Por Carlos Aznárez, Resumen latinoamericano, 27 de agosto de 2020.
Hugo Ruiz Díaz, es abogado, experto en Relaciones Internacionales y ex ministro asesor en ese rubro durante el gobierno de Fernando Lugo. En esta entrevista aborda los problemas por los que pasa la sociedad paraguaya, desde una perspectiva crítica con la clase política en general y con el llamado progresismo en particular, reivindicando el rol autónomo que están jugando los movimientos sociales para avanzar en clave transformadora y revolucionaria.
-Recién se han cumplido dos años del gobierno de Mario Abdo Benítez y ha habido movilizaciones y protestas, ¿cuál es el balance que hace de la gestión presidencial del partido Colorado?
-Más que dos años, diríamos que estamos a un año de la cuasi destitución de Mario Abdo Benítez debido a la firma en clandestino del Acta con Brasil por la que, prácticamente, en un negociado enorme en un pequeño clan entregaron la soberanía energética del Paraguay. Después vino la crisis del Covid-19 con un Gobierno desgastado, deslegitimado, en plena crisis de credibilidad y el Covid no hizo más que develar el carácter estructuralmente injusto de lo que es la organización social sobre la que se basa el Estado paraguayo, el tipo de estructura económica-social gobernada por una minoría. También, hemos notado de que esto conlleva y agudiza una crisis económica, que no es más que la repercusión de lo que pasa a nivel mundial, teniendo en cuenta que Paraguay es un Estado capitalista subdesarrollado periferia de la periferia. Aunque todo el mundo habla de crisis del capitalismo muy pocas veces se califica esa crisis, pero dejemos eso por el momento en un punto aparte.
Digo crisis de credibilidad que, a su vez está profundizada con una política ofensiva del Gobierno, del Estado porque es el Gobierno el que está manejando sus riendas, contra los derechos laborales, contra sindicatos y contra la población en general. Simplemente en términos de datos concretos, hoy el 25% de la población en Paraguay, o sea 8 millones de personas, se encuentran en situación de pobreza. Por otra parte, el 40% del total de la población, que son cifras escandalosas, tiene un ingreso apenas superior al nivel de pobreza que serían 21 o 22 dólares al mes o un poco más. O sea, estamos en una situación realmente en términos estructurales económica más que escandalosa, bastante crítica, pero que desde el punto de vista social y político agudiza aún más esta crisis de credibilidad y legitimidad por la que está atravesando la estructura del Estado, no sólo el Gobierno. La minoría del 2 o 3%, que es la que detenta el poder real en el Estado se ha enriquecido a través de negociados, especulaciones bancarias y de precios, deuda externa, prácticamente millones y millones de veces más que antes de la pandemia. Es decir, hay un sector por un lado minoritario que ha obtenido un lucro escandaloso mientras que la población está condenada, prácticamente, al confinamiento, al aislamiento, sin ninguna presencia real del Estado para prevenir y combatir esta pandemia que está afectando a toda la población.
-¿En ese marco, las organizaciones populares han producido movilizaciones de protesta?
-Esta situación ha generado, y sigue generando, alto grado de contestación. Antes de entrar en ello es importante constatar que existen negocios cerrados, pequeñas empresas quebradas, 500 mil desempleados en estos últimos meses, que para Paraguay es muchísimo, suspensión de contratos colectivos. Sumado a eso, la ofensiva general desencadenada por el Estado, contra los derechos laborales y los beneficios obtenidos a través de luchas. A esto se le agrega una ofensiva contra los sindicatos dentro de un contexto de privatizaciones, es decir, de transferencia gratuita de recursos públicos al capital transnacional unido y relacionado con esa minoría que detenta el poder del Estado y que concentra el 97% del total de la riqueza en el Paraguay.
Esto genera también una serie de respuestas de los movimientos sociales y tenemos un país en una situación de agitación cuasi permanente, que va desde movilizaciones de estudiantes universitarios y secundarios, todos los días los movimientos sociales, barriales, mujeres, enfermeras, médicos, sindicatos, etc. Lo cual habla de una situación de inestabilidad en tanto que respuesta social a las políticas del Gobierno, que consiste justamente en políticas más represivas y de más recortes en la Salud, la Educación, la alimentación, vivienda. Al mismo tiempo se da un mayor endeudamiento que constituye el negociado para el capital bancario y los bancos con el capital internacional. Tenemos el caso de Ciudad del Este paralizada en donde se dio una situación insurreccional bastante dura, y en esa situación es que también salieron las Fuerzas Militares a disparar con balas reales a la población.
-Lo que describe es lo más parecido a un estado de ingobernabilidad.
-Hablaba de inestabilidad, no tanto en el sentido político de desestabilización, sino en el sentido de que la ingobernabilidad está presente y que el Gobierno trata de solucionar con parches de aquí para allá, incluso realizando alianzas internas. El tema fundamental es que indica fuertemente un reclamo para el cambio de matriz del Estado mismo. Me explico, en esta situación de crisis económica, profundizada por el tema de la crisis humanitaria social y sanitaria que se desprende del Covid, que genera desempleo, cierre de negocios, movilizaciones sociales, contestaciones y hasta situaciones y enfrentamientos insurreccionales, se impone el reclamo de un cambio de matriz del Estado que, concretamente, significa un redireccionamiento de todas las políticas del Estado, lo cual, a su vez, sugiere que estamos frente a reclamos de una transformación social. El debate político está abierto y los problemas están allí objetivamente planteados.
-En el marco de esto, ¿qué pasa con la clase política paraguaya, porque para hacer un cambio se necesita una alternativa? ¿Cuál es la alternativa en la que se puede pensar en un futuro inmediato a nivel de la clase política?
-Si nos referimos a lo que se llama la clase política o el sector político institucionalizado digamos que está más bien plegado a la política del Gobierno y no sale de ese encierro, está autoconfinado entre cuatro paredes. El debate de reforma del Estado, que no debaten, que participan o no, está en una mesa de oposición que uno no sabe si es oposición o es de legitimación del Gobierno y de sus políticas, está perdido en audiencias públicas. Estoy hablando del sector más progresista y de la oposición en general. A tal punto que hoy esa llamada oposición o clase política está absolutamente al costado de la historia, eso hay que resaltarlo y decirlo, no tanto en términos de exclusión, sino en términos de que el Estado logró cooptar a una parte del progresismo, y eso hay que reconocerlo. Como dirían algunos críticos del pensamiento, hay que ser autocrítico y si uno no lo es, evidentemente, queda fuera, al costado o excluido de la historia.
Entonces, ese sector de la clase política se pasa haciendo comunicados y lo máximo que hace son intervenciones sobre temáticas puntuales, pero de ninguna manera están planteando una salida de naturaleza más social, sino que están actuando con vistas a algunas elecciones, en particular la del año que viene y el 2023, como para intentar establecer puntos de convergencia para una reforma institucional del Estado, que uno no sabe ni su contenido, ni hacia dónde va, y menos aún que no existen debates públicos sobre el tema.
En esa perspectiva, esa parte de la clase política que podemos denominar oposición, en realidad está más desorientada porque los movimientos sociales hacen reclamos que tocan a las estructuras del Estado, mientras el progresismo, que está también dentro de esa oposición, establece hasta alianzas contra natura. Incluso, algunos partidos hasta explicitan salidas tales como una presunta profundización de la democracia en Paraguay, como si este fuera un Estado democrático o como si no hubiera habido ya un golpe de Estado en junio de 2012. Muy corta memoria parece que tiene el progresismo en el Paraguay.
-¿Los movimientos sociales no están acaso más cerca de la realidad, frente al desvarío de esa clase política?
-Por otro lado, los movimientos sociales asumen en términos autónomos, sin esperar dirección de nadie, y salen a las calles, se manifiestan, cortan calles en el centro de Asunción, cortan rutas y puentes, se confrontan con las fuerzas represivas, y están allí presentes como los actores privilegiados. La pregunta es si hay una dirección, porque sin dirección tampoco uno puede plantear cambios estructurales u otras formaciones sociales, y es allí donde existe el déficit. Pero, tampoco es alarmante porque al final de cuentas las grandes transformaciones se dieron sin designación previa de dirigentes, y en eso la historia, como partera y aleccionadora de los cambios sociales, nos enseña casi todos los días.
Lo cierto y lo concreto es que se plantean situaciones en donde existen las condiciones, pero la clase política que debería asumir la dirigencia no la está haciendo y allí existe una brecha enorme entre los movimientos sociales que copan y cierran las calles, que se confrontan, que plantean alternativas y propuestas, y la clase política progresista y de cierta izquierda que, realmente, está ausente. Eso indica que, efectivamente, estamos ante una situación de alta probabilidad de transformación social en el Paraguay, independientemente de los argumentos que esgrime la izquierda de que las condiciones objetivas y subjetivas no dan y el pueblo no está maduro. Siempre vienen con las mismas tesis para justificar el hecho de que los movimientos sociales están actuando en forma autónoma, sin pedir autorización absolutamente a nadie y sin que se acople a esa dirigencia y la reconozca como dirección. Es una situación compleja. Por otro lado, está la derecha, el Partido Colorado, que intenta reorganizarse, reagruparse, para enfrentar esta profunda crisis que se abre en la sociedad paraguaya.