Por Manuel Justo Gaggero*, Resumen Latinoamericano, 2 de agosto de 2020.
foto: Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña
Con esta frase, pronunciada entre sollozos, me recibió Alba aquella noche del 31 de julio de 1974 cuando regresé al departamento que habitábamos en la calle Uriarte. Acababa de ver en la televisión que Rodolfo Ortega Peña había sido asesinado en pleno centro de la ciudad y que su pareja Helena Villagra fue herida. Fue un golpe muy duro ya que en los últimos años nos sentíamos muy hermanados con este claro exponente de las generaciones del 60 y del 70. Recordé que la noche anterior me encontré a cenar con él, su compañera, Alicia Eguren y el responsable de las relaciones con los partidos democráticos del PRT-ERP Carlos German “el Negro Mauro”. Lo hicimos en una parrilla ubicada en la calle Montevideo entre Sarmiento y Corrientes.
Al comenzar la velada analizamos el particular escenario que se abría a partir de la muerte del “General” el pasado 1° de julio. La llegada de Isabel Martínez de Perón a la presidencia y las claras decisiones anteriores que restringían la libertad de expresión como fueron la clausura del diario “El Mundo “ el 14 de marzo, y de las revistas “Militancia” y “El Descamisado“, en junio, presagiaban un futuro obscuro. Sin duda que coincidíamos en que se estrechaban los límites de la frágil democracia y que se ampliaba la represión legal e ilegal al movimiento popular y revolucionario. Por ello resultaba correcto el llamado que hacíamos de conformar un Frente Antifascista como lo propusimos en el último Congreso del FAS en Rosario. Ya avanzada la madrugada Rodolfo empezó a plantear la gran admiración que sentía por Mario Roberto Santucho y la extraordinaria tarea llevada a cabo por este para construir una verdadera alternativa de poder que interpelaba a las clases dominantes. Consideró que por otra parte esta construcción era amplia y plural ya que había incorporado a militantes cristianos que adherían a la Teología de la Liberación. Por ello concluyó quería solicitar su incorporación a esa organización sabiendo que respetarían su mirada de la realidad. Su planteo nos sorprendió a mí y a Alicia ya que ambos seguíamos reivindicándonos como peronistas revolucionarios más allá del cada vez mayor distanciamiento del “Líder” y de la conducción burguesa del Movimiento. “Mauro”, en cambio, estaba muy contento y señaló que al día siguiente llevaría esta solicitud al Buró, descontando que no sólo sería aceptado sino que sería un gran aporte en el camino de la lucha revolucionaria.
Todos estos recuerdos se agolpaban en mi memoria reciente y pensé como los había conocido a él y a Eduardo Luis Duhalde. A ambos me lo presentó Luis Cerrutti Costa en un encuentro en la CGT de los Argentinos en el año 1967. Años más tarde cuando fue secuestrado y desaparecido Luis Pujals, en setiembre de 1971, concurrí al Estudio de estos para que nos aconsejaran qué camino seguir en el terreno legal. Hasta el 25 de mayo de 1973 la actividad de ambos en la defensa de los compañeros encarcelados fue intensa destacándose el rol en la denuncia de la masacre de Trelew perpetrada por la Armada en la base «Almirante Zar”. Cuando comenzaron a editar la revista “Militancia” ampliamos nuestros contactos. La misma estaba cofinanciada por el PRT-ERP lo mismo que el diario “El Mundo”; en el que revistaba como Subdirector. Cuando nuestro amigo y compañero ocupó la banca de Diputado Nacional y conformó el “Bloque de Base“ empezó a tener un claro protagonismo en el apoyo a los militantes del sindicalismo combativo haciéndose presente en Villa Constitución respaldando a los delegados de las acerías que exigían a la conducción de la Unión Obrera Metalúrgica encabezada por el “sindicalista de negocios” Lorenzo Miguel elecciones libres en la Seccional y el levantamiento de la ilegal intervención. Fue uno de los principales oradores en los Congreso del Frente Antiimperialista y por el Socialismo realizados en Tucumán en Sáenz Peña –Chaco – y en Rosario. Denunció la “Masacre de Pacheco”-el asesinato de militantes del PST- perpetrada por el “Somatén“ criollo –la siniestra “Triple A “ y antes la desaparición de Antelo y Roldán, luego del intento de copamiento de la Unidad Militar de Azul llevada a cabo por el Ejército Revolucionario del Pueblo en enero de ese año 1974.
El atentado que sesgó su vida era “la crónica de una muerte anunciada“ ya que un reconocido exponente da la ultraderecha, Ernesto Alemán, en un periódico que se editaba en Buenos Aires en el idioma de Hegel, había propuesto que el gobierno imitara a los nazis en lo que llamaron los días de “Noche y Niebla“ e hiciera “desaparecer“ a “Firmenich, Ortega Peña, Silvio Frondizi, entre otros, para evitar que la Argentina se convierta en una nueva Cuba”. La Alianza Anticomunista Argentina tenía “esa misión”. Al día siguiente comenzó el velatorio en la Federación Gráfica Bonaerense –la histórica sede de la C.G.T. A. Militantes de diferentes organizaciones populares y revolucionarias concurrieron a darle el último adiós a quién se ganó el respeto y la admiración de todos los que caminábamos en la búsqueda de una sociedad socialista en una Patria Liberada. Todavía resuena en mis oídos el final del discurso con el que Eduardo Luis lo despidió en un cementerio con el aire enrarecido por los gases lacrimógenos lanzados por la represión encabezada por el Jefe de la Policía Federal Alberto Villar. “Ha muerto un Revolucionario. Viva la Revolución”. Está en la historia que escriben los pueblos. No lo olvidaremos.-.
*Abogado y periodista.-Ex Director del diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre “ y “ Diciembre 20”.-
NOTA.-Este relato forma parte del segundo tomo de la saga de mi autoría “Un Viaje hacia las Utopías Revolucionarias “ que será editado próximamente.