Por Eduardo Lalo*, Resumen Latinoamericano, 18 de agosto de 2020.
Uno
Comienza el segundo domingo de la “ultimaria”. La “ultimaria” número dos o la “ultimaria” en cantos y, por tanto, una “multi‑ultimaria” convertida en “sub‑ultimaria” por la probable baja participación de electores, pero en todos los casos una especie de infra‑primaria. Me pregunto, ¿cómo puede ponerse en pie algo tan roto, algo tan sin pie ni papeleta?
Estoy junto a la ventana y de las dos calles que puedo ver no ha salido un alma ni un elector desalmado. De la avenida llega cada 10 o 15 segundos el golpe de aire de un carro que pasa. Todo duerme o desayuna. Aun en el periódico de esta mañana la “ultimaria número dos” es una noticia que resbala hacia lo trivial, como si hace una semana ya no hubiera sorpresas y estuviera la cosa definida sin contar con el voto de más de la mitad del electorado “corazón del rollo”, que hace siete días se quedó humedeciendo con la nariz las mascarillas en la fila, frente a los colegios casi desiertos, como carne de pandemia.
En un rato saldré a la calle y recorreré en bicicleta la ciudad durante más de dos horas. Lo hice el domingo anterior, lo haré en este, bajo el mismo sol de todos los demonios. No cumplo de esta forma con la grave tradición fársica del Estado Libre Asociado, en que todo voto cuenta y no vale para cambio alguno. Esa bella tradición de las caras lindas del buen colonizado, de su mente entorpecida hasta el ñú, de su horizonte borrado a fuerza de caña con 1898 grados prueba.
Por cada cabina de votación y elección desechables, pasará más de un esperanzado en llegar a comerse los 51 pasteles de yuca de una Navidad extendida o fantaseará disponer de 51 strikes antes de poncharse, que asegurarían la supervivencia americana y estadista con el madero al hombro, la cerveza en la mano libre y el toldo azul de FEMA como bandera de libertad y democracia. La posibilidad que la actividad cerebral de los buenos puertorriqueños, que durante dos domingos corridos se arriesgarán al contagio del COVID‑19 y la inminencia del vahído hipoglicémico en la fila del unipartidismo falsamente bipartita, detecte que en la mejor tradición rojiazul, los cogen hecho pedazos y los reúnen en un pendejo íntegro es casi inexistente. El éxito monstruoso del Departamento de Educación, el desempeño delictivo de televisoras con su dieta de chisme, burla y violencia a todas horas y la bulla de radioemisoras que repiten que la única alternativa es la miseria almibarada por bolsas con latas de salchichas y galletitas entregadas por una legisladora sonriente, transmitida por locutores clamantes del cielo y por analistoscon carnet VIP en los dos partidos y membresía dorada en el Contrato Country Club, asegura lo de siempre.
Son las 10:18am y me dispongo a salir para ejercer la liberación del invoto. Ojalá pueda avistar esas especies que, aunque no lo parezcan se dirigen a estar en peligro de extinción: el homo rajadurum papeletumy el homo pendejum bipartitum.
Dos
Recorrí San Juan durante tres horas, bajo dos aguaceros de consideración. Transité el San Juan creado por el bipartidismo. Las calles llenas de huecos y remiendos burdos de Caparra Terrace, con sus familias acaso un centímetro por encima de la pobreza; el Río Piedras convertido en una ciudad desierta y distópica, donde un domingo por la mañana, igual que un miércoles en la tarde, docenas de jóvenes esqueléticos hurgan en las bolsas de basura en busca de algo que llevarse a la boca. Las calles con las bellas casas de University Gardens, donde un vecino gritaba a un joven esquelético “que se regresara a Río Piedras o llamaba a la policía”; donde en la Calle Sorbona, que colinda con el río que nombra toda la zona, el único ciclista que encontré en tres horas, caminaba junto a su vehículo ennegrecido por el óxido para ver si podía tumbar panas de un árbol aledaño a la corriente. Era un hombre de barba blanca y edad indistinguible, otro de los innumerables hijos abandonados del ELA.
Por todas partes estaban las casas, negocios, escuelas dejados a la intemperie para que se pudran. Los locales con los que ciertos inversionistas fantasean un futurísimo tiempo de vacas gordas. Entonces, en esa época improbable, tendrán que ser destruidas y su único valor será el de sus solares. Con ellas se perderá la memoria de la ciudad.
Luego, al regresar a casa, escuché en la radio números de votos, porcientos, nombres de la infamia. Luego la gobernadora Wanda Vázquez aceptó tan renuentemente su derrota que pareció seguir en campaña. Más tarde, avanzada la noche, Pedro Pierluisi tuvo la fiesta de su victoria en las ultimarias dobles, en la casa de Miramar de algún inversionista de su campaña, frente a la cual desde temprano por la tarde, estacionaron los camiones del banquete. Para Pierluisi y su círculo de inversionistas no hubo esa noche ni mascarillas ni distanciamiento social ni toque de queda. Para él y los suyos, en la noche del domingo 16 de agosto de 2020 comenzó la nueva etapa de impunidad y privilegio.
*Fuente: Claridad