Ángeles Maestro*, Resumen Latinoamericano, 21 de agosto de 2020.
Si escribo este artículo es porque creo que nadie está hablando de lo evidente: los equipos científicos rusos han podido llegar a crear la vacuna porque aún existe una potente estructura estatal de laboratorios de investigación que fue desarrollada por la Unión Soviética.
El anuncio de que Rusia tenía disponible una vacuna contra el Covid-19 ha dado lugar a masivas descalificaciones preñadas de carga política y económica. El alineamiento con EE.UU. por parte de todos los grandes medios de comunicación, correas de transmisión de la lacayuna subordinación política al imperialismo norteamericano – que por otra parte cada vez se parece más al que intenta salvarse agarrándose a quien se está ahogando – lleva a descalificar todo lo proveniente de Rusia con la irracionalidad y la sistematicidad de un resorte.
En el caso de la vacuna rusa, el rechazo mediático generalizado está engrasado también con los poderosísimos intereses de las multinacionales farmacéuticas. Los imperios del medicamento, ya se frotaban las manos y preparaban sus arcas para que fueran cayendo los beneficios resultantes de vender a escala mundial centenares de millones de vacunas. Está aún fresca la memoria de los miles de millones de dólares obtenidos por la Gilead1, con el Sovaldi o por la Roche, con el Tamiflú2, fármaco creado contra una epidemia, la de la Gripe A, que nunca existió.
Mucho se ha ironizado sobre los dos lapsus de Fernando Simón al atribuir la vacuna a la URSS. Desconozco cual es la opinión de Simón acerca de la URSS, pero efectivamente, los avances soviéticos en salud pública y medicina preventiva – algunos de los cuales sobrevivieron a la Perestroika de Gorbachov que consideraba sospechoso de ineficacia todo lo público – han hecho posible una vacuna a la que, significativamente, han llamado Sputnik.
La URSS y la Salud Pública
La Revolución de Octubre de 1917 alumbró el primer sistema público de salud, universal, basado en la promoción de la salud y en la prevención de la enfermedad y que exigía en su funcionamiento la participación de la población en la toma de decisiones3.
En un Estado que tenía tenía a principios del siglo XX altísimas tasas de mortalidad infantil – de cada 1.000 personas muertas dos tercios eran niños menores de 5 años – y de mortalidad por enfermedades infecciosas (tasa de mortalidad por tuberculosis era de 400⁄100.000), la puesta en marcha de servicios sanitarios en todos los rincones del inmenso territorio se acompañó de la implementación de medidas generalizadas de prevención4.
La vacunación de toda la población era una medida más, entre otras también decisivas. El acceso al agua potable y al alcantarillado, a la electricidad ( «El comunismo es el poder de los soviets más la electrificación de todo el país» V.I. Lenin5), a viviendas higiénicas con calefacción, a una buena alimentación, a condiciones laborales decentes, a la educación, …y al poder político – conditio sine qua non – , son mucho más importantes que los medicamentos para mejorar la salud de las poblaciones6
La Rusia zarista ya había desarrollado una importante trayectoria científica en microbiología, y específicamente en vacunas, que no llegaban a su pueblo. Antes del descubrimiento de la vacuna de la viruela por Edward Jenner en 1796 y dado que la enfermedad arrasaba desde hace siglos la vida de millones de personas en todo el mundo se aplicaba un procedimiento arriesgado: la variolización. Se provocaba el contagio para inducir la inmunidad, aunque el riesgo de muerte era elevado.
Tras el fallecimineto por viruela del zar Pedro I en 1730, la emperatriz Catalina II, junto a su séquito, se sometió públicamente a tal procedimiento – que resultó exitoso – y lo utilizó como arma propagandística en favor de la ciencia y en contra de la superstición. Efectivamente, con apoyo estatal se desarrollaron instituciones científicas relacionadas con la inmunología.
El Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología, responsable del descubrimiento de la vacuna contra el Covid 19, lleva el nombre del científico Fiodor Gamaleya. Gamaleya desarrolló importantes investigaciones sobre la rabia con Luis Pasteur a finales del siglo XIX y con su apoyo fundó el primer Instituto Bacteriológico de Rusia y el segundo del mundo. Siguieron descubrimientos de Gamaleya y otros científicos rusos sobre vacunas y mecanismos de transmisión del cólera, la peste, el tifus, etc.
El triunfo de la Revolución en 1917 instaura las condiciones para aplicar esos avances, que habían permanecido encerrados en los laboratorios, al conjunto de la población. Se realizó la primera campaña de vacunación universal de la historia de la humanidad: el 18 de septiembre de 1918, el Comisario del Pueblo de Salud Pública N.A. Semashko adoptó el «Reglamento de vacunación contra la viruela» basado en el informe científico de Gamaleya y en abril de 1919, el Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo V.I.Lenin firmó el decreto correspondiente. Fué la primera campaña de vacunación universal de la historia de la humanidad7.
A principios de los años treinta la URSS fue el primer territorio del mundo que pudo anunciar la erradicación de la viruela. A escala mundial, este hecho se produjo 50 años después.
Los años en que la OMS gozó de prestigio y autoridad mundial, antes de ser fagocitada por las multinacionales farmacéuticas, fueron tiempos de gran influencia de la URSS. En el año 1958, Viktor Zhdanov, viceministro de salud soviético propuso a la Asamblea de la OMS un plan para erradicar la viruela a escala mundial, que fue aprobado y puesto en marcha. Algo más de veinte años después, al declarar erradicada la viruela en el planeta, el director de la OMS recordó la contribución extraordinaria de la URSS a los países que carecían de recursos: 400 millones de dosis de vacuna8.
La vacuna contra la poliomielitis en la URSS y la del Covid 19.
A mediados del siglo XX una nueva epidemia ocasionaba gran mortandad e incapacidad: la poliomielitis. En EE.UU., en 1955 se desarrolló la primera vacuna, llamada Salk por el nombre de su descubridor. Poco después, el virólogo Albert Sabin descubrió otro tipo de vacuna más eficaz, más barata y más segura (la vacuna de Salk tenía una eficacia de sólo el 60%). Tras el éxito de la primera no fue posible probarla en EE.UU.
Los científicos soviéticos, Mikhail Chumakov y Anatoly Smorodintsev, fueron enviados a Estados Unidos. Sabin y Chumakov acordaron seguir desarrollando la vacuna en Moscú. En una maleta ordinaria, se trajeron varios miles de dosis de vacuna de Estados Unidos y comenzaron las primeras vacunaciones.
Chumakov y su compañera, la viróloga Marina Voroshilova, iniciaron el experimento en Moscú con sus propios hijos. La vacuna consistía en un virus debilitado, se utilizaba la vía oral y se administraba mediante un terrón de azúcar, de forma que no necesitaba de personal cualificado.
En año y medio la epidemia en la URSS terminó. En 1960 fueron vacunadas 77 millones y medio de personas. Albert Sabin fue llamado adeclarar acusado de actividades antinorteamericanas.
Una anécdota de la época resulta de gran actualidad. En Japón la poliomielitis asolaba la población infantil y sólo la vacuna Salk, de eficacia limitada, y además en cantidades insuficientes, estaba disponible. La vacuna producida en la URSS no conseguía, por razones políticas y económicas obvias, los permisos para ser importada. Tras diversas peripecias, miles de mujeres japonesas salieron a la calle a exigir la vacuna y consiguieron su objetivo. La película soviético- japonesa «Step» del director Alexander Mitta, narra la historia9.
Cabe destacar que los avances rusos en materia de vacunas continuaron tras la caída de la URSS. El Centro Nacional de Investigación de Epidemiólogía y Microbiología descubrió recientemente una vacuna contra el Ébola y trabaja actualmente en varias líneas de investigación, una de las más avanzadas es la que trata encontrar la vacuna contra otro Coronavirus, el MERS-Cov. De esta forma, como destacados investigadores rusos han reiterado, la rapidez del proceso con la vacuna contra el Covid ‑19 se debe a que se ha trabajado sobre plataformas creadas hace años que avanzaban en direcciones semejantes. De momento Rusia ha anunciado la fabricación de 1.000 millones de dosis para 20 países solicitantes.
La experiencia seguirá escribiendo la historia. Lo que no cabe ignorar es que la campaña de desacreditación de la vacuna rusa tiene directores de orquesta que no tienen nada que ver con el procedimiento científico y sí mucha relación con los poderosísimos intereses económicos, entre otros, de la industria farmacéutica.
Por otra parte, pese a los lapsus de Fernando Simón, ni Putin es Lenin, ni Rusia es la URSS. Pero los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo no deberíamos olvidar que la gigantesca gesta obrera de Octubre de 1917 y de la derrota del fascismo en la II Guerra Mundial, todavía sigue permitiendo lograr, como en este caso, avances científicos desarrollados sobre décadas de trabajo no sometido a los intereses del capital y producidos en instituciones públicas.
No es en absoluto probable que, a pesar del sufrimiento ocasionado por la pandemia y el desastre evidente del sistema sanitario en el Estado español, el Gobierno «progresista» se atreva a priorizar la salud de su pueblo y a enfrentar, aunque sólo sea por una vez, el poder de uno de los baluartes del imperialismo: la industria farmacéutica.
La conquista de la independencia, de la de verdad, tendrá que venir de otras manos, de la construcción de otro poder capaz de derrotar a la barbarie.
*Red Roja