Katherine Cepeda /Resumen Latinoamericano, 12 de julio de 2020
Soy Katherine Marie Cepeda Rivera, para muchas #kathylanegraesa. Les presento una serie de escritos que articulan desde lo puertorriqueño el discrimen a las negras en el contexto de la isla. Esta serie de escritos se acompaña con una serie de conversaciones que he articulado desde mi página de personal en Facebook “Kathy La Negra Esa”, junto a un conjunto sólido de personas evidentemente negras, activistas, religiosas, deportistas, modelos/es, en fin, gente común que habla sobre la discriminación hacia las personas negras de Puerto Rico, “desde lo personal”.
Definición: “Ontología barrial negra de Puerto Rico” se refiere a la presentación verbatim de las ideas sobre “lo negro”, la discriminación hacia “lo negro” y la vivencia de las negras en Puerto Rico, desde la perspectiva de la gente negra de los barrios de Puerto Rico. Esta ontología barrial negra se manifestará en su discurso original, con toda la “chavacanería, cafrería y palabras soeces” que implica visibilizar el lenguaje coloquial que se utiliza en la calle. Entiendo que, sólo conversando desde lo personal, la puertorriqueña podrá generar un lenguaje criollo común y descriptivo de la dinámica “racista” en el contexto del país. Me doy el permiso de hablar desde mis posturas como mujer evidentemente negra, loiceña, criada en una casa de madera sin luz o agua potable (con todo lo ilógica que esta imagen precaria pudiera resultar para el privilegio de muchas. Desde este poder que me otorgo, me dedicaré a proponer este nuevo lenguaje descriptivo, desde mi voz y las voces de mis iguales (que evidentemente NO son, pero pudieran ser también, tokens académicas, tokens empresarias, o cualquier otro tipo de token, y tampoco personas que cuentan con ratificaciones sociales o académicas que baqueen sus opiniones).
Parto de la premisa de que continuar utilizando el lenguaje “afroestadounidense”, como si fuera un lenguaje universal para describir las dinámicas de discrimen hacia “lo negro”, implica degradar la capacidad criolla de generar un lenguaje propio del devenir histórico de las negras en Puerto Rico y sus dinámicas dentro de la isla. “Yes we can”, me doy el permiso de ser una pensadora filosófica y no una máquina procesadora de discursos prefabricados.
Les doy un spoiler del masacote que viene por ahí. Parto de la premisa de que hablar de “racismo” a una puertorriqueña es el papelón más cabrón que uno puede hacer. Porque no estamos listas hablar de algo que hacemos constantemente, y quizá las gringas negras lo tienen más fácil de articular que nosotras. Las gringas viven en una dinámica en la que su contraparte es evidente, está al otro lado de la moneda y puede ser representante de un absoluto de “todo opresor” caucásico. Nosotras no tenemos la suerte discursiva de estar situadas en un campo tan binario o entre opuestos. Nosotras somos simultánea y constantemente oprimidas y opresoras raciales. Podemos ser la más oscura de la casa y la más clara en el contexto laboral. Esto causa que nuestros niveles de privilegio sean líquidos y que nuestras experiencias discriminatorias sean líquidas también. Pa’ joder, nuestro desarrollo histórico no se da en una convivencia constante con el “caucásico”. Tampoco podemos decir que “la negrita” en P fucking R tiene una cultura distinta a la del “#boriblanquito”. Definitivamente, el lenguaje gringo no nos es suficiente para ejemplificar nuestra dinámica. Decirle a alguien que es participante de las agresiones, acusar a alguien, siempre es ponerla en una posición donde tiene que excusarse y defenderse. Y es así como se vive el “racismo” en Puerto Rico. En un baile de microagresiones y excusas que salen de la verdad absoluta de que, en algún momento todas hemos sido la “negrita” (aunque no nos identifiquemos como negras). Si bien, al mismo tiempo, vivimos en un país donde nadie puede calificarse en términos “caucásicos” como blanca.
En P fuking R todas somos agresoras raciales que tenemos la obligación de rendir cuentas sobre nuestro comportamiento cotidiano y hacer reparaciones al respecto. Y muchas hemos sido víctimas de la discriminación a partir de la idea nefasta que se ha construido sobre “lo negro”.
Hay otras nociones que estaremos trabajando en esta colaboración que no se alejan del tema de la discriminación hacia “lo negro” en absoluto. La brega de ser todas colonizadas nos hace pensar que quizá siempre hay un modelo extranjero que puede ayudarnos a resolver nuestros problemas, mejor que consultar la experiencia de nuestras compañeras de isla. También la idea jerárquica e institucional que nos hace pensar que las personas académicas son las que mejor pueden hablar del problema “racial” en Puerto Rico. ¿Pero cuántas evidentemente negras hay en la Universidad de Puerto Rico? Si solo los académicos pueden hablar y definir lo “negro”, entonces son los #boriblanquitos quienes tienen derecho legítimo y meritorio de definirnos. “Son ellos los que lo estudian, son ellos los que saben cómo es que eso es, son ellos los que pueden explicarlo mejor”.
La historia nos golpea en la cara para mostrarnos que, en vez de ser los académicos una fuente clara para entender lo cotidiano, más bien son máquinas de citar “pensadores” validados por esa misma estructura. En términos del tema “racial”, muchos ven un asunto resuelto con el esfuerzo de identificar y citar africanos, afroestadounidenses, afrolatinoamericanos y cualquier escritor puertorriqueño que se haya empapado bien de la literatura “afroextranjera”, pero pocas veces “afrocriolla”. Que tengamos escritos colmados de citas sobre lo que otros grupos culturales entienden es su experiencia y cómo resolver sus condiciones sociopolíticas criollas no necesariamente significa que hemos articulado el problema de Puerto Rico ¿Qué es “lo negro” para las negras de Puerto Rico? o ¿Cómo se da la dinámica “racial” en Puerto Rico?
Me parece que una también debe escuchar y citar la gente de la calle para crear un lenguaje puertorriqueño que describa cómo en Puerto Rico se da la discriminación “racial”. Y aunque la academia diga que no, debemos continuar usando las palabras “que nos lega el amo” porque son bien explícitas en cuanto a cómo es que se entretejen en Puerto Rico las dinámicas “raciales” (ejemplo: trigueña, mulata, india, jabá, etc.). Ésto será lo mejor, hasta el momento en que articulemos un nuevo lenguaje para sustituirlas. Voy hacer el ejercicio de mostrarles qué pasa cuando una se dispone a pensar en vez de citar, y acomodar el pensamiento propio alrededor las citas. También qué pasa cuando una no filtra lo que escucha en una jerarquía de valoraciones basada en el título y la cantidad de publicaciones de quien lo dijo.
Cuando una sabe que dentro de la categoría de la negra están las cargas de la presunción de la baja o ninguna escolaridad, de la ignorancia inherente, de la pobreza inherente, de la falta de mérito inherente, de la cafrería inherente, de la violencia inherente, una tiene que mostrar qué es “lo negro”, mostrando a la negra. Entre negras también creemos estas cosas y las dinámicas de poder entre nosotras parten de todos estos “inherentes”. La práctica de silenciar, por medio de la falta de mención de nuestros “compañeras de lucha”, de señalarlas como “negras violentas”, de invalidar su ira cuando de “racismo” se trata, también nos la hacemos entre negras. Porque estas dinámicas no son lineales en la isla ni en el resto del mundo.
En esta jornada de escritos, articularé y desarticularé lo que nos corresponde y lo que no nos corresponde supuestamente. Voy a hablar en términos del afroestadounidenses solo para compararle con los términos de las negras en Puerto Rico. Sacaré de la tumba escritos criollos importantísimos sobre la discriminación en el contexto del país. Y lo más importante, citaré a mis vecinas del barrio Torrecilla Baja en Loíza, a mi papá, a mis amigas de Facebook, a cantantes de reggaetón, a cientos de lives independientes que están generado conversaciones tanto acertadas como desacertadas. Hablaré desde mi punto de vista como una mujer negra que a penas y se asoma a los 30 años en la prángana económica del país.
Me otorgo y le otorgo a toda mi comunidad el mérito requerido para que sus palabras valgan, y quien no me quiera leer que escoja otro performance que le haga sentir que toda la mentira burocrática sistemática de los “esfuerzos” personales que dan frutos, a pesar cualquier condición personal sociopolítica, es verdad.
Yo y las de abajo, que tampoco tienen títulos, definiremos para nosotras mismas qué es ser negra en Puerto Rico, cómo se vive la negritud en Puerto Rico, qué leyes hacen falta en Puerto Rico, que significaría visibilidad para las negras aquí y un sin número de cosas más que no le toca al privilegio definir por nosotras.
También, utilizaré el pronombre femenino para referirme a todos, todas y todes las personas humanas. Haré excepciones políticas para acentuar los escenarios donde, aún hoy, los hombres cis predominan.
Mira y aprende. Siéntate y cállate. Porque no, leer a una docena de pensadores sobre un tema no te hace la figura política legítima para definirle la existencia a las demás. Y aunque sé que estoy como cucaracha en baile de gallinas, escribiendo en un foro donde abundan los que tienen estas mañas, también soy de las que piensa que algunos “niños” hay que darle una buena bofetá antes de que sea demasiado tarde.
FUENTE: 80 Grados