 € anuales) y Otxarkoaga (22.682 € anuales), con una abstención del 66,04 % y 65,60 % respectivamente. Por ejemplo, en la décima sección del distrito censal (3 ) correspondiente a Otxarkoaga la abstención ha sido del 74,05 %. Por el contrario, en los barrios de Abando (73.632 €) e Indautxu (73.447 €,) que cuentan con una renta media familiar más alta en Bilbao, la abstención ha sido del 38,36 %. Por ejemplo, en la quinta sección del citado distrito censal (6), la abstención ha sido del 35,93 %, 30 puntos por debajo de la más alta de Otxarkoaga.
En otras ciudades y regiones la tendencia es similar. En Vitoria-Gasteiz, por ejemplo, en el casco histórico, que tiene la renta media familiar más baja (28.443 €), la abstención ha sido del 52,47 %. En la quinta sección de este distrito, la abstención también ha llegado al 61,62 %. Por el contrario, en el barrio de Mendizorrotza (98.541 €), que tiene la renta media familiar más alta, la abstención ha sido del 41,75 %. En el distrito electoral de participación más alta (34) ha sido del 36,90 %.
La hipótesis de que el desapego al sistema político democrático tiene carácter de clase parece, por tanto, sólida, aunque, por supuesto, convendría investigar en profundidad las realidades concretas para conocer hasta qué punto esto es así. Sin embargo, estos datos y la evolución de la abstención en estos últimos años indican que esto no se puede explicar únicamente a través de fenómenos y acontecimientos coyunturales. Es decir, que sólo el riesgo a enfermar, el buen tiempo o las vacaciones de verano no explican el aumento de la abstención ni el origen del fenómeno. Es necesario tomar una perspectiva más general y entender el desapego de una capa cada vez más amplia de la sociedad dentro del proceso de descomposición del Estado del bienestar, en deterioro de la calidad de vida de la clase media, y de la acumulación de miseria material y moral creciente por parte del proletariado. Los datos son evidentes: desde las elecciones de 2001, la abstención ha crecido progresivamente en las del Parlamento Vasco, superando este año todos los datos y marcando un nuevo récord.
Además, la tendencia ascendiente se da más entre la juventud. La mayor parte de la juventud actual ha vivido en un periodo de crisis constante e impulsada sobre todo por la incertidumbre que supone la crisis y la precarización de las condiciones de vida, por eso, el desapego a la participación política burguesa ha crecido entre los jóvenes proletarios. El ala izquierda de los partidos institucionales está en alza, pero existe una gran falta de responsabilidad a la hora de analizar el fenómeno de la abstención y especialmente en el caso de los jóvenes. Así, estas formaciones de izquierda, al preguntarse por qué una amplia mayoría de la sociedad no apoya su opción política, en lugar de atender a razones estructurales y hacer autocrítica de su actuación política, la tendencia suele ser infantilizar y criminalizar a quien ha optado por la abstención. Es decir, se impone la tendencia a señalar que la abstención es una opción de los no sabios o sin conciencia, por lo que la abstención, o no participar en política, implica una irresponsabilidad hacia el futuro, según dicen. Es más, a menudo los reformistas los responsabilizan a los que se han abstenido de que VOX haya obtenido un escaño. Así, la reflexión sobre la abstención nunca implica una reflexión autocrítica sobre las debilidades organizativas ni del programa político, ya que puede reducirse a un problema que les concierne a los demás. La verdad es que cada vez son más los que apuestan por la abstención y no necesariamente por la «despolitización».
Para finalizar el texto y resumir y sintetizar lo expuesto hasta ahora, quiero subrayar las dos ideas siguientes: por un lado, hay una izquierda institucional que se ha empeñado en ganar las elecciones con las técnicas y políticas populistas, pero las condiciones económicas de una Europa en decadencia y que ha dejado de ser el centro del mundo sitúan al proyecto populista más cerca de un sueño utópico que de una apuesta seria. Porque, aunque en el mejor de los casos lograran llegar al gobierno, en este contexto histórico en concreto, la falta de poder real deja poco margen de maniobra. Que se lo digan a Tsipras o a Iglesias cuando Europa les mande nuevos recortes. Por otro lado, también hay quien sufre esa impotencia política en su propia piel. Es decir, una capa cada vez más amplia de una sociedad que, motivada por la progresiva pérdida de calidad de vida e impulsada por las falsas promesas de los partidos políticos, se sitúa fuera de la fiesta de la democracia.
Así, la apuesta política de los comunistas queda clara. En vez de insistir en el juego de votos que una gran parte de la sociedad no lo legitima por un Estado de bienestar que no volverá, no nos queda otra apuesta honesta que organizarnos por el socialismo en nombre de nuestra calidad de vida y de las generaciones venideras. Dicha apuesta no consiste en acumular cada vez más votos con discursos y propuestas adecuadas, sino en organizar el proletariado cada vez más desesperado para golpear el poder real del enemigo. Dicho sea de paso, también mediante las instituciones del enemigo.
Por lo tanto, aquel que quiera apostar por un mundo más allá del capitalismo, tendrá que preguntarse honestamente en qué proceso quiere volcar sus fuerzas: en alimentar la impotencia y el bloqueo político o en las manifestaciones organizativas de la clase obrera a favor del socialismo que están consiguiendo un cuerpo cada vez más fuerte.
FUENTES DE LOS DATOS
– Los datos sobre las elecciones han sido sacados de la base de datos del Gobierno Vasco: https://www.euskadi.eus/ab12aAREWar/
– Los datos sobre la renta: Eustat. Instituto Vasco de la Estadística. (2019). Renta familiar media de la C.A. de Euskadi por barrio de residencia de las capitales, según tipo de renta (euros). 2017. Link: https://www.eustat.eus/elementos/ele0006200/Renta_familiar_media_de_la_CA_de_Euskadi_por_barrio_de_residencia_de_las_capitales_segun_tipo_de_renta_euros/tbl0006266_c.html
fuente: Gedar