Tras el inmovilismo que ha caracterizado a la Consejería de Educación dirigida por Javier Imbroda(C’s) desde el mes de marzo, viene ahora la caricatura. La de la viceconsejera de Educación de Andalucía, María del Carmen Castillo, pidiendo al Ministerio que explicite qué consecuencias puede conllevar que algunos padres no lleven a sus hijos en edad de escolarización obligatoria al colegio por miedo. Como si ella las ignorara.
El alto número de madres y padres que se están planteando no llevar a sus hijas e hijos a los centros educativos ‑dadas las escasas medidas sanitarias anti-Covid que ha implementado la Consejería- hizo que Imbroda (fiel a su estilo abracadabrante desde que es consejero) formulara la amenaza sobre los padres y madres de ser denunciados por absentismo escolar. Imbroda ha conseguido que el descontento sea transversal: progenitores, trabajadores y alumnado.
Si esto sigue así, será abundante el alumnado que falte a clase y renuncie a su derecho a la educación ante la falta de medidas eficaces. En estos casos cada centro educativo tendría que abrir protocolos de absentismo ‑que no suelen ser procesos administrativos especialmente rápidos- pero que incomodan a los progenitores que se sienten señalados por querer preservar la salud de sus hijos antes que su aprendizaje.
Ahora, en vista de la tormenta que se avecina sobre una administración que desde marzo ha hecho muy poco para asegurar el derecho de la juventud andaluza a la educación en el curso 2020⁄21 ‑sin que ello implique enfermar- de nuevo vuelve a recurrir al Ministerio. Renunciando a las competencias que Andalucía tiene en Educación (competencias que costaron vidas en el tardofranquismo, como la del joven malagueño M.J. García Caparrós) la viceconsejera pregunta algo que ya sabe, ante su incapacidad para asegurar la salud de toda la comunidad educativa una vez empiece el curso.
Fuente: www.ideal.es
Francisco Vílchez
Andaluz de Granada (1980). Grado en Humanidades en la UGR. Pluriempleado en el sector servicios y aficionado a hablar de lo que la prensa no dice ni pío.
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