Por Carmen Parejo. Resumen Latinoamericano, 23 de julio de 2020.
En 1915, Lenin, en su artículo “La Consigna de los Estados Unidos de Europa” dejaba clara una premisa que se ha demostrado cierta a la luz de los hechos desde la creación de proyectos de unidad política y económica de las potencias europeas occidentales.
Así destacaba el líder bolchevique que “los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo son imposibles o son reaccionarios” y lo explicaba de la siguiente manera:
“Desde luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas europeos … ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común el socialismo en Europa, de defender juntos las colonias robadas contra el Japón y Norteamérica, cuyos intereses están muy lesionados por el actual reparto de las colonias, y que durante los últimos cincuenta años se han fortalecido de un modo inconmensurablemente más rápido que la Europa atrasada, monárquica, que ha empezado a pudrirse de vieja. En comparación con los Estados Unidos de América, Europa, en conjunto, representa un estancamiento económico. Sobre la actual base económica, es decir, con el capitalismo, los Estados Unidos de Europa significarían la organización de la reacción para detener el desarrollo más rápido d Norteamérica.”
Recordemos que en 1917 triunfaría la revolución socialista en el antiguo Imperio Ruso lo que daría paso a la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Del mismo modo tras la segunda guerra mundial y la derrota del nazifascismo en el centro europeo y en la República italiana, triunfaron otras revoluciones socialistas en distintos estados del este y del centro de Europa. En este contexto, destruidos por la devastación de la guerra y acorralados por el socialismo triunfante, las potencias imperialistas europeas adquieren una nueva relación de dependencia con los EEUU. Así la propia industrialización masiva de la República Federal Alemana se convierte en un arma más de la guerra fría y en un matrimonio forzoso entre la Alemania capitalista y la potencia estadounidense que pasa a ser hegemónica en su lado del telón de acero. Por lo que lejos de relajarse el contexto que presentaba Lenin, y que imposibilitaba el desarrollo no reaccionario de la consigna de los Estados Unidos de Europa, se agudizó en este devenir histórico. Al menos en el lado occidental del telón de acero.
Lucha de clases en Europa
En 1947 el presidente de los EEUU, Harry S. Truman, del Partido Demócrata, impone la Doctrina que lleva su nombre, esta doctrina abriría la puerta a la injerencia internacional bajo el discurso y la acción anticomunista. Es el inicio de la Guerra Fría. Entre las propuestas de este gabinete está la implementación del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa Occidental como una herramienta más para evitar la propagación del socialismo en el continente mediante un desarrollo industrial controlado y dependiente de las exportaciones de EEUU.
El 16 de Abril de 1948 se funda la OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica) con el fin de administrar las ayudas del Plan Marshall. Lo que crearía la primera estructura de cooperación económica para la Europa occidental capitalista y que sería el origen de la actual OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) conocida como el “club de los países ricos” que no obstante ha ido sumando economías dependientes a través de gobiernos marionetas en otras partes del mundo.
Esta unidad que no se puede comprender fuera del marco de la lucha anticomunista y del expansionismo estadounidense dará paso a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en la década de los 50. Una alianza que unirá en la paz y en la guerra a la República Federal Alemana, Francia, Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos. En 1957, con el Tratado de Roma, finalmente se constituye la Comunidad Económica Europea (CEE) o el “mercado común”, que facilita el fin de los derechos de aduana entre los países miembros.
En 1973, Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca entran en la CEE. Los siguientes en sumarse serán Grecia (1981) y España y Portugal en 1986, tras caer o adaptarse, como en el caso español, sus regímenes dictatoriales al modelo de democracia capitalista de la CEE.
En 1986 se firma el Acta Única Europea, tratado que constituye la base de un amplio programa de seis años, destinado a eliminar las trabas a la libre circulación de mercancías a través de las fronteras de la UE, y que da así origen al Mercado Único.
Y en 1995 se añadirían: Austria, Finlandia y Suecia. Conformando la Europa de los 15.
Paralelamente se refuerza la alianza del capitalismo europeo con EEUU a través de la Organización del Tratado Atlántico (OTAN) en abril de 1949, consolidándose así el bloque anticomunista con el que el gran capital europeo y estadounidense unieron fuerzas militares ante la Europa socialista, la URSS y cualquier nuevo proceso revolucionario que pudiese darse.
La primera acción conjunta de la OTAN se produce una vez caída la Unión Soviética y sirve para destruir el último reducto del socialismo europeo. Con el bombardeo de Kosovo, bajo premisas falsas, se consolida la destrucción de Yugoslavia y el inicio de un orden mundial unipolar donde EEUU reinará con bastante tranquilidad durante algunos años.
La década de los 90 es especialmente dramática para el continente europeo, a la guerra de Yugoslavia se le suma la destrucción y la venta en pedazos de los países del este, incluida Rusia, favoreciendo la aparición de oligarcas mafiosos y destruyendo a su población con cifras de devastación propias de una cruenta guerra. Aumentando la drogadicción, la prostitución y otros elementos de lumpenización social que referenciaron la imagen de la decadencia de un capitalismo que se imponía vengativo contra unos pueblos que una vez fueron libres. A su vez se produce el proceso de “reunificación” en Alemania que llevará al empobrecimiento del este, que será castigado por su experiencia socialista en beneficio de la zona occidental del país.
Vendiendo su victoria como concordia y transmitiendo al mundo la propaganda que ocultó que aquella caída del muro de Berlín no era más que el triunfo de los capitalistas contra el estado de los trabajadores de la República Democrática Alemana.
La CEE lo festeja con dos Tratados: el de Maastricht en 1992 y el de Ámsterdan en 1999. Para potenciar la capacidad expansionista de los grandes monopolios europeos en un mundo sin telón de acero se producen nuevas reconversiones y planes de cohesión que favorecen a las zonas económicas con un desarrollo más competitivo y a las grandes empresas y multinacionales. Así como la puesta en marcha del Banco Central Europeo para la gestión de la zona Euro.
27 socios en un proyecto de Mercado único entre países completamente desiguales
La UE nace y se fundamenta en la necesidad del capitalismo europeo de hacer una fuerza conjunta ante la pérdida de influencia de su economía y el éxito del socialismo en Europa, tal y como ya advertía Lenin en 1915. No obstante, a la situación de estancamiento económico se le sumó la debilidad en la que se encontraban tras la segunda guerra mundial, lo que forzó una alianza con los EEUU que aún hoy se mantiene vigente.
Las potencias de la UE se desarrollaron bajo el amparo de la rapiña colonial y de la expansión de sus capitales a través del imperialismo. En el nuevo contexto que se abre tras el fin de la guerra fría además se sirven de un nuevo proceso de rapiña interna a través de nuevas anexiones de los deteriorados países del este europeo tras la caída del socialismo. Sumando actualmente 27 socios a un proyecto de Mercado único entre países completamente desiguales. Una sola política fiscal y monetaria que da una clara ventaja a los países con una industria y un sistema financiero más sólido.
A su vez el aumento de los monopolios y la deslocalización productiva aumenta la precariedad laboral y el desempleo que además en los últimos años, tras la crisis económica, se verá reforzado por unas políticas de austeridad en el gasto social que ha llevado a una gran parte de la clase trabajadora europea ‑que incluye a los miles de migrantes, internos y externos, resultado de sus experimentos de saqueo y guerras en los países periféricos- a situaciones de extrema pobreza y falta de esperanzas.
Sin embargo, como sabemos, el imperialismo no tiene aliados, solo intereses. Lo que abre profundas fisuras en la Unión como la que provocará el Brexit, o la salida de Reino Unido consolidada el pasado 2019. Para comprender esta ruptura hay al menos dos elementos claves: el hastío social y la falta de cohesión política y en segundo lugar las propias contradicciones interimperialistas en un contexto de crisis económica y de ruptura de hegemonías por la aparición cada vez de una forma más evidente de un mundo multipolar que vuelve a romper las reglas del juego.
La participación porcentual en el PIB (actividad económica de la UE) de Alemania y Francia es del 42%, siendo estos dos países junto con otros como Holanda, los que más se benefician de la fuga interna de capital según diversos informes oficiales. Mientras que los países del sur de Europa se posicionan a la cola, debido a procesos de desindustrialización y a la especialización económica.
Los países del sur bien podrían haber sobrevivido creando un gran parque temático sobre los antiguos imperios del mediterráneo, a fin de cuenta se hicieron expertos en sobrevivir de las rentas del turismo para compensar una agricultura devaluada y una desindustrialización creciente. Sin embargo no hay que ser ingenuos de más y debemos asumir que en países como Grecia o el Estado Español tras múltiples privatizaciones se crean grandes monopolios que en el contexto de la UE han sabido jugar y juegan en el mercado imperialista. Tenemos como ejemplo casos como Telefónica, Unión Fenosa, Repsol o Endesa, creadas al amparo de las privatizaciones del sector público. Y en el sector financiero podríamos destacar el proceso de unificación de la banca pública orquestado por Felipe González que se llamó Argentaria y que solo dos años después iniciaría su proceso de privatización, fusionándose con el BBV en 1999 y dotando a este de capacidad competitiva en su sector. Todos estos procesos se desarrollan bajo el amparo y las exigencias de la propia Unión Europea para garantizar el éxito de su empresa.
En el caso de los países del este debemos destacar que sobreviven como socios de segunda, estratégicamente interesantes para la OTAN en su presión contra Rusia ‑de hecho muchos de ellos se integraron en la Alianza Atlántica como paso previo a la entrada en la UE- y con un aumento significativo de la extrema derecha debido a la insatisfacción provocada por estas alianzas que les vendieron como salvadoras pese a estar implicadas directa o indirectamente en la destrucción de sus países. Ante la criminalización del comunismo e incluso su persecución, con una izquierda débil, son estas fuerzas de extrema derecha que con un discurso populista de carácter nacionalista quienes están concentrando el apoyo de una clase trabajadora perdida y sin futuro.
Durante la crisis sanitaria por el Covid-19, a su vez, hemos visto que las dos potencias fundamentales de Europa parecían enfrentarse en tanto al modo de actuar que debía imponerse. Así Francia se alineaba con Italia y el Estado Español mientras que veíamos a Alemania más cerca de otros países como Holanda. De algún modo nos vendían este enfrentamiento como un problema de carácter ideológico donde Francia preponderaba la solidaridad entre los pueblos mientras que Alemania defendía la armonía económica. Una pugna aparentemente entre el “idealismo” y el “pragmatismo”.
Lo cierto es que ambas potencias tienen y han tenido intereses diferentes al respecto de la Unión Europea, sin embargo su pugna de poder también implica, al menos hasta el momento, sostener esta estructura para seguir beneficiándose de ella.
A modo de ejemplo de esta divergencia entre las dos potencias europeas, diversos analistas coinciden en que la principal ambición de Francia al respecto del Euro fue poner fin a la dependencia monetaria del dólar y de la hegemonía regional del marco alemán, y establecer una moneda de reserva global que pudiese enfrentase al dólar. La situación de Alemania era otra. Alemania es un país que se destaca por sus exportaciones lo que le provocaba una sobrevaluación de su moneda y por tanto el encarecimiento de sus exportaciones, lo que le llevaba a disminuir su mercado. En este contexto un mercado común y una moneda común ha garantizado a Alemania asegurar sus exportaciones garantizándose un mercado seguro en el propio territorio comunitario. A su vez ha aprovechado otros elementos como los salarios más bajos en otros países de la zona euro para el desarrollo de su industria etc
Aunque el plan alemán se muestra victorioso de una forma más evidente tampoco podemos olvidar que el Euro dentro del planteamiento francés no ha quedado tan mal parado aunque no haya conseguido su objetivo final debido a múltiples factores. En cualquier caso ninguno de los planteamientos tiene nada que ver con la Europa de los pueblos ni con la solidaridad.
Así las grandes crisis europeas, al margen del Brexit, como la crisis económica y el caso griego o la actual crisis del coronavirus se han tratado de resolver siempre en función de estos intereses y eso ayuda a explicar porqué la UE es incapaz de solucionar los problemas reales de los pueblos europeos. Simplemente no está en su naturaleza.
La crisis económica y sobre todo la crisis en Grecia fue un negocio rentable para estos propósitos y de nuevo la crisis del coronavirus volverá a serlo debido al aumento de la deuda de los países miembros, lo que reforzará, al menos en primera instancia, la dependencia dentro de la zona Euro que será la única manera de salvar la “asociación”.
“La solidaridad europea no existe. El único que puede ayudarnos es China”.
Aleksandar Vučić, presidente de la República Serbia, en marzo de este año denunciaba que Europa no había querido ayudar a su país en medio la crisis sanitaria que está azotando al mundo. Del mismo modo destacó que solo China había respondido inmediatamente a su solicitud aportándoles esa ayuda. Igualmente esto ocurrió con Italia a la que además de la ayuda china se le sumó la ayuda de los médicos brigadistas cubanos. Unos médicos que ya habían colaborado para erradicar el ébola en países africanos o que han acudido a países agredidos como Siria para ofrecer de nuevo su ayuda solidaria.
Estos meses también hemos visto cómo los socios de la UE se robaban material sanitario y que las propuestas de ayuda como los coronabonos vendrán cómo suelen venir con paquetes imposibles de llevar a cabo como medidas impositivas. De nuevo todo esto no nos debe extrañar ya que no está en la naturaleza de quién pese a llevar décadas envuelto en una propaganda sobre unos Estados Unidos Europeos solidarios se siguen llamando “socios” y no “hermanos”, “compatriotas” o “compañeros”.
Debemos recordar que ante la crisis griega, el gobierno de Tsipras también recibió una oferta en esta caso de Rusia para enfrentar el chantaje que le estaban haciendo sus socios.
Recordemos que el pueblo griego dijo “no” a la UE y recordemos también como ese gobierno de la “nueva política” que vino a sustituir a esa izquierda revolucionaria europea ‑que daba tanto miedo que tuvieron que crear mil estructuras, incluida la CEE, para derrotarla- traicionó a su pueblo y actualmente gobierna de nuevo la derecha en Grecia.
Ha llegado el momento de que la izquierda revolucionaria y principalmente el Movimiento Comunista de los pueblos europeos, se reorganice, recuerde su historia y coja el testigo de la lucha contra el proyecto imperialista de la UE.
Es en este momento, cuando un mundo multipolar se abre paso y el imperialismo ‑también el europeo- se ve debilitado, cuando debemos recordar que la Unión Europea es hija de la lucha de clases y de la reacción contra el éxito del socialismo en Europa. Al imperialismo se le debe empezar a combatir desde casa.
Además sufrimos el riesgo de permitir una mayor polarización política al amparo de la situación desesperada a la que se está llevando a la clase trabajadora europea, un resurgir del fascismo que ante la ausencia de una izquierda combativa sea capaz de capitalizar este descontento hacia sus posiciones reaccionarias.
* Fuente: La Comuna
(Este artículo fue publicado originalmente en el número de junio de 2020 de la Revista mensual Arketa del periódico Gedar de Euskal Herria.
Tras el último acuerdo llevado a cabo por los socios de la Unión Europea lo expresado sigue manteniendo total vigencia a la espera de un estudio más detallado sobre el nuevo acuerdo y sus consecuencias).