Unos 19
millones de ciudadanos sirios con derecho a voto escogerán este domingo entre más
de 2 100 candidatos a los 250 diputados integrantes del Parlamento, para un
período de cuatro años.
El sufragio
revela la fortaleza del país y sus instituciones, a pesar de la agresión
militar y económica impuesta por Estados Unidos y sus aliados para derrocar al
presidente Bashar al Assad.
Tras casi
nueve años de guerra, el gobierno sirio controla más del 70 por ciento del
territorio nacional, incluyendo la capital Damasco, después de cosechar
numerosas victorias contra yihadistas y rebeldes, con el decisivo apoyo de
Rusia, pedido formalmente en septiembre de 2017, y la solidaridad de Irán y el
Movimiento libanés Hezbolá.
La elección
ha sido garantizada en todos sus detalles, aún en medio de la peor crisis
económica que atraviesa la nación árabe, agravada por las asfixiantes sanciones
económicas impuestas por el presidente Donald Trump, precisamente para evitar
el despegue de la reconstrucción nacional.
Según
anunció el Comité Judicial Electoral Supremo, los votantes tendrán a su
disposición 7 313 colegios electorales donde podrán ejercer el sufragio, una
decisión personal y voluntaria, que en dos consultas anteriores movilizaron a
más del 70 por ciento de los hombres y mujeres con derecho al voto.
Porque si
algo ocultan la prensa de las potencias que orquestaron la llamada «primavera
árabe» es que Siria es uno de los pocos países de Oriente Medio con un estado
laico, con un gobierno basado en una constitución, desde de la Independencia en
la década de 1940 y, más aún, después de la llegada al poder del gobernante
Partido del Renacimiento Socialista Árabe (BAAZ), en 1963.
En sentido
contrario, lo que se presentó de manera interesada en Occidente como una
llamada «revuelta popular», encaminada la democratización, terminó siendo la
proliferación de grupos de terroristas y extremistas, como Al Nusra, sucesor de
Al Qaeda o el DAESH, que pretendió implantar un emirato islámico sunita en
Siria e Iraq.
A finales de
marzo de 2011, cuando sectores opositores concertados con Washington iniciaron
la subversión en la sureña ciudad de Deraa, el gobierno del presidente Assad se
apresuró a resolver los reclamos populares, con un plan de reformas económicas,
administrativas y de la Constitución.
Y poco
después, precisamente en las elecciones parlamentarias de 2012, por primera vez
entraron en vigor nuevas decisiones de apertura política, para darles más
representatividad.
NUEVA
CONSTITUCIÓN FORTALECE LEGITIMIDAD DE ASSAD
En 2012, en
pleno apogeo de la agresión externa, con la entrada de miles de mercenarios a
través de las fronteras de Turquía, Iraq y Jordania que extendían su influencia
y control territorial mediante el terror, el gobierno sirio organizó un
referéndum que aprobó una nueva Constitución multipartidista y determinaba las
elecciones presidenciales directas y con más de un candidato.
Sin embargo,
los presuntos líderes de una miríada de grupúsculos radicados en el exterior y
las bandas armadas, desestimaron el referéndum y la nueva constitución como
«fraudulenta» y el referéndum, que abría oportunidades para una salida
política.
El
Presidente al-Assad había sido elegido en referéndums sin participación de
partidos opositores en 2000 y 2007, como candidato del Partido Baaz Árabe
Socialista.
Tras la
aprobación de la nueva Constitución, en la que tomaron parte otros dos contendientes
opositores, el 3 de junio de 2014 el presidente Bashar al-Assad obtuvo un
tercer mandato de siete años con el 88,7 por cien to de los votos.
Fortalecido
por el mayoritario sufragio popular, a pesar del difícil entorno del momento,
el joven mandatario fue juramentado el 16 de julio de 2014, para su tercer
período que vence el año próximo.
Agencia
siria SANA Sana, [20.07.20 10:41] El proceso de democratización política
propició una mayor legitimidad a las siguientes elecciones parlamentarias,
realizadas en abril de 2016, cinco años después del inicio de la guerra y de la
expansión del control territorial de los terroristas.
Los comicios
se realizaron el mismo día en que estaba previsto el inicio de la tercera ronda
de las conversaciones de paz de Ginebra, auspiciadas por Naciones Unidas.
Los rebeldes
sirios y los partidos de oposición se negaron a asistir a la conferencia a
menos que al-Asaad fuese removido del poder y se le prohibiera cualquier
posición de liderazgo en el futuro. Las conversaciones de paz fracasaron antes
de empezar, porque lo que estaba destinado a ser una negociación se convirtió
en un ultimátum.
Las
parlamentarias se efectuaron en todas las áreas bajo el dominio del Gobierno,
menos las norteñas Al Raqa e Idlib, entonces dominadas por el grupo yihadista
Estado Islámico (EI) y el Frente al Nusra —antigua denominación de la exfilial
siria de Al Qaeda — , respectivamente.
En aquella
ocasión se presentaron 3 450 candidatos al Legislativo y el partido Baaz de
al-Asaad y sus aliados obtuvieron la mayoría de los 250 escaños que integran la
Asamblea Nacional.
En una
valoración de los resultados al-Asaad destacó que «el terrorismo ha destruido
la infraestructura y ha hecho correr mucha sangre. Sin embargo, no ha logrado
su objetivo: la destrucción de la infraestructura principal de Siria que es la
identidad nacional».
Entre las
expresiones de apoyo destacó la del Patriarca de Antioquía de la iglesia
ortodoxa siria, Ignacio Aphrem II Karim, quien dijo que «la victoria electoral
de al-Ásad era una victoria para todos los ciudadanos sirios honestos».
DOMINGO
ELECTORAL MUY DISTINTO
Las elecciones
parlamentarias de este domingo debieron realizarse en abril, pero fueron
aplazadas debido a las restricciones impuestas por la pandemia de la Covid-19.
La
convocatoria reserva 127 de los 250 escaños en juego a los trabajadores y
agricultores, mientras que los otros 123 asientos se repartirán entre el resto
de representantes, que serán escogidos en 15 circunscripciones electorales.
Este año,
las elecciones se celebrarán en medio de la ofensiva que desde hace casi un año
desarrollan las tropas leales a Al Asad en Idlib, el último bastión opositor y
prácticamente dominada por el Organismo de Liberación del Levante, una alianza
islamista en la que está incluida la exfilial siria de Al Qaeda.
Por otro
lado, tras invadir el país en marzo último, Turquía controla una gran franja
fronteriza en el noreste sirio, en tanto las milicias kurdas, apoyadas por
Estados Unidos, todavía ejercen control en el este del país, muy rico en
petróleo, hidrocarburo que roban y exportan ilegalmente para financiar sus
operaciones.
La batalla
por la independencia total continúa, en medio de las nuevas sanciones impuestas
por Estados Unidos para frustrar la reconstrucción, pero cada nuevo ejercicio
de la voluntad popular acerca la derrota final de los ocupantes y refuerza la
legitimidad del presidente al-Assad.
Por Leonel Nadal
Fuente:
Juventud Rebelde
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